Hasta cierto punto, las epidemias son el resultado de un fenómeno de suicidio masivo por parte de las personas que las padecen. Factores biológicos, sociológicos y aún económicos, pueden estar involucrados, en los que, por diferentes razones y en niveles diferentes, un grupo de personas desea morir en cierto tiempo, de tal manera que sus muertes individuales equivalgan a una declaración masiva.
Estas muertes son una protesta contra el tiempo en el cual ocurrieron. Sin embargo, todos los involucrados tienen sus razones privadas. Estas varían de una persona a otra, pero todas “desean que su muerte tenga un propósito”, más allá de sus propios intereses. En parte, estas muertes tienen por finalidad hacer que los sobrevivientes se cuestionen sobre las condiciones imperantes. Inconscientemente, la especie sabe bien que existen razones para estas muertes masivas, que van más allá de las creencias aceptadas.
En algunos períodos históricos la situación de los pobres era tan horrible, tan insoportable, que se presentaron brotes de la plaga que resultaron en la destrucción total de las áreas en que esas condiciones sociales, políticas y económicas existían. Las plagas se llevaron a ricos y pobres, para que los no afectados pudieran darse cuenta de que las condiciones sanitarias, la privacidad y la tranquilidad, se les debían garantizar a los pobres por igual, pues los resultados de su insatisfacción tendrían consecuencias. Aquellas eran muertes de protesta. Individualmente, cada “víctima” era, de una u otra manera, una “víctima” de la apatía y la desesperación, que automáticamente reducen las defensas corporales.
Estos estados de la mente no solo disminuyen las defensas, sino que activan y cambian las químicas del cuerpo, alteran sus balances, e inician las enfermedades. Muchos virus que tienen la capacidad inherente de causar la muerte, en condiciones normales contribuyen a la salud general del cuerpo y coexisten con otros virus cuyas actividades también ayudan a mantener el equilibrio corporal.
Por algunos estados mentales, ciertos virus se disparan hacia una mayor actividad, se reproducen en cantidades exorbitantes y se convierten en virus “mortales”. Literalmente, los problemas mentales individuales, con la suficiente severidad, surgen como enfermedades sociales masivas.
El entorno en el cual el brote de plaga ocurre, indica las condiciones políticas, sociológicas y económicas que se han desarrollado para causar tal desorden. A menudo los brotes de plaga se presentan después de acciones sociales o políticas ineficaces, es decir, después de protestas sociales masivas que han fallado, o se han considerado inútiles o sin esperanza. También pueden ocurrir en épocas de guerra, afectando a la población que está en contra de ella, en el país involucrado.
Inicialmente el contagio es psíquico. El desespero se mueve más rápido que un mosquito, o que otro portador externo de determinada enfermedad. El estado mental produce la activación de un virus que es pasivo.
El desespero puede parecer pasivo, porque se siente que la acción exterior es inútil y sin esperanza, pero el fuego ruge interiormente y este tipo de contagio puede saltar de cama en cama o de corazón a corazón.
Cuando se tiene la creencia de que solo existe una vida, las condiciones parecerán desastrosas. Si bien cada víctima en una epidemia muere su propia muerte, ella se convierte en parte de una protesta social masiva. Las vidas de los sobrevivientes son sacudidas y, según la extensión de la epidemia, los varios elementos de la vida social son perturbados, alterados y reorganizados. Algunas veces, las epidemias son eventualmente responsables por la caída de gobiernos y la pérdida de guerras.
Las epidemias cumplen varios propósitos, alertando que ciertas condiciones no serán toleradas. Se trata de una protesta biológica que se seguirá expresando hasta que las condiciones cambien.
En los días de las grandes plagas en Inglaterra, algunas personas afectadas no murieron y aquellas no afectadas por la enfermedad se encargaron de atender los enfermos y moribundos. Los sobrevivientes, que se involucraron activamente, se vieron a sí mismos de una manera totalmente diferente a los que sucumbieron. Se trató de personas a quienes no las tocó el desespero, se vieron a sí mismas como personas útiles y efectivas. Eran personas comunes y corrientes, que habían llevado una vida alejada del heroísmo y que actuaron con valentía en esta oportunidad. El contacto con los moribundos les dio una visión del significado de la vida, agitaron nuevas ideas de naturaleza sociológica, política y espiritual que les hicieron comprender que las muertes no habían sido en vano.
