Existen realizaciones internas que siempre están presentes en el ser interior. Cada personalidad tiene un íntimo conocimiento del significado de la existencia. El conocimiento de la existencia multidimensional no solo esta en el trasfondo de nuestra actividad consciente actual, sino que cada hombre sabe, íntimamente, que su vida consciente depende de una más grande dimensión de realidad. Esta más grande dimensión no puede materializarse en el sistema tridimensional. Sin embargo, el conocimiento de ella fluye desde lo más profundo de nuestro ser, transformando todo lo que toca.
Este fluir llena ciertos elementos del mundo físico con un brillo y una intensidad desconocida. Aquellas personalidades que son tocadas por este fluir, se transforman en algo más de lo que eran. Este conocimiento íntimo intenta encontrar un lugar para sí mismo dentro del paisaje, traduciéndose en términos físicos. Cada hombre posee este conocimiento íntimo dentro de su ser y de alguna manera procura confirmarlo en el mundo físico.
El mundo exterior es un reflejo del mundo interior, aunque no tan perfecto. El conocimiento interior puede compararse con un libro que describe la tierra hogareña y que el viajero lleva en su excursión a un país extraño. Todos los hombres nacen añorando convertir estas verdades en verdades propias para sí mismos, aunque se dan cuenta de la gran diferencia que existe entre ellas y el entorno en el cual viven.
Cada individuo lleva a cabo un drama interno. Es un drama psíquico que finalmente se proyecta con gran fuerza sobre el campo de la historia. El nacimiento de los grandes eventos religiosos surge del drama religioso interior. Este drama es un fenómeno psicológico, en cierta manera, ya que cada ser orientado hacia la realidad física se siente lanzado en solitario hacia un ambiente extraño, no sabiendo su origen, ni su destino y mucho menos la razón para su propia existencia.
Este es el dilema del ego, especialmente en sus primeras etapas. Mira externamente buscando respuestas, pues esa es su naturaleza: manipular dentro de la realidad física. Siente también una intensa conexión, que no comprende, con otras porciones de su propio ser, que no están bajo su control. Sabe que existe un ser interior que posee el conocimiento en el cual se basa su propia existencia. A medida que se desarrolla, continúa buscando confirmación externa de este íntimo conocimiento. El ser interior sostiene y respalda al ego. Conforma sus verdades en datos orientados físicamente, datos que el ego pueda entender, y los proyecta hacia la realidad física. Cuando el ego los ve materializados, le va a ser más fácil aceptarlos.
En ocasiones nos encontramos con eventos en los que algunos hombres son tocados por una gran iluminación, que los distingue de las grandes masas humanas, y que están revestidos de gran poder. Existen también períodos históricos mucho más brillantes que otros. Periodos en que aparecen profetas, genios y reyes con características más que humanas.
Estas personalidades han sido escogidas por otras para manifestar exteriormente las verdades íntimas que todos conocen intuitivamente. Estas personalidades reciben sus poderes y habilidades, más que terrenales, de sus semejantes y en seguida las exhiben para que todo el mundo las vea. Ellos representan el papel del bendito ser interior que no puede operar en la realidad física. La personalidad así tocada se convierte en lo que verdaderamente es. Emerge como el héroe eterno, en un drama religioso externo, de la misma manera como el ser interior es el héroe eterno del drama religioso interno.
Cuando esta personalidad aparece en la historia, es reconocida intuitivamente, ya que el camino se ha preparado y en muchos casos las profecías han anunciado su llegada.
Estas personalidades no aparecen por casualidad. No se han escogido al azar. Son personalidades que han asumido la responsabilidad por este rol. Después de su nacimiento, tienen conocimiento, en varios grados, de su destino y ciertas experiencias precipitan su memoria total. Hacen las veces de representantes de Dios. Puesto que todos nosotros también hacemos parte de Dios, todos representamos el mismo papel.
Este fluir llena ciertos elementos del mundo físico con un brillo y una intensidad desconocida. Aquellas personalidades que son tocadas por este fluir, se transforman en algo más de lo que eran. Este conocimiento íntimo intenta encontrar un lugar para sí mismo dentro del paisaje, traduciéndose en términos físicos. Cada hombre posee este conocimiento íntimo dentro de su ser y de alguna manera procura confirmarlo en el mundo físico.
El mundo exterior es un reflejo del mundo interior, aunque no tan perfecto. El conocimiento interior puede compararse con un libro que describe la tierra hogareña y que el viajero lleva en su excursión a un país extraño. Todos los hombres nacen añorando convertir estas verdades en verdades propias para sí mismos, aunque se dan cuenta de la gran diferencia que existe entre ellas y el entorno en el cual viven.
Cada individuo lleva a cabo un drama interno. Es un drama psíquico que finalmente se proyecta con gran fuerza sobre el campo de la historia. El nacimiento de los grandes eventos religiosos surge del drama religioso interior. Este drama es un fenómeno psicológico, en cierta manera, ya que cada ser orientado hacia la realidad física se siente lanzado en solitario hacia un ambiente extraño, no sabiendo su origen, ni su destino y mucho menos la razón para su propia existencia.
Este es el dilema del ego, especialmente en sus primeras etapas. Mira externamente buscando respuestas, pues esa es su naturaleza: manipular dentro de la realidad física. Siente también una intensa conexión, que no comprende, con otras porciones de su propio ser, que no están bajo su control. Sabe que existe un ser interior que posee el conocimiento en el cual se basa su propia existencia. A medida que se desarrolla, continúa buscando confirmación externa de este íntimo conocimiento. El ser interior sostiene y respalda al ego. Conforma sus verdades en datos orientados físicamente, datos que el ego pueda entender, y los proyecta hacia la realidad física. Cuando el ego los ve materializados, le va a ser más fácil aceptarlos.
En ocasiones nos encontramos con eventos en los que algunos hombres son tocados por una gran iluminación, que los distingue de las grandes masas humanas, y que están revestidos de gran poder. Existen también períodos históricos mucho más brillantes que otros. Periodos en que aparecen profetas, genios y reyes con características más que humanas.
Estas personalidades han sido escogidas por otras para manifestar exteriormente las verdades íntimas que todos conocen intuitivamente. Estas personalidades reciben sus poderes y habilidades, más que terrenales, de sus semejantes y en seguida las exhiben para que todo el mundo las vea. Ellos representan el papel del bendito ser interior que no puede operar en la realidad física. La personalidad así tocada se convierte en lo que verdaderamente es. Emerge como el héroe eterno, en un drama religioso externo, de la misma manera como el ser interior es el héroe eterno del drama religioso interno.
Cuando esta personalidad aparece en la historia, es reconocida intuitivamente, ya que el camino se ha preparado y en muchos casos las profecías han anunciado su llegada.
Estas personalidades no aparecen por casualidad. No se han escogido al azar. Son personalidades que han asumido la responsabilidad por este rol. Después de su nacimiento, tienen conocimiento, en varios grados, de su destino y ciertas experiencias precipitan su memoria total. Hacen las veces de representantes de Dios. Puesto que todos nosotros también hacemos parte de Dios, todos representamos el mismo papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario