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sábado, 17 de enero de 2009

El Mensaje del Maestro 71

La Reencarnación
Tú no tienes empaques de materia completamente vacíos para ser llenados, alrededor de los cuales revolotea la nueva personalidad, especialmente después de la concepción y con mayor frecuencia e intensidad de ahí en adelante. El impacto del nacimiento tiene varias consecuencias, sin embargo, que usualmente atrae de golpe la personalidad a la realidad física. Antes de que esto ocurra, las condiciones son razonablemente uniformes. La conciencia del cuerpo es alimentada casi automáticamente, reaccionando fuertemente, pero bajo condiciones muy controladas.
Al nacer, todo esto termina súbitamente y nuevos estímulos se introducen con una rapidez que la conciencia del cuerpo nunca ha experimentado hasta ese punto.
La conciencia del cuerpo necesita inmensamente un factor estabilizador. Previamente, la conciencia del cuerpo ha sido enriquecida y sostenida por la profunda identificación biológica y telepática con la madre. La comunicación de las células vivientes es mucho más profunda de lo que imaginas. La identificación es casi completa antes del nacimiento, en lo que concierne a la sola conciencia del cuerpo.
Hasta cuando entra la nueva personalidad, el feto se considera a si mismo como parte del organismo de la madre. Este apoyo se le niega súbitamente al nacer. Si la nueva personalidad no ha entrado completamente antes, usualmente lo hace al nacer, con el fin de estabilizar el nuevo organismo. En otras palabras, conforta el nuevo organismo. Por consiguiente, la nueva personalidad experimentará el nacimiento en varios grados, de acuerdo con el momento en que ha entrado en esta dimensión.
Cuando entra en el momento del nacimiento, es bastante independiente, todavía no se identifica con la forma en la que ha entrado, y está actuando en un papel de apoyo. Si la personalidad ha entrado en el momento de la concepción, o antes del nacimiento, se ha identificado hasta cierto punto con la conciencia del cuerpo y con el feto. Ha empezado ya a dirigir la percepción – aunque la percepción ha empezado, esté o no dirigida – y experimentará el impacto del nacimiento en términos inmediatos y directos.
Entonces no habrá una distancia entre la personalidad y la experiencia del nacimiento. La nueva personalidad que ha entrado, como conciencia fluctúa, revolotea, en el sentido de que hay un lapso antes de que la estabilización tenga lugar. Cuando el niño, especialmente el niño pequeño, está durmiendo, con frecuencia la personalidad simplemente abandona el cuerpo. Gradualmente, la identificación con la situación entre vidas disminuye, casi hasta cuando el enfoque total esté en el cuerpo físico.
Obviamente, hay quienes se identifican mucho más completamente con el cuerpo que otros. Hablando en líneas generales, hay un punto óptimo de enfoque en la realidad física, un periodo de intensificación que no tiene nada que ver con la duración. Puede durar por una semana, o por treinta años, y de ahí en adelante empieza a disminuir, e imperceptiblemente empieza a cambiar a otros estratos de realidad.
Una crisis, especialmente al iniciar la vida, o al final de la vida, puede destruir tanto la identificación de la personalidad con el cuerpo, que lo abandona temporalmente. Puede hacer una de muchas otras cosas. Puede dejar tan completamente el cuerpo que entra en estado de coma, si la conciencia del cuerpo también ha sufrido un impacto. Si el impacto es psicológico y la conciencia del cuerpo está todavía funcionando más o menos normalmente, puede regresar a una personalidad reencarnacional anterior.
En tal caso, es simplemente una regresión que pasa. Nuevamente aquí estamos tratando con el animus y el anima. Si una personalidad cree que está funcionando muy pobremente como hombre, puede activar las cualidades del anima, tomando las características de una existencia femenina pasada en la que funcionó bien. Cambiando el esquema, lo mismo le puede suceder a una mujer.
Por otra parte, si la personalidad encuentra que se ha identificado demasiado con el sexo actual y que su individualidad está profundamente amenazada, puede traer al primer plano la imagen opuesta, yendo lo suficientemente lejos como para identificarse de nuevo con una personalidad pasada del sexo opuesto.

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