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viernes, 25 de julio de 2008

La Percepción Extra Sensorial

Hemos venido hablando de la dualidad del ser, que no corresponde a un estado natural del hombre. Aun hoy las sociedades llamadas primitivas no experimentan esta dualidad, en el grado en que ella afecta comunidades más civilizadas. Esto por si solo debería ser prueba de que la condición no es un prerrequisito para la especie como tal. Por el contrario, esta sensación de dualidad limita al hombre, en la medida en que llega a ser más inventivo, de una manera puramente mecánica.
No hay nada malo con la inventiva misma. La manipulación de los patrones de camuflaje es de esperarse y es deseable. Sin embargo, muchas sociedades nativas aprecian el hecho de los patrones de camuflaje y conservan la habilidad de separar al ser total del camuflaje.
Cuando hablamos del ser total, nos estamos refiriendo a la personalidad tal como existe en su totalidad, teniendo bajo su comando la utilización de los sentidos internos y externos. Estamos hablando de quien hace, quien se mueve, quien respira y quien sueña, todos pertenecientes a un ser total.
La designación de ser total no incluye a la entidad como un todo. La personalidad tiene acceso a la entidad, pero la personalidad no contiene la entidad. En otras palabras, el ser total, tal como existe en nuestra realidad, no contiene la entidad, aunque la comunicación entre la entidad y el ser total tiene lugar por medio de los sentidos internos.
En muchas comunidades primitivas, estas comunicaciones son aceptadas como realidad. En el conjunto de nuestra civilización, no lo son.
Muchas investigaciones se han llevado a cabo en el Mundo Occidental sobre la llamada percepción extra sensorial. El hecho es que el hombre occidental ha partido él mismo a la mitad sus propias habilidades y a la mitad su propio conocimiento, por su insistencia en una artificial naturaleza dual, y también él mismo se ha apartado de las mismas sociedades primitivas, de las que pudo aprender mucho acerca de estas habilidades que el mismo se rehúsa a admitir.
La educación del hombre, su patrón de existencia diaria y sus valores culturales, tienden a aprisionarlo de tal manera que solo puede ver otras sociedades a través de la neblina oscura de sus propios conceptos erróneos. Si considera un nativo de África, por ejemplo, como un supersticioso más bien imbécil, como una criatura prehistórica del pasado, entonces no aprenderá nada de las habilidades de ese hombre. Ridiculizará la evidencia de la llamada percepción extra sensorial en el nativo, como una prueba más de la infantil mente africana.
El hecho es que los psicólogos o los científicos no pueden hablar realmente de la llamada percepción extra sensorial como algo subnormal o por encima de lo normal, en lo que tiene que ver con la especie, simplemente porque el hombre occidental encuentra mucha dificultad en utilizarla con alguna efectividad. Otros pueblos se las arreglan para utilizarla de una manera mas bien efectiva.
El problema con las investigaciones de la percepción extra sensorial es que estamos utilizando de nuevo las herramientas equivocadas. De nuevo estamos dando por sentado este ser dual. Hasta que no nos demos cuenta de que hay un solo ser y no dos, uno que hace y manipula y otro que respira y sueña, no llegaremos a ninguna parte. Las investigaciones llevadas a cabo de acuerdo con lo que se considera preceptos científicos, están condenadas en gran medida a ser tácticas de cámara lenta, en el mejor de los casos, y a un completo fracaso, en el peor de los casos.
Esto no quiere decir que no se pueda encontrar evidencia, una evidencia abrumadora, de la existencia de los sentidos internos. Quiere decir que hay que darle campo a la espontaneidad. Es sumamente difícil relacionar la información recibida de los sentidos internos con la información que recogerán los sentidos externos. En el mejor de los casos, conseguiremos algo así como la imagen de un espejo que debe ser descifrada. La información recibida por los sentidos internos tendrá un impacto discernible sobre la personalidad que la recibe, y este impacto es tan fuerte como cualquier impacto causado por el estimulo del camuflaje.
El hecho es que cuando insistimos en evidencia a través de los sentidos externos regularmente aceptados, casi automáticamente apagamos el aparato de los sentidos internos. Debemos tomar la información interna literalmente, y esto es lo que no haremos. Una vez que hemos dado el primer paso de espontaneidad, recibiremos realmente evidencia que aun nuestra mente consciente estará obligada a aceptar.
Si por una vez nos permitimos recibir libremente información interna de una manera espontánea y no critica, veremos que esta información es tan legitima, valida, variada y tan poderosa como cualquier estímulo exterior. Pero insistir en traducir esta información en canales que primero puedan ser recogidos por los sentidos externos y esperar una información fuerte y no distorsionada, es pedir lo imposible.
Las impresiones recibidas por los sentidos internos son en realidad concretas, de una manera que todavía no entendemos. Esta información también tiene efectos físicos sobre el cerebro y lo afectan de la misma manera como las impresiones recibidas de estímulos externos. Estas impresiones cambian la personalidad, como la cambia cualquier otra experiencia. Insistir en evidencia en términos de información sensorial externa es una noción tan ridícula como esperar que una cámara fotográfica reproduzca música.
Estamos esperando que los sentidos externos hagan algo para lo que no están capacitados, para recibir o funcionar de una manera que es extraña para ellos. Nos estamos negando a utilizar los mismos sentidos internos que están equipados para manejar la información que deseamos capturar.
Es verdad que todavía no entendemos intelectualmente los sentidos internos. La parte nuestra que negamos, comprende bien los sentidos internos.
Es nuestra negativa a aceptar el ser total lo que causa la dificultad. La información recibida de los sentidos internos es tan vivida, de hecho más vivida, que cualquier otra información que jamás recibiremos. La parte irónica de todo el asunto es que en realidad recibimos esta información interna constantemente, la utilizamos constantemente y, sin embargo, conscientemente no aceptaremos su existencia.
El hecho mismo de que respiramos, soñamos y ejecutamos otras innumerables actividades sin ayuda alguna del ego consciente, debería convencer al más terco cráneo científico que hay algo más involucrado, de lo que la ciencia quiere admitir. La idea de la mente subconsciente es simplemente una admisión parcial de que el hombre es más que el ego consciente, más que la suma de sus partes y más que un mecanismo.

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