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viernes, 19 de octubre de 2007

El Idealista y el Fanático

Démosle una mirada a las muchas formas que el idealismo puede tomar. Algunas veces es difícil identificar a los idealistas, ya que ellos se visten con un ropaje tan pesimista que lo único que podemos ver son patrones de naturaleza burlesca o irónica. Por otra parte, muchos de los que se expresan de una manera brillante, con el estilo más idealista, esconden los aspectos más oscuros del pesimismo y la desesperanza. Si una persona es idealista y al mismo tiempo se siente impotente ante el mundo, y si su idealismo es vago y grandilocuente y no está relacionado con planes prácticos para su expresión, esa persona se va a encontrar en dificultades.
Veamos un ejemplo: En una reunión de un pequeño grupo de personas, alguien empieza a hablar sobre el estado de la nación, condenando a todos sus compatriotas por su estupidez y codicia. Dice que todo el mundo hace lo que sea por dinero y que la especie atraerá su propia destrucción. Cita varios ejemplos de actos inmorales cometidos por amor al dinero. Se suscita una discusión sobre el asunto, pero ninguna opinión contraria tiene efecto sobre las convicciones de esta persona. Se trata de un idealista de corazón, pero cree que el individuo tiene muy poco poder en el mundo, razón por la cual no aplica su idealismo personal a los eventos de su propia vida. Dice que “todo el mundo es esclavo del sistema”, lo que también está de acuerdo con su creencia. Esta persona tiene un empleo rutinario en un negocio local, en donde ha permanecido por espacio de 20 años, detestando tener que ir a trabajar durante todo ese tiempo, pero rehusándose a ensayar con otras actividades que han estado disponibles, porque le ha dado miedo intentarlo. Siente que se ha traicionado a sí mismo y proyecta esa traición hacia fuera, de tal manera que la traición es lo único que el ve en su mundo socio-político. Si hubiera empezado a trabajar en la actualización de sus ideales a través de su propia vida privada, no estaría en una situación como esa. La expresión de los ideales da lugar a la satisfacción, la cual promueve la expresión subsiguiente de un idealismo práctico.
Si queremos cambiar el mundo para mejorarlo, somos idealistas. Si queremos cambiar el mundo para mejorarlo, pero creemos que no lo podemos hacer, entonces somos pesimistas y el idealismo solo nos rondará. Si queremos cambiar el mundo para mejorarlo, pero creemos que el mundo va a empeorar, a pesar de nuestros esfuerzos, entonces, quizá, somos idealistas desanimados o desorientados. Si queremos cambiar el mundo para mejorarlo y tenemos la determinación de hacerlo, no importa a qué costo para nosotros o para los demás, no importa el riesgo, y si creemos que ese fin justifica cualquier medio a nuestra disposición, entonces somos fanáticos.
Los fanáticos son idealistas invertidos. Generalmente son soñadores grandilocuentes e indecisos, cuyos planes casi ignoran por completo las dimensiones normales de la vida. Ellos son idealistas insatisfechos que no se contentan con expresar el idealismo por pasos, uno a la vez, o esperar por los mecanismos prácticos de una expresión activa. Demandan acción inmediata. Quieren rehacer el mundo según su propia imagen. No soportan la expresión de tolerancia o de ideas opuestas. Ellos son los más moralmente correctos de todos y sacrificarán casi todo, inclusive sus propias vidas y las vidas de otros. Justifican casi todos los crímenes en la búsqueda de esos fines.
No hay nada más estimulante, más meritorio de realizar, que el deseo de cambiar el mundo para mejorarlo. Esa es en realidad la misión de cada persona. Pero para el efecto, necesitamos empezar trabajando en el área que sea única para nosotros, con nuestra propia vida y actividades. Necesitamos empezar en el rincón de una oficina, o en la línea de ensamble, o en la agencia de publicidad, o en la cocina. Necesitamos empezar en donde estamos.
Cuando utilizamos nuestras propias habilidades, cuando expresamos nuestro idealismo personal por medio de la actuación, utilizando esas habilidades al máximo en la vida diaria, estaremos cambiando el mundo para mejorarlo.
El idealismo presupone el “bien” como opuesto al “mal”. Cómo puede la búsqueda del bien conducirnos, a veces, a la expresión del mal? .
Existe un mandamiento que está por encima de todos los demás, en términos prácticos. Es un mandamiento cristiano que puede usarse como modelo. Es bastante bueno, porque es algo que podemos entender en forma práctica: “No matarás”. Es lo suficientemente claro. En la mayoría de las veces, sabemos cuando hemos matado. Este mandamiento es un camino a seguir, mucho mejor que el siguiente: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, ya que la mayoría de nosotros, para empezar, no nos queremos a nosotros mismos, por lo que difícilmente amaremos a nuestro prójimo. La idea es que si amamos a nuestro prójimo no vamos a tratarlo mal y, mucho menos, matarlo. El mandamiento: “No matarás” nos dice que no mataremos a nuestro prójimo, no importa cómo nos sintamos en relación con él. Digámoslo en un nuevo mandamiento: “No matarás, ni siquiera en la búsqueda de tus ideales”.
En términos prácticos, esto significa que no haremos la guerra con el fin de lograr la paz. Significa que no mataremos animales en experimentos, tomando sus vidas para proteger la sagrada vida humana. El hombre ha matado, en la búsqueda de sus ideales, tanta gente como la que ha matado por codicia o lujuria, y aun por la búsqueda del poder y sus ventajas.
El fanático considera posible matar en la búsqueda de sus ideales. Por ejemplo, el ideal puede ser la producción de grandes cantidades de energía para el uso de la humanidad. El fanático puede creer tan fervientemente en ese ideal tan benéfico para la vida, que considera la posibilidad hipotética de que el beneficio se logre con el riesgo de perder algunas vidas en el proceso. Eso es fanatismo.
Significa que el fanático no está dispuesto a dar los pasos necesarios para lograr el ideal, sino que cree que el fin justifica los medios: “Ciertamente, se van a perder algunas vidas en el proceso, pero la humanidad se beneficiará”. Este es el argumento usual. La vida es sagrada y no se puede sacrificar por conveniencia de la vida, ya que la calidad de la vida sufrirá. Lo mismo puede ocurrir con el ideal de proteger la vida humana, cuando en la búsqueda de ese ideal se les inducen enfermedades mortales a varios animales, sacrificando sus vidas. En este caso, la justificación puede ser que las personas tienen alma y los animales no, o que la calidad de la vida de los animales es inferior. Eso es fanatismo, a pesar de los argumentos, y la calidad de la vida humana misma va a sufrir. Quienes sacrifican cualquier clase de vida en el proceso, le pierden el respeto a la vida en general, incluida la vida humana. El fin no justifica los medios.

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