Los científicos por fin están conociendo lo que los filósofos han sabido por siglos: que la mente puede influenciar la materia. Aun les falta por descubrir que la Mente crea y forma la Materia.
Nuestro más cercano entorno es nuestro cuerpo físico. Este no es algo dentro del cual estamos encerrados o algo que existe aparte de nosotros, como un empaque. Si nuestro cuerpo es hermoso o feo, saludable o deformado, rápido o lento, no quiere decir que este fue el tipo de cuerpo que recibimos al nacer, sin nuestra aprobación. Nuestra forma física, nuestro personal entorno corporal, es la materialización física de nuestros pensamientos, emociones e interpretaciones.
Literalmente, nuestro Ser Interior forma el cuerpo, convirtiendo mágicamente pensamientos y emociones en una materialización física. La condición del cuerpo refleja perfectamente nuestro estado subjetivo en determinado momento. Utilizando átomos y moléculas construimos nuestro cuerpo. Intuitivamente sabemos que formamos nuestra imagen y que somos independientes de ella. No nos damos cuenta de que creamos nuestro más amplio entorno, y el mundo físico que conocemos, impulsando nuestros pensamientos y emociones hacia la materia, penetrando en la realidad tridimensional. El Ser Interior, individual y colectivamente, envía su energía psíquica hacia fuera para crear la forma.
Cada emoción y cada pensamiento tienen su propia realidad electromagnética. Están equipados para combinarse con otras emociones y otros pensamientos de variadas intensidades.
Podríamos decir que los objetos tridimensionales se forman de la misma manera que las imágenes de televisión, con una gran diferencia: si no estamos sintonizados con esa frecuencia en particular, no percibiremos los objetos físicos.
Cada uno de nosotros actúa como transformador. Inconscientemente, de manera automática, transformamos unidades electromagnéticas, altamente sofisticadas, en objetos. Vivimos en un sistema de alta concentración de la materia. Cada pensamiento y emoción existe como una simple o compleja unidad electromagnética, lo que aun no ha sido descubierto por la ciencia. La intensidad de los pensamientos y las emociones determinan la fortaleza y la permanencia de las imágenes físicas que crean. Lo que todo esto indica, es que el mundo que conocemos es un reflejo de una realidad interna.
Estamos hechos, básicamente, de los mismos ingredientes de una silla, una piedra, una hoja de lechuga, un pájaro. En un gigantesco esfuerzo cooperativo, todas las conciencias se juntan para crear las formas que percibimos. Sabiendo esto, estaremos en capacidad de cambiar nuestro entorno y nuestras propias formas físicas a voluntad, ya que conocemos la realidad que lo sustenta.
Debemos darnos cuenta de que la permanencia de las formas es una ilusión, ya que todas las conciencias están en un estado de cambio continuo. Podemos estar en distintos lugares a la vez porque nos damos cuenta de la verdadera movilidad de las conciencia. Cuando pensamos con una fuerte emoción en otra persona, enviamos una especie de forma o imagen de nosotros mismos, con una intensidad inferior a la de la materia. La proyección de estas formas o imágenes provienen de nuestra propia conciencia, pero no somos concientes de ellas.
Nuestro más cercano entorno es nuestro cuerpo físico. Este no es algo dentro del cual estamos encerrados o algo que existe aparte de nosotros, como un empaque. Si nuestro cuerpo es hermoso o feo, saludable o deformado, rápido o lento, no quiere decir que este fue el tipo de cuerpo que recibimos al nacer, sin nuestra aprobación. Nuestra forma física, nuestro personal entorno corporal, es la materialización física de nuestros pensamientos, emociones e interpretaciones.
Literalmente, nuestro Ser Interior forma el cuerpo, convirtiendo mágicamente pensamientos y emociones en una materialización física. La condición del cuerpo refleja perfectamente nuestro estado subjetivo en determinado momento. Utilizando átomos y moléculas construimos nuestro cuerpo. Intuitivamente sabemos que formamos nuestra imagen y que somos independientes de ella. No nos damos cuenta de que creamos nuestro más amplio entorno, y el mundo físico que conocemos, impulsando nuestros pensamientos y emociones hacia la materia, penetrando en la realidad tridimensional. El Ser Interior, individual y colectivamente, envía su energía psíquica hacia fuera para crear la forma.
Cada emoción y cada pensamiento tienen su propia realidad electromagnética. Están equipados para combinarse con otras emociones y otros pensamientos de variadas intensidades.
Podríamos decir que los objetos tridimensionales se forman de la misma manera que las imágenes de televisión, con una gran diferencia: si no estamos sintonizados con esa frecuencia en particular, no percibiremos los objetos físicos.
Cada uno de nosotros actúa como transformador. Inconscientemente, de manera automática, transformamos unidades electromagnéticas, altamente sofisticadas, en objetos. Vivimos en un sistema de alta concentración de la materia. Cada pensamiento y emoción existe como una simple o compleja unidad electromagnética, lo que aun no ha sido descubierto por la ciencia. La intensidad de los pensamientos y las emociones determinan la fortaleza y la permanencia de las imágenes físicas que crean. Lo que todo esto indica, es que el mundo que conocemos es un reflejo de una realidad interna.
Estamos hechos, básicamente, de los mismos ingredientes de una silla, una piedra, una hoja de lechuga, un pájaro. En un gigantesco esfuerzo cooperativo, todas las conciencias se juntan para crear las formas que percibimos. Sabiendo esto, estaremos en capacidad de cambiar nuestro entorno y nuestras propias formas físicas a voluntad, ya que conocemos la realidad que lo sustenta.
Debemos darnos cuenta de que la permanencia de las formas es una ilusión, ya que todas las conciencias están en un estado de cambio continuo. Podemos estar en distintos lugares a la vez porque nos damos cuenta de la verdadera movilidad de las conciencia. Cuando pensamos con una fuerte emoción en otra persona, enviamos una especie de forma o imagen de nosotros mismos, con una intensidad inferior a la de la materia. La proyección de estas formas o imágenes provienen de nuestra propia conciencia, pero no somos concientes de ellas.
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