Como los eventos no existen en concreto, el recuerdo de ellos tiene una historia diferente. Debemos tener presente la creatividad y la naturaleza abierta de los eventos. El recuerdo de ellos raramente es una versión real. El suceso original es experimentado desde una perspectiva diferente por cada una de las personas involucradas, de tal manera que las implicaciones del evento y su significado básico difieren de acuerdo con el enfoque de cada participante. Ese evento que, en nuestros términos, ocurre por primera vez, empieza a incidir en quienes participan. Cada uno le aporta su propia trayectoria, temperamento y mil diferentes coloraciones, de tal manera que el evento, aunque ha sido compartido con otros, es primordialmente original para cada persona.
Desde el momento en que ocurre el evento, este empieza a cambiar a medida que pasa por el filtro de todos esos ingredientes, siendo minuciosamente alterado de ahí en adelante por cada uno de los eventos siguientes. El recuerdo de un evento se forma tanto por el presente como por el pasado. La asociación provoca los recuerdos y los organiza. También ayuda a colorear y a formar esos eventos.
Estamos acostumbrados a una estructura del tiempo, por lo que recordamos algo que sucedió en un momento particular del pasado y, generalmente, podemos ubicar los eventos de esa manera. Biológicamente, el cuerpo puede situar los eventos al percibir la actividad.
En estos términos, los recuerdos de vidas pasadas y futuras permanecen como imágenes fantasmales. En líneas generales, esto es necesario para que la respuesta del cuerpo sea inmediata y se pueda enfocar en el período de tiempo que reconocemos. Se llevan los recuerdos de otras vidas en forma latente, de tal manera que puedan ser examinados, pero formando corrientes subyacentes sobre las cuales se apoyan los recuerdos de la vida actual.
Cuando los recuerdos de otras vidas salen a la superficie, son coloreados por esas corrientes subyacentes y su ritmo no está sincronizado. Ellos no están ligados al sistema nervioso de manera tan precisa como los recuerdos normales. El presente obtiene su profundidad como consecuencia del pasado, tal como lo entendemos. En ciertos términos, el futuro representa otra clase de profundidad que pertenece a los eventos. La raíz de un árbol crece en todas las direcciones y así lo hacen los eventos. Solo que la raíz de los eventos pasa a través del pasado, el presente y el futuro.
Algunas veces, cuando tratamos de desacelerar los procesos del pensamiento, o cuando tratamos de acelerarlos, nos podemos enterar de recuerdos de otras vidas pasadas y futuras. Hasta cierto punto, permitimos que otros impulsos neurológicos se conozcan. Puede existir una sensación de vaguedad, porque no disponemos de un esquema adecuado de tiempo y lugar con el cual estructurar esos recuerdos. Estos ejercicios nos involucran con los hechos y los eventos de nuestra propia vida, pues automáticamente estamos siguiendo probabilidades desde nuestro propio enfoque.
Sería muy difícil operar dentro de nuestra esfera de realidad si no asumimos que los eventos son concretos e inmodificables. Formamos nuestras propias vidas pasadas en esta vida tan seguramente como formamos las futuras ahora. Cada uno de nuestros seres pasados y futuros existe, a su modo, ahora.
Teóricamente, es posible comprender lo anterior con un examen profundo de los eventos de nuestra propia vida. Desechando muchos de los conceptos que damos por sentados, podemos encontrar algunos de esos recuerdos. Aunque es una tarea difícil, no debemos tratar de estructurarlos, pues es lo que hacemos automáticamente. El recuerdo no estructurado tomará otras formas y se transformará ante nuestros propios ojos mentales de tal manera que su forma parecerá un calidoscopio psicológico a través de cuyo enfoque otros eventos de nuestra vida surgirán y cambiarán. Estos ejercicios de memoria también pueden servir para atraer recuerdos de otras vidas. Aparecerán bordes, esquinas y reflejos, quizá sobrepuestos a recuerdos que reconocemos como pertenecientes a esta vida.
Los recuerdos sirven para organizar nuestra experiencia y seguir secuencias neurológicas reconocidas. Los recuerdos de otras vidas del futuro y del pasado están saltando tan rápidamente que no los podemos seguir.
En momentos tranquilos, con la guardia baja, podemos recordar un evento de la vida presente sobre el cual tenemos un sentimiento extraño, una sensación que no encaja dentro del esquema del tiempo al cual el evento pertenece. En estos casos, el evento de la vida actual estará matizado por otro de una vida pasada, de tal manera que ese recuerdo vierte su coloración sobre el evento recordado.
