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jueves, 19 de julio de 2007

La Conciencia Moral y los Simbolismos Bíblicos

La conciencia, tal como la interpretamos, es una guía muy poco confiable, pues corresponde a las expresiones de padres, madres, maestros, clérigos, etc., que ocurrieron tal vez en años muy distantes. Cada uno de ellos tenía sus propias ideas sobre lo correcto e incorrecto, para nosotros y para el mundo en general.
Todas estas personas podían, y aun pueden, estar equivocadas. Sin embargo, cuando éramos pequeños, los adultos nos parecían dioses. Sus palabras tenían demasiado peso, puesto que estábamos a merced de su apoyo y su soporte. En la niñez era necesario aceptar las creencias de otras personas, mientras la mente consciente podía formar las suyas. Aceptábamos sus conceptos por nuestras propias razones. Todas esas creencias representaban la fuente mental y espiritual de las ideas y la materia prima con la cual debíamos trabajar. En la adolescencia, algunas creencias podían ser fácilmente abandonadas o modificadas. Otras creencias podían permanecer, con algunos cambios ligeros. Las creencias pueden modificarse para que estén acordes con una nueva imagen, mientras el patrón general permanece igual.
Consideremos la idea del “pecado original”, las formas que puede adquirir dentro el cuerpo de conceptos y la manera como pueden afectar el comportamiento y la experiencia. El concepto mismo existía mucho antes de la iniciación del Cristianismo y se relató en distintas formas a través de los siglos y en todas las civilizaciones. Es una historia que representa, simbólicamente, el nacimiento de la mente consciente y de la responsabilidad individual de la especie en general. También significa la separación del ser que percibe, evalúa y juzga, del objeto percibido. Representa, además, el nacimiento del ego individual. Este es la nueva conciencia viéndose a sí misma única y separada del “árbol de la vida”, considerándose en capacidad de examinar sus “frutos” y, por primera vez, observándose diferente de otros, como la “serpiente”, que se arrastra por la superficie de la tierra. El hombre se convirtió en una criatura de distinciones y al hacerlo se desprendió, a propósito, del cuerpo del planeta. Una íntima parte suya añoraba el estado que abandonó, en el cual todas las cosas se le daban, en donde no eran necesarios juicios y distinciones y en donde todas las responsabilidades estaban preestablecidas biológicamente. Se vio a si mismo levantándose por encima de la “serpiente”, símbolo del conocimiento inconsciente. Con el nacimiento de la conciencia, llegó la responsabilidad consciente por los frutos del planeta. El hombre se convirtió en protector.
La serpiente es el símbolo del más profundo conocimiento dentro de la creación. Eva, y no Adán, fue quién primero comió la manzana, porque ella representaba los elementos intuitivos de la raza, descritos en la historia como femeninos. Solo después pudo el ego, representado por Adán, lograr su nuevo nacimiento
El “Árbol del Conocimiento” ofreció sus frutos, y los conceptos del bien y el mal, ya que esta era la primera vez que había opciones disponibles y libre albedrío.
Existieron otras historias, algunas de las cuales no han llegado hasta nosotros. En una de ellas, Adán y Eva fueron creados juntos y en un sueño se produjo la separación entre hombre y mujer. En la leyenda que conocemos, Adán apareció primero. La mujer, creada de su costilla, simboliza el surgimiento de las fuerzas intuitivas, pues, sin ese desarrollo, la especie no hubiera logrado su propia conciencia.
El Bien y el Mal representan simplemente el surgimiento de las opciones, inicialmente en términos de supervivencia, cuando anteriormente solamente el instinto proveía todo lo necesario. En términos más profundos, existe otro significado que refleja todas las divisiones aparentes que ocurren cuando Dios separa porciones de si mismo, repartiendo su omnipotencia en nuevos patrones del ser que recuerdan su fuente y miran atrás con nostalgia, mientras se regocijan con la individualidad única que ahora han adquirido.
La historia de “La caída”, “La Rebelión de los Ángeles” y de su líder Satanás, que se convirtió en el diablo, se refieren al mismo fenómeno, en un nivel diferente. Satanás representa la parte de Dios que se separó de si mismo y se volvió terrenal con sus criaturas, ofreciéndoles el libre albedrío y las opciones que previamente no estaban disponibles.
De ahí los elementos majestuosos y el poder atribuidos a Satanás Sus características terrenales a menudo aparecen en forma animal, ya que el también estaba conectado con los atributos intuitivos terrenales, de los cuales surgiría la conciencia humana.
En términos biológicos simples, ahora tenemos una especie que ya no depende solo del instinto, que tiene el deseo natural por la supervivencia y una mente capaz de tomar decisiones y hacer distinciones.
Este nuevo tipo de conciencia trajo con ella el reflejo abierto de la memoria, en el cual la alegría y el dolor se podrían recordar y la realidad de la propia muerte se hizo más inmediata que la de los animales.
Simultáneamente, el nacimiento de la imaginación le dio inicio a las más grandes posibilidades, al tiempo que puso sobre la criatura biológica mayores preocupaciones, pues debía reaccionar, no solo a situaciones objetivas reales, sino también a las imaginarias. Al mismo tiempo, los miembros de la especie debían enfrentarse a las situaciones del entorno natural, como ya lo hacían los otros animales. La imaginación fue de gran ayuda, porque la criatura podía anticiparse al comportamiento de las otras criaturas. Los conceptos del bien y el mal y la libertad de opciones, significaron gran ayuda para la especie. El animal malo fue el predador natural.
En la medida en que la mente se desarrolló, la especie pudo legar a sus descendientes la sabiduría y las normas de los mayores. Esto también ocurre en la sociedad moderna, cuando cada hijo hereda las creencias de sus padres sobre la naturaleza de la realidad.
Las ideas de lo correcto e incorrecto son guías que deben ser interpretadas individualmente. Por la conexión con la supervivencia, al niño de antes se le inculcó que el animal predador era “malo” porque podía matar. La aceptación de las creencias tenía importancia biológica, pero a medida que la mente consciente alcanzaba la madurez, era natural que cuestionara esas creencias, evaluándolas en relación con su propio entorno.

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