Con frecuencia aparecen en la televisión y se escuchan en la radio anuncios de salud pública que indican que está próxima una epidemia de gripa y enseguida invitan a la gente, especialmente a los adultos mayores, a vacunarse de inmediato. Los anuncios tienen implicaciones relacionadas con la biología, la religión y la economía. En algunos países existe la “Estación de la gripa”, la que es ejemplo de un patrón psicológicamente manufacturado, que puede producir una epidemia manufacturada.
Respaldando los anuncios está la autoridad de la profesión médica y la autoridad de los sistemas de comunicación. Es imposible cuestionar el anuncio que presume tener el conocimiento necesario.
Las personas mayores se eligen como principales objetivos de los anuncios, ya que parece obvio que son las más susceptibles a las enfermedades. La susceptibilidad se considera un hecho incontrovertible de la vida. Sin embargo, es un hecho sin fundamento básico en la realidad biológica del hombre. Se convierte en un hecho por medio de la sugestión. Los médicos ven los resultados en el cuerpo y entonces se toman como evidencia.
En algunas pocas partes aisladas del mundo, aún en nuestro tiempo, las personas mayores no tienen enfermedades, ni se han debilitado sus signos vitales. Permanecen saludables hasta el día de su muerte. La razón de esto es que su sistema de creencias es bastante práctico y no “disfrutan” de la asistencia médica.
Lo que tenemos aquí es un programa social en pro de la enfermedad. Una meditación masiva con una estructura económica que la respalda. Están involucradas las organizaciones científicas y médicas, además de otras organizaciones económicas, desde las más grandes farmacias hasta las más pequeñas droguerías. Se supone que las píldoras, las pociones y las inyecciones, supuestamente, combaten los resfriados y la gripa y se les da un amplio despliegue publicitario, advirtiendo la proximidad de la epidemia y recordándosela a quienes parecen haberlo olvidado.
Literalmente, estamos pendientes de la gripa que nos afectará indefectiblemente. Ella nos servirá de excusa para no afrontar muchos tipos de problemas. Muchas personas son casi conscientes de lo que les está pasando y todo lo que tienen que hacer es prestar atención a las sugestiones gratuitas ofrecidas por la sociedad. Entonces sube la temperatura y la preocupación hace que la garganta se seque. Los virus que estaban dormidos, que hasta ese momento no habían causado ningún daño, se activan y multiplican. Cuando las vacunas se suministran para prevenir una epidemia que aún no ha ocurrido, pueden ser potencialmente peligrosas, ya que tienden a confundir los mecanismos corporales.
En algunos países la “estación de la gripa” coincide con la Navidad, en la que a los cristianos se les dice que deben ser felices y desearle a sus congéneres un feliz regreso a las maravillas naturales de la niñez. También se les dice que deben rendir tributo a Dios. El cristianismo se ha convertido en una triste y confusa historia. Muchas personas no pueden unificar las áreas de sus creencias y sentimientos y en la época de navidad ellos reconocen la gran distancia que existe entre sus creencias religiosas y sus creencias científicas. Se sienten incapaces de afrontar este dilema mental y espiritual. La consecuencia es una depresión psíquica que se profundiza con la música, con las exhibiciones comerciales, con las recordaciones religiosas de que la especie está hecha a imagen de Dios y con las advertencias de que el cuerpo parece incapaz de cuidar de si mismo y que es una presa natural de las enfermedades y los desastres. La navidad es portadora de las esperanzas del hombre en nuestra sociedad y la “estación de la gripa” refleja sus temores y muestra la distancia entre las dos.
El cristianismo ha considerado convencionalmente la enfermedad como castigo divino, o como una prueba puesta por Dios, que se debe recibir estoicamente. Ha considerado al hombre como una criatura pecadora, manchada por el pecado original y condenada a vivir con el sudor de su frente.
