El término “esquizofrenia”es de poco valor básicamente. Muchas personas a quienes se les ha puesto la etiqueta de esquizofrénicos, no lo deben ser.
Existen casos clásicos de esquizofrenia y casos dudosos, pero en todo caso la etiqueta es muy engañosa y negativa.
Lo que estamos enfrentando en muchos casos son demostraciones de variados y a veces diversos patrones de comportamiento de la personalidad, patrones que no son tan integrados y funcionales como en la persona que llamamos normal. Los patrones son vistos en forma exagerada, de tal manera que en algunos casos podemos obtener vistazos de procesos mentales, emocionales y psíquicos, que generalmente permanecen invisibles psicológicamente, bajo la mas pulida y acabada personalidad social del individuo corriente.
La persona etiquetada como esquizofrénica, momentáneamente o por varios periodos de tiempo, carece de cierto tipo de apariencia psicológica. No se trata tanto de la carencia básica de un acabado psicológico, como de la adopción de cierto tipo de camuflaje psicológico. Tales personas, en cierta forma, juegan un juego bastante serio de “esconder y buscar” consigo mismas y con el mundo. Creen en la expresión: “Divide y conquista”. Es como si ellos mismos rehusaran unificarse apropiadamente y formar un ser unificado adecuadamente. La idea detrás del juego es: “Si usted no puede encontrarme, no puedo ser responsabilizado por mis acciones, acciones que están destinadas a traicionarme”.
El ser se convierte en un ser disperso y dividido operacionalmente, de tal manera que si una parte suya es atacada, las otras partes se alzan en su defensa. Tales personas utilizan los varios elementos de la personalidad como espías o soldados, dispersando sus fuerzas y obligando a establecer un sistema elaborado de comunicaciones para mantener en contacto todas las partes del ser. En momentos de estrés, establecen un aislamiento aun mayor de una parte del ser en relación con otra, lo que pone presión sobre el sistema de comunicaciones que debe utilizarse constantemente.
Las comunicaciones mismas frecuentemente son un tipo de código simbólico o psicológico, como el que podría utilizarse en inteligencia militar. Si los mensajes se pudieran descifrar y entender claramente, por supuesto que el juego habría terminado, ya que quien necesita entender el mensaje seria el ser unificado, que sintió la necesidad de las tropas camufladas del ser.
Estas personas se sienten bajo sitio. A menudo son personas muy creativas, con buenas reservas de energía, pero aprisionadas en medio de creencias encontradas, tanto del bien y el mal, como de poder y debilidad. Generalmente son extremadamente idealistas, pero, por distintas razones, no sienten que se puedan realizar las habilidades de ese ser idealizado.
Estamos haciendo generalizaciones, pero cada caso individual debe mirarse en su luz propia. Como regla general, estas personas tienen una versión exagerada del ser, tan idealizada, que su misma existencia intimida la acción practica. Están temerosos de cometer errores, aterrorizados de traicionar esta sentida superioridad psicológica interna. Este ser idealizado interior surge de la aceptación de creencias muy distorsionadas sobre el bien y el mal. Terminamos en lo que pueden considerarse dos antagonistas principales internos: un ser superior y un ser inferior. Las condiciones que se consideran buenas, son atraídas hacia el ser superior como si fuera un imán. Las cualidades que parecen malas, son atraídas de igual manera por el ser inferior. Ambas cualidades, que son polaridades psicológicas relativamente aisladas, tienen igual influencia. Todas las demás evidencias psicológicas que son ambiguas, o que no son entendidas claramente por ambos lados, se agrupan bajo sus propias banderas psicológicas.
Estas personas están temerosas de su propia energía. Por una parte, la energía se considera la posesión del ser superior, caso en el cual debe utilizarse para grandes aventuras y hechos heroicos. Por la otra, la persona se siente incapaz de utilizar la energía de una manera normal, puesto que en el mundo ordinario ninguna aventura puede estar a la altura de los ideales exagerados del ser superior. Es entonces cuando la persona se asusta de enfrentarse al mundo, o de comprometerse en acciones ordinarias, puesto que siente que, a la luz de tales comparaciones, solo puede rebajarse a sí mismo.
