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lunes, 10 de junio de 2019

LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS



LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS
120. EN CASA DE JOSÉ
121. EL PASEO CON LOS DOS HERMANOS
122. LAS APARICIONES A LOS APÓSTOLES Y A OTROS LÍDERES


“La quinta manifestación morontial de Jesús ante ojos mortales ocurrió en presencia de unas veinticinco mujeres creyentes reunidas en la casa de José de Arimatea, aproximadamente quince minutos después de las cuatro de este mismo domingo por la tarde. María Magdalena había vuelto de la casa de José unos pocos minutos antes de esta aparición. Santiago, el hermano de Jesús, había solicitado que nada se dijera a los apóstoles sobre la aparición del Maestro en Betania. No le había pedido a María que no informara a sus hermanas creyentes de este hecho. Por lo tanto, una vez que María hizo prometer a todas las mujeres que mantendrían el secreto, procedió a relatar lo que tan recientemente había sucedido mientras ella estaba con la familia de Jesús en Betania. Estaban precisamente en el medio de este relato apasionante, cuando cayó sobre ellas un silencio súbito y solemne; contemplaron entonces en su medio, la forma enteramente visible del Jesús resucitado. Él las saludó diciendo: «Que la paz sea con vosotras. En la comunidad del reino no habrá judíos ni gentiles, ricos ni pobres, libres ni esclavos, hombres ni mujeres. También sois llamadas a difundir la buena nueva de la liberación de la humanidad mediante el evangelio de la filiación con Dios en el reino del cielo. Id a todo el mundo proclamando este evangelio y confirmando a los creyentes en la fe del mismo. Mientras hacéis esto, no olvidéis ministrar a los enfermos y fortalecer a los que son de corazón débil y que se dejan dominar por el temor. Y estaré con vosotras siempre, aun hasta los confines de la tierra». Y cuando hubo hablado así, desapareció de su vista, mientras las mujeres caían de bruces y adoraban en silencio....
“Alrededor de las cuatro y media, en la casa de un tal Flavio, el Maestro hizo su sexta aparición morontial a unos cuarenta creyentes griegos allí reunidos. Mientras estaban ellos discutiendo los informes sobre la resurrección del Maestro, él se manifestó en su medio, a pesar de que las puertas estaban cerradas con seguro, y les habló diciendo: «Que la paz sea con vosotros. Aunque el Hijo del Hombre apareció en la tierra entre los judíos, él vino para ministrar a todos los hombres. En el reino de mi Padre no habrá ni judíos ni gentiles; seréis todos hermanos —los hijos de Dios. Id pues al mundo, proclamando este evangelio de salvación, así como lo habéis recibido de los embajadores del reino, y yo os recibiré en la comunión de la hermandad de los hijos de la fe y de la verdad del Padre». Cuando así les habló, se despidió, y no le volvieron a ver.” (2033.1) 190:3.1
“En Emaús, a unos once kilómetros al oeste de Jerusalén, vivían dos hermanos, pastores, que habían pasado la semana de Pascua en Jerusalén asistiendo a los sacrificios, ceremonias y festividades. Cleofas, el mayor, era un creyente a medias de Jesús; por lo menos había sido expulsado de la sinagoga. Su hermano, Jacobo, no era creyente, aunque estaba muy perplejo por lo que había oído sobre las enseñanzas y obras del Maestro.
“Este domingo por la tarde, a unos cinco kilómetros fuera de Jerusalén y pocos minutos antes de las cinco, al caminar estos dos hermanos por la carretera a Emaús, conversaban muy ensimismados sobre Jesús, sus enseñanzas, sus obras, y más específicamente de los rumores de que su tumba estaba vacía, y que ciertas mujeres habían hablado con él. Cleofas estaba casi decidido a creer en estos informes, pero Jacobo insistía en que se trataba probablemente de un engaño. Mientras así discutían y debatían camino a su casa, la manifestación morontial de Jesús, su séptima aparición, apareció caminando a su lado. Cleofas había escuchado muchas veces las enseñanzas de Jesús y había comido con él en las casas de los creyentes de Jerusalén en varias ocasiones, pero no reconoció al Maestro aun cuando éste le habló libremente.
