LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS
27. CONVERSACIÓN SOBRE BUDA
28. LA MISERICORDIA, LA JUSTICIA Y LA NO RESISTENCIA
“Fue durante la visita a Suiza, en las montañas, durante la que Jesús tuvo una conversación de un día entero con el padre y el hijo acerca del budismo. Muchas veces Ganid le había hecho a Jesús preguntas directas acerca de Buda, recibiendo sin embargo siempre respuestas más o menos evasivas. Ahora, en presencia de su hijo, el padre le hizo a Jesús una pregunta directa acerca de Buda, y recibió una respuesta di-recta. Gonod dijo: «De verdad me gustaría saber qué piensas de Buda». Y Jesús respondió:
“«Vuestro Buda fue mucho mejor que vuestro budismo. Buda fue un gran hombre, incluso un profeta para su pueblo, pero fue un profeta huérfano; quiero decir con esto que muy pronto perdió de vista a su Padre espiritual, el Padre celestial. Su experiencia fue trágica. Trató de vivir y de enseñar como mensajero de Dios, pero sin Dios. Buda timoneó su nave de salvación casi hasta el puerto seguro, hasta la entrada misma del puerto de salvación de los mortales, pero allí, como las cartas de navegación estaban equivocadas, la buena nave encalló. Allí se ha quedado por estas muchas generaciones, inmóvil, casi desesperadamente varada. Allí se han quedado también muchos de vuestro pueblo por todos estos años. Viven a muy corta distancia de las seguras aguas del descanso, pero se niegan a entrar porque a la noble nave del buen Buda le ocurrió el percance de vararse precisamente a la entrada del puerto. Los pueblos budistas no entrarán jamás al puerto si no abandonan la nave filosófica de su profeta y se aferran a su noble espíritu. Si vuestro pueblo hubiese permanecido fiel al espíritu de Buda, ya habría entrado hace mucho al puerto de la tranquilidad espiritual, del descanso del alma y de la seguridad de la salvación.
“»Ves, Gonod, Buda conocía a Dios en espíritu, pero no supo descubrirle claramente en la mente; los judíos descubrieron a Dios en la mente, pero no supieron mayormente conocerle en espíritu. Hoy, los budistas dan tumbos dentro de una filosofía sin Dios, mientras que mi pueblo está lastimosamente esclavizado al temor de un Dios sin una filosofía salvadora de vida y libertad. Vosotros tenéis una filosofía sin Dios; los judíos tienen un Dios pero carecen en gran parte de una filosofía de la vida pertinente. Buda, al no conseguir ver a Dios como espíritu y como Padre, no consiguió ofrecer en su doctrina la energía moral y el poderoso impulso espiritual que debe poseer una religión si ha de cambiar a una raza y ha de exaltar a una nación».
“Entonces exclamó Ganid: «Maestro, formemos tú y yo una nueva religión, una religión que sea suficientemente buena para la India y suficientemente grande para Roma, y quizás podamos cambiársela a los judíos por Yahvé». Y Jesús replicó: «Ganid, las religiones no se hacen. Las religiones del hombre maduran durante largos períodos de tiempo, a la vez que las revelaciones de Dios fulguran sobre la tierra en la vida de los hombres que revelan Dios a sus semejantes». Pero ellos no comprendieron el significado de estas palabras proféticas.
“Esa noche, cuando se acostaron, Ganid no podía dormir. Habló largamente con su padre y finalmente le dijo, «Sabes, padre, a veces pienso que Josué es un profeta». Su padre medio dormido sólo le replicó: «Hijo mío, hay otros—».” (1466.3) 132:7.3
“Cierta tarde ocurrió un episodio muy interesante a la vera del camino, al aproximarse ellos a Tarento. Observaron que un robusto joven rudo atacaba brutalmente a un muchacho más pequeño. Jesús se apresuró a asistir al joven asaltado, y después de rescatarlo, retuvo firmemente al agresor para que el pequeño pudiera huir. En el momento en que Jesús soltó al atacante, Ganid se le abalanzó encima, propinándole una soberana paliza, pero ante su asombro, Jesús intervino rápidamente, sujetando a Ganid y permitiendo así que el asustado muchacho escapara. Tan pronto como recobró el aliento, exclamó Ganid acaloradamente: «Maestro, no alcanzo a comprenderte. Si la misericordia demanda el rescate del muchacho más pequeño, ¿no exige la justicia el castigo del más grande, del agresor?». Jesús le respondió:
“«Ganid, es verdad que no comprendes. El ministerio de la misericordia es siempre la obra del individuo, pero el castigo de la justicia es la función de los grupos sociales, gubernamentales, o administrativos del universo. Como individuo estoy obligado a mostrar misericordia; debo rescatar al muchacho agredido, y podré con toda justicia, emplear la fuerza para contener al agresor. Y eso es exactamente lo que hice. Logré liberar al muchacho agredido; he aquí el fin del ministerio de la misericordia. Retuve luego por la fuerza al agresor el tiempo necesario para permitir la huida de la parte más débil de la disputa, y luego me desentendí del asunto. No juzgué al agresor, examinando el móvil —evaluando todos los factores que pudieran haber contribuido al ataque contra su semejante— ni emprendí la realización del castigo que pudiera dictaminar mi mente como justa recompensa por su mala acción. Ganid, la misericordia puede ser profusa, pero la justicia es precisa. ¿No te das cuenta de que difícilmente podrían dos personas ponerse de acuerdo sobre un castigo que pudiera satisfacer las exigencias de la justicia? Uno impondría cuarenta latigazos, otro, veinte, mientras que un tercero sostendría que el aislamiento penal es el único castigo justo. ¿No te das cuenta de que en este mundo es mejor que tales responsabilidades recaigan sobre el grupo o sean administradas por los representantes nombrados por el grupo? En el universo, el juicio está investido sobre aquellos que conocen plenamente los antecedentes de todos los males así como también sus móviles. En la sociedad civilizada y en un universo organizado, la administración de la justicia presupone el dictamen de una sentencia justa después de un juicio justo, y esta prerrogativa corresponde a los grupos jurídicos de los mundos y a los administradores omnisapientes de los universos más altos de toda la creación».” (1468.4) 133:1.1
“«Ganid, bien comprendo que estos problemas te dejan perplejo, y trataré de responder a tu pregunta. Primero, en cualquier ataque que pudiera hacerse contra mi persona, yo determinaría si es el agresor un hijo de Dios —mi hermano en la carne— o no, y si pensara que esa criatura no posee juicio moral ni razón espiritual, sin titubeos me defendería hasta el límite de mi resistencia, a pesar de las consecuencias para el agresor. Pero no agrediría yo del mismo modo a un semejante, hijo de Dios, ni siquiera en defensa propia. Es decir que no le castigaría de antemano y sin juicio por haberme agredido. Trataría por todos los medios posibles de prevenir el ataque y de disuadirle de que me agrediera, y trataría de mitigar la intensidad de ese ataque si no consiguiera evadirlo. Ganid, tengo confianza absoluta en la protección de mi Padre celestial. Estoy consagrado a hacer la voluntad de mi Padre que está en el cielo. No creo que pueda acontecerme ningún daño real; no creo que la obra de mi vida pueda en realidad peligrar a manos de mis enemigos, y de seguro que no hemos de temer violencia alguna por parte de nuestros amigos. Estoy absolutamente convencido de que el universo entero es cordial para conmigo —insisto en creer esta verdad todopoderosa con la confianza más sincera pese a todas las apariencias de lo contrario».” (1468.4) 133:1.1
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