Requiere cantidades indebidas de elogios y atenciones por parte de otras personas, puesto que, obviamente, va a conseguir muy poco de sí mismo. En cierta forma, se rehusará a ser responsabilizado por sus acciones y por lo tanto las saca del marco de valoración con que otras personas deben funcionar. Puede evitar poner en examen sus “talentos y habilidades superiores”, en donde siente que fracasaría con toda certeza. Medio se da cuenta de que el ser superior y el ser inferior son ambos de manufactura psicológica. Sus habilidades no son tan grandiosas y sus fracasos no son tan desastrosos. La creencia en estos elementos tan opuestos de su personalidad lo mantiene en un estado de confusión, que lo hace sentir impotente para actuar de una manera concertada.
El termino “esquizofrenia” cubre muchísimas experiencias. Algunas de estas personas están bastante satisfechas con su condición, encuentran sus propios nidos, están en capacidad de mantenerse a sí mismos, o tienen los medios para hacerlo. Otros viven en medio de una atmósfera de temor constante por su condición personal, mientras, al mismo tiempo, se encuentran tan excitados como soldados en combate. Algunos pueden funcionar bastante bien en la sociedad. En todo caso, la condición es muy variable, cobijando desde personas que son, simplemente, inadaptados sociales, hasta personas que están en un profundo problema psicológico.
Para la mayoría de las personas consideradas normales existe una especie de vía pavimentada sobre la cual viajan los impulsos antes de encontrar una intersección con la mente consciente, la que enseguida determina si el impulso será seguido y activado, o no lo será. En los tipos de casos que estamos discutiendo, en lugar de una vía pavimentada lo que tenemos es un campo pedregoso, peligroso y lleno de minas, listas para explotar en cualquier momento.
Recordemos que estamos tratando con una fuerza dispersa, en la que varios elementos de la personalidad son enviados a efectuar diferentes tareas y, en cierta forma, se encuentran atrapados entre el ser superior y el ser inferior. Por consiguiente, no hay una línea clara de acción a seguir. Debe estar también camuflada. En lugar de impulsos claros hacia la acción, que intersectan directamente con la conciencia, lo que tenemos son ráfagas de impulsos que surgen como ordenes para actuar, provenientes de otra fuente u otras fuentes. Pueden parecer como voces que le dicen al individuo hacer esto o aquello, como ordenes automáticas utilizando la escritura, o como percepciones que podrían llamarse alucinatorias. De esta manera, el individuo no necesita asumir la responsabilidad por sus acciones, ya que las ordenes parecen no provenir de él mismo. La terrible posibilidad de fracasar se alivia momentáneamente en esa determinada situación.
Siempre existe un ordenamiento general en la personalidad, aunque está en el trasfondo. Así que, en cualquier caso dado, todos los “seres” separados, o las otras fuentes con las que el individuo se siente en contacto, se orientan conjuntamente hacia la totalidad, o unidad, que esta latente. Estos sobresalientes fenómenos mentales indican de manera aislada los elementos de la personalidad que no van a ser asimilados de una manera normal.
Existen innumerables ejemplos en donde los “episodios de esquizofrenia” ocurren en personas por lo demás normales, en los que, con el propósito de aprender y en periodos de crecimiento, la personalidad ordena sus partes y les ayuda a agrandar sus estructuras.
La personalidad puede unirse, ella misma, de muchas maneras. Existe una gran libertad de acción en la utilización de las percepciones internas y externas y en las maneras como estas se organizan para formar un cuadro aceptable de la realidad en un determinado tiempo.
La percepción física nos ofrece un cierto tipo de necesaria retroalimentación, pero ella se basa en procesos de aprendizaje, de tal manera que desde la juventud aprendemos a juntar las piezas del mundo de una forma aceptable. En cierta forma y bajo ciertas circunstancias, algunas situaciones esquizofrenicas nos pueden ofrecer vistazos de la movilidad psicológica interior. Movilidad que fue enfocada y dirigida a medida que crecíamos en la niñez. La esquizofrenia representa un tipo de discapacidad en el aprendizaje, en este aspecto en particular.