“Después de caminar un corto camino con ellos, Jesús dijo: «¿Cuáles son las palabras que estabais intercambiando con tanta intensidad al acercarme yo?» Cuando Jesús hubo hablado, se detuvieron y le miraron con triste sorpresa. Dijo Cleofas: «¿Es posible que tú vivas en Jerusalén y no sepas de las cosas que han ocurrido recientemente?» Entonces preguntó el Maestro: «¿Qué cosas?» Cleofas replicó: «Si tú no sabes de estos asuntos, eres el único en Jerusalén que no ha oído estos rumores sobre Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso de palabra y de hecho ante Dios y todo el pueblo. Los altos sacerdotes y nuestros líderes lo entregaron a los romanos y demandaron que se le crucificara. Ahora pues, muchos de nosotros teníamos la esperanza de que él fuera el que liberaría a Israel del yugo de los gentiles. Pero eso no es todo. Hoy es el tercer día desde que fue crucificado, y unas mujeres este día nos asombraron declarando que muy temprano esta mañana fueron a su tumba y la encontraron vacía. Y estas mismas mujeres insisten que ellas han hablado con este hombre; sostienen que ha resucitado de entre los muertos. Cuando las mujeres informaron de esto a los hombres, dos de sus apóstoles corrieron a la tumba y del mismo modo la encontraron vacía», y aquí Jacobo interrumpió a su hermano para decir: «Pero no vieron a Jesús».
“Mientras seguían caminando, Jesús les dijo: «¡Cuán lentos sois en comprender la verdad! Cuando me decís que estáis discutiendo las enseñanzas y las obras de este hombre, tal vez yo os pueda esclarecer, puesto que estoy más que familiarizado con estas enseñanzas. ¿Acaso no recordáis que este Jesús siempre enseñó que su reino no era de este mundo, y que todos los hombres, siendo hijos de Dios, debían encontrar la libertad y la emancipación en el regocijo espiritual de ser miembros de la hermandad del servicio amante en este nuevo reino de la verdad del amor del Padre celestial? ¿Acaso no recordáis cómo este Hijo del Hombre proclamó la salvación de Dios para todos los hombres, ministrando a los enfermos y afligidos y liberando a los que estaban encadenados por el temor y esclavisados por el mal? ¿Acaso no sabéis que este hombre de Nazaret dijo a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, ser entregado a sus enemigos, quienes lo pondrían a muerte, y que luego resucitaría al tercer día? ¿Acaso no habéis escuchado esto? ¿Y no habéis leído nunca en las Escrituras sobre este día de salvación de judíos y gentiles, donde dice que en él todas las familias de la tierra serán benditas; que él oirá el llanto de los necesitados y salvará el alma de los pobres que lo busquen; que todas las naciones lo llamarán bendito? Que ese Libertador será como la sombra de una gran roca sobre una tierra cansada. Que alimentará al rebaño como un buen pastor, juntando a las ovejas en sus brazos y llevándolas tiernamente en su regazo. Que abrirá los ojos de los que son ciegos espiritualmente y que traerá a los prisioneros de la desesperación a la plena libertad y luz; que todos los que están sentados en las tinieblas, verán la gran luz de la salvación eterna. Que él vendará a los quebrantados de corazón, publicará libertad a los cautivos del pecado, y abrirá la prisión de los que están esclavizados por el temor y encadenados por el mal. Que confortará a los que están de luto y les otorgará el regocijo de la salvación en lugar de la pena y de la pesadumbre. Que será el deseo de todas las naciones y la felicidad eterna de los que buscan la rectitud. Que este hijo de la verdad y de la rectitud se elevará en el mundo con luz curativa y poder salvador; incluso que salvará a su pueblo de sus pecados; que realmente buscará y salvará a los que se han descarriado. Que no destruirá a los débiles sino que ministrará salvación a todos los que tienen hambre y sed de rectitud. Que los que crean en él tendrán vida eterna. Que él derramará su espíritu sobre toda la carne, y que este Espíritu de la Verdad será en cada creyente un manantial de agua, que llegará hasta la vida eterna. ¿Acaso no comprendisteis cuán grande era el evangelio del reino que os entregó este hombre? ¿No percibís acaso cuán grande es la salvación que os ha llegado?»