La ciencia a considerado al hombre como el producto accidental de un universo al que él no le importa, como una criatura sin un significado central, en la que su conciencia es el resultado de un mecanismo físico que solo existe por casualidad y que no tiene ninguna realidad fuera de esa estructura. La ciencia al menos ha sido consecuente en este aspecto. Pero el cristianismo les pide a los hijos de la tristeza que sean felices y a los pecadores que encuentren la pureza de los niños. Les pide que amen un Dios que un día destruirá su mundo y los condenará al infierno si no lo adoran.
Muchas personas atrapadas en este conflicto de creencias, caen presa de enfermedades físicas, particularmente en la época de navidad. Las iglesias y los hospitales frecuentemente son los edificios más grandes en las poblaciones y las únicas abiertas los domingos. No podemos separar nuestro sistema de valores privado de nuestra salud y los hospitales se benefician de los complejos de culpa que la religión ha inculcado en la gente.
Uno de los más fuertes atributos del hombre es el sentimiento religioso. Es la parte de la psicología que más frecuentemente se omite. Hay un conocimiento religioso natural con el que hemos nacido.
El sentimiento religioso le da al individuo optimismo, alegría y la energía en abundancia para crecer. Alienta la curiosidad y la creatividad y sitúa a las personas en un mundo espiritual y natural a la vez. Las organizaciones religiosas son intentos por redefinir este tipo de sentimiento en términos culturales. Casi nunca tienen éxito, porque son muy cerradas en sus conceptos, demasiado dogmáticas, y la estructura cultural finalmente tiene más peso que la sustancia dentro de ella.
Entre más tolerante sea una religión, más cerca estará de expresar aquellas verdades internas. El individuo tiene una integridad espiritual y biológica que es parte de la herencia del hombre y que en realidad es un derecho de todas las criaturas. El hombre no puede desconfiar de su propia naturaleza y al mismo tiempo confiar en la naturaleza de Dios, ya que Dios es la palabra que describe la fuente de su ser. Si su ser está manchado, también lo debe estar su Dios.
Nuestras creencias privadas se mezclan con todas las otras creencias y forman nuestra realidad cultural. Las ideas distorsionadas de la profesión médica, o de la ciencia, o de cualquier otro grupo, no nos las imponen a la fuerza. Ellas son el resultado de nuestras creencias masivas, aisladas en forma de disciplinas separadas.
Respaldando los anuncios está la autoridad de la profesión médica y la autoridad de los sistemas de comunicación. Es imposible cuestionar el anuncio que presume tener el conocimiento necesario.
Las personas mayores se eligen como principales objetivos de los anuncios, ya que parece obvio que son las más susceptibles a las enfermedades. La susceptibilidad se considera un hecho incontrovertible de la vida. Sin embargo, es un hecho sin fundamento básico en la realidad biológica del hombre. Se convierte en un hecho por medio de la sugestión. Los médicos ven los resultados en el cuerpo y entonces se toman como evidencia.
En algunas pocas partes aisladas del mundo, aún en nuestro tiempo, las personas mayores no tienen enfermedades, ni se han debilitado sus signos vitales. Permanecen saludables hasta el día de su muerte. La razón de esto es que su sistema de creencias es bastante práctico y no “disfrutan” de la asistencia médica.
Lo que tenemos aquí es un programa social en pro de la enfermedad. Una meditación masiva con una estructura económica que la respalda. Están involucradas las organizaciones científicas y médicas, además de otras organizaciones económicas, desde las más grandes farmacias hasta las más pequeñas droguerías. Se supone que las píldoras, las pociones y las inyecciones, supuestamente, combaten los resfriados y la gripa y se les da un amplio despliegue publicitario, advirtiendo la proximidad de la epidemia y recordándosela a quienes parecen haberlo olvidado.
Literalmente, estamos pendientes de la gripa que nos afectará indefectiblemente. Ella nos servirá de excusa para no afrontar muchos tipos de problemas. Muchas personas son casi conscientes de lo que les está pasando y todo lo que tienen que hacer es prestar atención a las sugestiones gratuitas ofrecidas por la sociedad. Entonces sube la temperatura y la preocupación hace que la garganta se seque. Los virus que estaban dormidos, que hasta ese momento no habían causado ningún daño, se activan y multiplican. Cuando las vacunas se suministran para prevenir una epidemia que aún no ha ocurrido, pueden ser potencialmente peligrosas, ya que tienden a confundir los mecanismos corporales.