Existen casos clásicos de esquizofrenia y casos dudosos, pero en todo caso la etiqueta es muy engañosa y negativa.
Lo que estamos enfrentando en muchos casos son demostraciones de variados y a veces diversos patrones de comportamiento de la personalidad, patrones que no son tan integrados y funcionales como en la persona que llamamos normal. Los patrones son vistos en forma exagerada, de tal manera que en algunos casos podemos obtener vistazos de procesos mentales, emocionales y psíquicos, que generalmente permanecen invisibles psicológicamente, bajo la mas pulida y acabada personalidad social del individuo corriente.
La persona etiquetada como esquizofrénica, momentáneamente o por varios periodos de tiempo, carece de cierto tipo de apariencia psicológica. No se trata tanto de la carencia básica de un acabado psicológico, como de la adopción de cierto tipo de camuflaje psicológico. Tales personas, en cierta forma, juegan un juego bastante serio de “esconder y buscar” consigo mismas y con el mundo. Creen en la expresión: “Divide y conquista”. Es como si ellos mismos rehusaran unificarse apropiadamente y formar un ser unificado adecuadamente. La idea detrás del juego es: “Si usted no puede encontrarme, no puedo ser responsabilizado por mis acciones, acciones que están destinadas a traicionarme”.
El ser se convierte en un ser disperso y dividido operacionalmente, de tal manera que si una parte suya es atacada, las otras partes se alzan en su defensa. Tales personas utilizan los varios elementos de la personalidad como espías o soldados, dispersando sus fuerzas y obligando a establecer un sistema elaborado de comunicaciones para mantener en contacto todas las partes del ser. En momentos de estrés, establecen un aislamiento aun mayor de una parte del ser en relación con otra, lo que pone presión sobre el sistema de comunicaciones que debe utilizarse constantemente.
Las comunicaciones mismas frecuentemente son un tipo de código simbólico o psicológico, como el que podría utilizarse en inteligencia militar. Si los mensajes se pudieran descifrar y entender claramente, por supuesto que el juego habría terminado, ya que quien necesita entender el mensaje seria el ser unificado, que sintió la necesidad de las tropas camufladas del ser.
Estas personas se sienten bajo sitio. A menudo son personas muy creativas, con buenas reservas de energía, pero aprisionadas en medio de creencias encontradas, tanto del bien y el mal, como de poder y debilidad. Generalmente son extremadamente idealistas, pero, por distintas razones, no sienten que se puedan realizar las habilidades de ese ser idealizado.
Estamos haciendo generalizaciones, pero cada caso individual debe mirarse en su luz propia. Como regla general, estas personas tienen una versión exagerada del ser, tan idealizada, que su misma existencia intimida la acción practica. Están temerosos de cometer errores, aterrorizados de traicionar esta sentida superioridad psicológica interna. Este ser idealizado interior surge de la aceptación de creencias muy distorsionadas sobre el bien y el mal. Terminamos en lo que pueden considerarse dos antagonistas principales internos: un ser superior y un ser inferior. Las condiciones que se consideran buenas, son atraídas hacia el ser superior como si fuera un imán. Las cualidades que parecen malas, son atraídas de igual manera por el ser inferior. Ambas cualidades, que son polaridades psicológicas relativamente aisladas, tienen igual influencia. Todas las demás evidencias psicológicas que son ambiguas, o que no son entendidas claramente por ambos lados, se agrupan bajo sus propias banderas psicológicas.
Estas personas están temerosas de su propia energía. Por una parte, la energía se considera la posesión del ser superior, caso en el cual debe utilizarse para grandes aventuras y hechos heroicos. Por la otra, la persona se siente incapaz de utilizar la energía de una manera normal, puesto que en el mundo ordinario ninguna aventura puede estar a la altura de los ideales exagerados del ser superior. Es entonces cuando la persona se asusta de enfrentarse al mundo, o de comprometerse en acciones ordinarias, puesto que siente que, a la luz de tales comparaciones, solo puede rebajarse a sí mismo.