Las epidemias, por su naturaleza pública, expresan problemas públicos, problemas que amenazan arrastrar al individuo a un desastre psíquico.
Las anteriores son las razones para el rango y los límites de varias epidemias. Por qué se presentan en áreas determinadas dejando libres otras? Por qué una familia morirá y otra sobrevivirá? En esta aventura masiva, también el individuo crea su propia realidad.
En nuestra sociedad científica operan las creencias médicas y un tipo de medicina preventiva según la cual se utilizan procedimientos para inducir ligeras enfermedades en personas sanas para inmunizarlas contra una invasión masiva. En estos casos, el procedimiento funciona para quienes creen en él. Sin embargo, es la creencia y no el procedimiento el que funciona. No se trata de recomendar el abandono de estos procedimientos cuando funcionan para la mayoría de las personas, sino que es necesario comprender la razón por la cual se obtienen buenos resultados.
La tecnología médica es bastante específica. No nos podemos vacunar contra la falta de deseo de vivir, o contra la falta de entusiasmo, deleite y satisfacción, que si tienen los animales sanos. Cuando alguien ha decidido morir, aunque se haya protegido con el procedimiento de la vacuna contra una enfermedad, muy pronto padecerá otra, o tendrá un accidente. La inmunización que produce la vacuna para una enfermedad específica sólo refuerza las creencias previas sobre la ineficacia del cuerpo para sanarse. Puede parecer que si se deja a su suerte, el cuerpo va a desarrollar con seguridad cualquier enfermedad que esté “de moda” en el momento.
La sociedad tiene sus propios sistemas médicos y no los vamos a demeritar. Nuestros puntos de vista no se pueden probar y pueden parecer sacrílegos. Sin embargo, en toda la historia, ninguna persona ha muerto que no hubiera querido morir, no importa cual haya sido el estado de la tecnología médica del momento.
Estas muertes son una protesta contra el tiempo en el cual ocurrieron. Sin embargo, todos los involucrados tienen sus razones privadas. Estas varían de una persona a otra, pero todas “desean que su muerte tenga un propósito”, más allá de sus propios intereses. En parte, estas muertes tienen por finalidad hacer que los sobrevivientes se cuestionen sobre las condiciones imperantes. Inconscientemente, la especie sabe bien que existen razones para estas muertes masivas, que van más allá de las creencias aceptadas.
En algunos períodos históricos la situación de los pobres era tan horrible, tan insoportable, que se presentaron brotes de la plaga que resultaron en la destrucción total de las áreas en que esas condiciones sociales, políticas y económicas existían. Las plagas se llevaron a ricos y pobres, para que los no afectados pudieran darse cuenta de que las condiciones sanitarias, la privacidad y la tranquilidad, se les debían garantizar a los pobres por igual, pues los resultados de su insatisfacción tendrían consecuencias. Aquellas eran muertes de protesta. Individualmente, cada “víctima” era, de una u otra manera, una “víctima” de la apatía y la desesperación, que automáticamente reducen las defensas corporales.
Estos estados de la mente no solo disminuyen las defensas, sino que activan y cambian las químicas del cuerpo, alteran sus balances, e inician las enfermedades. Muchos virus que tienen la capacidad inherente de causar la muerte, en condiciones normales contribuyen a la salud general del cuerpo y coexisten con otros virus cuyas actividades también ayudan a mantener el equilibrio corporal.
Por algunos estados mentales, ciertos virus se disparan hacia una mayor actividad, se reproducen en cantidades exorbitantes y se convierten en virus “mortales”. Literalmente, los problemas mentales individuales, con la suficiente severidad, surgen como enfermedades sociales masivas.
