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lunes, 18 de febrero de 2008

La Enfermedad y el Sufrimiento

Afectamos la estructura de nuestro cuerpo con nuestros pensamientos. Si creemos en factores hereditarios, ellos mismos se convierten en un fuerte factor sugestivo en nuestra vida que puede contribuir a que se presente el malestar preciso del cuerpo, que creíamos ha estado allí todo el tiempo, hasta cuando finalmente los instrumentos científicos descubren “el mecanismo defectuoso” y aparece la evidencia que todo el mundo ve.
Obviamente, hay algunas condiciones que son heredadas, las que se presentan casi instantáneamente después del nacimiento, pero ellas corresponden a un numero limitado, en relación con aquellas enfermedades que creemos son hereditarias: Muchos cánceres, problemas cardiacos, desarreglos artríticos o reumatoides. En muchos casos de dificultades hereditarias, se pueden implementar cambios para mejorar la situación utilizando algunos métodos mentales que se podrán utilizar en el futuro.
Hay muchas clases de sufrimiento, de la misma manera como hay distintos tipos de alegrías, pero no hay una simple respuesta que pueda darse. Como criaturas humanas, aceptamos las condiciones de la vida. Creamos, con base en esas condiciones, las experiencias de nuestros días. Hemos nacido en medio de sistemas de creencias, de la misma manera como hemos nacido en el tiempo y sus siglos físicos. Buena parte de este esquema total es la libertad para interpretar las experiencias de la vida de muchísimas maneras. El significado, la naturaleza, la dignidad o la vergüenza del sufrimiento serán interpretados de acuerdo con nuestro sistema de creencias. Esperamos ofrecer en su oportunidad un esquema de la realidad que coloque el sufrimiento en su propia perspectiva, pero teniendo presente que es un asunto difícil de tratar porque toca fibras muy intimas sobre nuestras esperanzas y temores y las esperanzas y temores de la humanidad.
Nos hemos enseñado a estar conscientes y a seguir solo determinadas partes de nuestra propia conciencia, razón por la cual consideramos “taboo” ciertos asuntos. Entre ellos, podemos citar la muerte y el sufrimiento. En casos como estos, no es fácil dejar de lado la ironía, pero para una especie equipada especialmente para la supervivencia del mas fuerte y para la competencia con las otras especies, cualquier toque de sufrimiento o dolor, o pensamientos de muerte, se consideran deshonrosos, biológicamente vergonzosos, cobardes o insanos. Se supone que la vida se debe preservar a toda costa, no porque sea significativa en forma innata, sino porque es el único juego andando y, en el mejor de los casos, es un juego de azar. Una sola vida es lo único que tenemos y esa vida esta acosada por la amenaza de las enfermedades, el desastre y la guerra. Aun si se nos permite preservar la vida, es porque elementos sin vida brevemente toman conciencia y vitalidad, pero están condenados a desaparecer.
Dentro de esa estructura, aun emociones como el amor y la exaltación son vistos apenas como la actividad errática de neuronas, o como químicos reaccionando a químicos. Esas creencias, por si mismas, traen el sufrimiento. En nuestro tiempo, la ciencia ha sido establecida para promover creencias que están en directa contradicción con el conocimiento del corazón del hombre. La ciencia ha negado la verdad emocional. No se trata, simplemente, de que la ciencia niegue la validez de la experiencia emocional, sino que la ciencia ha creído firmemente que el conocimiento solo se puede adquirir desde el exterior, observando el exterior de la naturaleza.
Estamos hablando de la calidad de la vida y, ciertamente, se puede decir que en muchos siglos pasados hombres y mujeres tuvieron vidas mas cortas, pero fueron vidas más plenas, con una calidad de vida más satisfactoria.
Debemos decir también que en algunos aspectos la religión ha glorificado el sufrimiento, elevándolo a una de las principales virtudes, y también lo ha degradado en otras ocasiones al ver los enfermos como poseídos por demonios, o al ver los dementes como algo menos que humanos.
La Ciencia, al considerar el cuerpo como un mecanismo, ha promovido la idea de que la conciencia esta atrapada dentro de un modelo mecánico y que el sufrimiento humano es causado mecánicamente en ese sentido. Se trata, simplemente, de darle a la maquina unos mejores repuestos y todo estará bien. La ciencia también opera como la magia y en algunas ocasiones la creencia en la ciencia misma aparentemente producirá milagros: El nuevo corazón le dará al hombre un corazón nuevo.
La enfermedad es considerada como parte de las motivaciones del hombre. Esto quiere decir que no hay motivación humana que no pueda alguna vez involucrar la enfermedad, ya que con frecuencia es un medio para conseguir un fin y es un método para lograr algo que la persona no va a conseguir de otra manera.
Alguien puede utilizar la enfermedad para lograr el éxito. Otra persona puede utilizarla para lograr el fracaso. Una persona puede utilizarla como medio para mostrar el orgullo o la humildad, para obtener atención o para evadirla. La enfermedad es con frecuencia un modo de expresión distinto. Sin embargo, la ciencia jamás dice que la enfermedad puede tener un propósito, o un grupo de propósitos, lo que no quiere decir que los propósitos mismos sean necesariamente inconvenientes. Las enfermedades son a veces intentos mal dirigidos para lograr algo que la persona cree es importante. La enfermedad puede ser un distintivo de honor o deshonor. Lo cierto es que cuando observamos el cuadro humano, hasta cierto punto, pero un punto muy importante, el sufrimiento no solo tiene sus usos y propósitos, sino que es buscado activamente por una u otra razón.
La mayoría de las personas no buscan experiencias extremas de sufrimiento, pero dentro de esos extremos hay muchísimos grados de estímulos que pueden considerarse dolorosos, que son buscados activamente.
La participación del hombre en los deportes es un buen ejemplo, en donde los premios de la sociedad y la promesa de logros espectaculares del cuerpo induce a los atletas a tener actividades que pueden considerarse muy dolorosas para el individuo ordinario.

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