Esto ocurre con mayor frecuencia de la que estamos dispuestos a aceptar, ya que generalmente hacemos caso omiso de la sensación de extrañeza, suprimiendo la parte del recuerdo que no encaja. Estos son ejemplos muy claros de las filtraciones que ocurren. Permaneciendo alertas y captando esos sentimientos podemos aprender a utilizar la parte flotante de esos sentimientos, que de otra manera no reconoceríamos. Por medio de la asociación, nuestro enfoque puede provocar el surgimiento de más recuerdos del pasado y del futuro. En el estado del sueño también aparecen algunos indicios con mucha frecuencia, ya que en ese estado ya estamos acostumbrados a esa clase de sensación flotante en la que los eventos parecen ocurrir en su propio contexto independiente. Los sueños en los cuales el pasado y el presente están involucrados, son un ejemplo. También los sueños en los cuales el pasado y el futuro se mezclan y los sueños en los que el tiempo parece ser un ingrediente cambiante.
En ciertos términos, el pasado, el presente y el futuro, en relación con nuestra vida actual, están todos comprimidos en cualquier momento dado de nuestra experiencia. Tal momento es una entrada al conjunto de nuestra existencia. Los eventos que reconocemos que están sucediendo ahora son específicos y objetivos, pero el más minúsculo elemento de cualquier experiencia del momento también simboliza otros eventos y otros tiempos.
Cada momento es como un mosaico. En la historia normal de nuestra vida, solamente seguimos un patrón, o una coloración, e ignoramos todo lo demás. Estamos en capacidad de cambiar el presente, alterando el recuerdo de un evento. Este tipo de síntesis se puede utilizar en muchos casos, con muchas personas. Este no es un ejercicio que emplea un método teórico, esotérico o impráctico, sino una manera precisa y dinámica de ayudar al ser actual, calmando los temores del ser del pasado. Este último tampoco es hipotético, sino que aún existe y se le puede alcanzar para cambiar sus reacciones. No necesitamos una máquina del tiempo para alterar el pasado o el futuro. Se trata de una técnica muy valiosa. No solo los recuerdos no están “muertos”, sino que ellos mismos son siempre cambiantes. Muchos de esos recuerdos se alteran completamente sin que lo notemos. Podemos tener varias versiones de un episodio que recordamos en tiempos diferentes. Aunque los hechos eran más o menos los mismos, el significado y la interpretación de cada versión son tan diferentes que las diferencias superan ampliamente las similitudes. El punto es que los eventos del pasado crecen y no están terminados. Si tenemos esto presente, podemos ver que las vidas futuras son muy difíciles de explicar desde el interior de nuestra estructura. Una vida completa, en nuestros términos, no está más completa o terminada que cualquier evento. Simplemente se presenta una interrupción en el enfoque desde nuestra propia estructura, pero es tan artificial como la perspectiva aplicada a la pintura.
El ser interior está enterado de todo esto, pero ya ha escogido una estructura, un determinado marco de existencia, que hace énfasis en cierto tipo de experiencia sin tener en cuenta muchas otras disponibles.
Desde el momento en que ocurre el evento, este empieza a cambiar a medida que pasa por el filtro de todos esos ingredientes, siendo minuciosamente alterado de ahí en adelante por cada uno de los eventos siguientes. El recuerdo de un evento se forma tanto por el presente como por el pasado. La asociación provoca los recuerdos y los organiza. También ayuda a colorear y a formar esos eventos.
Estamos acostumbrados a una estructura del tiempo, por lo que recordamos algo que sucedió en un momento particular del pasado y, generalmente, podemos ubicar los eventos de esa manera. Biológicamente, el cuerpo puede situar los eventos al percibir la actividad.
En estos términos, los recuerdos de vidas pasadas y futuras permanecen como imágenes fantasmales. En líneas generales, esto es necesario para que la respuesta del cuerpo sea inmediata y se pueda enfocar en el período de tiempo que reconocemos. Se llevan los recuerdos de otras vidas en forma latente, de tal manera que puedan ser examinados, pero formando corrientes subyacentes sobre las cuales se apoyan los recuerdos de la vida actual.
Cuando los recuerdos de otras vidas salen a la superficie, son coloreados por esas corrientes subyacentes y su ritmo no está sincronizado. Ellos no están ligados al sistema nervioso de manera tan precisa como los recuerdos normales. El presente obtiene su profundidad como consecuencia del pasado, tal como lo entendemos. En ciertos términos, el futuro representa otra clase de profundidad que pertenece a los eventos. La raíz de un árbol crece en todas las direcciones y así lo hacen los eventos. Solo que la raíz de los eventos pasa a través del pasado, el presente y el futuro.
Algunas veces, cuando tratamos de desacelerar los procesos del pensamiento, o cuando tratamos de acelerarlos, nos podemos enterar de recuerdos de otras vidas pasadas y futuras. Hasta cierto punto, permitimos que otros impulsos neurológicos se conozcan. Puede existir una sensación de vaguedad, porque no disponemos de un esquema adecuado de tiempo y lugar con el cual estructurar esos recuerdos. Estos ejercicios nos involucran con los hechos y los eventos de nuestra propia vida, pues automáticamente estamos siguiendo probabilidades desde nuestro propio enfoque.
