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martes, 22 de diciembre de 2009

La Hipnosis Natural, La Curación, y la Transferencia de Síntomas Físicos hacia otros Niveles de Actividad 4

Las enfermedades usualmente representan problemas no enfrentados, en tus términos, y estos dilemas personifican desafíos que tienen el propósito de conducirte a un logro y realización más grandes. Por lo que el cuerpo y la mente operan tan bien juntos, uno intentará curar al otro, y con frecuencia tendrá éxito si se deja solo. El organismo tiene sus propias creencias y salud que son inconscientes de tu parte.
Tú eres una parte del entorno. Tú lo formas. Sin embargo, la energía que te forma a ti y al entorno brota viva en cada persona por medio de su intersección con el mundo físico. El sol te hace sonreír. La sonrisa por sí misma activa recuerdos placenteros, conexiones neurológicas y funciones hormonales. Ella te recuerda tu calidad de criatura.
El viejo médico brujo operaba dentro de los alrededores de la naturaleza, utilizando sus grandes habilidades curativas y dirigiendo sus cualidades prácticas y simbólicas de un modo creativo.
En tus hospitales, sin embargo, sacan los pacientes de su entorno natural, y con frecuencia les niegan las comodidades como criaturas. Hay poca participación emocional. Las personas seniles, en sus esfuerzos por huir de sus cuartos encerrados en sanatorios, con frecuencia muestran una cordura mucho mayor, a su manera, que el pariente o la sociedad que los encarceló. Ellos intuitivamente reconocen la necesidad de ser libres y sienten la falta de comunión mística con la tierra que les ha sido negada.
Los pequeños hospitales, en espacios amplios, con libertad para todos, menos para los postrados en cama incapacitados para usar su cuerpo, superarían de lejos lo que tienes. Pero en tu sistema, como está establecido, tal entorno es imposible, excepto para los más ricos.
En muchos grupos de animales el animal enfermo se aísla él mismo para un período de descanso, en el que él también es libre de buscar aquellas condiciones naturales más propicias para su salud. Viaja para encontrar ciertas hierbas, o se acuesta en el barro de arcilla de ciertos ríos. Con frecuencia es ayudado por otros de su tipo, pero es libre.
Cuando ello ocurre, y si sus hermanos lo matan, este no es un acto de crueldad, sino una comprensión innata de que la criatura ya no puede operar físicamente sin agonía; está involucrada una eutanasia bastante natural, en la que el “paciente” también está de acuerdo. En tu sociedad tal muerte natural es la más difícil porque las estructuras de poder apenas pueden promoverse. Nadie que decida morir es salvado de la muerte por la profesión médica, sin embargo. En niveles más profundos, el muy normal deseo por la supervivencia requiere que el individuo deje su cuerpo, en tus términos, en uno u otro tiempo. Cuando ese periodo llega, la persona lo sabe, y la gran vitalidad del espíritu ya no desea estar encerrado en un cuerpo físico que sufre.
Con todo, aquí la profesión médica con frecuencia se encarga de ver que todo avance tecnológico se aplique para obligar a la personalidad a permanecer dentro de su carne, cuando naturalmente el alma y la carne deben separarse. Hay mecanismos normales de entrelazamiento que preparan a la personalidad para la muerte, incluso interacciones químicas que hacen esto más fácil físicamente – ráfagas de aceleración, en tus términos, para propulsar fácilmente al individuo fuera de su cuerpo. Las drogas solo pueden obstaculizar esto.
Ciertos tipos de medicamentos pueden de hecho ayudar, pero aquellos suministrados en los hospitales simplemente drogan la conciencia y la sacan de su propia comprensión, e inhiben los mecanismos del cuerpo que procuran una transición fácil. En tus cárceles haces la misma cosa, por supuesto, aislando grupos de personas con creencias semejantes – negándoles los estímulos naturales de tal manera que sobreviene un contagio mayor de creencias similares. Separas tales personas del contacto normal con sus seres queridos y de las condiciones usuales para el crecimiento y desarrollo.
La mayoría de los criminales, dentro y fuera de la prisión, comparten una sensación de impotencia y un sentimiento de resentimiento a causa de ello. Por consiguiente, buscan asegurarse a sí mismos que son en realidad poderosos por medio de sus actos antisociales, a menudo de violencia.
Ellos quieren ser fuertes, mientras creen en la falta de fuerza personal. Han sido condicionados, más aun, se han condicionado a sí mismos, para creer que deben luchar por cualquier beneficio. La agresión se convierte en un método de supervivencia. Puesto que creen tan fuertemente en el poder de otros, y en su propia impotencia relativa, se sienten obligados a acciones agresivas, casi que como medidas preventivas contra una violencia mayor que se ejercerá contra ellos.
Ellos se sienten aislados y solitarios, inapreciados, llenos de rabia que es constantemente expresada – en muchos casos, aunque no en todos – a través de una serie constante de crímenes sociales menores. Esto aplica, bien sea que se cometan o no crímenes mayores; de esta manera la simple expresión de la agresión sin comprensión no ayuda.
En el caso de los criminales y de su sistema de creencias, la agresión tiene un valor positivo. Ella se convierte en una condición para la supervivencia. Muchas otras características que podrían mitigar tal comportamiento son minimizadas, y se pueden ver como peligrosas por ellos.

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