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jueves, 9 de agosto de 2007

La "Evolución"

Pensemos en la “evolución” como usualmente lo hacemos, dentro de un contexto del tiempo. Ha sido costumbre en el pasado creer que cada especie se orientaba de manera egoísta hacia su propia supervivencia. Se veía cada especie en competencia con las otras especies. Dentro de esa estructura, la cooperación era un simple subproducto de la tendencia primordial hacia la supervivencia. Una especie podía utilizar a otra, por ejemplo. Se pensaba que las especies cambiaban, tenían mutaciones, a causa de alteraciones en el entorno, a las que una determinada especie debía ajustarse o desaparecer.
Este esquema nos presenta un cuadro bastante equivocado. En términos físicos, la tierra tiene su propia clase de conciencia grupal. Si lo preferimos, pensemos en esa conciencia como dividida en categorías, iniciando con las partículas de polvo y piedra hasta llegar a las conciencias de los reinos mineral, vegetal y animal. Debemos tener presente que esos reinos no están separados. Cada uno está relacionado con cada uno de los otros. Todo lo que sucede en un reino, afecta a todos los demás, pues existe una gran cooperación entre todos esos sistemas que parecen estar separados. Si recordamos que aún los átomos y moléculas tienen conciencia, nos será más fácil entender que existe un cierto tipo de conciencia que une todos los reinos.
La conciencia de los seres humanos no se desarrolló a causa de circunstancias exteriores en las cuales nuestra especie fue la ganadora. La conciencia del ser en cada persona depende de la cooperación constante y milagrosa que existe entre los mundos mineral, vegetal y animal. La intención íntima siempre forma la alteración exterior, lo que aplica en todas las escalas que utilicemos. El entorno mismo es consciente. Los átomos y las moléculas operan en su propio campo de probabilidades y, a su manera, anhelan orientarse hacia todos los desarrollos probables.
Cuando átomos y moléculas forman criaturas vivientes, se convierten en la base física para la alteración de la especie. Las células tienen capacidades internas que aún no hemos descubierto y tienen dentro de sí mismas la memoria de todas las formas de las que previamente formaron parte.
Históricamente, hemos seguido una sola línea de pensamiento, un solo patrón de pensamiento. Dentro de este contexto, vemos un cuadro en el que el pez dejó los océanos para convertirse en reptil, este eventualmente se convirtió en mamífero y luego aparecieron el mono y el hombre. Esta es la manera como la mayoría de la gente piensa que ocurrió la evolución. Los términos de esta “progresión” son truculentos, puesto que nunca nos imaginaríamos una situación reversible. Muy pocos nos imaginaríamos un hombre-reptil consciente. Nos parece que la dirección que tomamos es la única que se pudo tomar. Identificamos una conciencia altamente evolucionada con el desarrollo de nuestra propia especie y con nuestra propio tipo de mecanismos perceptivos. Estas son las normas y condiciones que empleamos para examinar cualquier otro tipo de vida. En nuestro sistema de probabilidades no existen hombres-reptiles. Sin embargo, en otros sistemas de probabilidad sí existen. Esta es la manera de decir que el sistema de evolución que reconocemos es solo uno de tales sistemas.
El desarrollo futuro de la especie humana dependerá de nuestras ideas y creencias. Por ejemplo, si creemos que podemos vivir hasta llegar a una vejez saludable y feliz, más allá de los noventa años, aún dentro de la civilización occidental lo lograremos. El intento emocional y la creencia dirigirán el funcionamiento de las células de tal manera que estas pondrán en funcionamiento propiedades y habilidades innatas que asegurarán la nueva condición. Existen en el planeta grupos de personas en lugares aislados que tienen estas creencias y en todos los casos sus cuerpos han respondido.
Existe una creatividad inextinguible dentro de las células mismas que no estamos utilizando como especie, porque nuestras creencias se han quedado muy atrás de la sabiduría y espiritualidad innatas de la especie.

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