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viernes, 9 de noviembre de 2007

El Sentido de la Vida,la Paranoia y la Esquizofrenia

Cuando hemos hablado de ley natural, no nos estamos refiriendo a las leyes de la naturaleza de los científicos, tal como la ley de la gravedad, por ejemplo, que no es una ley en absoluto, sino una manifestación que aparece, desde el punto de vista de cierto nivel de conciencia, como resultado del aparato perceptivo. En ese aspecto, nuestra “percepción prejuiciada” está también incorporada en los instrumentos que utilizamos.
Nos estamos refiriendo a las leyes naturales internas, que están presentes en la totalidad de la existencia. Lo que llamamos naturaleza, se refiere a nuestra experiencia personal con la realidad. Sin embargo, otros tipos diferentes de manifestaciones son también “naturales”, fuera de ese contexto. Las leyes de la naturaleza a las que nos referimos, corresponden a todas las realidades y constituyen una base sólida para innumerables tipos de “naturalezas”.
Cada ser experimenta la vida como si su propia vida fuera el centro de la vida. Esto se aplica por igual a la pequeña araña que está en el closet y al hombre. Este principio también aplica a cada uno de los átomos. Cada manifestación de la conciencia llega a la existencia sintiéndose segura en el centro de la vida, experimentando la vida a través de si misma, consciente de la vida a través de su propia naturaleza. Llega a la existencia con un ímpetu interior hacia su realización. Llega equipada con un sentimiento de seguridad dentro del entorno en el que se va a encontrar. Se le ha dado el ímpetu para la acción y el crecimiento, y se le ha llenado con el deseo de dejar su impresión sobre su mundo.
Estamos tratando con diferentes clases de conciencias. Ellas son conciencias con su propio enfoque, cada una sintiéndose al centro de la vida. Estas otras formas de conciencias también se identifican con la fuente de la naturaleza, de la cual emergen. De una manera bastante difícil de explicar, la araña, y la mosca atrapada en su red, están conectadas y son conscientes de la conexión, no como cazadora y presa, sino como individuos que participan en procesos más profundos. Trabajan conjuntamente en la búsqueda de una especie de realización de valores, en la que ambas cumplen sus objetivos.
Existen comuniones de conciencias de las que no estamos enterados. Cuando creemos en teorías como la “supervivencia del más fuerte” y en las grandiosas fantasías de la evolución, organizamos de tal manera las percepciones del mundo que parecen sustentar esas teorías. No veremos ningún valor en la vida de un ratón sacrificado en el laboratorio y veremos batallas despiadadas en la naturaleza, sin darnos cuenta de la gran aventura cooperativa que está involucrada.
Los hombres se desquician si creen que la vida no tiene sentido. La Religión ha cometidos muy serios errores, pero al menos ha afirmado la existencia de una vida después de la muerte, una esperanza de salvación, y ha preservado, algunas veces a pesar de ella misma, la tradición del alma heroica. La Ciencia, incluida la Psicología, por lo que ha dicho, y por lo que ha olvidado decir, ha estado cerca de declarar que la vida misma no tiene sentido. Esto es una contradicción directa a un profundo conocimiento biológico, para no decir nada sobre verdades espirituales. Se niega el significado de la integridad biológica. Le niega al hombre la utilización práctica de aquellos elementos que necesita como criatura biológica: el sentimiento de que está al centro de la vida, de que puede actuar con seguridad en su entorno, que puede confiar en sí mismo, y que su propio ser y sus acciones tienen sentido.
Los impulsos proveen la guía de la vida para la acción. Si se nos enseña que no podemos confiar en los impulsos, nos estamos situando en contra de nuestra misma integridad física. Si creemos que nuestra vida no tiene sentido, haremos cualquier cosa para darle sentido, actuando como un ratón dentro de un laberinto científico, ya que nuestra directiva más importante ha sido adulterada.
