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domingo, 2 de junio de 2019

LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS




LIBRO DE URANTIA - PARTE I - PALABRAS DE JESUS
69. LA REGLA DEL VIVIR
70. LA MUJER QUE UNGIÓ LOS PIES DE JESÚS


“En la tarde de este mismo sábado, en Betania, mientras Jesús, los doce y un grupo de creyentes estaban reunidos alrededor del fuego en el jardín de Lázaro, Natanael hizo a Jesús la siguiente pregunta: «Maestro, aunque nos enseñas la versión positiva de la vieja regla de la vida, instruyéndonos que debemos hacer para los demás lo que quisiéramos que ellos hicieran para nosotros, no discierno plenamente de qué manera podremos cumplir siempre con este mandato. Permíteme ilustrar mi pensamiento citando el ejemplo de un hombre lujurioso que de este modo contempla con protervas intenciones a su futura consorte en el pecado. ¿Cómo podremos enseñar que este hombre de malas intenciones debe hacer para los demás lo que quisiera que hiciesen para él?»
“Cuando Jesús escuchó la pregunta de Natanael, inmediatamente se puso de pie y, señalando al apóstol con el dedo, dijo: «¡Natanael, Natanael! ¿Qué razonamiento es ése que alberga tu corazón? ¿Acaso no recibes tú mis enseñanzas como un ser nacido del espíritu? ¿Acaso no escucháis la verdad como hombres sabios y con comprensión espiritual? Cuando os advertí que debéis hacer para con los demás como queréis que hagan ellos para vosotros, me dirigía a hombres de ideales elevados, y no a los que podrían caer en la tentación de distorsionar mis enseñanzas, convirtiéndolas en una licencia para actuar en el mal».
“Cuando hubo hablado el Maestro, Natanael se levantó y dijo: «Pero, Maestro, no debes tú pensar que yo apruebe semejante interpretación de tus enseñanzas. Hice esta pregunta porque me imagino que muchos de estos hombres podrían interpretar erróneamente tus admoniciones, y esperaba que pudieras darnos más instrucción sobre estos asuntos». Cuando Natanael se hubo sentado, Jesús continuó hablando: «Bien sé yo, Natanael, que tu mente no aprueba tal idea de maldad, pero me desalienta el hecho de que ninguno entre vosotros interprete en forma genuinamente espiritual la mayor parte de mis enseñanzas comunes, instrucciones que debo impartir a vosotros en el lenguaje humano y como los hombres deben hablar sobre estos asuntos. Ahora os enseñaré sobre los diversos niveles de significado que se relacionan con la interpretación de esta regla del vivir, esta admonición de ‘hacer para los demás así como vosotros deseáis que los demás hagan para vosotros':
“‘1. El nivel de la carne. Tal interpretación puramente egoísta y lujuriosa está bien ejemplificada por la suposición de la pregunta de Natanael.
“‘2. El nivel de los sentimientos. Este plano está un nivel más alto que el de la carne e implica que la comprensión y la piedad elevarían la interpretación personal de esta regla del vivir.
“‘3. El nivel de la mente. En este nivel entran en acción el razonamiento de la mente y la inteligencia de la experiencia. El buen juicio dicta que esta regla del vivir se interprete de acuerdo con el más alto idealismo integrado en la nobleza del respeto profundo por sí mismo.
“‘4. El nivel del amor fraternal. Aún más alto se descubre el nivel de la devoción generosa al bienestar del prójimo. En este plano más elevado de servicio social sincero que crece de la conciencia de la paternidad de Dios y del consiguiente reconocimiento de la fraternidad del hombre, se descubre una interpretación nueva y mucho más hermosa de esta regla básica de la vida.
“‘5. El nivel moral. Y cuando lleguéis a verdaderos niveles filosóficos de interpretación; cuando tengáis verdadero discernimiento de la rectitud y el error en las cosas, cuando percibáis la idoneidad eterna de las relaciones humanas, comenzaréis a visualizar tal problema de interpretación imaginándoos como visualizaría e interpretaría una tercera persona de mente elevada, idealista, sabia e imparcial, ese concepto aplicado a vuestros problemas personales de adaptación a las situaciones de vuestra vida.