“A estas alturas, habían llegado cerca de la aldea donde vivían los dos hermanos. Los dos hombres no habían hablado palabra alguna desde que Jesús empezó a enseñarles mientras caminaban por el camino. Pronto llegaron frente a su humilde morada, y Jesús estaba a punto de despedirse de ellos, para proseguir su camino, pero lo instaron a que entrara y morara con ellos. Insistieron que era casi de noche y que se quedara con ellos. Finalmente Jesús consistió, y muy poco después entraron en la casa, y se sentaron a comer. Le dieron el pan para que lo bendijera, y al empezar él a romperlo para compartirlo con ellos, se les abrieron los ojos y Cleofas reconoció que su huésped era el Maestro mismo. Y cuando dijo, «es el Maestro—», el Jesús morontial desapareció de su vista.
“Entonces se dijeron uno al otro: «¡Con razón nuestro corazón nos ardía en el pecho mientras él nos hablaba al caminar por la carretera. Y mientras abría para nosotros la puerta de la comprensión de las enseñanzas de las Escrituras!
“No comieron. Habían visto al Maestro morontial, y salieron corriendo de la casa, dándose prisa en dirección a Jerusalén para difundir la buena nueva del Salvador resucitado.” (2034.2) 190:5.1 (Lucas 24:13-35)
“Cuando Pedro pensó en la mirada amante del Maestro al pasar junto a Pedro en el portal de Anás, y al discurrir en el maravilloso mensaje traído, temprano por la mañana, por las mujeres que vinieron de la tumba vacía, «id y contadles a mis apóstoles —y a Pedro», al contemplar él estas muestras de misericordia, su fe empezó a superar sus dudas, y él se detuvo apretando los puños, mientras decía en voz alta: «Yo creo que ha resucitado de entre los muertos; iré y así les diré a mis hermanos». Al pronunciar él estas palabras, repentinamente apareció ante él la forma de un hombre, que le habló en un tono de voz familiar diciendo: «Pedro, el enemigo quería llevarte, pero yo no te abandonaré. Yo sabía que tu negación no provenía del corazón; por lo tanto, te perdoné aun antes de que me lo pidieras; pero ahora debes dejar de pensar en ti mismo y en los problemas del presente mientras te preparas para llevar la nueva buena del evangelio a los que están sentados en las tinieblas. Ya no debes preocuparte de lo que puedas obtener del reino, sino más bien debes ejercitarte en lo que tú puedes dar a los que viven en la más extrema pobreza espiritual. Prepárate, Simón, para la lucha del nuevo día, la batalla contra la obscuridad espiritual y las dudas malignas que habitan la mente natural de los hombres».
“Pedro y el Jesús morontial anduvieron caminando por el jardín y hablaron de cosas pasadas, presentes y futuras por cerca de cinco minutos. Luego, el Maestro desapareció de su vista diciendo: «Adiós, Pedro, hasta que te vuelva a ver con tus hermanos». (2039.2) 191:1.2
“Poco después de las nueve de esa noche, después de la partida de Cleofas y Jacobo, mientras los gemelos Alfeo consolaban a Pedro y Natanael discutía con Andrés, los diez apóstoles estaban reunidos en el aposento superior, con todas las puertas cerradas con seguro por temor de que los arrestaran, el Maestro, en forma morontial, apareció de pronto en su medio, diciendo: «Que la paz sea con vosotros. ¿Por qué tanto os aterrorizáis cuando yo aparezco, como si vierais a un espíritu? ¿Acaso no os hablé yo de estas cosas cuando estaba presente entre vosotros en la carne? ¿Acaso no os dije que los altos sacerdotes y los líderes me entregarían para que sea matado; que uno de entre vosotros mismos me traicionaría, y que al tercer día resucitaría? ¿De dónde pues vienen todas vuestras incertidumbres y toda esta discusión sobre el relato de las mujeres, de Cleofas y Jacobo, y aun de Pedro? ¿Por cuánto tiempo seguiréis dudando de mis palabras y negándoos a creer en mis promesas? Ahora bien, ya que realmente me veis, ¿creeréis? Aun ahora uno de vosotros está ausente. Cuando estéis juntos nuevamente, y después que todos vosotros sepáis con certeza que el Hijo del Hombre se ha levantado de la tumba, id a Galilea. Tened fe en Dios; teneos fe mutuamente; así pues entraréis al nuevo servicio del reino del cielo. Yo me quedaré en Jerusalén con vosotros, hasta que estéis listos para ir a Galilea. Mi paz os dejo» ... (2040.2) 191:2.1
“La reunión en la sinagoga era inaugurada por Abner y Lázaro, ambos de pie en el púlpito, cuando todos los creyentes reunidos vieron aparecer de súbito la forma del Maestro. Dio unos pasos hacia adelante desde el sitio en el que había aparecido, entre Abner y Lázaro, que no lo vieron, y saludando al grupo, dijo:
