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lunes, 3 de junio de 2019

LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS


LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS
78. ENVIAR A LOS APÓSTOLES DE DOS EN 
79. OBSERVACIONES A MEDIANOCHE
80. DESPUÉS DE LAS REUNIONES


“La siguiente tarde, habiéndose reunido con los doce apóstoles, los apóstoles de Juan y el grupo de mujeres recientemente comisionado, Jesús dijo: «Podéis ver, vosotros mismos, que la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Oremos pues todos al Señor de la cosecha para que nos envíe aún más trabajadores para sus campos. Mientras yo permanezco aquí para reconfortar e instruir a los instructores más jóvenes, enviaré a los mayores en grupos de dos en dos para que puedan abarcar rápidamente toda Galilea predicando el evangelio del reino mientras la situación continúe siendo propicia y pacífica». Luego nombró los pares de apóstoles tal como deseaba que salieran y éstos fueron: Andrés y Pedro, Santiago y Juan Zebedeo, Felipe y Natanael, Tomás y Mateo, Jacobo y Judas Alfeo, Simón el Zelote y Judas Iscariote.
“Jesús estableció la fecha en que se encontraría con los doce en Nazaret y al despedirse, dijo: «En esta misión, no vayáis a ninguna de las ciudades de los gentiles, ni tampoco a Samaria, pero id adonde están las ovejas descarriadas de la casa de Israel. Predicad el evangelio del reino y proclamad la verdad salvadora de que el hombre es hijo de Dios. Recordad que el discípulo no está por encima de su maestro ni el siervo es superior a su amo. Basta con que el discípulo sea igual a su maestro y el siervo llegue a ser como su amo. Si alguien se ha atrevido a llamar al amo de la casa asociado de Beelzebú, ¡cuánto más considerarán así a los de su casa! Pero no debéis temer de estos enemigos incrédulos. Os declaro que nada de lo que está cubierto dejará de ser revelado; no hay nada oculto que no se conocerá. Lo que os he enseñado privadamente, predicadlo abiertamente con sabiduría. Lo que os he revelado dentro de la casa, proclamadlo desde los tejados cuando llegue la ocasión. Y yo os digo, amigos y discípulos míos, no temáis a los que pueden matar el cuerpo pero no son capaces de destruir el alma; colocad vuestra confianza en Aquel que puede sostener el cuerpo y salvar el alma.
“«¿Acaso no se venden dos gorriones por un céntimo? Sin embargo yo os declaro que ninguno de ellos está olvidado en los ojos de Dios. ¿Acaso no sabéis que hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados? No temáis pues; vosotros sois de más valor que muchos gorriones. No os avergoncéis de mi enseñanza; salid proclamando paz y buena voluntad, pero no os engañéis —la paz no siempre acompañará vuestra predicación. He venido para traer paz a la tierra, pero cuando los hombres rechazan mi don, se producen divisiones y alborotos. Cuando todos los de una familia reciben el evangelio del reino, en verdad la paz habita en esa casa; pero cuando alguno de la familia entra en el reino y otros rechazan el evangelio, esa división tan sólo puede producir pesadumbre y tristeza. Laborad intensamente para salvar a toda la familia para que no se vuelvan los enemigos de un hombre los de su propia casa. Pero cuando hayáis hecho todo lo posible para todos los de cada familia, yo os declaro que el que ame al padre o a la madre más que este evangelio no es digno del reino».” (1681.8) 150:4.1 (Mat 9:3611:1)
“Poco después de la medianoche, Jesús bajó de la habitación del piso superior y se detuvo entre los doce y sus asociados, unos treinta en total. Dijo: «Reconozco que este cernido del reino os preocupa, pero es inevitable. Sin embargo, después de toda la enseñanza que habéis recibido, ¿había alguna buena razón para que tropezaréis con mis palabras? ¿Por qué estáis llenos de miedo y consternación al ver que el reino está liberándose de estas multitudes poco convencidas, estos discípulos que creen a medias? ¿Por qué os apenáis mientras surge un nuevo día para gloria renovada de las enseñanzas espirituales del reino del cielo? Si encontráis difícil soportar esta prueba, ¿qué haréis cuando el Hijo del Hombre deba retornar al Padre? ¿Cuándo y cómo os prepararéis para el tiempo en que yo ascienda al lugar del que vine a este mundo?
“«Amados míos, debéis recordar que es el espíritu el que da la vida; la carne y todo lo que le pertenece es de poco provecho. Las palabras que yo he dicho a vosotros son espíritu y vida. ¡Estad de buen ánimo! No os he abandonado. Muchos se ofenderán por las palabras claras de estos días. Ya habéis vosotros oído que muchos de mis discípulos me han dado la espalda; ya no caminan conmigo. Desde el comienzo, yo sabía que estos creyentes a medias quedarían por el camino. ¿Acaso no os elegí a vosotros doce y os separé como embajadores del reino? Ahora, en circunstancias como éstas, ¿queréis desertar vosotros también? Que cada uno de vosotros contemple su propia fe, porque uno de vosotros corre grave peligro». Cuando Jesús hubo terminado de hablar, Simón Pedro dijo: «Sí, Señor, estamos apesadumbrados y perplejos, pero jamás te abandonaremos. Tú nos has enseñado las palabras de la vida eterna. Hemos creído en ti y te hemos seguido todo este tiempo. No te volveremos la espalda, porque sabemos que eres enviado de Dios». Y cuando Pedro terminó de hablar, todos ellos de total acuerdo bajaron la cabeza en signo de aprobación de su promesa de lealtad.
“Entonces dijo Jesús: «Id a descansar, porque se aproximan épocas de mucho trabajo para nosotros; se están acercando días muy activos».” (1715.3) 153:5.3
“Muchas fueron las preguntas hechas a Jesús durante esta reunión después del sermón. Algunas fueron formuladas por sus perplejos discípulos, pero más provinieron de los críticos descreídos que tan sólo trataban de poner a Jesús en apuros y hacerlo caer en una trampa.
“Uno de los fariseos visitantes, montado en un farol, gritó esta pregunta: «Nos dices que eres el pan de la vida. ¿Cómo puedes darnos tú tu carne para comer y tu sangre para beber? ¿De qué vale tu enseñanza si no puede ser llevada a cabo?» Jesús respondió a esta pregunta diciendo: «No os enseñé que mi carne es el pan de la vida ni que mi sangre es el agua viva. Pero he dicho que mi vida en la carne es un don del pan del cielo. El hecho del Verbo de Dios hecha carne y el fenómeno del Hijo del Hombre sujeto a la voluntad de Dios, constituyen una realidad de experiencia que es equivalente al alimento divino. No podéis comer mi carne ni beber mi sangre, pero podéis en espíritu volveros uno conmigo, aun como yo soy uno en espíritu con el Padre. Podéis alimentaros con la palabra eterna de Dios, que es verdaderamente el pan de la vida, y que ha sido donada en la semejanza de la carne mortal; podéis regar vuestra alma con el espíritu divino, que es verdaderamente el agua viva. El Padre me ha enviado al mundo, para mostraros cómo desea morar en todos los hombres y guiarlos; y he vivido esta vida en la carne para inspirar a todos los hombres para siempre a que también traten de conocer y hacer la voluntad del Padre celestial que en ellos reside».
“Entonces uno de los espías de Jerusalén que había estado observando a Jesús y a sus apóstoles, dijo: «Vemos que ni tú ni tus apóstoles os laváis las manos en forma adecuada antes de comer pan. Bien debéis saber que la práctica de comer con las manos sucias e impuras es una transgresión de la ley de los ancianos. Tampoco laváis en forma adecuada vuestras copas de beber y vuestras vasijas de comer. ¿Por qué mostráis tal falta de respeto por las tradiciones de los padres y las leyes de nuestros ancianos?» Cuando Jesús lo oyó hablar, respondió: «¿Por qué transgredís los mandamientos de Dios con las leyes de la tradición? El mandamiento dice, ‘honrarás a tu padre y tu madre', y os ordena que compartáis con ellos vuestra sustancia si es necesario; pero vosotros aplicáis una ley basada en la tradición, que permite que los hijos desobedientes digan que el dinero que pudiera haber ayudado a los padres, ha sido ‘entregado a Dios'. Así libera la ley de los ancianos a estos hijos mañosos de sus responsabilidades, sin tomar en cuenta el hecho de que estos hijos subsiguientemente utilizan el dinero para su propia comodidad. ¿Por qué anuláis de este modo el mandamiento, basándoos en vuestra tradición? Bien profetizó Isaías vuestra hipocresía diciendo: ‘Con sus labios este pueblo me honra, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran, enseñando como doctrinas los preceptos de los hombres'.”
“«Bien podéis ver cómo olvidáis el mandamiento, aferrándoos en cambio a las tradiciones de los hombres. Rechazáis sin titubear la palabra de Dios, mientras mantenéis vuestra tradición. De muchas otras maneras os atrevéis a emplazar vuestras enseñanzas por encima de la ley y de los profetas».

