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domingo, 13 de julio de 2008

La División del Ser

Nadie niega la existencia del aire porque normalmente no lo veamos. Nadie niega la existencia del aire porque no entienda el método por el cual sus propios pulmones respiran. No obstante, todos saben que respiran y saben que sin la respiración la muerte es inevitable. Negar la existencia del aire parecería ridículo. Es igualmente ridículo negar la vitalidad de que hemos venido hablando, porque generalmente es invisible, o porque no entendemos como utilizarla.
Una parte del individuo es consciente de las partes más minuciosas de la respiración. Alguna parte del individuo se da cuenta inmediatamente de la más minúscula partícula de oxigeno y de los componentes que entran al pulmón. La mente pensante, o mejor, el cerebro pensante, no lo sabe. Nuestro muy importante “Yo” no lo sabe.
En realidad, el muy importante “Yo” si lo sabe, pero nosotros no conocemos el muy importante “Yo”, y en eso reside la dificultad. En nuestro tiempo se acostumbra considerar al hombre, o al “Yo” del hombre, como el producto del cerebro y como una parte aislada del subconsciente, acompañado de unas pocas probabilidades y metas.
Con una división tan poco natural, al hombre le parece que no se conoce a sí mismo. El hombre dice “Yo respiro, pero quien respira, si conscientemente no puedo decirme a mi mismo respire o no respire? El hombre dice “Yo sueño, pero quien sueña? No puedo decirme a mí mismo sueñe o no sueñe”. El hombre se divide a sí mismo a la mitad, y entonces se pregunta por qué no está completo. El hombre ha admitido de manera consistente solo la evidencia de las cosas que puede ver, oler, tocar, u oír y, al hacerlo, solo puede apreciar la mitad de sí mismo. Decir la mitad de sí mismo es una exageración, pues el hombre solo es consciente de una tercera parte de sí mismo, porque las otras dos partes existen en un reino que no aceptará.
Es como si un hombre se encontrara en un cuarto totalmente oscuro, al que no llega ningún sonido. Se mira y no puede ver su cuerpo, no puede escuchar su voz y enseguida deduce que no tiene cuerpo, ni tiene voz, aunque sabia que tenia un cuerpo y una voz, antes de entrar a ese cuarto. Entonces dice “Creeré en cualquier momento solo en lo que puedo ver y como estoy seguro de que alguna vez pude ver más, ahora no puedo ver nada y por lo tanto no tengo cuerpo, ya que no lo puedo ver”.
Con las manos que él piensa que no tiene, nuestro hombre imaginario siente los contornos de su cuerpo. Pero, le ayuda esto en su dilema? Por supuesto que no. Grita que es brujería. Si alguien le dice “Sorpresa, yo siento un cuerpo”, él le dirá “Usted es un médium”. O mejor aun, “Usted es un farsante”. Lo cierto es que todos tenemos la evidencia dentro de nosotros mismos.
Si el hombre no sabe quien respira dentro de él, y si el hombre no sabe quien sueña dentro de él, no es porque exista uno que actúa en el mundo físico y otro completamente aparte que sueña y respira. Esto ocurre porque ha ocultado la parte de sí mismo que respira y sueña. Si estas funciones parecen tan automáticas, como para ser ejecutadas por alguien totalmente separado de sí mismo, es porque él mismo ha hecho la separación. Este no es el caso en todas las realidades. Ni siquiera es el caso en realidades que podríamos considerar inferiores a la nuestra, ni es el caso con algunas partes de la vida, que consideramos por debajo de nosotros en nuestra propia realidad.
No es en manera alguna inevitable, o una ley del universo. Por alguna razón, la humanidad como especie en nuestra realidad ha llegado a estar más apegada a sus patrones de camuflaje que la mayoría de las otras clases de conciencia. Con algunas excepciones importantes, todos los tipos de conciencia tienen sus peculiares patrones de camuflaje, a los cuales se adhieren.







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