“«Que la paz sea con vosotros. Todos vosotros sabéis que tenemos un Padre en el cielo y que hay un solo evangelio en el reino: la buena nueva del don de la vida eterna que reciben los hombres mediante la fe. Al regocijaros en vuestra lealtad al evangelio, orad al Padre de la verdad para que os otorgue en vuestro corazón un amor nuevo y más grande por vuestros hermanos. Debéis amar a todos los hombres, así como yo os he amado; debéis servir a todos los hombres, así como yo os he servido. Con compasiva comprensión y afecto fraterno, recibid en la comunión de hermandad a todos vuestros hermanos que se dedican a la proclamación de la buena nueva, sean ellos judíos o gentiles, griegos o romanos, persas o etíopes. Juan proclamó el reino por adelantado; vosotros habéis predicado el evangelio en poder; los griegos ya enseñan la buena nueva; y yo pronto enviaré el Espíritu de la Verdad al alma de todos estos, mis hermanos, que tan altruísticamente han dedicado su vida al esclarecimiento de sus semejantes que están sentados en las tinieblas espirituales. Todos vosotros sois los hijos de la luz; por eso, no tropecéis en marañas de malentendido causadas por sospechas mortales y la intolerancia humana. Si os ennoblecéis, por la gracia de la fe, para amar a los descreídos, ¿no debéis acaso igualmente amar a los que son vuestros concreyentes en la extensa familia de la fe? Recordad que, así como os amáis unos a otros, todos los hombres sabrán que sois mis discípulos.
“«Id pues por todo el mundo proclamando el evangelio de la paternidad de Dios y de la hermandad de los hombres a todas las naciones y razas, y sed sabios en vuestra elección de los métodos para presentar la buena nueva a las diferentes razas y tribus de la humanidad. Libremente habéis recibido de este evangelio del reino, y libremente daréis la buena nueva a todas las naciones. No temáis la resistencia del mal, porque yo estoy siempre con vosotros, aun hasta el fin de los tiempos. Mi paz os dejo»... (2041.5) 191:4.2
“Estaban compartiendo la cena poco después de las seis, con Pedro sentado a un lado y Natanael al otro lado de Tomás, cuando el apóstol incrédulo dijo: «No voy a creer a menos que vea el Maestro con mis propios ojos y pueda poner el dedo en la llaga de los clavos». Mientras estaban así sentados cenando, con las puertas cerradas con llave y con barras, el Maestro morontial apareció repentinamente dentro a la curvatura de la mesa, y deteniéndose directamente ante Tomás, dijo:
“«Que la paz sea con vosotros. Durante una semana entera he permanecido aquí con la esperanza de poder aparecer nuevamente cuando estuvierais todos vosotros presentes, para que escuchéis una vez más la misión de ir al mundo y predicar este evangelio del reino. Nuevamente os digo: Así como el Padre me envió al mundo, así os envío yo. Así como yo he revelado al Padre, así revelaréis vosotros el amor divino, no sólo con palabras, sino en vuestra vida diaria. Os envío, no para que améis las almas de los hombres, sino más bien para que améis a los hombres. No debéis proclamar simplemente las felicidades del cielo, sino también mostrar en vuestra experiencia diaria esas realidades espirituales de la vida divina, puesto que vosotros ya tenéis vida eterna, como don de Dios, por medio de la fe. Cuando tengáis fe, cuando el poder de lo alto, el Espíritu de la Verdad, venga sobre vosotros, no ocultaréis vuestra luz aquí tras puertas cerradas. Haréis que toda la humanidad conozca el amor y la misericordia de Dios. Por el temor huís ahora de los hechos de una experiencia desagradable, pero cuando hayáis sido bautizados con el Espíritu de la Verdad, iréis hacia adelante, gallarda y jubilosamente para encontrar las nuevas experiencias de proclamar la buena nueva de la vida eterna en el reino de Dios. Podréis quedaros aquí y en Galilea por una corta temporada mientras os recobráis del golpe de la transición de la falsa seguridad de la autoridad del tradicionalismo, al nuevo orden de la autoridad de los hechos, de la verdad y la fe en las realidades supremas de la experiencia viva. Vuestra misión en el mundo se basa en el hecho de que yo viví una vida reveladora de Dios entre vosotros; en la verdad de que vosotros y todos los demás hombres, son hijos de Dios; y consistirá en la vida que vosotros viviréis entre los hombres —la experiencia real y viviente de amar a los hombres y servirlos, aun como yo os he amado y servido a vosotros. Dejad que la fe revele al mundo vuestra luz; dejad que la revelación de la verdad abra los ojos cegados por la tradición; dejad que vuestro servicio amante destruya efectivamente el prejuicio engendrado por la ignorancia. Acercándoos así a vuestros semejantes en compasiva comprensión y con devoción altruista, los conduciréis al conocimiento salvador del amor del Padre. Los judíos alabaron la bondad; los griegos exaltaron la belleza; los hindúes predican la devoción; los lejanos ascetas predican la reverencia; los romanos exigen lealtad; pero yo requiero de mis discípulos vida, aun una vida de servicio amante para vuestros hermanos en la carne».