Sería muy difícil operar dentro de nuestra esfera de realidad si no asumimos que los eventos son concretos e inmodificables. Formamos nuestras propias vidas pasadas en esta vida tan seguramente como formamos las futuras ahora. Cada uno de nuestros seres pasados y futuros existe, a su modo, ahora.
Teóricamente, es posible comprender lo anterior con un examen profundo de los eventos de nuestra propia vida. Desechando muchos de los conceptos que damos por sentados, podemos encontrar algunos de esos recuerdos. Aunque es una tarea difícil, no debemos tratar de estructurarlos, pues es lo que hacemos automáticamente. El recuerdo no estructurado tomará otras formas y se transformará ante nuestros propios ojos mentales de tal manera que su forma parecerá un calidoscopio psicológico a través de cuyo enfoque otros eventos de nuestra vida surgirán y cambiarán. Estos ejercicios de memoria también pueden servir para atraer recuerdos de otras vidas. Aparecerán bordes, esquinas y reflejos, quizá sobrepuestos a recuerdos que reconocemos como pertenecientes a esta vida.
Los recuerdos sirven para organizar nuestra experiencia y seguir secuencias neurológicas reconocidas. Los recuerdos de otras vidas del futuro y del pasado están saltando tan rápidamente que no los podemos seguir.
En momentos tranquilos, con la guardia baja, podemos recordar un evento de la vida presente sobre el cual tenemos un sentimiento extraño, una sensación que no encaja dentro del esquema del tiempo al cual el evento pertenece. En estos casos, el evento de la vida actual estará matizado por otro de una vida pasada, de tal manera que ese recuerdo vierte su coloración sobre el evento recordado.
Esto ocurre con mayor frecuencia de la que estamos dispuestos a aceptar, ya que generalmente hacemos caso omiso de la sensación de extrañeza, suprimiendo la parte del recuerdo que no encaja. Estos son ejemplos muy claros de las filtraciones que ocurren. Permaneciendo alertas y captando esos sentimientos podemos aprender a utilizar la parte flotante de esos sentimientos, que de otra manera no reconoceríamos. Por medio de la asociación, nuestro enfoque puede provocar el surgimiento de más recuerdos del pasado y del futuro. En el estado del sueño también aparecen algunos indicios con mucha frecuencia, ya que en ese estado ya estamos acostumbrados a esa clase de sensación flotante en la que los eventos parecen ocurrir en su propio contexto independiente. Los sueños en los cuales el pasado y el presente están involucrados, son un ejemplo. También los sueños en los cuales el pasado y el futuro se mezclan y los sueños en los que el tiempo parece ser un ingrediente cambiante.
En ciertos términos, el pasado, el presente y el futuro, en relación con nuestra vida actual, están todos comprimidos en cualquier momento dado de nuestra experiencia. Tal momento es una entrada al conjunto de nuestra existencia. Los eventos que reconocemos que están sucediendo ahora son específicos y objetivos, pero el más minúsculo elemento de cualquier experiencia del momento también simboliza otros eventos y otros tiempos.
Cada momento es como un mosaico. En la historia normal de nuestra vida, solamente seguimos un patrón, o una coloración, e ignoramos todo lo demás. Estamos en capacidad de cambiar el presente, alterando el recuerdo de un evento. Este tipo de síntesis se puede utilizar en muchos casos, con muchas personas. Este no es un ejercicio que emplea un método teórico, esotérico o impráctico, sino una manera precisa y dinámica de ayudar al ser actual, calmando los temores del ser del pasado. Este último tampoco es hipotético, sino que aún existe y se le puede alcanzar para cambiar sus reacciones. No necesitamos una máquina del tiempo para alterar el pasado o el futuro. Se trata de una técnica muy valiosa. No solo los recuerdos no están “muertos”, sino que ellos mismos son siempre cambiantes. Muchos de esos recuerdos se alteran completamente sin que lo notemos. Podemos tener varias versiones de un episodio que recordamos en tiempos diferentes. Aunque los hechos eran más o menos los mismos, el significado y la interpretación de cada versión son tan diferentes que las diferencias superan ampliamente las similitudes. El punto es que los eventos del pasado crecen y no están terminados. Si tenemos esto presente, podemos ver que las vidas futuras son muy difíciles de explicar desde el interior de nuestra estructura. Una vida completa, en nuestros términos, no está más completa o terminada que cualquier evento. Simplemente se presenta una interrupción en el enfoque desde nuestra propia estructura, pero es tan artificial como la perspectiva aplicada a la pintura.
El ser interior está enterado de todo esto, pero ya ha escogido una estructura, un determinado marco de existencia, que hace énfasis en cierto tipo de experiencia sin tener en cuenta muchas otras disponibles.
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