En algunos países la “estación de la gripa” coincide con la Navidad, en la que a los cristianos se les dice que deben ser felices y desearle a sus congéneres un feliz regreso a las maravillas naturales de la niñez. También se les dice que deben rendir tributo a Dios. El cristianismo se ha convertido en una triste y confusa historia. Muchas personas no pueden unificar las áreas de sus creencias y sentimientos y en la época de navidad ellos reconocen la gran distancia que existe entre sus creencias religiosas y sus creencias científicas. Se sienten incapaces de afrontar este dilema mental y espiritual. La consecuencia es una depresión psíquica que se profundiza con la música, con las exhibiciones comerciales, con las recordaciones religiosas de que la especie está hecha a imagen de Dios y con las advertencias de que el cuerpo parece incapaz de cuidar de si mismo y que es una presa natural de las enfermedades y los desastres. La navidad es portadora de las esperanzas del hombre en nuestra sociedad y la “estación de la gripa” refleja sus temores y muestra la distancia entre las dos.
El cristianismo ha considerado convencionalmente la enfermedad como castigo divino, o como una prueba puesta por Dios, que se debe recibir estoicamente. Ha considerado al hombre como una criatura pecadora, manchada por el pecado original y condenada a vivir con el sudor de su frente.
La ciencia a considerado al hombre como el producto accidental de un universo al que él no le importa, como una criatura sin un significado central, en la que su conciencia es el resultado de un mecanismo físico que solo existe por casualidad y que no tiene ninguna realidad fuera de esa estructura. La ciencia al menos ha sido consecuente en este aspecto. Pero el cristianismo les pide a los hijos de la tristeza que sean felices y a los pecadores que encuentren la pureza de los niños. Les pide que amen un Dios que un día destruirá su mundo y los condenará al infierno si no lo adoran.
Muchas personas atrapadas en este conflicto de creencias, caen presa de enfermedades físicas, particularmente en la época de navidad. Las iglesias y los hospitales frecuentemente son los edificios más grandes en las poblaciones y las únicas abiertas los domingos. No podemos separar nuestro sistema de valores privado de nuestra salud y los hospitales se benefician de los complejos de culpa que la religión ha inculcado en la gente.
Uno de los más fuertes atributos del hombre es el sentimiento religioso. Es la parte de la psicología que más frecuentemente se omite. Hay un conocimiento religioso natural con el que hemos nacido.
El sentimiento religioso le da al individuo optimismo, alegría y la energía en abundancia para crecer. Alienta la curiosidad y la creatividad y sitúa a las personas en un mundo espiritual y natural a la vez. Las organizaciones religiosas son intentos por redefinir este tipo de sentimiento en términos culturales. Casi nunca tienen éxito, porque son muy cerradas en sus conceptos, demasiado dogmáticas, y la estructura cultural finalmente tiene más peso que la sustancia dentro de ella.
Entre más tolerante sea una religión, más cerca estará de expresar aquellas verdades internas. El individuo tiene una integridad espiritual y biológica que es parte de la herencia del hombre y que en realidad es un derecho de todas las criaturas. El hombre no puede desconfiar de su propia naturaleza y al mismo tiempo confiar en la naturaleza de Dios, ya que Dios es la palabra que describe la fuente de su ser. Si su ser está manchado, también lo debe estar su Dios.
Nuestras creencias privadas se mezclan con todas las otras creencias y forman nuestra realidad cultural. Las ideas distorsionadas de la profesión médica, o de la ciencia, o de cualquier otro grupo, no nos las imponen a la fuerza. Ellas son el resultado de nuestras creencias masivas, aisladas en forma de disciplinas separadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario