Anteriormente habíamos visto como formamos nuestra experiencia privada a través de nuestras creencias. Tenemos unas ideas familiares que utilizamos para estructurar la visión del mundo y la realidad que conocemos. Es importante entender lo que son nuestras propias creencias. Muchas de ellas funcionan bien “en casa”, pero cuando vamos a viajar lejos de nuestra estación base, encontraremos que esas mismas ideas impiden nuestro progreso.
Algunos conceptos no son funcionales, ni siquiera en la realidad física. Un concepto rígido y dogmático sobre el bien y el mal nos obligará a percibir la existencia física como un campo de batalla entre fuerzas opuestas, con el alma como amortiguador.
En estas condiciones, toda experiencia se vuelve sospechosa. Tendremos la tendencia a considerar el cuerpo como malo, negándole sus apetitos naturales. Nuestra parte física, al mismo tiempo, mirará nuestras “buenas intenciones” como erróneas y como infracciones de su propia existencia.
Necesitamos entender la “gracia natural” de nuestro ser, para que los ejercicios que nos permitirán viajar a la realidad desconocida no se traduzcan en creencias limitantes.
Estamos familiarizados con nuestra propia visión del mundo. Cuando dejamos esta orientación usual, alterando el enfoque de la conciencia, podemos estructurar la nueva experiencia de manera igual a como lo hacemos en la experiencia física. En esta nueva experiencia tendremos mayor libertad y un campo de acción más amplio. Estamos acostumbrados a proyectar nuestras creencias sobre los objetos y los eventos físicos. Cuando dejamos nuestra estación base, los objetos y los eventos no se presentan de la misma manera.
Podemos creer que somos malos, simplemente por el hecho de ser entes físicos. Podemos creer que el alma “desciende” dentro del cuerpo y, por consiguiente, que ese cuerpo es inferior, más bajo, y que es una versión degradada de “lo que realmente somos”. Nuestro cuerpo físico es más sabio y no puede aceptar estos conceptos. En la vida diaria, proyectamos la idea del poco mérito propio hacia otras personas, o hacia otra nación, quienes aparecen como enemigos. Generalmente, quienes hacen el papel de enemigos son los miembros de otra religión, o de otro partido político.
En todos los casos, en nuestra vida privada, difícilmente vamos a creer en la falta de mérito propio, o en la propia maldad. No nos damos cuenta de que realmente el enemigo somos nosotros mismos.
Cuando empezamos a dejar nuestra estación base y alteramos el enfoque de la conciencia, dejamos atrás los receptores familiares de nuestras proyecciones.
Las exploraciones psíquicas no causan ninguna dificultad, ni originan problemas. Por el contrario, a menudo son terapéuticas
Si normalmente estamos capacitados para tratar con la realidad física, no encontraremos dificultades con las alteraciones de la conciencia, o con el abandono de la estación base. Cuando dejamos nuestra estación base y alteramos nuestra conciencia, llevando nuestro propio bagaje de ideas, siempre seremos turistas interpretando las experiencias a través de sus propias creencias personales y culturales.
Algunos conceptos no son funcionales, ni siquiera en la realidad física. Un concepto rígido y dogmático sobre el bien y el mal nos obligará a percibir la existencia física como un campo de batalla entre fuerzas opuestas, con el alma como amortiguador.
En estas condiciones, toda experiencia se vuelve sospechosa. Tendremos la tendencia a considerar el cuerpo como malo, negándole sus apetitos naturales. Nuestra parte física, al mismo tiempo, mirará nuestras “buenas intenciones” como erróneas y como infracciones de su propia existencia.
Necesitamos entender la “gracia natural” de nuestro ser, para que los ejercicios que nos permitirán viajar a la realidad desconocida no se traduzcan en creencias limitantes.
Estamos familiarizados con nuestra propia visión del mundo. Cuando dejamos esta orientación usual, alterando el enfoque de la conciencia, podemos estructurar la nueva experiencia de manera igual a como lo hacemos en la experiencia física. En esta nueva experiencia tendremos mayor libertad y un campo de acción más amplio. Estamos acostumbrados a proyectar nuestras creencias sobre los objetos y los eventos físicos. Cuando dejamos nuestra estación base, los objetos y los eventos no se presentan de la misma manera.
Podemos creer que somos malos, simplemente por el hecho de ser entes físicos. Podemos creer que el alma “desciende” dentro del cuerpo y, por consiguiente, que ese cuerpo es inferior, más bajo, y que es una versión degradada de “lo que realmente somos”. Nuestro cuerpo físico es más sabio y no puede aceptar estos conceptos. En la vida diaria, proyectamos la idea del poco mérito propio hacia otras personas, o hacia otra nación, quienes aparecen como enemigos. Generalmente, quienes hacen el papel de enemigos son los miembros de otra religión, o de otro partido político.
En todos los casos, en nuestra vida privada, difícilmente vamos a creer en la falta de mérito propio, o en la propia maldad. No nos damos cuenta de que realmente el enemigo somos nosotros mismos.
Cuando empezamos a dejar nuestra estación base y alteramos el enfoque de la conciencia, dejamos atrás los receptores familiares de nuestras proyecciones.
Las exploraciones psíquicas no causan ninguna dificultad, ni originan problemas. Por el contrario, a menudo son terapéuticas
Si normalmente estamos capacitados para tratar con la realidad física, no encontraremos dificultades con las alteraciones de la conciencia, o con el abandono de la estación base. Cuando dejamos nuestra estación base y alteramos nuestra conciencia, llevando nuestro propio bagaje de ideas, siempre seremos turistas interpretando las experiencias a través de sus propias creencias personales y culturales.
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