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sábado, 7 de julio de 2007

Ejercicio para la Meditación

Pretenda que está en un sitio iluminado, que bien puede ser el cuarto en donde está sentado. Cierre los ojos y pretenda que la iluminación se ha ido, que todo lo que había a su alrededor desapareció y que está solo.
Todo está oscuro. Esté tranquilo. Imagine, tan vívidamente como sea posible, la existencia de sentidos internos. Por ahora, pretenda que ellos corresponden a sus sentidos físicos. Saque de su mente todos los pensamientos y preocupaciones. Sea receptivo. Sutilmente escuche, no los sonidos físicos, sino los sonidos que le llegan de sus sentidos internos.
Pueden empezar a aparecer imágenes. Acéptelas como si provinieran de sus sentidos físicos. Pretenda que existe un mundo interior, que se le revelará en la medida que aprenda a percibir con estos sentidos internos.
Pretenda que ha estado ciego para este mundo interior toda su vida y que lentamente está empezando a ver en medio de él. No lo juzgue por las imágenes sin sentido que percibirá al principio, o por los sonidos que oirá inicialmente, ya que estará utilizando sus sentidos internos de manera imperfecta.
Haga este ejercicio simple por unos momentos antes de dormir o descansar. Puede también hacerlo en el transcurso de un día ordinario, cuando ejecuta una tarea que no le demanda toda su atención.
Estará simplemente aprendiendo a enfocarse en una nueva dimensión, obteniendo imágenes muy rápidas de un entorno extraño. Debe recordar que estará percibiendo solo imágenes muy sutiles y rápidas. Simplemente acéptelas, sin intentar juzgarlas o interpretarlas en este momento.
Diez minutos diarios son suficientes.

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