“Entonces se dirigió Jesús a todos los que estaban presentes, diciendo: «Pero, prestadme atención todos vosotros. No es lo que entra por la boca, lo que ensucia espiritualmente al hombre, sino más bien, lo que procede de la boca y del corazón». Pero ni siquiera los apóstoles pudieron captar plenamente el significado de sus palabras, porque Simón Pedro también le preguntó: «Para que algunos de tus oyentes no se sientan innecesariamente ofendidos, ¿puedes explicarnos el significado de estas palabras?» Entonces le dijo Jesús a Pedro: «¿Es que tú también eres duro de comprensión? ¿Acaso no sabes que toda planta que no haya sembrado mi Padre será desarraigada? Presta atención a los que quieren conocer la verdad. No puedes obligar a los hombres a que amen la verdad. Muchos de estos maestros, son guías ciegos. Y tú sabes que, si un ciego conduce a un ciego, ambos caerán al precipicio. Pero, prestad atención cuando os digo la verdad sobre esas cosas que ensucian moralmente y contaminan espiritualmente a los hombres. Yo declaro que no es lo que entra al cuerpo por la boca o llega a la mente por los ojos y los oídos, lo que ensucia al hombre. El hombre tan sólo se ensucia por el mal que puede originarse dentro de su corazón, y que encuentra expresión en las palabras y acciones de estas personas impuras. ¿Acaso no sabes que es del corazón de donde provienen los malos pensamientos, los protervos proyectos de asesinato, robo y adulterio, juntamente con los celos, el orgullo, la ira, la venganza, los regaños y el falso testimonio? Estas son precisamente las cosas que ensucian al hombre, y no el comer pan con las manos ceremonialmente sucias».” (1712.1) 153:3.1 (Juan 6:22-71)

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