“‘6. El nivel espiritual. Por último llegamos al nivel más elevado de todos, el del discernimiento del espíritu y de la interpretación espiritual que nos impulsa a reconocer en esta regla de vida el mandato divino de tratar a todos los hombres así como concebimos que Dios los trataría. Ése es el ideal del universo en cuenta a las relaciones humanas. Ésta es pues vuestra actitud frente a todos estos problemas cuando vuestro deseo supremo es hacer por siempre la voluntad del Padre. Deseo por ello que hagáis para todos los hombres lo que sabéis que yo haría en circunstancias semejantes».” (1650.2) 147:4.1
“En esta ocasión en la casa de Simón, entre los que habían venido de la calle había una mujer de mala reputación que recientemente se había vuelto creyente de la buena nueva del evangelio del reino. Esta mujer era bien conocida en todo Jerusalén como la ex dueña de uno de los burdeles considerados de alta categoría, ubicado junto al patio de los gentiles del templo. Al aceptar las enseñanzas de Jesús, ella cerró su abominable negocio, e indujo a la mayoría de las mujeres con ella asociadas a que aceptaran el evangelio y cambiaran su forma de vida; a pesar de esto, los fariseos seguían despreciándola y estaba obligada a llevar el pelo suelto —insignia de la prostitución. Esta mujer anónima había traído una gran vasija de loción perfumada para ungir y, parada detrás del sofá de Jesús mientras éste se reclinaba para comer, comenzó a ungirle los pies mojándoselos al mismo tiempo con sus lágrimas de gratitud, y secándolos con su cabello. Cuando hubo terminado de ungir siguió llorando y besándole los pies.
“Cuando vio esto Simón, se dijo para sus adentros: «Si este hombre fuera un profeta, se habría dado cuenta de quién es esta mujer y de qué tipo de persona es quien así lo toca; que es una pecadora de mala fama». Y Jesús, sabiendo lo que pasaba por la mente de Simón, habló diciendo: «Simón, hay algo que me gustaría decirte». Simón respondió: «Maestro, dime». Entonces dijo Jesús: «Cierto prestamista rico tenía dos deudores. Uno le debía quinientos denarios y otro le debía cincuenta. Ahora bien, como ninguno de los dos tenía con qué pagar, les perdonó a los dos. ¿Quién crees tú, Simón, que le amaría más?» Simón respondió: «Supongo que aquel a quien se le perdonó más». Y Jesús dijo: «Has juzgado bien», y señalando a la mujer, continuó: «Simón, mira bien a esta mujer. Yo entré a tu casa como invitado, sin embargo no me diste agua para los pies. Esta mujer agradecida me ha lavado los pies con lágrimas y me los ha secado con su propio cabello. Tú no me diste un beso de bienvenida, pero esta mujer, desde que entró, no ha cesado de besarme los pies. Tú no me has ungido la cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con lociones preciosas. ¿Cuál es el significado de todo esto? Simplemente que sus muchos pecados han sido perdonados, y esto la ha llevado a amar tanto. Pero los que no han recibido sino poco perdón a veces no aman sino poco». Y volviéndose hacia la mujer, la tomó de la mano, y levantándola, dijo: «De veras, te has arrepentido de tus pecados, y se te han perdonado. No te desalientes por la actitud dura e incomprensiva de tus semejantes; vete en la dicha y la libertad del reino del cielo».
“Cuando Simón y sus amigos sentados a la mesa con él escucharon estas palabras, estuvieron aún más sorprendidos, y empezaron a susurrar entre ellos: «¿Quién es este hombre que se atreve así a perdonar pecados?» Y cuando Jesús les escuchó murmurar así, se volvió para despedir a la mujer, diciendo: «Mujer, vete en paz; tu fe te ha salvado».
