Eventos Maestros son aquellos en los que la actividad principal tiene lugar en dimensiones internas. Tales eventos son demasiado multidimensionales para aparecer con claridad en nuestra realidad, de tal manera que vemos o experimentamos solo partes de ellos. Son eventos fuente. Su principal empuje está en lo que podemos llamar las inmensas dimensiones del sueño, el territorio desconocido de la realidad interior. Los términos que utilicemos no hacen ninguna diferencia. Sin embargo, la acción original de esos eventos no está manifiesta, no es física. Esos eventos, subsecuentemente, se proyectan en el espacio y el tiempo con resultados extraordinarios. Esparcen su luz sobre los “hechos” del tiempo histórico e influencian esos eventos. Los eventos maestros pueden terminar traducidos a la mitología, la religión, o el arte, o sus efectos pueden servir para darle una estructura a la totalidad de la civilización.
El origen del universo que conocemos fue un evento maestro. La acción inicial no ocurrió en el espacio y el tiempo, sino que formó el espacio y el tiempo.
En nuestros términos, otros universos, con todas sus propias estructuras del espacio y el tiempo, fueron creados simultáneamente y existen simultáneamente. El efecto de mirar al exterior en el espacio, y por consiguiente hacia atrás en el tiempo, es una especie de convención incorporada que aparece dentro del esquema espacio-tiempo. Es preciso recordar que cuando pensamos en términos de orígenes, la misma palabra “origen” despende de convenciones del tiempo y de la creencia en principios y finales. Principios y finales corresponden a efectos que parecen estar hechos para nuestra percepción. En cierta forma, representan, simplemente, los principios y finales, los limites, los alcances y las limitaciones de nuestro lapso de atención.
Hemos dicho que, en términos nuestros, todos los universos fueron creados simultáneamente, al mismo tiempo. La misma estructura de la frase tiene el tiempo incorporado, así que estamos obligados a pensar que estamos hablando de un pasado casi indescriptible. Utilizamos los términos del tiempo, puesto que estamos acostumbrados a este tipo de categorización, de tal manera que aquí nos estamos metiendo en una aparente contradicción cuando decimos que en un orden superior de eventos todos los universos, incluido el nuestro, tienen sus creaciones originales ocurriendo ahora, con todos sus pasados y futuros incorporados y con todas las escalas del tiempo tornando siempre al exterior y todos sus cambios aparentes siendo creados instantánea y originalmente en lo que concebimos como este momento.
Nuestro universo no puede ser su propia fuente. Sus misterios internos, que son en realidad los misterios de la conciencia, no de la materia, no pueden explicarse y deben permanecer incomprensibles, si intentamos estudiarlos desde el punto de vista de nuestra experiencia objetiva solamente. Debemos mirar hacia la fuente de esa experiencia. Debemos mirar no al espacio, sino a la fuente del espacio, no al tiempo, sino a la fuente del tiempo, y por encima de todo, debemos mirar al tipo de conciencia que experimenta el espacio y el tiempo. Por consiguiente, debemos mirar aquellos eventos que se muestran a sí mismos a través de la acción histórica, pero cuyos orígenes están en otra parte. Nada de esto está más allá de nuestras capacidades, en la medida en que intentemos agrandar nuestra estructura.
El origen del universo que conocemos fue un evento maestro. La acción inicial no ocurrió en el espacio y el tiempo, sino que formó el espacio y el tiempo.
En nuestros términos, otros universos, con todas sus propias estructuras del espacio y el tiempo, fueron creados simultáneamente y existen simultáneamente. El efecto de mirar al exterior en el espacio, y por consiguiente hacia atrás en el tiempo, es una especie de convención incorporada que aparece dentro del esquema espacio-tiempo. Es preciso recordar que cuando pensamos en términos de orígenes, la misma palabra “origen” despende de convenciones del tiempo y de la creencia en principios y finales. Principios y finales corresponden a efectos que parecen estar hechos para nuestra percepción. En cierta forma, representan, simplemente, los principios y finales, los limites, los alcances y las limitaciones de nuestro lapso de atención.
Hemos dicho que, en términos nuestros, todos los universos fueron creados simultáneamente, al mismo tiempo. La misma estructura de la frase tiene el tiempo incorporado, así que estamos obligados a pensar que estamos hablando de un pasado casi indescriptible. Utilizamos los términos del tiempo, puesto que estamos acostumbrados a este tipo de categorización, de tal manera que aquí nos estamos metiendo en una aparente contradicción cuando decimos que en un orden superior de eventos todos los universos, incluido el nuestro, tienen sus creaciones originales ocurriendo ahora, con todos sus pasados y futuros incorporados y con todas las escalas del tiempo tornando siempre al exterior y todos sus cambios aparentes siendo creados instantánea y originalmente en lo que concebimos como este momento.
Nuestro universo no puede ser su propia fuente. Sus misterios internos, que son en realidad los misterios de la conciencia, no de la materia, no pueden explicarse y deben permanecer incomprensibles, si intentamos estudiarlos desde el punto de vista de nuestra experiencia objetiva solamente. Debemos mirar hacia la fuente de esa experiencia. Debemos mirar no al espacio, sino a la fuente del espacio, no al tiempo, sino a la fuente del tiempo, y por encima de todo, debemos mirar al tipo de conciencia que experimenta el espacio y el tiempo. Por consiguiente, debemos mirar aquellos eventos que se muestran a sí mismos a través de la acción histórica, pero cuyos orígenes están en otra parte. Nada de esto está más allá de nuestras capacidades, en la medida en que intentemos agrandar nuestra estructura.
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