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martes, 6 de noviembre de 2007

Las Leyes Humanas y la Ley Natural

Qué es la Ley? Por qué tenemos Leyes? Están hechas las leyes para proteger la vida, para proteger la propiedad, para establecer el orden, para castigar a los transgresores? Están hechas las leyes para proteger al hombre de su propia avaricia y deshonestidad?
En resumen, están hechas las leyes para proteger al hombre de su propia “naturaleza criminal básica”? Están hechas las leyes para proteger al hombre de sí mismo, como lo han señalado Freud y Darwin? El hombre ya tenía leyes desde tiempo atrás. Están entonces hechas las leyes para proteger al hombre de su “naturaleza pecadora”? Si todos fuéramos “seres perfectos”, necesitaríamos leyes? Definen las leyes lo que es inaceptable, o son un intento de limitar los impulsos? Representan las leyes las definiciones colectivas de la sociedad sobre lo que es un comportamiento aceptable y lo que no lo es? Cual es la diferencia entre un crimen y un pecado, según lo que la mayoría de nosotros pensamos sobre esos términos? Puede el estado castigarnos por un pecado? Sin duda alguna, nos puede castigar por un crimen. Es la ley una reflexión de algo distinto, una reflexión de la búsqueda del ideal inherente al hombre y de su realización?
Cuando actúa la ley como un idealista práctico? Por qué miramos despectivamente a los políticos cuando muestran sus pies de barro? De qué manera nos concierne y nos afecta todo esto como individuos?
Cada individuo es guiado de forma innata por una buena intención, no importa lo distorsionada que esa intención llegue a estar, no importan los medios torcidos que se puedan emplear para lograrlo.
De la misma manera como el cuerpo desea crecer desde la niñez, todas las habilidades de la personalidad desean crecer y desarrollarse. Cada persona tiene sus propios ideales, y sus impulsos dirigen esos ideales de manera natural hacia vías de desarrollo específicas, para la satisfacción tanto del individuo como de su sociedad. Los impulsos aportan las especificaciones, los métodos, los significados y las definiciones. Los impulsos señalan vías definidas de expresión que le aportarán al individuo un sentimiento de realización y de poder natural que le permitirá saber que está dejando su huella sobre su entorno para mejorarlo.
La ley dice que somos inocentes hasta que se pruebe nuestra culpabilidad. A los ojos de la ley, somos inocentes hasta que se pruebe que hemos cometido un crimen. En el mundo de la religión, sin embargo, ya estamos manchados por el pecado original. En nuestras frentes, simbólicamente, está “La marca de Caín”. Pertenecemos a una especie que ha pecado contra Dios y estamos condenados automáticamente. Para ser salvados o redimidos, debemos hacer buenas obras, ser bautizados, creer en Cristo, o ejecutar algún otro tipo de acciones. Según otras religiones, debemos estar “atados a la tierra” por los “burdos deseos” de nuestra naturaleza, “atados a la rueda de la vida”, condenados a reencarnaciones sin fin, hasta que hayamos sido “purificados”. De acuerdo con la Psicología y la Ciencia, somos un conglomerado viviente de elementos y químicos, producto de un universo sin propósito, formado accidentalmente, en el que se nos ha dado una vida en la cual las inclinaciones “primitivas y animalísticas” de nuestro pasado evolucionista permanecen al acecho dentro de nosotros esperando su expresión y superando nuestro control.
Las leyes religiosas tienen que ver con el pecado, se haya cometido un crimen o no, y los conceptos religiosos generalmente dan por sentado que el individuo es culpable, hasta que se pruebe que es inocente. Si en realidad no hemos cometido un crimen, por lo menos pecamos en el corazón, razón por la cual debemos ser castigados. Un pecado puede ser cualquier cosa, desde jugar a las cartas hasta tener fantasías sexuales. Somos criaturas pecadoras.
Nacimos con el reconocimiento innato de nuestra propia bondad. Nacimos con el reconocimiento íntimo de nuestra rectitud en el universo. Nacimos con el deseo de desarrollar nuestras habilidades, de movernos y actuar en el mundo. Estas son las bases que constituyen lo que llamaremos la ley natural.
Hemos nacido amorosos, compasivos, curiosos acerca de nosotros mismos y nuestro mundo. Estos atributos también pertenecen a la ley natural. Hemos nacido sabiendo que somos unos seres únicos, conscientes de sí mismos, que buscan su propia realización y la realización de otros. Hemos nacido buscando la realización de nuestros ideales. Hemos nacido buscando agregarle valor a la calidad de la vida, sumarle características, habilidades, energías a la vida, que solo nosotros, individualmente, podemos aportarle al mundo y lograr un estado de ser únicamente nuestro.
Todas estas cualidades y atributos nos han sido dados por la ley natural. Pertenecemos a una especie cooperativa y amorosa. Nuestros malentendidos, nuestros crímenes y atrocidades, aunque reales, muy rara vez se cometen con la intención de hacer mal, sino como consecuencia de una interpretación totalmente equivocada de la naturaleza del bien, y de los medios que se pueden utilizar para su realización. La mayoría de las personas saben esto en lo más íntimo de su ser. Las sociedades, los gobiernos, los sistemas educativos, se construyen con base en una firme creencia en la poca confiabilidad de la naturaleza humana. Con frecuencia se dice que no podemos cambiar la naturaleza humana. Esta afirmación da por sentado que la naturaleza del hombre es la de un voraz, predador y asesino de corazón.
Actuamos de acuerdo con nuestras propias creencias. Nos convertimos en los seres que pensamos que somos. Las creencias individuales se convierten en las creencias de la sociedad y estas en las nuestras.

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