“Cuando Jesús se levantó con sus amigos para irse, se volvió hacia Simón y dijo: «Conozco tu corazón, Simón, y cómo está dividido entre la fe y la incertidumbre, cómo estás atribulado por el temor y confundido por el orgullo; pero yo oro por ti para que puedas darle entrada a la luz y puedas experimentar en tu paso por la vida transformaciones de mente y espíritu tan grandes que puedan ser comparables a los extraordinarios cambios que el evangelio del reino ya ha producido en el corazón de la que viniera aquí sin ser invitada ni bienvenida. Os declaro a todos que el Padre ha abierto las puertas del reino celestial a todos los que tengan la fe necesaria para entrar, y ningún hombre y ningún grupo de hombres podrá cerrar esas puertas ni siquiera al alma más humilde ni al pecador supuestamente más flagrante de la tierra si esa persona busca sinceramente entrar». Y Jesús, con Pedro, Santiago y Juan, se despidieron de su anfitrión y fueron a reunirse con el resto de los apóstoles en el campamento del jardín de Getsemaní.
“Esa misma noche Jesús dio a los apóstoles el inolvidable discurso sobre el valor relativo del estado ante Dios y el progreso en la ascensión eterna al Paraíso. Dijo Jesús: «Hijitos míos, si existe una conexión verdadera y viviente entre el hijo y el Padre, con certeza el hijo progresará continuamente hacia los ideales del Padre. Es verdad que el hijo podrá al principio progresar lentamente, pero ese progreso sin embargo será seguro. Lo importante no es la rapidez de vuestro progreso sino su seguridad. Vuestro logro real no es tan importante como el hecho de que la dirección de vuestro progreso es hacia Dios. Lo que lleguéis a ser día tras día es infinitamente más importante que lo que sois hoy.
“«Esta mujer transformada que algunos de vosotros visteis en la casa de Simón hoy, está, en este momento, viviendo en un nivel vastamente inferior al de Simón y al de sus asociados bien intencionados; pero mientras estos fariseos están ocupados con el falso progreso en la ilusión de traspasar los círculos engañosos de los servicios ceremoniales sin sentido, esta mujer ha comenzado, con gran honestidad, la larga y pletórica búsqueda de Dios, y su camino hacia el cielo no está obstruido por el orgullo espiritual ni por la autosatisfacción moral. Esta mujer está, hablando desde un punto de vista humano, mucho más lejos de Dios que Simón, pero su alma está en movimiento progresivo; está encaminada hacia un objetivo eterno. Hay en esta mujer extraordinarias posibilidades espirituales para el futuro. Algunos entre vosotros podréis no estar en niveles reales de alma y espíritu particularmente elevados, pero estáis progresando diariamente en el camino vivo que se os ha abierto, a través de la fe, en dirección a Dios. Existen enormes posibilidades en cada uno de vosotros para el futuro. Es mucho mejor tener una fe pequeña pero viva y en crecimiento que poseer un gran intelecto con sus ramas muertas de sabiduría mundana y de descreimiento espiritual».

“Pero Jesús puso en guardia a sus apóstoles contra la tontería del hijo de Dios que cree poder aprovecharse del amor del Padre. Declaró que el Padre celestial no es un padre tontamente indulgente, condescendiente y débil, siempre listo a condonar el pecado y perdonar la imprudencia. Advirtió a sus oyentes que no aplicaran erróneamente sus descripciones explicativas de la relación entre el padre y el hijo; que no interpretaran a Dios como uno de esos padres excesivamente condescendientes y poco sabios que conspiran con los tontos de la tierra para ocultar la ruina moral de sus hijos imprudentes, y que de esta manera en forma cierta y directa contribuyen a la delincuencia y a la desmoralización temprana de sus propios vástagos. Dijo Jesús: «Mi Padre no condona indulgentemente esos actos y prácticas de sus hijos que son autodestructivos y suicidas para todo crecimiento moral y progreso espiritual. Esas prácticas pecaminosas son una abominación ante los ojos de Dios».” (1651.7) 147:5.3 (Lucas 7:36-50)

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