“Cuando el Maestro hubo hablado así, miró el rostro de Tomás y dijo: «Y tú, Tomás, que dijiste que no creerías a menos que me vieras y pusieras el dedo en las llagas de los clavos en mis manos, ahora me has contemplado y has escuchado mis palabras; y aunque no veas llagas de clavos en mis manos, puesto que he resucitado en una forma que tú también tendrás cuando te vayas de este mundo, ¿qué dirás a tus hermanos? Reconocerás la verdad, porque ya en tu corazón hubiste comenzado a creer, aun mientras tan testarudamente afirmaste tu descreimiento. Tus dudas, Tomás, siempre se afirman de la manera más testaruda en el momento mismo en que están por derrumbarse. Tomás, te ruego que no seas descreído sino creyente —y yo sé que tú creerás, aun con todo tu corazón».
“Cuando Tomás escuchó estás palabras, cayó de rodillas ante el Maestro morontial y exclamó: «¡Yo creo! ¡Señor mío y Maestro mío!» Entonces le dijo Jesús a Tomás: «Tomás, tú has creído porque realmente me viste y me oíste. Benditos son los en las edades por venir que creerán aunque no me hayan visto con los ojos de la carne, ni me hayan oído con el oído mortal».
“Luego, al moverse la forma del Maestro cerca de la cabecera de la mesa, se dirigió a todos ellos diciendo: «Ahora pues, id todos vosotros a Galilea, donde yo dentro de poco apareceré ante vosotros». Después de decir esto, desapareció de su vista.... (2042.6) 191:5.2
“Aun mientras hablaba Natán, apareció allí el Maestro morontial a plena vista de todos. Y cuando Natán se sentó, Jesús dijo::
“«Que la paz sea con vosotros. Lo que mi Padre me envió a este mundo para que yo estableciera pertenece, no a una raza, ni a una nación, ni a un grupo especial de maestros o predicadores. Este evangelio del reino pertenece tanto a los judíos como a los gentiles, a los ricos y a los pobres, a los libres y a los esclavos, a los hombres y a las mujeres, aun a los niños pequeños. Todos vosotros debéis proclamar este evangelio de amor y verdad mediante la vida que viváis en la carne. Os amaréis los unos a los otros con un afecto nuevo y sorprendente, aun como yo os he amado a vosotros. Serviréis a la humanidad con una devoción nueva y sorprendente, aun como yo os he servido a vosotros, y cuando los hombres vean que vosotros tanto los amáis, y cuando contemplen cuán fervientemente los servís, percibirán que vosotros sois hermanos de la fe en el reino del cielo, y seguirán al Espíritu de la Verdad al que verán en vuestras vidas, hasta encontrar la salvación eterna.

“«Así como el Padre me envió a este mundo, aun así ahora yo os envío a vosotros. Todos vosotros sois llamados a llevar la buena nueva a los que están en las tinieblas. Este evangelio del reino, pertenece a todos los que en ése crean; no deberá ser confiado en las manos de meros sacerdotes. Pronto vendrá sobre vosotros el Espíritu de la Verdad, y él os conducirá a toda verdad. Salid pues al mundo, predicando este evangelio, y pensad que yo estoy con vosotros siempre, aun hasta el fin de los tiempos».” (2044.2) 191:6.1 (Lucas 24:36-43Juan 20:19-29)

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