Requiere cantidades indebidas de elogios y atenciones por parte de otras personas, puesto que, obviamente, va a conseguir muy poco de sí mismo. En cierta forma, se rehusará a ser responsabilizado por sus acciones y por lo tanto las saca del marco de valoración con que otras personas deben funcionar. Puede evitar poner en examen sus “talentos y habilidades superiores”, en donde siente que fracasaría con toda certeza. Medio se da cuenta de que el ser superior y el ser inferior son ambos de manufactura psicológica. Sus habilidades no son tan grandiosas y sus fracasos no son tan desastrosos. La creencia en estos elementos tan opuestos de su personalidad lo mantiene en un estado de confusión, que lo hace sentir impotente para actuar de una manera concertada.
El termino “esquizofrenia” cubre muchísimas experiencias. Algunas de estas personas están bastante satisfechas con su condición, encuentran sus propios nidos, están en capacidad de mantenerse a sí mismos, o tienen los medios para hacerlo. Otros viven en medio de una atmósfera de temor constante por su condición personal, mientras, al mismo tiempo, se encuentran tan excitados como soldados en combate. Algunos pueden funcionar bastante bien en la sociedad. En todo caso, la condición es muy variable, cobijando desde personas que son, simplemente, inadaptados sociales, hasta personas que están en un profundo problema psicológico.
Para la mayoría de las personas consideradas normales existe una especie de vía pavimentada sobre la cual viajan los impulsos antes de encontrar una intersección con la mente consciente, la que enseguida determina si el impulso será seguido y activado, o no lo será. En los tipos de casos que estamos discutiendo, en lugar de una vía pavimentada lo que tenemos es un campo pedregoso, peligroso y lleno de minas, listas para explotar en cualquier momento.
Recordemos que estamos tratando con una fuerza dispersa, en la que varios elementos de la personalidad son enviados a efectuar diferentes tareas y, en cierta forma, se encuentran atrapados entre el ser superior y el ser inferior. Por consiguiente, no hay una línea clara de acción a seguir. Debe estar también camuflada. En lugar de impulsos claros hacia la acción, que intersectan directamente con la conciencia, lo que tenemos son ráfagas de impulsos que surgen como ordenes para actuar, provenientes de otra fuente u otras fuentes. Pueden parecer como voces que le dicen al individuo hacer esto o aquello, como ordenes automáticas utilizando la escritura, o como percepciones que podrían llamarse alucinatorias. De esta manera, el individuo no necesita asumir la responsabilidad por sus acciones, ya que las ordenes parecen no provenir de él mismo. La terrible posibilidad de fracasar se alivia momentáneamente en esa determinada situación.
Siempre existe un ordenamiento general en la personalidad, aunque está en el trasfondo. Así que, en cualquier caso dado, todos los “seres” separados, o las otras fuentes con las que el individuo se siente en contacto, se orientan conjuntamente hacia la totalidad, o unidad, que esta latente. Estos sobresalientes fenómenos mentales indican de manera aislada los elementos de la personalidad que no van a ser asimilados de una manera normal.
Existen innumerables ejemplos en donde los “episodios de esquizofrenia” ocurren en personas por lo demás normales, en los que, con el propósito de aprender y en periodos de crecimiento, la personalidad ordena sus partes y les ayuda a agrandar sus estructuras.
La personalidad puede unirse, ella misma, de muchas maneras. Existe una gran libertad de acción en la utilización de las percepciones internas y externas y en las maneras como estas se organizan para formar un cuadro aceptable de la realidad en un determinado tiempo.
La percepción física nos ofrece un cierto tipo de necesaria retroalimentación, pero ella se basa en procesos de aprendizaje, de tal manera que desde la juventud aprendemos a juntar las piezas del mundo de una forma aceptable. En cierta forma y bajo ciertas circunstancias, algunas situaciones esquizofrenicas nos pueden ofrecer vistazos de la movilidad psicológica interior. Movilidad que fue enfocada y dirigida a medida que crecíamos en la niñez. La esquizofrenia representa un tipo de discapacidad en el aprendizaje, en este aspecto en particular.
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