Nuestra sociedad ha establecido una división tan artificial entre el conocimiento intuitivo y el conocimiento intelectual, que solamente le damos credibilidad a este último. Aún con todas sus fallas y distorsiones, las religiones han mantenido viva la idea de mundos invisibles, confirmando conceptos que ya son conocidos por las células. La mente consciente siempre ha sabido de la comprensión de las células. La realidad invisible dentro de la célula es lo que le da su estructura. La extraordinaria organización del cuerpo, en términos de su habilidad para aprender y su adaptabilidad, no podrá entenderse si no se tiene en cuenta la comprensión precognitiva de las células.
Es esta habilidad precognitiva la que dirige la célula a través de probabilidades. Es la que le permite mantener el conocimiento de su más grande propósito – la idea de sí misma - que siempre estará viva. En una escala diferente, todos los individuos y todas las especies tienen la misma versión idealizada de sí mismos.
Aunque no son percibidos por los sentidos físicos, existen fuerzas, o poderosos centros de energía, que estimulan los sentidos hacia la actividad. En ese sentido, existen “dioses del árbol”, “dioses del bosque” y “dioses del ser”, conectados con cada persona. Es la forma como se han representado los “ángeles”.
En alguna época existieron especies de aves muy inteligentes. Ellas no eran humanoides, es decir, gente con alas. Eran grandes aves que tenían la capacidad de emplear conceptos. Eran sociales, podían nadar bien y por cierto tiempo vivir en el agua. Tenían canciones de gran belleza y un vocabulario extenso. También tenían garras. Cuando el hombre habitaba las cavernas, veía estas aves a menudo, especialmente en los acantilados, cerca del agua. Muchas veces estas aves salvaban a los niños que caían. El hombre se familiarizó con sus vuelos en los acantilados y con el sonido de sus canciones. Las memorias de estas aves se convirtieron en las imágenes de los ángeles. En esos tiempos, existía una cooperación muy amplia, a escala global, entre todas las especies. El impulso interior hacia el desarrollo provenía de la comprensión innata de futuras probabilidades. Todas las especies vivas, incluyendo las plantas y la fauna, operaban en conjunto. Aquellas que cooperaron pudieron sobrevivir, pero ninguna de ellas pensaba en términos de supervivencia de su propia especie exclusivamente.
Existen diversos tipos de existencia, aún dentro de nuestro propio sistema, pero solo nos enfocamos en aquel al que estamos orientados. Existen “espíritus” de todas las cosas de la naturaleza. Desafortunadamente, cuando consideramos tales posibilidades, proyectamos nuestras propias ideas religiosas del bien y el mal sobre ellas.
Podemos desechar estos conceptos, considerándolos tontos o intelectualmente escandalosos. A veces, personificamos esos espíritus y proyectamos sobre ellos la idea de personalidades. Lo que debemos hacer es pensar en ellos como una clase diferente de especie, que está conectada con todas las cosas vivientes de la naturaleza. Ciertamente, tienen una realidad energética y ayudan en la conversión de la energía en elementos físicos.
Continuamente vemos a nuestro alrededor ciertas fuerzas físicas a las que no les damos mayor importancia. Por ejemplo, sentimos el viento y sus efectos, pero no lo podemos ver. El viento es invisible. De la misma manera, estas otras fuerzas son invisibles. En términos básicos, estas fuerzas no son más buenas o más malas que el viento Estamos acostumbrados a pensar que si algo es bueno, debe haber una fuerza contraria que es mala. En términos amplios, estas fuerzas son buenas y protectoras. Ellas nutren todas las cosas vivientes. Ellas son el impulso para lo que llamamos evolución. Se las puede considerar biológicas, en el sentido de que están compuestas de una masa de conocimiento celular, libre del tiempo, pero dirigiendo la actividad física en el tiempo y manteniendo el equilibrio físico. Existe una gran cooperación entre todas estas fuerzas. Un árbol en el bosque está enterado de su entorno y de su relación con él. Las fuerzas del árbol se mezclan con las fuerzas del suelo y con las fuerzas del bosque.
