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viernes, 13 de junio de 2008

El Intelecto

No podemos decir que culturalmente utilizamos el intelecto en exceso, sino que nos apoyamos en él excluyendo todas las otras facultades para nuestra aproximación a la vida. El intelecto es brillante, pero esta aislado en el tiempo y el espacio, de una manera tal que otras partes de la personalidad no lo están. Cuando está demasiado estresado, con todas las estructuras y explicaciones racionales que lo acompañan, puede llegar a asustarse y volverse paranoico, puesto que no puede percibir los eventos sino cuando ellos ya hayan ocurrido. No sabe lo que va a suceder mañana y, puesto que está demasiado estresado, sus tendencias paranoicas solo pueden temer lo peor.
Estas tendencias paranoicas no son naturales en el intelecto, sino que aparecen solamente cuando es obligado a operar de esa manera tan aislada. Aislado no solo en el tiempo y el espacio, sino aislado psicológicamente de otras partes de la personalidad que están adecuadas para brindarle la información adicional que no tiene, en una especie de soporte mágico.
La llamada aproximación racional a la vida, tal como se practica, es una aproximación sumamente pesimista, que lleva consigo sus propios métodos y “soluciones” a problemas, y sus propios medios para lograr fines y satisfacer deseos. Muchas personas están tan aferradas a esta aproximación a la vida, que llegan a estar ciegas psicológicamente a cualquier otro tipo de orientación.
La aproximación racional se ajusta a cierta clase de personas mejor que a otras, aunque sigue teniendo sus desventajas. Hemos estado viviendo en una sociedad industrializada y científica, de tal manera que los beneficios y las grandes desventajas de la aproximación racional aparecen por todas partes en el mundo social y político. Los artistas de todo tipo encuentran tal aproximación la menos amigable, ya que ella contradice directamente el inmenso empuje de la creatividad del hombre en varias áreas importantes.
Algunas personas han tenido evidencias de que la realidad es bastante diferente. En el pasado, pueden haber sentido que su trabajo era teóricamente fascinante y creativamente valido, pero que no contenía necesariamente la afirmación de algún tipo de realidad “científicamente valida”. Sabían que no estaban tratando con la ficción, pero tampoco podían considerarlo como un hecho. En realidad, estaban tratando con una versión mayor de los hechos, de la cual surge el mundo de los hechos.
Por las definiciones que hemos aprendido, parece que solo existe un tipo estrecho de racionalidad y que si se desestiman los limites de esa estrecha definición, se convertirían en personas irracionales, fanáticas o locas.
La racionalidad fina y fría, que es reconocida como tal, es mas bien una falsa apariencia que cubre una racionalidad espontánea mucho más profunda; y es la existencia de esa racionalidad mágica la que proporciona las bases para el intelecto. La racionalidad que aceptamos no es más que una pequeña indicación de la racionalidad espontánea interior, que es una parte de cada persona natural.
En un sueño, cuando las personas están dormidas, cuando aparentemente no son racionales, cuando aparentemente el intelecto no está operando, pueden percibir información de entornos físicos del pasado. Todo esto involucra movimientos psicológicos naturales, que nos muestran como las reglas del mundo racional están llenas de huecos, que la visión del mundo racional no representa una protección de seguridad, sino más bien una barrera para el uso pleno del intelecto y de las intuiciones.
Cuando comprendemos esto intelectualmente, el intelecto puede darse cuenta de que su propia información no es toda la información que posee. Se puede dar cuenta de que su propio conocimiento representa apenas la punta del témpano.
En la medida en que apliquemos este conocimiento a nuestras vidas, empezaremos a darnos cuenta de que, en términos prácticos, en realidad estamos apoyados en un cuerpo de conocimiento mayor del que nos damos cuenta conscientemente y por una fuente de acción, mágica y espontánea, que forma nuestra existencia.
El intelecto puede darse cuenta entonces que no tiene que ir totalmente solo y que todo no tiene que ser razonado para ser entendido.

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