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domingo, 2 de agosto de 2009

La Salud y los Pensamientos Buenos y Malos 2

Cada individuo tiene una definición ligeramente diferente de las emociones “negativas”. Una persona puede encontrar deliciosos los pensamientos sexualmente estimulantes y considerarlos el tipo de diversión más agradable. Otra persona puede considerarlos impuros, malos, no saludables, o desventajosos.

Algunos individuos pueden con facilidad y exhuberancia imaginarse a sí mismos en una pelea a puñetazos, en una reyerta, derrotando implacablemente al “diablo” en un adversario. Los mismos pensamientos pueden llenar de intenso terror y graves sentimientos de culpa a otro hombre. Este mismo hombre, sin embargo, quien a propósito no entretendría fantasías de tal naturaleza bajo condiciones normales, puede, en tiempos de guerra, imaginarse a sí mismo matando al enemigo con los más grandes sentimientos de santa alegría y justicia.

Lo que usualmente se olvida es la naturaleza real de la agresividad, la que en su sentido más verdadero significa simplemente acción vigorosa. Esto no implica necesariamente fuerza física, sino más bien el poder de la energía dirigida a la acción material.

El nacimiento es quizá la acción más vigorosa, en tus términos, de la que eres capaz en tu sistema de realidad. De la misma manera, el crecimiento de una idea dentro de la realización temporal, es el resultado de la agresión creativa. Es imposible tratar de borrar la verdadera agresividad. Hacerlo así eliminaría la vida, tal como la conoces.

Cualquier intento de debilitar el flujo de la verdadera agresión se convierte en una seudo agresión distorsionada, desigual y explosiva, que es la causa de las guerras, de las neurosis individuales, y de la gran mayoría de tus problemas en todas las áreas.

La agresividad normal fluye con fuertes patrones de energía, dando la fuerza motriz a todos tus pensamientos, bien sea que los consideres positivos o negativos, buenos o malos. El mismo empuje de la oleada creativa los lleva todos adelante. Cuando consideras como bueno un pensamiento, usualmente no lo cuestionas. Le permites su vida y lo sigues. Si usualmente miras un pensamiento como malo, o por debajo de tu nivel, o si te avergüenzas de él, entonces tratas de negarlo, suspendes su movimiento y lo detienes. Tú no puedes restringir la energía, aunque puedes pensar que sí puedes. Simplemente lo recoges, después de lo cual crece buscando su realización.

Esto te llevaría a decir, “Supongamos que siento el deseo de matar a mi jefe, o de poner veneno en el té de mi esposo; o aun peor, de colgar a mis cinco hijos en las cuerdas de la ropa, en lugar de las toallas. ¿Me estas diciendo que simplemente debo continuar?”

Simpatizo con tu difícil situación. El hecho es que antes de ser “asaltado” por lo que parecen ser ideas aterradoras no naturales, ya has bloqueado una infinita variedad de ideas mucho menos drásticas, cualquiera de las cuales podrías haber expresado muy segura y naturalmente en la vida diaria. Tu problema entonces no es como tratar con la agresividad normal, sino como manejarla cuando ha permanecido inexpresada, ignorada y negada por un periodo tan largo de tiempo. Mas adelante veremos los métodos para ese fin. Aquí simplemente deseo señalar la diferencia entre una saludable agresividad natural y el surgimiento de una explosiva y distorsionada agresión reprimida.

Tendrás que descubrir por ti mismo aquellas áreas en las que reprimes fuertemente tus pensamientos, ya que muchos bloqueos de energía se encontrarán allí. Todo esto lo cubriremos más adelante.

Por ahora, consideremos esta energía bloqueada. Conscientemente, la mayoría de las personas ya le tienen miedo. No la reprimen porque la consideran buena. Cuando utilizo la palabra “reprimida” no quiero decir olvidada, o relegada al inconsciente, o más allá del alcance. Puedes pretender que tal material está oculto, pero está muy dentro de tu conocimiento consciente. Solo tienes que buscarlo y organizar lo que encuentres.

Es muy posible “ver” tal información, y no verla al mismo tiempo, simplemente porque no reúnes toda la información. Nadie puede hacer que hagas eso, por supuesto. Para hacerlo, debes tener una sensación de coraje y aventura, y decirte a ti mismo que te niegas a ser intimidado por ideas que después de todo te pertenecen, pero que no son tú.

Ahora bien, con frecuencia se dice que el hombre cree en demonios porque cree en dioses. El hecho es que el hombre empezó a creer en demonios cuando empezó a sentir el sentimiento de culpa. La culpa misma surgió con el nacimiento de la compasión.

Los animales tienen un sentimiento de justicia que no comprendes, e incorporado en ese sentimiento inocente de integridad hay una compasión biológica, entendida en los más profundos niveles celulares.

En tus términos, el hombre es un animal, surgiendo de sí mismo, desarrollando por sí mismo ciertas capacidades animales al máximo; no formando nuevas especializaciones físicas del cuerpo por más tiempo, pero creando de sus necesidades, de sus deseos y de su bendita agresividad natural, estructuras internas que tienen que ver con los valores, el espacio y el tiempo. En diversos grados, este mismo ímpetu está en todas las criaturas.

Esta tarea significa que el hombre debe romper los auto reguladores, precisos, seguros e incluso limitantes aspectos del instinto. El nacimiento de una mente consciente, tal como la concibes, significa que la especie tomó sobre sí misma el libre albedrío. Los procedimientos que habían sido hermosamente suficientes, debían ahora ser reemplazados. Se convirtieron en sugestiones, en lugar de normas.

La compasión “surgió” de la estructura biológica a la realidad emocional. La “nueva” conciencia aceptó su surgimiento triunfal – la libertad –, se enfrentó a la responsabilidad por la acción en un nivel consciente, y al nacimiento de la culpa.

Cuando un gato juguetonamente mata un ratón y se lo come, no es maldad. El no padece la culpa. En niveles biológicos los dos animales comprenden. La conciencia del ratón, bajo el conocimiento innato de un dolor inminente, deja su cuerpo. El gato utiliza la carne fresca. El ratón mismo ha sido cazador y presa, y los dos comprenden los términos en maneras muy difíciles de explicar.

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