Intentamos suavizar nuestras afirmaciones aquí, pero la Psicología de los últimos cien años ha contribuido a crear locuras cuando intenta reducir el gran empuje individual de la vida que existe en cada persona a una masa caótica de impulsos y químicos - una mezcla de pensamientos freudianos y darvinianos mal aplicados. Las mayores angustias del alma le fueron atribuidas a una fuente común: las tendencias primitivas “inconscientes” del hombre. El empuje personal hacia la creatividad se vio como un conglomerado caótico de químicos dentro de lo más íntimo del ser de cada persona. Al genio se le vio como un error de los cromosomas, o como el resultado afortunado del odio del hombre por su padre. El sentido de la vida se redujo a la naturaleza accidental de los genes. La Ciencia pensaba en términos de promedios y estadísticas y se suponía que cada persona encajaba dentro de esos esquemas.
Hasta cierto punto, esto también se aplica a la Religión, en el mismo período de tiempo. Las Iglesias necesitaban pecadores en abundancia, pero se apartaban de los santos, o de cualquier comportamiento extravagante que no hablara de la duplicidad del hombre. De pronto personas con características paranoicas y esquizofrénicas empezaron a aparecer en esta civilización. Las características de cada una se registraban debidamente.
Una persona que siente que la vida no tiene sentido, y que su vida en particular no tiene sentido, prefiere sentirse perseguida que ignorada. Aún el peso de la culpa es preferible a no tener sentimientos. Si el paranoico siente que es perseguido, por el gobierno, por poderes diabólicos, o por lo que sea, por lo menos siente que su vida debe ser importante porque, de otra manera, por qué otros están buscando destruirla? Si hay voces que le dicen que él debe ser destruido, por lo menos estas voces son reconfortantes, ya que lo convencen de que su vida debe tener valor.
Al mismo tiempo, la persona paranoica puede utilizar sus habilidades creativas en fantasías que confunden la mente de las personas sanas. Pero esas habilidades creativas tienen un sentido, ya que esas fantasías sirven para reafirmarle al paranoico su propio mérito. Si en términos normales estuviera sano, no podría utilizar sus habilidades creativas, ya que ellas están siempre conectadas con el sentido de la vida y, si está sano, el paranoico está convencido de que la vida no tiene sentido. Con frecuencia la persona llamada esquizofrénica está tan asustada de su propia energía, de sus impulsos y sentimientos, que estos se fragmentan, se objetivizan y se ven como provenientes del exterior, en lugar del interior.
Las ideas del bien y el mal se exageran y se aíslan. Nuevamente aquí se le permite alguna expresión a las habilidades creativas. La persona no se siente en capacidad de expresarlas de otra manera. Tales personas son temerosas de sus propias personalidades. Se les ha enseñado que la energía es errónea, que el poder es desastroso y que se le debe temer a los impulsos.
El término esquizofrenia, con base en la autoridad de la psicología, se convierte en una cobertura general en la que a la integridad del significado personal se le da una explicación masiva y generalizada. Los paranoicos son, desafortunadamente, quienes más firmemente creen en las peores idioteces de la ciencia y la religión. El paranoico y el esquizofrénico están tratando de darle sentido a un mundo que se les ha enseñado no tiene sentido, y sus tendencias aparecen en forma minimizada en el resto de la sociedad.
La creatividad es un ímpetu innato en el hombre, mucho más importante que lo que la ciencia llama la satisfacción de las necesidades básicas. En esos términos, la creatividad es la necesidad más básica de todas. Estamos hablando de una poderosa inclinación de la especie hacia la creatividad y hacia la realización de valores emocionales y espirituales. Si el hombre no lo consigue, la necesidad de suplir sus necesidades básicas de comida y abrigo no lo van a sostener. No estamos diciendo que el hombre no vive solamente por el pan. Estamos diciendo que si el hombre no le encuentra sentido a la vida, no vivirá, con pan o sin él. No tendrá la energía suficiente para buscarlo, ni confiará en sus impulsos para hacerlo.

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