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jueves, 29 de mayo de 2008

La “Evolución” Incompleta

El cuadro total de la vida física, tal como la entendemos, debe ser experimentado desde nuestro propio punto de vista, pero su complejidad, su orden y magnificencia de estructura y diseño, debe entenderse como la composición de un buen ejemplo del número infinito de realidades, cada una construida con las propensiones y características de su propia naturaleza y la naturaleza de su propia conciencia.
En cierta forma, la palabra “inconsciente” no tiene sentido. Existen infinitas versiones de conciencias, por supuesto, con sus propios mundos, que están formando organizaciones con significado y propósito. Algunas de ellas se mezclan con la nuestra y la nuestra con ellas. La “estructura interna” es una de conciencia y las cuestiones más profundas solo pueden eventualmente ser abordadas aceptando la existencia de referencias internas.
La naturaleza del tiempo, las cuestiones concernientes al inicio y el fin del universo, no pueden abordarse con certeza estudiando las condiciones exteriores de la vida, ya que las referencias físicas mismas son apenas las manifestaciones de una actividad psicológica interna. Tenemos conocimiento del universo solo en la medida en que él afecta nuestra percepción. Lo que está por fuera de esa percepción, permanece desconocido para nosotros. Nos parece que el mundo empezó, o debió haber empezado en cierto punto en el pasado, pero eso es como suponer que una tajada del ponqué es el ponqué completo, que fue horneado en un horno y quizá consumido en una tarde.
Las referencias internas de la realidad involucran un tipo totalmente diferente de experiencia, con patrones organizacionales que se mezclan y fusionan en todos los puntos concebibles. Afinamos nuestra conciencia mientras dormimos como afinamos un piano, de tal manera que en la realidad de vigilia la conciencia percibe claramente las notas y valores adecuados para construir la experiencia física. Aquellos campos internos de referencia en los que hemos tenido nuestra existencia, están cambiando totalmente cuando les adicionamos nuestra experiencia, y nuestra propia identidad está asentada dentro de esas referencias antes del nacimiento, tal como lo entendemos.
Somos una versión consciente de nosotros mismos, creando conjuntamente con todos nuestros contemporáneos las realidades de los tiempos. El término “contemporáneos” se refiere a todas las especies. Leemos nuestra conciencia de cierta manera, pero es bastante posible leer la conciencia del mundo de otras maneras.
Los científicos no saben cuantas especies existen en la tierra y solo saben que son millones. Si lo leemos lateralmente, aun nos vamos a encontrar con un universo ordenado, pero un universo en el que la naturaleza de la identidad debería leerse de una manera completamente diferente, resaltando comunicaciones subjetivas adyacentes de tipo consciente, que forman otros tipos o patrones de subjetividad y continuidad psicológica. Estas dan como resultado la formación de “personalidades” o entidades que son conscientes de sus propias identidades, siguiendo diferentes caminos a los nuestros, mientras, a su manera, también contribuyen a la formación de nuestro universo, como nosotros lo hacemos.
La enumeración de las especies es sumamente caprichosa. Reconocemos como vivas solamente aquellas variedades de vida que encajan dentro de ciertos rangos de atención. Objetivizamos y diversificamos. Las líneas trazadas entre lo que es el ser y lo que no es el ser y entre un organismo y su entorno, son sumamente arbitrarias de nuestra parte. Hay patrones psicológicos que escapan completamente a nuestra atención, porque no siguen las convenciones que hemos establecido. Estos combinan lo que nosotros diversificamos, así que tenemos ocultos valores psicológicos o seres psicológicos que combinan las propiedades del entorno y las propiedades del ser en otras combinaciones distintas a las que conocemos.
Ellos parecen ser los espíritus de la naturaleza, tal como estamos más o menos obligados a interpretarlos desde nuestro punto de vista. Ellos, ciertamente, serian parientes psicológicos, pero con sus propios esquemas del tiempo, lenguajes y afiliaciones psicológicas. Ellos existen conjuntamente con los tipos de conciencia que reconocemos dentro de la estructura de la vida física. Cuando soñamos, a menudo llegamos a estar en contacto con estos primos de conciencia. No se trata, simplemente, de que ellos se comuniquen con nosotros, o nosotros con ellos, sino que en el sueño las propiedades convencionales que hemos aprendido se aflojan y se abandonan un poco. Vemos “las luces alrededor de la esquina”, por así decirlo. Vemos una especie de conciencia, una especie que debe permanecer inexplicada en cualquier explicación normal de la evolución. Esto es una indicación de las comunicaciones que existen en todos los niveles, protegiendo no solo las referencias genéticas para nuestra propia clase, sino las combinaciones de otras formas de organización que existen adyacentes a la nuestra, pero aun conectadas con ella. Frecuentemente leemos mal estas referencias y muchas de nuestras leyendas de espíritus buenos y malos, de monstruos, variedades extrañas y criaturas artificiales, aparecen en el folclore.
Alguna vez encontramos esas otras formaciones en una luz diferente, observando muchas similitudes entre su comportamiento y el nuestro, ciertas maneras características de percibir, al menos alguna experiencia que demandaba nuestra respuesta y reconocimiento.
Alguna vez fuimos más abiertos, en cierta forma, a los tipos de conciencia que admitíamos dentro de nuestro circulo de realidad. Alguna vez, en esos términos, no trazábamos las líneas tan finamente como lo hacemos ahora. En su lugar, incluimos estos “primos de conciencia” en nuestro medio, aceptando un tipo de camaradería para que, en cierto grado al menos, pudiéramos ver las diferentes versiones de humanidad que eran el resultado de un cambio de enfoque, una adyacente afiliación de energía humanizada con el entorno. Simplemente, sentimos que, en ciertos términos, teníamos otros hermanos y hermanas en el mundo, que eran como nosotros, pero no iguales a nosotros, que juntaban los contenidos del universo a su propia manera. Esta especie, por supuesto, no puede aparecer por parte alguna dentro de los dictados de la evolución, o ser percibidos como realidades, excepto bajo aquellas condiciones en las que relajamos nuestras convenciones usuales de percepción y comportamiento.
No obstante, esos encuentros ocurren entre nosotros frecuentemente en el estado del sueño, en alteraciones de nuestro enfoque usual y en nuestras artes, cuando somos menos arbitrarios en nuestras definiciones. Cuando empezamos a llevar nuestra propia realidad física hacia un enfoque más fuerte y claro, detuvimos completamente, y más bien arbitrariamente, esos otros elementos, con el propósito de enmarcar y definir más claramente los límites de nuestro ordenamiento físico. Ahora nos parece que tales personalidades no son perceptibles físicamente, pero alguna vez pudimos traerlas al rango de nuestra percepción.
Finalizamos nuestras clasificaciones en donde lo hicimos, prefiriendo ver al hombre como el rey de la inteligencia. Esto significa que trazamos la línea abruptamente en donde parece que ella debió ser trazada. Continuamos con esa compañía a otros niveles de actividad, niveles que todavía están abiertos y que deben ser tenidos en consideración cuandoquiera que abordemos cualquier discusión sobre el sueño y el mundo del sueño.

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