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miércoles, 5 de junio de 2019

LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS



LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS
90. SOBRE QUE DESCIENDA FUEGO DEL CIELO
91. EBER RECHAZA ARRESTAR A JESÚS
92. LA MUJER SORPRENDIDA EN ADULTERIO


“Cuando Felipe y Mateo regresaron con sus compañeros e informaron de que los habían echado de la aldea, Santiago y Juan se acercaron a Jesús y dijeron: «Maestro, rogamos que nos permitas que ordenemos que caiga fuego de los cielos para arrasar con estos samaritanos insolentes e impenitentes». Pero cuando Jesús oyó estas palabras de venganza, se volvió a los hijos de Zebedeo y los reprochó severamente: «Por lo que estáis diciendo no sabéis la actitud que estáis manifestando. La venganza no tiene cabida en el reino de los cielos. En vez de discutir, encaminémonos a la pequeña aldea junto al vado del Jordán». Así pues, debido a un prejuicio sectario, estos samaritanos se vieron privados del honor de ofrecer hospitalidad al Hijo Creador de un universo.” (1788.2) 162:0.2 (Lucas 9:53-56)
“Por consiguiente, Eber, el oficial del sanedrín, con dos asistentes, fue enviado a arrestar a Jesús. Mientras Eber se abría camino hacia Jesús, el Maestro dijo: «No temas acercarte a mí. Acércate mientras escuchas mis enseñanzas. Sé que se os ha enviado para que me arrestéis, pero debéis comprender que nada le pasará al Hijo del Hombre hasta que llegue su hora. No estáis dispuestos en contra de mí; tan sólo venís por orden de vuestros amos, y aun estos dirigentes de los judíos, en verdad piensan que están haciendo el servicio de Dios al buscar secretamente mi destrucción.
“«Yo no desprecio a ninguno de vosotros. El Padre os ama, y por lo tanto deseo vuestra liberación de las cadenas del prejuicio y de las tinieblas de la tradición. Os ofrezco la libertad de la vida y el regocijo de la salvación. Proclamo un nuevo camino viviente, la liberación del mal y la rotura de las cadenas del pecado. He venido para que tengáis vida, para que la tengáis eternamente. Vosotros buscáis liberaros de mí y de mis enseñanzas inquietantes. ¡Si tan sólo pudierais ver que estaré con vosotros solamente poco tiempo! Dentro de muy poco tiempo volveré a Aquél que me envió a este mundo. Entonces muchos entre vosotros me buscaréis diligentemente, pero no descubriréis mi presencia porque adonde yo iré, vosotros no podéis venir. Pero todos los que buscan verdaderamente encontrarme, alguna vez alcanzarán la vida que conduce ante la presencia de mi Padre».
“Algunos de los que se burlaban dijeron entre ellos: «¿Adónde irá este hombre donde no lo podremos encontrar? ¿Se irá acaso a vivir entre los griegos? ¿Se destruirá a sí mismo? ¿Qué significa cuando declara que pronto se saldrá de entre nosotros, y que nosotros no podemos ir adonde vaya él?».
“Eber y sus asistentes se negaron a arrestar a Jesús; volvieron a su lugar de reunión sin él. Entonces, cuando los altos sacerdotes y los fariseos recriminaron a Eber y sus asistentes porque no habían traído a Jesús con ellos, Eber tan sólo replicó: «Tuvimos temor de arrestarlo en el medio de la multitud, porque muchos creen en él. Además, jamás habíamos oído a un hombre hablar como este hombre. Hay en este instructor algo fuera de lo ordinario. Haríais bien todos vosotros en ir y escucharlo». Y cuando los principales oyeron estas palabras, se sorprendieron y dijeron burlonamente a Eber: «¿Acaso tú también te has extraviado? ¿Estás a punto de creer en este impostor? ¿Acaso oíste decir que algunos de nuestros sabios y nuestros rectores creen en él? ¿Es que alguno de los escribas o de los fariseos ha sido engañado por sus astutas enseñanzas? ¿Cómo puede ser que estés tú influido por la conducta de esta multitud ignorante que no conoce la ley ni los profetas? ¿No sabes acaso que tal gente ignorante está maldita?» Entonces respondió Eber: «Aun así, amos míos, este hombre habla a la multitud palabras de misericordia y esperanza. Levanta el ánimo de los deprimidos, y sus palabras consuelan aun nuestras almas. ¿Qué puede haber de malo en estas enseñanzas aunque no sea el Mesías de las Escrituras? Y aun así, ¿es que nuestra ley no requiere justicia? ¿Acaso condenamos a un hombre antes de escucharlo?» El jefe del sanedrín se enfureció contra Eber y, volviéndose hacia él, dijo: «¿Te has vuelto loco? ¿Acaso eres tú también de Galilea? Busca en las Escrituras, y descubrirás que de Galilea no surge ningún profeta, y mucho menos el Mesías».” (1791.4) 162:2.6
