La experiencia es el producto de la mente, del espíritu, de los pensamientos y sentimientos conscientes e inconscientes. Todos ellos, en conjunto, forman la realidad que conocemos. Por esto, no estamos a merced de una realidad que existe por fuera de nosotros mismos, o de una realidad que nos ha sido impuesta. Estamos tan íntimamente ligados con los eventos físicos que componen nuestra experiencia en la vida, que a menudo no distinguimos entre los hechos materiales que nos ocurren y los pensamientos, expectativas y deseos que los crean.
Si se presentan características negativas fuertes en nuestros pensamientos más íntimos y si ellos crean barreras para el logro de una vida más plena, intentaremos mirar a través de las barreras y no encontraremos nada. Mientras no reconozcamos esas características negativas, seguirán siendo impedimentos. Inclusive estos tienen una razón. Si ellos son nuestros, nos corresponde reconocerlos y descubrir las circunstancias que motivan su existencia.
Nuestros pensamientos conscientes nos dan pautas para descubrir esos impedimentos. No estamos tan familiarizados con nuestros pensamientos como lo imaginamos. Ellos se nos escapan como agua entre los dedos.
Si examinamos nuestros pensamientos conscientes, ellos nos dirán mucho acerca del estado de nuestra mente, de nuestras expectativas e intenciones y nos conducirán a una confrontación directa con los retos y los problemas. Si estudiamos nuestros pensamientos, ellos nos dirán hacia donde vamos. Ellos indican claramente la naturaleza de los eventos físicos. Lo que existe en la realidad física, existe primero como pensamientos y sentimientos. No existe otra norma.
Tenemos una mente consciente por una buena razón. No estamos a merced de directrices inconscientes, a menos que conscientemente las aceptemos. Nuestros sentimientos y expectativas presentes nos servirán siempre para evaluar nuestro progreso. Si no nos gusta la experiencia que estamos viviendo, debemos cambiar la naturaleza de nuestros pensamientos y expectativas conscientes. Es necesario cambiar el tipo de mensajes que estamos enviando, por medio de esos pensamientos, a nuestro cuerpo y a nuestros amigos y relacionados.
Cada pensamiento tiene una consecuencia. El mismo tipo de pensamiento, repetido habitualmente, puede tener un efecto más o menos permanente. Si nos gusta el efecto, difícilmente examinamos el pensamiento. Si encontramos dificultades, nos preguntamos que anduvo mal. Algunas veces culpamos a otros, a nuestra trayectoria, a una vida pasada, si creemos en la reencarnación. Responsabilizamos a Dios o al demonio, o simplemente decimos “Esa es la vida”, y aceptamos la experiencia negativa como la carga que necesariamente debemos sobrellevar.
Eventualmente, podemos medio entender la naturaleza de la realidad y nos podemos decir: “Creo que yo mismo causé los efectos negativos, pero no los puedo reversar”. Si ese es el caso, a pesar de lo que hayamos pensado hasta ahora, aún no creemos que nosotros mismos somos los creadores de nuestra experiencia. Tan pronto como reconozcamos este hecho, empezaremos de inmediato a modificar las condiciones que causan nuestra insatisfacción.
Nadie nos obliga a pensar de una manera en particular. Hemos aprendido a mirar las cosas con pesimismo. Creemos que ser pesimista es más realista que ser optimista. También podemos pensar que el dolor ennoblece, que es un signo de espiritualidad, una cualidad que nos diferencia, una distinción de santos y poetas. No hay nada más alejado de la verdad. Todas las conciencias tienen el impulso para utilizar sus habilidades en forma total, expandir sus capacidades y aventurarse más allá de las barreras aparentes de su experiencia.
Al hombre se le ha dado una mente consciente para dirigir la naturaleza y la forma de sus creaciones. Solo cuando no utiliza sus funciones, va a encontrar experiencias negativas. Cuando la conciencia no asume la responsabilidad que le corresponde, se va a encontrar a merced de eventos que parecen estar fuera de su control
Si se presentan características negativas fuertes en nuestros pensamientos más íntimos y si ellos crean barreras para el logro de una vida más plena, intentaremos mirar a través de las barreras y no encontraremos nada. Mientras no reconozcamos esas características negativas, seguirán siendo impedimentos. Inclusive estos tienen una razón. Si ellos son nuestros, nos corresponde reconocerlos y descubrir las circunstancias que motivan su existencia.
Nuestros pensamientos conscientes nos dan pautas para descubrir esos impedimentos. No estamos tan familiarizados con nuestros pensamientos como lo imaginamos. Ellos se nos escapan como agua entre los dedos.
Si examinamos nuestros pensamientos conscientes, ellos nos dirán mucho acerca del estado de nuestra mente, de nuestras expectativas e intenciones y nos conducirán a una confrontación directa con los retos y los problemas. Si estudiamos nuestros pensamientos, ellos nos dirán hacia donde vamos. Ellos indican claramente la naturaleza de los eventos físicos. Lo que existe en la realidad física, existe primero como pensamientos y sentimientos. No existe otra norma.
Tenemos una mente consciente por una buena razón. No estamos a merced de directrices inconscientes, a menos que conscientemente las aceptemos. Nuestros sentimientos y expectativas presentes nos servirán siempre para evaluar nuestro progreso. Si no nos gusta la experiencia que estamos viviendo, debemos cambiar la naturaleza de nuestros pensamientos y expectativas conscientes. Es necesario cambiar el tipo de mensajes que estamos enviando, por medio de esos pensamientos, a nuestro cuerpo y a nuestros amigos y relacionados.
Cada pensamiento tiene una consecuencia. El mismo tipo de pensamiento, repetido habitualmente, puede tener un efecto más o menos permanente. Si nos gusta el efecto, difícilmente examinamos el pensamiento. Si encontramos dificultades, nos preguntamos que anduvo mal. Algunas veces culpamos a otros, a nuestra trayectoria, a una vida pasada, si creemos en la reencarnación. Responsabilizamos a Dios o al demonio, o simplemente decimos “Esa es la vida”, y aceptamos la experiencia negativa como la carga que necesariamente debemos sobrellevar.
Eventualmente, podemos medio entender la naturaleza de la realidad y nos podemos decir: “Creo que yo mismo causé los efectos negativos, pero no los puedo reversar”. Si ese es el caso, a pesar de lo que hayamos pensado hasta ahora, aún no creemos que nosotros mismos somos los creadores de nuestra experiencia. Tan pronto como reconozcamos este hecho, empezaremos de inmediato a modificar las condiciones que causan nuestra insatisfacción.
Nadie nos obliga a pensar de una manera en particular. Hemos aprendido a mirar las cosas con pesimismo. Creemos que ser pesimista es más realista que ser optimista. También podemos pensar que el dolor ennoblece, que es un signo de espiritualidad, una cualidad que nos diferencia, una distinción de santos y poetas. No hay nada más alejado de la verdad. Todas las conciencias tienen el impulso para utilizar sus habilidades en forma total, expandir sus capacidades y aventurarse más allá de las barreras aparentes de su experiencia.
Al hombre se le ha dado una mente consciente para dirigir la naturaleza y la forma de sus creaciones. Solo cuando no utiliza sus funciones, va a encontrar experiencias negativas. Cuando la conciencia no asume la responsabilidad que le corresponde, se va a encontrar a merced de eventos que parecen estar fuera de su control
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