Las unidades de conciencia están en todo lugar y tiempo a la vez. Poseen la mayor adaptabilidad y una innata y profunda propensión a organizaciones de todo tipo. Actúan individualmente, pero cada una tiene el conocimiento de las actividades que están desarrollando todas las otras unidades de conciencia.
Cuando se unen, las unidades de conciencia forman los sistemas de realidad en los cuales tienen su experiencia. En nuestro sistema de realidad, ellas están dentro del mundo fenomenal. Siempre se presentan bajo la apariencia particular de cada realidad. Se pueden mover adelante y atrás en el tiempo y tienen además otra clase de movilidad dentro de él.
La dirección del tiempo va no solamente hacia atrás y hacia delante, sino también hacia adentro y hacia afuera. Es esta última dirección del tiempo la que nos da un universo que parece ser permanente y producto de una creación. También es la que permite las condiciones necesarias para el establecimiento de una relativa separación de los universos. Es la que establece los límites y la que los hace únicos, mientras permite el intercambio de energía entre ellos.
La energía nunca se pierde. Parece desaparecer de un sistema y, cuando esto ocurre, emerge en otro. La dirección adentro y afuera del tiempo, que no percibimos, es en gran parte responsable de lo que consideramos el tiempo consecutivo.
Las unidades de conciencia son indestructibles. Pueden tomar cualquier forma y organizarse en cualquier tipo de comportamiento temporal. Pueden formar una realidad que depende de su propia forma y estructura. Cuando estas formas y estructuras desaparecen a través de un agujero negro, parecen aniquilarse y el tiempo parece alterarse drásticamente. Realmente, emergerán al otro lado, en otro universo.
En nuestro universo, está surgiendo permanentemente nueva energía, a través de fuentes infinitamente diminutas. Estas fuentes son las mismas unidades de conciencia. Ellas operan como diminutos pero muy potentes agujeros negros y blancos, tal como hoy los entienden los físicos.
Las unidades de conciencia sirven como fuentes o agujeros a través de los cuales la energía llega a nuestro sistema, o es atraída a él y, al hacerlo, lo forma. La experiencia del tiempo hacia delante y la aparición de la materia física en el espacio y el tiempo, y la aparición de todo el mundo fenomenal, es el resultado de este proceso. Las unidades de conciencia entran y salen de nuestro sistema constantemente
Las unidades de conciencia forman todos los sistemas simultáneamente. Forman nuestro sistema y, de su propia energía, ellas mismas se diversifican en formas físicas. Son conscientes de todas las variaciones probables de cada evento biológico.
Nunca hubo una línea directa de desarrollo, por ejemplo de los reptiles a los mamíferos o de los primates al hombre. El desarrollo se produjo en muchas direcciones con una infinita explosión de formas de vida. Existieron el animal-hombre y el hombre-animal, según nuestra concepción, que compartieron tiempo y espacio por muchos siglos. El nuestro es un sistema físico en el tiempo, en donde las células mueren y son reemplazadas. Sabiendo que son indestructibles, las unidades de conciencia dentro de ellas simplemente cambian la forma, reteniendo la identidad de todas las células que han sido. Mientras las células mueren físicamente, su inviolable naturaleza no es traicionada, simplemente ya no va a ser física. Este tipo de muerte es natural en nuestro sistema. La vida es cooperativa y sabe que existirá más allá de la forma.
La experiencia de nuestra especie incluye cierta clase de desarrollo de la conciencia que es vital. El tipo de conciencia del hombre se identifica muy fuertemente con el cuerpo. Esto ha sido necesario para enfocar la energía hacia la manipulación física. En gran medida, se aplica lo mismo a los animales. Mientras las células mueren gustosamente, las conciencias del hombre y del animal no lo hacen tan voluntariamente.
La célula es individual y se esfuerza por una correcta supervivencia. Sin embargo, su tiempo es limitado y la supervivencia del cuerpo depende de la sabiduría innata de las células. La célula debe morir para que el cuerpo sobreviva y solo muriendo puede continuar con su propio desarrollo. Por consiguiente, asegura su propia y más grande supervivencia. La célula sabe que morir es vivir.
La conciencia del hombre y, hasta cierto punto la de los animales, se identifica más específicamente con la forma. La conciencia del hombre parece no fluir hacia su cuerpo antes del nacimiento y fuera de él después de la muerte. Necesita olvidar que hay un tiempo de morir y que la muerte significa nueva vida.
Dentro del cuerpo, algunas células matan otras y, al hacerlo, la integridad vital del cuerpo se mantiene. Las células se prestan este servicio a si mismas. En el mundo exterior, algunos animales matan a otros. Hemos tenido por muchos siglos una situación en la que hombres y animales han sido cazadores y presas. En esas eras nebulosas, estas actividades se desarrollaban con la más profunda y sagrada comprensión. El animal sacrificado sabía que mas adelante miraría a través de los ojos de su verdugo, logrando una nueva y diferente clase de conciencia. El hombre entendía el gran sentido de armonía que existía, aun en el sacrificio de su presa, y sabía que, a su turno, el material físico de su cuerpo lo utilizaría la tierra para alimentar a los reinos animal y vegetal.
