Nuestra especie como tal incluye el idiota y el genio, el estúpido y el sabio, el atlético, el deforme, el hermoso y el feo, y todas las variantes intermedias. Hay culturas genéticas operando, dentro de una variedad infinita, y cada una de ellas tiene su lugar y sus razones, cada una encaja en el cuadro general, no solamente de la realidad del hombre, sino de la realidad del planeta, incluyendo la totalidad de la naturaleza.
Las ideas religiosas nos han dicho que las deformidades al nacer eran la consecuencia de los pecados de los padres impuestos a los niños. También se involucraba otro tipo de castigo, en términos de “karma”. En términos biológicos, la gente habla de provenir de un buen linaje o un mal linaje, designaciones que también implican juicios morales.
La idea de la reencarnación ha sido distorsionada en gran medida por otros conceptos religiosos. No se trata de una arena psicológica conformada por el crimen y el castigo. Tenemos libre albedrío dentro de las condiciones de nuestra vida, dadas las características que nos son propias. La gran facilidad y adaptabilidad de la especie humana se apoya en controles y balances y en la existencia de características divergentes contra las que la especie se pueda medir.
La especie está siempre en el proceso de mantener dentro de su banco genético los millones de características que pueden necesitarse en varias contingencias y, en ese sentido, existe una conexión entre los virus implicados en muchas dolencias y la salud, no solo del hombre sino de las otras especies.
La posibilidad de cambio creativo debe estar siempre presente para asegurar la elasticidad de la especie, la que se puede presentar de muchas maneras. Se puede presentar en las condiciones que consideramos como deformidades, como discapacidades desde el nacimiento, o en cualquier variación física en relación con la forma física hipotética normal. Todos nosotros lucimos bastante parecidos, con una cabeza, dos brazos, dos piernas, etc., como norma general. Tales diferencias o variaciones son muy notorias a ciertos niveles, si tenemos más o menos dedos de los que se supone, o dos pulgares en una mano, o cualquier otra condición que se considere una anormalidad.
También hay condiciones mentales, como las llamadas personas retardadas, quienes no utilizan sus mentes racionales como los demás. Existen personas altamente dotadas, física o mentalmente, personas que parecen estar tan lejos de la persona ordinaria en la escala de dones, como el idiota lo puede estar en relación con los demás.
En niveles de actividad más reducidos, tales variaciones pasan desapercibidas. No sabemos si tenemos algunos genes descarriados, a menos que sus efectos los hagan notar. A niveles microscópicos, ningún gen se ajusta a la norma y no hay manera de predecir con certeza total el desarrollo de cualquier elemento genético. Se pueden hacer predicciones de grupo y hacer ciertos juicios generales, pero están involucrados otros elementos, de tal manera que cualquier elemento genético particular no puede ser inmovilizado en términos de su desarrollo. Esto se explica porque su actividad también esta involucrada en relaciones que no se muestran en ninguno de los cálculos.
Nuestros pensamientos, sentimientos, deseos e intenciones, al igual que nuestro conocimiento reencarnacional, modifican esa estructura, atraen ciertas características latentes hacia la realización, minimizando otras, en la medida en que a través de la experiencia de nuestra vida estamos utilizando el libre albedrío y tomando nuevas decisiones constantemente.
Las ideas religiosas nos han dicho que las deformidades al nacer eran la consecuencia de los pecados de los padres impuestos a los niños. También se involucraba otro tipo de castigo, en términos de “karma”. En términos biológicos, la gente habla de provenir de un buen linaje o un mal linaje, designaciones que también implican juicios morales.
La idea de la reencarnación ha sido distorsionada en gran medida por otros conceptos religiosos. No se trata de una arena psicológica conformada por el crimen y el castigo. Tenemos libre albedrío dentro de las condiciones de nuestra vida, dadas las características que nos son propias. La gran facilidad y adaptabilidad de la especie humana se apoya en controles y balances y en la existencia de características divergentes contra las que la especie se pueda medir.
La especie está siempre en el proceso de mantener dentro de su banco genético los millones de características que pueden necesitarse en varias contingencias y, en ese sentido, existe una conexión entre los virus implicados en muchas dolencias y la salud, no solo del hombre sino de las otras especies.
La posibilidad de cambio creativo debe estar siempre presente para asegurar la elasticidad de la especie, la que se puede presentar de muchas maneras. Se puede presentar en las condiciones que consideramos como deformidades, como discapacidades desde el nacimiento, o en cualquier variación física en relación con la forma física hipotética normal. Todos nosotros lucimos bastante parecidos, con una cabeza, dos brazos, dos piernas, etc., como norma general. Tales diferencias o variaciones son muy notorias a ciertos niveles, si tenemos más o menos dedos de los que se supone, o dos pulgares en una mano, o cualquier otra condición que se considere una anormalidad.
También hay condiciones mentales, como las llamadas personas retardadas, quienes no utilizan sus mentes racionales como los demás. Existen personas altamente dotadas, física o mentalmente, personas que parecen estar tan lejos de la persona ordinaria en la escala de dones, como el idiota lo puede estar en relación con los demás.
En niveles de actividad más reducidos, tales variaciones pasan desapercibidas. No sabemos si tenemos algunos genes descarriados, a menos que sus efectos los hagan notar. A niveles microscópicos, ningún gen se ajusta a la norma y no hay manera de predecir con certeza total el desarrollo de cualquier elemento genético. Se pueden hacer predicciones de grupo y hacer ciertos juicios generales, pero están involucrados otros elementos, de tal manera que cualquier elemento genético particular no puede ser inmovilizado en términos de su desarrollo. Esto se explica porque su actividad también esta involucrada en relaciones que no se muestran en ninguno de los cálculos.
Nuestros pensamientos, sentimientos, deseos e intenciones, al igual que nuestro conocimiento reencarnacional, modifican esa estructura, atraen ciertas características latentes hacia la realización, minimizando otras, en la medida en que a través de la experiencia de nuestra vida estamos utilizando el libre albedrío y tomando nuevas decisiones constantemente.
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