Existen realidades que tienen una validez relativamente mayor que la nuestra. Haciendo una analogía, un objeto físico nuestro, como una mesa, aparecerá como una especie de sombra comparada con una mesa en otro sistema. El nuestro, no es un sistema de realidad formado por la más intensa concentración de energía. Es simplemente el sistema en que estamos enfocados y es por eso que lo percibimos.
Otras porciones de nosotros, de las cuales no tenemos conocimiento consciente, habitan en lo que podríamos llamar un supersistema de realidad, en el cual las conciencias aprenden a manipular y percibir concentraciones de energía mucho más poderosas y a construir “formas” de una naturaleza diferente.
Nuestra idea de espacio está muy distorsionada, pues para nosotros espacio es aquello en lo que nada se percibe. Obviamente, ese espacio está lleno de toda clase de fenómenos que no hacen ninguna impresión sobre nuestros mecanismos de percepción. Ocasionalmente y de distintas maneras, nos podemos sintonizar, en cierto grado, con esas otras realidades, pero en la mayoría de los casos la experiencia se pierde porque no se registra físicamente.
Volvamos a considerar la forma que fue enviada a la playa. Aunque no estaba equipada con nuestros sentidos físicos, de alguna manera pudo percibir. Esa imagen la proyectamos sin saberlo, pero empleando leyes naturales aun desconocidas. La imagen se formó por un intenso deseo emocional. Esa imagen se rige por las leyes propias de su realidad y, en un grado inferior a la nuestra, tiene su propia conciencia.
Utilizando de nuevo una analogía, nosotros fuimos enviados por una Entidad que muy intensamente deseaba existir en forma física. Nosotros no somos títeres de esta Entidad, ya que seguimos nuestras propias líneas de desarrollo y, en cierta forma, contribuimos a su experiencia y ampliamos la naturaleza de su realidad. De la misma manera, aseguramos nuestro propio desarrollo y estamos en capacidad de aprovechar las habilidades de la Entidad.
Jamás seremos absorbidos por esa Entidad, que parece ser tan superior. Por el simple hecho de existir, nosotros también estamos enviando proyecciones de nuestra forma, como lo anotábamos antes. No existen límites para la realidad de las conciencias, ni de sus medios de materialización. Tampoco existe límite para el posible desarrollo de cada identidad. Nuestra personalidad actual, tal como la conocemos, es indeleble y después de la muerte continuará su crecimiento y desarrollo.
Los puntos de vista que hemos expresado no significan que debamos sentirnos perdidos, negados o insignificantes. Existe un número infinito de categorías, tipos y clases de formas, de las que hemos hablado. La energía proyectada por nuestra Entidad, la chispa de intensa identidad que dio como resultado nuestro nacimiento físico, en cierta manera, tiene similitudes con el tradicional concepto del alma, pero este solo contiene una parte de la historia. Mientras continuamos existiendo y desarrollándonos como individuos, nuestra Entidad o Alma Total posee un potencial tan amplio que nunca podrá expresarse completamente a través de una sola personalidad.
Otras porciones de nosotros, de las cuales no tenemos conocimiento consciente, habitan en lo que podríamos llamar un supersistema de realidad, en el cual las conciencias aprenden a manipular y percibir concentraciones de energía mucho más poderosas y a construir “formas” de una naturaleza diferente.
Nuestra idea de espacio está muy distorsionada, pues para nosotros espacio es aquello en lo que nada se percibe. Obviamente, ese espacio está lleno de toda clase de fenómenos que no hacen ninguna impresión sobre nuestros mecanismos de percepción. Ocasionalmente y de distintas maneras, nos podemos sintonizar, en cierto grado, con esas otras realidades, pero en la mayoría de los casos la experiencia se pierde porque no se registra físicamente.
Volvamos a considerar la forma que fue enviada a la playa. Aunque no estaba equipada con nuestros sentidos físicos, de alguna manera pudo percibir. Esa imagen la proyectamos sin saberlo, pero empleando leyes naturales aun desconocidas. La imagen se formó por un intenso deseo emocional. Esa imagen se rige por las leyes propias de su realidad y, en un grado inferior a la nuestra, tiene su propia conciencia.
Utilizando de nuevo una analogía, nosotros fuimos enviados por una Entidad que muy intensamente deseaba existir en forma física. Nosotros no somos títeres de esta Entidad, ya que seguimos nuestras propias líneas de desarrollo y, en cierta forma, contribuimos a su experiencia y ampliamos la naturaleza de su realidad. De la misma manera, aseguramos nuestro propio desarrollo y estamos en capacidad de aprovechar las habilidades de la Entidad.
Jamás seremos absorbidos por esa Entidad, que parece ser tan superior. Por el simple hecho de existir, nosotros también estamos enviando proyecciones de nuestra forma, como lo anotábamos antes. No existen límites para la realidad de las conciencias, ni de sus medios de materialización. Tampoco existe límite para el posible desarrollo de cada identidad. Nuestra personalidad actual, tal como la conocemos, es indeleble y después de la muerte continuará su crecimiento y desarrollo.
Los puntos de vista que hemos expresado no significan que debamos sentirnos perdidos, negados o insignificantes. Existe un número infinito de categorías, tipos y clases de formas, de las que hemos hablado. La energía proyectada por nuestra Entidad, la chispa de intensa identidad que dio como resultado nuestro nacimiento físico, en cierta manera, tiene similitudes con el tradicional concepto del alma, pero este solo contiene una parte de la historia. Mientras continuamos existiendo y desarrollándonos como individuos, nuestra Entidad o Alma Total posee un potencial tan amplio que nunca podrá expresarse completamente a través de una sola personalidad.
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