Como somos gente, personificamos todo lo que percibimos, lo convertimos en gente. Nos imaginamos que estos “espíritus” son gente pequeña, que tiene nuestras mismas características. En cambio, podemos decir que existen “especies de conciencia”, totalmente diferentes de la nuestra, a las que normalmente no percibimos. Están conectadas con la fauna y la flora y también con los animales y con nosotros. Podríamos llamarlas “dioses de la tierra”.
Es esta habilidad precognitiva la que dirige la célula a través de probabilidades. Es la que le permite mantener el conocimiento de su más grande propósito – la idea de sí misma - que siempre estará viva. En una escala diferente, todos los individuos y todas las especies tienen la misma versión idealizada de sí mismos.
Aunque no son percibidos por los sentidos físicos, existen fuerzas, o poderosos centros de energía, que estimulan los sentidos hacia la actividad. En ese sentido, existen “dioses del árbol”, “dioses del bosque” y “dioses del ser”, conectados con cada persona. Es la forma como se han representado los “ángeles”.
En alguna época existieron especies de aves muy inteligentes. Ellas no eran humanoides, es decir, gente con alas. Eran grandes aves que tenían la capacidad de emplear conceptos. Eran sociales, podían nadar bien y por cierto tiempo vivir en el agua. Tenían canciones de gran belleza y un vocabulario extenso. También tenían garras. Cuando el hombre habitaba las cavernas, veía estas aves a menudo, especialmente en los acantilados, cerca del agua. Muchas veces estas aves salvaban a los niños que caían. El hombre se familiarizó con sus vuelos en los acantilados y con el sonido de sus canciones. Las memorias de estas aves se convirtieron en las imágenes de los ángeles. En esos tiempos, existía una cooperación muy amplia, a escala global, entre todas las especies. El impulso interior hacia el desarrollo provenía de la comprensión innata de futuras probabilidades. Todas las especies vivas, incluyendo las plantas y la fauna, operaban en conjunto. Aquellas que cooperaron pudieron sobrevivir, pero ninguna de ellas pensaba en términos de supervivencia de su propia especie exclusivamente.
Existen diversos tipos de existencia, aún dentro de nuestro propio sistema, pero solo nos enfocamos en aquel al que estamos orientados. Existen “espíritus” de todas las cosas de la naturaleza. Desafortunadamente, cuando consideramos tales posibilidades, proyectamos nuestras propias ideas religiosas del bien y el mal sobre ellas.
Podemos desechar estos conceptos, considerándolos tontos o intelectualmente escandalosos. A veces, personificamos esos espíritus y proyectamos sobre ellos la idea de personalidades. Lo que debemos hacer es pensar en ellos como una clase diferente de especie, que está conectada con todas las cosas vivientes de la naturaleza. Ciertamente, tienen una realidad energética y ayudan en la conversión de la energía en elementos físicos.
Continuamente vemos a nuestro alrededor ciertas fuerzas físicas a las que no les damos mayor importancia. Por ejemplo, sentimos el viento y sus efectos, pero no lo podemos ver. El viento es invisible. De la misma manera, estas otras fuerzas son invisibles. En términos básicos, estas fuerzas no son más buenas o más malas que el viento Estamos acostumbrados a pensar que si algo es bueno, debe haber una fuerza contraria que es mala. En términos amplios, estas fuerzas son buenas y protectoras. Ellas nutren todas las cosas vivientes. Ellas son el impulso para lo que llamamos evolución. Se las puede considerar biológicas, en el sentido de que están compuestas de una masa de conocimiento celular, libre del tiempo, pero dirigiendo la actividad física en el tiempo y manteniendo el equilibrio físico. Existe una gran cooperación entre todas estas fuerzas. Un árbol en el bosque está enterado de su entorno y de su relación con él. Las fuerzas del árbol se mezclan con las fuerzas del suelo y con las fuerzas del bosque.
Como somos gente, personificamos todo lo que percibimos, lo convertimos en gente. Nos imaginamos que estos “espíritus” son gente pequeña, que tiene nuestras mismas características. En cambio, podemos decir que existen “especies de conciencia”, totalmente diferentes de la nuestra, a las que normalmente no percibimos. Están conectadas con la fauna y la flora y también con los animales y con nosotros. Podríamos llamarlas “dioses de la tierra”.