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lunes, 21 de mayo de 2007

Pensamientos, Emociones y Agresividad

Cada persona puede definir de modo diferente lo que son “emociones negativas”. Para una persona, los pensamientos sexuales pueden ser estimulantes y deliciosos. Otra, los puede considerar impuros, malos, insanos. Algunas personas, con facilidad y satisfacción, se imaginan a si mismas en una pelea en la que, sin ningún cargo de conciencia, quieren extirpar “el mal” en un adversario. Los mismos pensamientos pueden llenar de culpa y terror a otra persona. Esta misma persona, a la que no se le ocurrirían fantasías de este tipo, en una guerra, se imagina a si mismo matando al enemigo con los mayores sentimientos de gozo y satisfacción.
Con frecuencia olvidamos la real naturaleza de la agresividad, que, en su verdadero sentido, significa acción forzada. Lo anterior no implica fuerza física, sino el poder de la energía dirigido a una acción física. El acto de nacer, es tal vez la mayor acción agresiva de nuestras vidas. El desarrollo de una idea, hasta su realización, es el resultado de una agresión creativa Por eso es imposible tratar de suprimir la verdadera agresividad.
Con cualquier intento de detener el flujo de la agresividad natural, esta se convierte en una distorsionada, desequilibrada y explosiva seudo-agresividad, que es la verdadera causa de las guerras, la neurosis y gran parte de nuestros problemas.
La agresividad natural fluye con fuertes patrones de energía, dándole poder a todos nuestros pensamientos, sean ellos positivos o negativos, buenos o malos. Cuando consideramos que un pensamiento es bueno, usualmente no lo cuestionamos. Permitimos que viva y siga su curso. Pero si consideramos que un pensamiento es malo, por debajo de nuestro nivel o si nos produce vergüenza, intentamos negarlo, detenerlo o esconderlo. La energía no la podemos restringir, aunque pensemos que si es posible. Lo que realmente hacemos es acumularla, entonces ella crece y busca su salida.
Dicho lo anterior, alguien podría decir: “Supongamos que yo me muero de las ganas de matar a mi jefe, ponerle veneno a mi esposa (o esposo) en el café, o , algo peor, colgar a mis 3 hijos de los ganchos de las toallas. ¿Alguien me viene a decir que no me preocupe?”.
La verdad es que mucho antes de alguien sea asaltado por tan terribles ideas, ha suprimido una buena cantidad de ellas, mucho menos drásticas, las cuales habría podido expresar naturalmente en su vida diaria. El problema es no como manejar la agresividad natural, sino como manejarla cuando ha permanecido ignorada, o negada, por un largo período de tiempo.
Hemos querido señalar la diferencia que existe entre una agresividad natural y una explosiva y distorsionada agresión.

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