Cuando se unen, las unidades de conciencia forman los sistemas de realidad en los cuales tienen su experiencia. En nuestro sistema de realidad, ellas están dentro del mundo fenomenal. Siempre se presentan bajo la apariencia particular de cada realidad. Se pueden mover adelante y atrás en el tiempo y tienen además otra clase de movilidad dentro de él.
La dirección del tiempo va no solamente hacia atrás y hacia delante, sino también hacia adentro y hacia afuera. Es esta última dirección del tiempo la que nos da un universo que parece ser permanente y producto de una creación. También es la que permite las condiciones necesarias para el establecimiento de una relativa separación de los universos. Es la que establece los límites y la que los hace únicos, mientras permite el intercambio de energía entre ellos.
La energía nunca se pierde. Parece desaparecer de un sistema y, cuando esto ocurre, emerge en otro. La dirección adentro y afuera del tiempo, que no percibimos, es en gran parte responsable de lo que consideramos el tiempo consecutivo.
Las unidades de conciencia son indestructibles. Pueden tomar cualquier forma y organizarse en cualquier tipo de comportamiento temporal. Pueden formar una realidad que depende de su propia forma y estructura. Cuando estas formas y estructuras desaparecen a través de un agujero negro, parecen aniquilarse y el tiempo parece alterarse drásticamente. Realmente, emergerán al otro lado, en otro universo.
En nuestro universo, está surgiendo permanentemente nueva energía, a través de fuentes infinitamente diminutas. Estas fuentes son las mismas unidades de conciencia. Ellas operan como diminutos pero muy potentes agujeros negros y blancos, tal como hoy los entienden los físicos.
Las unidades de conciencia sirven como fuentes o agujeros a través de los cuales la energía llega a nuestro sistema, o es atraída a él y, al hacerlo, lo forma. La experiencia del tiempo hacia delante y la aparición de la materia física en el espacio y el tiempo, y la aparición de todo el mundo fenomenal, es el resultado de este proceso. Las unidades de conciencia entran y salen de nuestro sistema constantemente
Las unidades de conciencia forman todos los sistemas simultáneamente. Forman nuestro sistema y, de su propia energía, ellas mismas se diversifican en formas físicas. Son conscientes de todas las variaciones probables de cada evento biológico.
Nunca hubo una línea directa de desarrollo, por ejemplo de los reptiles a los mamíferos o de los primates al hombre. El desarrollo se produjo en muchas direcciones con una infinita explosión de formas de vida. Existieron el animal-hombre y el hombre-animal, según nuestra concepción, que compartieron tiempo y espacio por muchos siglos. El nuestro es un sistema físico en el tiempo, en donde las células mueren y son reemplazadas. Sabiendo que son indestructibles, las unidades de conciencia dentro de ellas simplemente cambian la forma, reteniendo la identidad de todas las células que han sido. Mientras las células mueren físicamente, su inviolable naturaleza no es traicionada, simplemente ya no va a ser física. Este tipo de muerte es natural en nuestro sistema. La vida es cooperativa y sabe que existirá más allá de la forma.
La experiencia de nuestra especie incluye cierta clase de desarrollo de la conciencia que es vital. El tipo de conciencia del hombre se identifica muy fuertemente con el cuerpo. Esto ha sido necesario para enfocar la energía hacia la manipulación física. En gran medida, se aplica lo mismo a los animales. Mientras las células mueren gustosamente, las conciencias del hombre y del animal no lo hacen tan voluntariamente.
La célula es individual y se esfuerza por una correcta supervivencia. Sin embargo, su tiempo es limitado y la supervivencia del cuerpo depende de la sabiduría innata de las células. La célula debe morir para que el cuerpo sobreviva y solo muriendo puede continuar con su propio desarrollo. Por consiguiente, asegura su propia y más grande supervivencia. La célula sabe que morir es vivir.
La conciencia del hombre y, hasta cierto punto la de los animales, se identifica más específicamente con la forma. La conciencia del hombre parece no fluir hacia su cuerpo antes del nacimiento y fuera de él después de la muerte. Necesita olvidar que hay un tiempo de morir y que la muerte significa nueva vida.
Dentro del cuerpo, algunas células matan otras y, al hacerlo, la integridad vital del cuerpo se mantiene. Las células se prestan este servicio a si mismas. En el mundo exterior, algunos animales matan a otros. Hemos tenido por muchos siglos una situación en la que hombres y animales han sido cazadores y presas. En esas eras nebulosas, estas actividades se desarrollaban con la más profunda y sagrada comprensión. El animal sacrificado sabía que mas adelante miraría a través de los ojos de su verdugo, logrando una nueva y diferente clase de conciencia. El hombre entendía el gran sentido de armonía que existía, aun en el sacrificio de su presa, y sabía que, a su turno, el material físico de su cuerpo lo utilizaría la tierra para alimentar a los reinos animal y vegetal.
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