LIBRO DE URANTIA PARTE II - LOS MILAGROS DE JESUS
19. EL MUCHACHO EPILÉPTICO
A. AÑO: 29 d.C.
B. LUGAR: En la base del monte Hermón
C. MOMENTO: Nueve apóstoles estaban esperando a que Jesús y los otros tres bajaran del monte de la transfiguración. Los apóstoles que esperaban se habían puesto a curar apresuradamente a un muchacho epiléptico y se encontraron con el fracaso. Jesús llega y realiza la curación.
D. EL MILAGRO: “Fue poco después de la hora del desayuno, este martes por la mañana, cuando Jesús y sus compañeros llegaron al campamento apostólico. A medida que se acercaban, vieron una multitud apreciable reunida alrededor de los apóstoles y pronto empezaron a oír las palabras en alta voz de una discusión y disputa de este grupo de unas cincuenta personas que comprendía nueve apóstoles y segmentos equivalentes de escribas de Jerusalén y discípulos creyentes que habían seguido a Jesús y a sus asociados en su viaje desde Magadán.
“Aunque la multitud estaba discutiendo numerosos temas, la controversia principal se refería a cierto ciudadano de Tiberias que había llegado el día anterior en busca de Jesús. Este hombre, Santiago de Safad, tenía un hijo de unos catorce años, hijo único, gravemente afligido de epilepsia. Además de esta enfermedad nerviosa, este muchacho era poseído por uno de esos seres intermedios vagabundos, traviesos y rebeldes, que por entonces existían sin control en la tierra, de modo que el joven estaba al mismo tiempo epiléptico y poseído por un demonio.
“Durante casi dos semanas este padre ansioso, un oficial menor de Herodes Anti-pas, había vagado por los límites occidentales de los dominios de Felipe buscando a Jesús, para pedirle que curara a su hijo afligido. Y no alcanzó al grupo apostólico hasta alrededor del mediodía de este día, mientras Jesús estaba en la montaña con los tres apóstoles.
“Andrés se adelantó para saludar a este padre y a su hijo, diciendo: «¿A quién buscáis?» Dijo Santiago: «Buen hombre, busco a vuestro Maestro. Busco curación para mi hijo afligido. Deseo que Jesús eche a este diablo que posee a mi niño». Acto seguido, el padre procedió a relatar a los apóstoles cómo estaba de afligido su hijo, que muchas veces estuvo a punto de perder la vida como resultado de estos ataques malignos.
“Mientras los apóstoles escuchaban, Simón el Zelote y Judas Iscariote se acercaron al padre, diciendo: «Nosotros podemos curarlo; no necesitas esperar el regreso del Maestro. Somos los embajadores del reino; estos hechos ya no los mantenemos en secreto. Jesús es el Libertador, y nos han sido entregadas las llaves del reino». Andrés y Tomás se apartaron, consultándose. Natanael y los demás contemplaban la escena, pasmados; todos ellos estaban horrorizados por la súbita audacia, por no llamarle presunción, de Simón y Judas. Entonces dijo el padre: «Si os ha sido dado el poder de hacer estas obras, os ruego que digáis las palabras que liberen a mi hijo de esta esclavitud». Entonces Simón se adelantó y, colocando la mano sobre la cabeza del niño, lo miró fijo a los ojos y ordenó: «Sal de él, espíritu impuro; en nombre de Jesús, obedéceme». Pero el muchacho cayó en un ataque aún más violento, mientras los escribas se mofaban burlonamente de los apóstoles, y los creyentes desilusionados sufrían las burlas de estos críticos hostiles....
“Cuando Jesús oyó este relato, tocó al padre arrodillado y le ordenó que se levantara mientras miraba uno tras otro a los apóstoles que estaban cerca. Luego dijo Jesús a todos los que estaban de pie ante él: «Oh generación incrédula y per-versa, ¿hasta cuándo tendré que teneros paciencia? ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Cuándo aprenderéis que las obras de la fe no surgen si se las manda con descreimiento y duda?» Luego, señalando al padre consternado, Jesús dijo: «Trae pues a tu hijo». Y cuando Santiago hubo traído al muchacho ante Jesús, él preguntó: «¿Cuánto hace que este niño está así afligido?» El padre respondió: «Desde que era muy pequeño». Mientras hablaban, el joven sufrió un violento ataque y cayó ante ellos, rechinando los dientes y echando espuma por la boca. Después de una sucesión de convulsiones violentas, estaba tendido como si estuviera muerto, a los pies de ellos. Nuevamente se arrodilló el padre a los pies de Jesús, mientras imploraba al Maestro, diciendo: «Si puedes curarlo, te suplico que tengas compasión de nosotros y nos liberes de esta aflicción». Cuando Jesús escuchó estas palabras, bajó la mirada al rostro ansioso del padre, diciendo: «No dudes del poder amante de mi Padre, sino tan sólo de la sinceridad y alcance de tu fe. Para el que cree de veras, todo es posible». Entonces Santiago de Safad habló esas palabras inolvidables, mezcla de fe y duda: «Señor, yo creo. Te oro que me ayudes en mi incredulidad».’
“Cuando Jesús escuchó estas palabras, se adelantó y, tomando al niño de la mano, dijo: «Esto haré de acuerdo con la voluntad de mi Padre y en honor de la fe viviente. Hijo mío, ¡levántate! Vete, espíritu desobediente, y no vuelvas a él». Colocando luego la mano del niño en la de su padre, Jesús dijo: «Idos por vuestro camino. El Padre ha otorgado el deseo de vuestra alma». Todos los que estaban presentes, aun los enemigos de Jesús, se asombraron de lo que veían.”
F. MOTIVACIÓN:
- El anhelo de buscar el propio honor es fatal para el logro espiritual. Los apóstoles intentaron obrar milagros para demostrar su superioridad.
- Este episodio sirve también para validar la sinceridad en asociación con la fe. La fe del padre dudaba pero su sinceridad era de todo corazón.
- He aquí un caso de doble aflicción. Si bien no hay duda de que el muchacho tenía epilepsia, también era víctima de la posesión de un intermedio rebelde. Jesús curó una dolencia y lo liberó de la otra.
- Es una experiencia común observar un ataque epiléptico que aparece al tratar de este problema en presencia del paciente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario