En la realidad física la vida es el nombre del juego y el juego esta basado en la búsqueda y satisfacción de valores. Esto significa que cada forma de vida persigue la búsqueda y satisfacción de valores y el despliegue de todas las capacidades que ella siente dentro de su estructura viviente, sabiendo que en esa realización individual cada una de las otras especies de la vida también se beneficia.
No vamos a demeritar el indisputable valor de los genios, o sus grandes contribuciones a la calidad de la vida, pero esta calidad de la vida se beneficia también de la existencia de los idiotas. No solamente porque los dos extremos de la escala son necesarios por razones genéticas, sino también porque los idiotas mismos, en manera alguna, se consideran fracasos o defectos de la naturaleza. Estos términos corresponden a juicios humanos. Los idiotas también cumplen su papel, moderando el fuerte dominio que la mente racional pueda tener sobre la actividad humana.
El idiota está en capacidad de experimentar en su realidad una corriente de estados emocionales más libre, más generosa y más fiel, sin la interferencia de los dictados severos de la razón. Es muy importante que esta tendencia moderadora opere genéticamente.
La mente racional, tal como la hemos utilizado hasta ahora, desde el nacimiento del Cristianismo ha circunscrito sus habilidades racionales a un espectro muy estrecho de la realidad. Ha visto el valor de la vida solo en la medida en que la vida se ajusta a sus propios estándares. En otras palabras, la mente racional considera que solo las criaturas racionales están en capacidad de entender los valores de la vida. El valor de otras formas de vida solo ha sido considerado en la medida en que ellas estaban al servicio del hombre. Sin embargo, la vida del hombre depende de la existencia de la vida de otras especies y esas especies comparten ciertos valores con él. La vida es sagrada, toda la vida, y la vida busca la realización de valores y no la simple supervivencia física.
Se han adelantado experimentos con ratones a los que se les ha extirpado la glándula timo. Como esta glándula juega un papel muy importante en el proceso de mantener la resistencia del cuerpo a las enfermedades, estos ratones en particular tenían muy poca resistencia. Se acostumbra criarlos y venderlos con propósitos experimentales. La intención de estos procedimientos es promover la calidad de la vida humana, estudiar la naturaleza de las enfermedades y aplicar lo aprendido en el experimento a las vidas de seres humanos. A los ratones no se les considera humanos y por supuesto que no lo son. De tal manera que, como cualquier animal, es considerado dispensable y es sacrificado con un excelente fin humanitario.
Es posible que en un principio este prejuicio de la mente racional se nos escape, ya que, después de todo, los ratones están demasiado distantes de nuestra propia especie. También hubo Judíos sacrificados con el mismo fin no hace mucho tiempo y el razonamiento fue en buena parte el mismo, aunque en este caso estábamos tratando con nuestra propia especie.
A los Judíos se les consideraba casi como no humanos. Cuando se trata de atrocidades contra nuestra propia especie, hemos caído en el mismo tipo de racionamiento torcido. Como a los Judíos se les consideraba menos que humanos y, en el mejor de los casos, como humanos defectuosos, se justificaba su sacrificio en altar del “mejoramiento genético de la humanidad”.
No podemos mejorar la calidad de nuestras vidas destruyendo la calidad de otros tipos de vidas. No existe una raza superior genética. La misma clasificación de las especies en razas se basa en distinciones ridículamente minúsculas en el esquema general de las similitudes.
Cuando nos enfrentamos a estos procedimientos, generalmente nos referimos a ellos como inmorales biológicamente. Los términos “moralidad” e “inmoralidad” varían de acuerdo con los individuos. Estos procedimientos involucran una violación biológica, al ir en contra de la intención y el curso de la naturaleza. Es un proceso en el que se obliga a una forma de vida a ir en contra de su propia realización de valores. Es por estas actitudes, en las que están involucradas otras formas de vida, lo que hizo posible que se presentaran los horrores de los campos de concentración en la guerra.
No vamos a demeritar el indisputable valor de los genios, o sus grandes contribuciones a la calidad de la vida, pero esta calidad de la vida se beneficia también de la existencia de los idiotas. No solamente porque los dos extremos de la escala son necesarios por razones genéticas, sino también porque los idiotas mismos, en manera alguna, se consideran fracasos o defectos de la naturaleza. Estos términos corresponden a juicios humanos. Los idiotas también cumplen su papel, moderando el fuerte dominio que la mente racional pueda tener sobre la actividad humana.
El idiota está en capacidad de experimentar en su realidad una corriente de estados emocionales más libre, más generosa y más fiel, sin la interferencia de los dictados severos de la razón. Es muy importante que esta tendencia moderadora opere genéticamente.
La mente racional, tal como la hemos utilizado hasta ahora, desde el nacimiento del Cristianismo ha circunscrito sus habilidades racionales a un espectro muy estrecho de la realidad. Ha visto el valor de la vida solo en la medida en que la vida se ajusta a sus propios estándares. En otras palabras, la mente racional considera que solo las criaturas racionales están en capacidad de entender los valores de la vida. El valor de otras formas de vida solo ha sido considerado en la medida en que ellas estaban al servicio del hombre. Sin embargo, la vida del hombre depende de la existencia de la vida de otras especies y esas especies comparten ciertos valores con él. La vida es sagrada, toda la vida, y la vida busca la realización de valores y no la simple supervivencia física.
Se han adelantado experimentos con ratones a los que se les ha extirpado la glándula timo. Como esta glándula juega un papel muy importante en el proceso de mantener la resistencia del cuerpo a las enfermedades, estos ratones en particular tenían muy poca resistencia. Se acostumbra criarlos y venderlos con propósitos experimentales. La intención de estos procedimientos es promover la calidad de la vida humana, estudiar la naturaleza de las enfermedades y aplicar lo aprendido en el experimento a las vidas de seres humanos. A los ratones no se les considera humanos y por supuesto que no lo son. De tal manera que, como cualquier animal, es considerado dispensable y es sacrificado con un excelente fin humanitario.
Es posible que en un principio este prejuicio de la mente racional se nos escape, ya que, después de todo, los ratones están demasiado distantes de nuestra propia especie. También hubo Judíos sacrificados con el mismo fin no hace mucho tiempo y el razonamiento fue en buena parte el mismo, aunque en este caso estábamos tratando con nuestra propia especie.
A los Judíos se les consideraba casi como no humanos. Cuando se trata de atrocidades contra nuestra propia especie, hemos caído en el mismo tipo de racionamiento torcido. Como a los Judíos se les consideraba menos que humanos y, en el mejor de los casos, como humanos defectuosos, se justificaba su sacrificio en altar del “mejoramiento genético de la humanidad”.
No podemos mejorar la calidad de nuestras vidas destruyendo la calidad de otros tipos de vidas. No existe una raza superior genética. La misma clasificación de las especies en razas se basa en distinciones ridículamente minúsculas en el esquema general de las similitudes.
Cuando nos enfrentamos a estos procedimientos, generalmente nos referimos a ellos como inmorales biológicamente. Los términos “moralidad” e “inmoralidad” varían de acuerdo con los individuos. Estos procedimientos involucran una violación biológica, al ir en contra de la intención y el curso de la naturaleza. Es un proceso en el que se obliga a una forma de vida a ir en contra de su propia realización de valores. Es por estas actitudes, en las que están involucradas otras formas de vida, lo que hizo posible que se presentaran los horrores de los campos de concentración en la guerra.
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