El entorno en el cual el brote de plaga ocurre, indica las condiciones políticas, sociológicas y económicas que se han desarrollado para causar tal desorden. A menudo los brotes de plaga se presentan después de acciones sociales o políticas ineficaces, es decir, después de protestas sociales masivas que han fallado, o se han considerado inútiles o sin esperanza. También pueden ocurrir en épocas de guerra, afectando a la población que está en contra de ella, en el país involucrado.
Inicialmente el contagio es psíquico. El desespero se mueve más rápido que un mosquito, o que otro portador externo de determinada enfermedad. El estado mental produce la activación de un virus que es pasivo.
El desespero puede parecer pasivo, porque se siente que la acción exterior es inútil y sin esperanza, pero el fuego ruge interiormente y este tipo de contagio puede saltar de cama en cama o de corazón a corazón.
Cuando se tiene la creencia de que solo existe una vida, las condiciones parecerán desastrosas. Si bien cada víctima en una epidemia muere su propia muerte, ella se convierte en parte de una protesta social masiva. Las vidas de los sobrevivientes son sacudidas y, según la extensión de la epidemia, los varios elementos de la vida social son perturbados, alterados y reorganizados. Algunas veces, las epidemias son eventualmente responsables por la caída de gobiernos y la pérdida de guerras.
Las epidemias cumplen varios propósitos, alertando que ciertas condiciones no serán toleradas. Se trata de una protesta biológica que se seguirá expresando hasta que las condiciones cambien.
En los días de las grandes plagas en Inglaterra, algunas personas afectadas no murieron y aquellas no afectadas por la enfermedad se encargaron de atender los enfermos y moribundos. Los sobrevivientes, que se involucraron activamente, se vieron a sí mismos de una manera totalmente diferente a los que sucumbieron. Se trató de personas a quienes no las tocó el desespero, se vieron a sí mismas como personas útiles y efectivas. Eran personas comunes y corrientes, que habían llevado una vida alejada del heroísmo y que actuaron con valentía en esta oportunidad. El contacto con los moribundos les dio una visión del significado de la vida, agitaron nuevas ideas de naturaleza sociológica, política y espiritual que les hicieron comprender que las muertes no habían sido en vano.
Las epidemias, por su naturaleza pública, expresan problemas públicos, problemas que amenazan arrastrar al individuo a un desastre psíquico.
Las anteriores son las razones para el rango y los límites de varias epidemias. Por qué se presentan en áreas determinadas dejando libres otras? Por qué una familia morirá y otra sobrevivirá? En esta aventura masiva, también el individuo crea su propia realidad.
En nuestra sociedad científica operan las creencias médicas y un tipo de medicina preventiva según la cual se utilizan procedimientos para inducir ligeras enfermedades en personas sanas para inmunizarlas contra una invasión masiva. En estos casos, el procedimiento funciona para quienes creen en él. Sin embargo, es la creencia y no el procedimiento el que funciona. No se trata de recomendar el abandono de estos procedimientos cuando funcionan para la mayoría de las personas, sino que es necesario comprender la razón por la cual se obtienen buenos resultados.
La tecnología médica es bastante específica. No nos podemos vacunar contra la falta de deseo de vivir, o contra la falta de entusiasmo, deleite y satisfacción, que si tienen los animales sanos. Cuando alguien ha decidido morir, aunque se haya protegido con el procedimiento de la vacuna contra una enfermedad, muy pronto padecerá otra, o tendrá un accidente. La inmunización que produce la vacuna para una enfermedad específica sólo refuerza las creencias previas sobre la ineficacia del cuerpo para sanarse. Puede parecer que si se deja a su suerte, el cuerpo va a desarrollar con seguridad cualquier enfermedad que esté “de moda” en el momento.
La sociedad tiene sus propios sistemas médicos y no los vamos a demeritar. Nuestros puntos de vista no se pueden probar y pueden parecer sacrílegos. Sin embargo, en toda la historia, ninguna persona ha muerto que no hubiera querido morir, no importa cual haya sido el estado de la tecnología médica del momento.
1 comentario:
Fantástico artículo.
Totalmente de acuerdo con su contenido.
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