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domingo, 3 de junio de 2007

La Reencarnación

Nuestro entorno o ambiente incluye mucho más de lo que suponemos. Este entorno o ambiente corresponde a todo lo que nos rodea y con el cual estamos conectados en nuestra diaria existencia física. En realidad, no nos damos cuenta de un entorno más amplio y más extenso que también nos rodea.
Cada uno de nosotros puede hacer la siguiente suposición. Imaginemos que somos actores en un drama que sucede en el siglo veintiuno y que nosotros mismos creamos el escenario, los elementos y el tema. Imaginemos que, además, escribimos el libreto y actuamos como el productor, el director y el actor principal y que nos acompañan otros actores.
Estamos tan concentrados en nuestro papel, tan intrigados por la realidad que nosotros mismos hemos creado, tan enfocados en los problemas, retos, esperanzas y tristezas de nuestro libreto, que nos olvidamos que son de nuestra propia creación. Este drama, con todas sus alegrías y tristezas, lo podemos comparar con nuestra vida actual, con nuestro entorno actual, individual y colectivamente.
Lo más interesante es que hay otros dramas que se presentan simultáneamente, en los cuales hacemos exactamente lo mismo. A esos otros dramas los podemos llamar “Vida en el siglo XVIII”, “Vida en el siglo XV”, “Vida en el siglo XXX “, etc.
Aun no comprendemos que somos entidades multidimensionales, razón por la cual nos parecerá increíble que podamos vivir varias existencias al tiempo. No podemos creer que sea posible estar en dos lugares a la vez y mucho menos en distintos tiempos o diferentes siglos. El tiempo no se compone de una serie de momentos. Las palabras que pronunciamos, las cosas que hacemos parecen tener lugar en el tiempo, de la misma manera como una silla parece ocupar un espacio. Sin embargo, estas son apariencias que forman parte del drama que hemos creado y que aceptamos como si fueran reales.
Las cuatro de la tarde es apenas un punto de referencia. Le decimos a un amigo: “Nos encontramos a las cuatro en el café de la esquina para tomar café” y el sabrá exactamente en donde encontrarnos. Si vamos al teatro a las nueve de la noche, pero las acciones según el libreto tienen lugar a las 9 de la mañana y los actores están desayunando, aceptamos el tiempo del libreto y pretendemos que ocurre en la mañana.
Todos estamos involucrados en una producción mucho más grande, en la cual nos ponemos de acuerdo sobre ciertas suposiciones básicas. Una de ellas es que el tiempo se compone de una serie de momentos, uno después del otro. Otra es que el mundo objetivo existe independientemente de nuestra creación y percepción. Otra es que estamos encerrados en el cuerpo físico que nosotros mismos creamos y que estamos limitados por el tiempo y el espacio.
Otra suposición que hemos aceptado es que todas las percepciones nuestras provienen de los sentidos físicos, es decir, que toda la información que recibimos proviene del exterior y ninguna del interior de nuestro ser.
Los dramas de que hemos hablado son una representación de lo que llamamos vidas en la reencarnación. Todas ellas ocurren básicamente al tiempo. Las “vidas” (como los “dramas”) parecen ocurrir una después de la otra, lo que nos da la idea de que el tiempo se compone de una serie de momentos que pasan uno después del otro en una dirección que viene desde un inconcebible principio hasta un inconcebible final

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