La base biológica de la vida es una cooperación amorosa y divina, que presupone una posición física segura, desde la que cualquier miembro de cada especie se sienta en libertad para suplir sus necesidades y comunicarse con otros de su clase.
Es muy común creer que los animales no poseen imaginación, y esta es una creencia errónea. Ellos imaginan con anticipación su apareamiento. Todos aprenden a través de la experiencia, ya que, a pesar de los conceptos que nos hemos formado, el aprendizaje es imposible sin la imaginación, lo que sucede en todos los niveles.
Comparada con la nuestra, la imaginación de los animales es limitada. Sin embargo, no está limitada solamente a los elementos de experiencias previas. Pueden imaginar eventos que nunca les han ocurrido. En este aspecto, las habilidades del hombre son mucho más complicadas, pues en su imaginación tiene que entenderse con probabilidades. En un período de tiempo dado, con un cuerpo físico, la imaginación puede prever la ejecución de un número infinito de eventos, cada uno de los cuales permanecerá probable hasta que lo convierta en realidad. El cuerpo humano, respondiendo a sus pensamientos, sentimientos y creencias, tiene que entenderse con mucha más información y tener total claridad sobre el área en la que determinada acción específica es posible.
El sistema de defensa del cuerpo es automático, pero, en cierto grado, este es un sistema secundario, más que un sistema primario, que se activa como tal cuando el cuerpo es amenazado. El principal propósito del cuerpo no es solamente sobrevivir, sino mantener la calidad de la existencia en ciertos niveles y esa calidad misma promueve la salud y el desempeño. Un temor biológico definido alerta el cuerpo y le permite reaccionar de manera natural y plena.
Una persona puede estar leyendo el titular de un periódico mientras cruza una calle congestionada. Mucho antes de que la persona se entere de las circunstancias, su cuerpo puede saltar fuera de la vía en la que pasa velozmente un automóvil. El cuerpo está haciendo lo que se supone debe hacer. Aunque conscientemente la persona no alcanzó a asustarse, si se presentó un temor biológico que determinó la acción.
Cuando permanecemos en un estado generalizado de miedo, al cuerpo no le estamos dando una línea clara de acción, para permitirle una respuesta apropiada. Miremos el asunto de esta manera: Un animal, no necesariamente salvaje, un gato por ejemplo, en un ambiente familiar, reacciona de cierta manera. Está alerta a todo lo que ocurre en su entorno. El gato no se preocupa anticipadamente por el peligro que representa un perro encerrado en un sitio a cuatro cuadras de distancia, ni se preocupa pensando que pasará si el perro se escapa de su encierro y se lo encuentra.
Muchas personas no le prestan atención a lo que ocurre a su alrededor, pero por sus creencias enfocan la atención solamente en “el perro bravo que está a cuatro cuadras de distancia”. No responden a lo que está físicamente presente, o lo que pueden percibir físicamente en el espacio y el tiempo, sino que se preocupan por amenazas que pueden o no existir, ignorando otra información pertinente e inmediata que tienen a la mano.
Es entonces que la mente indica que existe una amenaza, pero es una amenaza que no está presente físicamente y a la cual el cuerpo no puede responder con claridad. Responderá a una situación seudo-amenazante que tendrá como resultado una confusión biológica, cuando las respuestas del cuerpo deben ser específicas.
El cuerpo se puede defender contra la enfermedad, pero no se puede defender apropiadamente contra un temor exagerado a la enfermedad. El cuerpo debe reflejar los sentimientos y evaluaciones conscientes de la persona.
El sistema médico genera tantas enfermedades como las que cura, pues nos vemos acosados constantemente por los síntomas de varias enfermedades, nos llenamos de temor por las enfermedades y nos sentimos agobiados por lo que nos parece una propensión del cuerpo a las enfermedades. Nunca se hace énfasis en la vitalidad del cuerpo y su sistema natural de defensas.
Es muy común creer que los animales no poseen imaginación, y esta es una creencia errónea. Ellos imaginan con anticipación su apareamiento. Todos aprenden a través de la experiencia, ya que, a pesar de los conceptos que nos hemos formado, el aprendizaje es imposible sin la imaginación, lo que sucede en todos los niveles.
Comparada con la nuestra, la imaginación de los animales es limitada. Sin embargo, no está limitada solamente a los elementos de experiencias previas. Pueden imaginar eventos que nunca les han ocurrido. En este aspecto, las habilidades del hombre son mucho más complicadas, pues en su imaginación tiene que entenderse con probabilidades. En un período de tiempo dado, con un cuerpo físico, la imaginación puede prever la ejecución de un número infinito de eventos, cada uno de los cuales permanecerá probable hasta que lo convierta en realidad. El cuerpo humano, respondiendo a sus pensamientos, sentimientos y creencias, tiene que entenderse con mucha más información y tener total claridad sobre el área en la que determinada acción específica es posible.
El sistema de defensa del cuerpo es automático, pero, en cierto grado, este es un sistema secundario, más que un sistema primario, que se activa como tal cuando el cuerpo es amenazado. El principal propósito del cuerpo no es solamente sobrevivir, sino mantener la calidad de la existencia en ciertos niveles y esa calidad misma promueve la salud y el desempeño. Un temor biológico definido alerta el cuerpo y le permite reaccionar de manera natural y plena.
Una persona puede estar leyendo el titular de un periódico mientras cruza una calle congestionada. Mucho antes de que la persona se entere de las circunstancias, su cuerpo puede saltar fuera de la vía en la que pasa velozmente un automóvil. El cuerpo está haciendo lo que se supone debe hacer. Aunque conscientemente la persona no alcanzó a asustarse, si se presentó un temor biológico que determinó la acción.
Cuando permanecemos en un estado generalizado de miedo, al cuerpo no le estamos dando una línea clara de acción, para permitirle una respuesta apropiada. Miremos el asunto de esta manera: Un animal, no necesariamente salvaje, un gato por ejemplo, en un ambiente familiar, reacciona de cierta manera. Está alerta a todo lo que ocurre en su entorno. El gato no se preocupa anticipadamente por el peligro que representa un perro encerrado en un sitio a cuatro cuadras de distancia, ni se preocupa pensando que pasará si el perro se escapa de su encierro y se lo encuentra.
Muchas personas no le prestan atención a lo que ocurre a su alrededor, pero por sus creencias enfocan la atención solamente en “el perro bravo que está a cuatro cuadras de distancia”. No responden a lo que está físicamente presente, o lo que pueden percibir físicamente en el espacio y el tiempo, sino que se preocupan por amenazas que pueden o no existir, ignorando otra información pertinente e inmediata que tienen a la mano.
Es entonces que la mente indica que existe una amenaza, pero es una amenaza que no está presente físicamente y a la cual el cuerpo no puede responder con claridad. Responderá a una situación seudo-amenazante que tendrá como resultado una confusión biológica, cuando las respuestas del cuerpo deben ser específicas.
El cuerpo se puede defender contra la enfermedad, pero no se puede defender apropiadamente contra un temor exagerado a la enfermedad. El cuerpo debe reflejar los sentimientos y evaluaciones conscientes de la persona.
El sistema médico genera tantas enfermedades como las que cura, pues nos vemos acosados constantemente por los síntomas de varias enfermedades, nos llenamos de temor por las enfermedades y nos sentimos agobiados por lo que nos parece una propensión del cuerpo a las enfermedades. Nunca se hace énfasis en la vitalidad del cuerpo y su sistema natural de defensas.
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