“Fue durante esta visita a Jerusalén durante la que Jesús trató con cierta mujer de mala reputación traída ante su presencia por los acusadores de ella y los enemigos de él. Los escritos distorsionados que tenéis de este episodio sugieren que esta mujer fue traída ante Jesús por los escribas y fariseos, y que Jesús trató con ellos de manera tal como para indicar que estos líderes religiosos de los judíos podían ser ellos mismos culpables de inmoralidad. Jesús bien sabía que, aunque los escribas y fariseos eran ciegos espiritualmente y llenos de prejuicios intelectuales debido a su lealtad a la tradición, se contaban sin embargo entre los hombres más completamente morales de ese día y generación.
“Lo que realmente sucedió fue esto: temprano durante la tercera mañana de la fiesta, cuando Jesús se acercó al templo, se encontró con un grupo de agentes mercenarios del sanedrín que arrastraban a una mujer. Cuando se acercaron, el portavoz dijo: «Maestro, a esta mujer la descubrieron cometiendo adulterio —in fraganti. Ahora bien, la ley de Moisés manda que debemos apedrearla. ¿Qué dices tú que deberíamos hacer con ella?».
“Los enemigos de Jesús pensaban que, si éste acataba la ley de Moisés que requería que la pecadora confesa fuera apedreada, tendría dificultades con los dirigentes romanos, quienes negaban a los judíos el derecho de infligir la pena de muerte sin la aprobación de un tribunal romano. Si prohibía apedrear a la mujer, entonces lo acusarían ante el sanedrín por considerarse a sí mismo por encima de Moisés y de la ley judía. Si permanecía en silencio, lo acusarían de cobardía. Pero el Maestro manejó la situación de manera tal que el plan entero se despedazó por su propio peso sórdido.
“Esta mujer, que alguna ocasión fue hermosa, era la esposa de un ciudadano de clase baja de Nazaret, un hombre que había creado problemas para Jesús durante toda su juventud. El hombre, habiéndose casado con esta mujer, la forzó descaradamente a que se ganara la vida haciendo comercio de su cuerpo. Había traído a su esposa a la fiesta de Jerusalén, para que prostituyera sus encantos físicos por dinero. Había negociado con los mercenarios de los dirigentes judíos, para traicionar de esta manera a su propia esposa en el vicio comercializado de ella. Así pues, trajeron ellos a la mujer y su compañero de transgresión, con el objeto de hacer caer a Jesús en una trampa obligándolo a hacer una declaración que se pudiera usar contra él en caso de su arresto.

“Jesús, paseando la mirada sobre el gentío, vio al marido, parado detrás de los demás. Sabía qué tipo de hombre era él y percibió que formaba parte de esta transacción vergonzosa. Jesús caminó alrededor de la multitud para acercarse al sitio donde se encontraba parado este marido degenerado y escribió unas pocas palabras sobre la arena que motivaron su apresurada partida. Luego, volvió ante la mujer y nuevamente escribió en la tierra para beneficio de sus supuestos acusadores; y cuando ellos leyeron sus palabras, también se alejaron, uno por uno. Cuando el Maestro escribió por tercera vez en la arena, el compañero malvado de la mujer también se alejó, de manera que, cuando el Maestro se incorporó del suelo, después de escribir, contempló a la mujer sola, parada frente a él. Jesús dijo: «Mujer, ¿adonde están tus acusadores? ¿Es que no ha quedado nadie para apedrearte?» La mujer, levantando la mirada, respondió: «Nadie, Señor». Entonces dijo Jesús: «Yo sé de ti; y no te condeno. Vete en paz». Y esta mujer, Hildana, abandonó a su malvado marido y se unió a los discípulos del reino.” (1792.5) 162:3.1 (Juan 7:538:11)

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