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miércoles, 15 de abril de 2009

El Mensaje del Maestro 115

Aspectos de la Personalidad Multidimensional, vistos según mi Propia Experiencia.
En el tiempo histórico de Cristo, yo era un hombre llamado Millenius, en Roma. En esa vida, mi ocupación principal era la de un mercader, pero era un caballero sumamente curioso y mis viajes me dieron acceso a muchos grupos diferentes de personas.
Físicamente era redondo y robusto, no teniendo en absoluto el porte de un patricio y era dado al desorden en mi vestuario. Teníamos un tipo de rapé hecho de cierta clase de paja. Yo lo usaba constantemente, a menudo derramando algo sobre mi túnica.
Mi casa estaba en la parte noroeste, la más ocupada de la ciudad, apenas más allá de lo que llamarías el corazón de la ciudad. Entre mis mercancías, vendía campanas para burros. Esto puede no sonar como un gran producto, y sin embargo las familias de las granjas en las afueras de Roma las encontraban muy útiles. Cada una de ellas tenia un sonido especial y una familia podía distinguir por el sonido de la campana a su propio burro dentro de innumerables sonidos similares.
Los burros eran utilizados también en muchos negocios dentro de la misma Roma como transportadores de carga, especialmente en las ocupaciones más bajas. El número de campanas, su tono particular, aun los colores, todo tenia un significado. En el tumulto de la ciudad las campanas particulares las podían reconocer los pobres y los esclavos que esperaban para comprar productos, con frecuencia alimentos marchitos de las carretas cargadas.
Las campanas eran solamente una pequeña parte de mi negocio, que tenia que ver en gran parte con telas y tintes, pero ellas me fascinaban. Por mi interés en ellas, hacia muchos más viajes por el campo y la región de lo que un hombre prudente haría. Las campanas se convirtieron en mi afición. Mi curiosidad me llevó a viajar en búsqueda de diferentes tipos de campanas y me condujo al contacto con muchas personas, que de otra manera no habría encontrado.
Aunque no era ilustrado, era astuto y de mente vivaz. Descubrí que campanas especiales eran utilizadas por varias sectas de Judíos, tanto dentro de Roma como por fuera. Aunque era Romano y ciudadano, mi ciudadanía significaba poco, excepto que me proporcionaba la seguridad mínima mientras llevaba a cabo mi trabajo diario, encontrando en mi negocio tanto Judíos como Romanos. Yo no estaba muy por encima de ellos socialmente.
Los Romanos no tenían una idea muy clara del número de Judíos en Roma en ese tiempo. Se guiaban por conjeturas. Las campanas de los burros que pertenecían a los Celotes tenían en ellas el símbolo de un ojo. Ellos entraban secretamente a la ciudad, escondiéndose tanto de los Judíos como de los Romanos. Eran muy buenos negociantes y con frecuencia me sacaron mas de lo que merecía perder.
En el tiempo en que Cristo vivió su existencia fue conocido por muy pocos, hablando comparativamente. Para ponerlo crudamente, yo sabia que alguien tenia la pelota, pero no estaba seguro de la persona. En los estados del sueño, finalmente la situación se volvió conocida, para mí y para muchos otros.
Los Cristianos, en términos generales, no querían a los Romanos conversos. Más tarde yo fui uno de ellos y por mi nacionalidad nunca se confió en mi. Mi parte en ese drama fue simplemente conocer su fundación física y ser un participante, aunque pequeño, en esa era. Mucho más tarde, en tus términos, terminé como un Papa Menor en el siglo tercero, encontrándome nuevamente con algunos que había conocido y una vez más familiarizado con el sonido de las campanas.
Mi propósito no es entrar en mis existencias pasadas en detalle, sino utilizarlas para hacer ciertos puntos. Primero que todo, he sido muchas veces hombre y mujer y me he sumergido en varias ocupaciones, pero siempre con la idea de aprender, de tal manera que pudiera enseñar. Por lo tanto, tuve una trayectoria firme en la existencia física, como prerrequisito para mi “trabajo” actual.
No actué la parte de una personalidad elevada de nota histórica, sino que me volví experto en los detalles familiares e íntimos de la vida diaria, en el esfuerzo normal para el logro y en la necesidad del amor. Aprendí el indecible anhelo del padre por el hijo, del hijo por el padre, del esposo por la esposa, de la esposa por el esposo, y caí de cabeza en las redes intimas de las relaciones humanas. Antes de tu idea de historia, fui un Lumaniano y más tarde nací en la Atlántida.

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