En nuestra vida privada, tenemos señales de otras secuencias en las que pueden ocurrir y ocurren los eventos. Normalmente, no nos enteramos de esas señales. No atraen nuestra atención, simplemente porque no encajan con la secuencia y ordenamiento que nos son familiares. En la idea de realidad que tenemos, esas señales parecen insignificantes y no tienen sentido, dentro del esquema de realidad generalmente reconocido.
Sin embargo, la estructura celular tiene la capacidad innata de seguir esas secuencias. La mente consciente no las percibe, creyendo que no tienen sentido, o las llama coincidencias. Esas señales, en nuestra íntima vida diaria, consideradas de manera distinta, nos pueden decir mucho del potencial de la especie, dándonos ligeras visiones de otros sistemas de realidad a los cuales la conciencia humana puede responder.
Veamos un ejemplo de eventos en los cuales aparecen las llamadas coincidencias.
Se trata de una pareja de esposos y su relación con parientes y conocidos. El esposo, conduciendo su vehículo por un vecindario conocido de su ciudad, encontró el aviso de venta de una casa que el ya conocía y recordó que pertenecía a un hombre que hace años fue una especie de príncipe azul para su madre. De inmediato, tuvo el impulso de llamar a la firma encargada de la venta y se enteró que la casa todavía pertenecía al hombre en cuestión. El esposo recordaba que su madre hablaba de este hombre con mucha frecuencia. En la realidad compartida por la familia del esposo, nunca hubo un contacto cercano entre la madre del esposo y el propietario de la casa. La madre del esposo siempre había estado atraída por el propietario de la casa y estaba convencida de que ella debió casarse con él en lugar del esposo que escogió. A través de los años, ella siempre imaginó vividamente esa situación. El dueño de la casa era y es un hombre rico, que ahora, por su edad, no puede tener su propia casa y está en un hogar para personas mayores.
El esposo sintió un gran atractivo por la casa y aunque el precio era bastante alto, los esposos pensaron comprarla y fueron a mirarla con los vendedores. A esta situación la llamamos coincidencia, un mero juego del destino. Que el esposo pudiera entrar a esa casa, que el propietario estuviera pasando sus últimos días en un hogar para mayores, como también lo había hecho la madre, que la casa estuviera en venta por un precio muy alto, lo que también sucedió con la madre y su propia casa, parece un incidente muy curioso de la vida. Eso es lo que se ve desde el exterior.
Lo que tenemos aquí es una rica combinación de probabilidades. En una de esas probabilidades, la madre y el propietario se casaron y la casa quedó en poder del hijo mayor, el esposo, en esta realidad. En esta realidad, el esposo encuentra para la venta la casa de una persona relativamente desconocida, que puede o no comprar, de acuerdo con las probabilidades que están surgiendo. En esta probabilidad, la madre no dejó nada, en términos financieros, su casa la vendió y la familia no la heredó.
Todas las probabilidades están relacionadas. La madre está muerta y está consciente de su propia realidad después del mundo físico. Ella está en capacidad de continuar con sus otras existencias probables. Es consciente de su propio ser, fuera de la estructura oficial. Conserva sus métodos y características psicológicas de comportamiento. Sigue operando de tal manera que se sintoniza con aquellas áreas de probabilidades que están de acuerdo con sus deseos e intereses. En esta realidad, ella quería que su hijo, el esposo, tuviera su propia casa, pero esto no se logró por muchas razones.
Fue por la intención de ella, en alto grado, que su hijo encontró la casa, que sintió que la quería comprar y que debía hacer lo necesario para lograrlo en esta realidad. Si la mamá no pudo hacerse al hombre y su riqueza, según su modo de pensar, el hijo si podía tener por lo menos la casa con la que siempre soñó como suya en esta realidad.
Sin embargo, la estructura celular tiene la capacidad innata de seguir esas secuencias. La mente consciente no las percibe, creyendo que no tienen sentido, o las llama coincidencias. Esas señales, en nuestra íntima vida diaria, consideradas de manera distinta, nos pueden decir mucho del potencial de la especie, dándonos ligeras visiones de otros sistemas de realidad a los cuales la conciencia humana puede responder.
Veamos un ejemplo de eventos en los cuales aparecen las llamadas coincidencias.
Se trata de una pareja de esposos y su relación con parientes y conocidos. El esposo, conduciendo su vehículo por un vecindario conocido de su ciudad, encontró el aviso de venta de una casa que el ya conocía y recordó que pertenecía a un hombre que hace años fue una especie de príncipe azul para su madre. De inmediato, tuvo el impulso de llamar a la firma encargada de la venta y se enteró que la casa todavía pertenecía al hombre en cuestión. El esposo recordaba que su madre hablaba de este hombre con mucha frecuencia. En la realidad compartida por la familia del esposo, nunca hubo un contacto cercano entre la madre del esposo y el propietario de la casa. La madre del esposo siempre había estado atraída por el propietario de la casa y estaba convencida de que ella debió casarse con él en lugar del esposo que escogió. A través de los años, ella siempre imaginó vividamente esa situación. El dueño de la casa era y es un hombre rico, que ahora, por su edad, no puede tener su propia casa y está en un hogar para personas mayores.
El esposo sintió un gran atractivo por la casa y aunque el precio era bastante alto, los esposos pensaron comprarla y fueron a mirarla con los vendedores. A esta situación la llamamos coincidencia, un mero juego del destino. Que el esposo pudiera entrar a esa casa, que el propietario estuviera pasando sus últimos días en un hogar para mayores, como también lo había hecho la madre, que la casa estuviera en venta por un precio muy alto, lo que también sucedió con la madre y su propia casa, parece un incidente muy curioso de la vida. Eso es lo que se ve desde el exterior.
Lo que tenemos aquí es una rica combinación de probabilidades. En una de esas probabilidades, la madre y el propietario se casaron y la casa quedó en poder del hijo mayor, el esposo, en esta realidad. En esta realidad, el esposo encuentra para la venta la casa de una persona relativamente desconocida, que puede o no comprar, de acuerdo con las probabilidades que están surgiendo. En esta probabilidad, la madre no dejó nada, en términos financieros, su casa la vendió y la familia no la heredó.
Todas las probabilidades están relacionadas. La madre está muerta y está consciente de su propia realidad después del mundo físico. Ella está en capacidad de continuar con sus otras existencias probables. Es consciente de su propio ser, fuera de la estructura oficial. Conserva sus métodos y características psicológicas de comportamiento. Sigue operando de tal manera que se sintoniza con aquellas áreas de probabilidades que están de acuerdo con sus deseos e intereses. En esta realidad, ella quería que su hijo, el esposo, tuviera su propia casa, pero esto no se logró por muchas razones.
Fue por la intención de ella, en alto grado, que su hijo encontró la casa, que sintió que la quería comprar y que debía hacer lo necesario para lograrlo en esta realidad. Si la mamá no pudo hacerse al hombre y su riqueza, según su modo de pensar, el hijo si podía tener por lo menos la casa con la que siempre soñó como suya en esta realidad.
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