En la época en que florecieron los grandes pintores y escultores, las imágenes mitológicas y el sistema de creencias eran compartidos por todos, campesinos y gente rica, en alto grado. Cuando el artista pintaba santos o apóstoles como figuras heroicas, como ideas incorporadas en la carne, o como hombres naturales, estaba expresando la relación entre lo natural y lo divino.
En cierta forma, las figuras estilizadas que presentaban las imágenes de Dios, los apóstoles y los santos, eran como un tipo de forma abstracta en la que el artista pintaba todas sus emociones y todas sus creencias, todas sus esperanzas e insatisfacciones. No permitía que Dios el Padre apareciera como meramente humano. Debía ser visto en dimensiones heroicas, mientras que Cristo podía presentarse con atributos tanto divinos como humanos. El punto es que las imágenes que los artistas estaban tratando de retratar, inicialmente eran imágenes mentales y emocionales, y se suponía que las imágenes debían representar también el gran drama de la interrelación divina y humana y la tensión existente entre las dos. Las pinturas mismas parecían hacer que las hordas celestiales tuvieran vida. Si nadie había visto a Cristo, habría imágenes de el.
Aquel era un tipo de arte totalmente diferente del que tenemos ahora. Era un intento de objetivizar la realidad interna, tal como era percibida a través de determinado sistema de creencias. Si el artista estaba o no de acuerdo con ciertas cosas, el sistema de creencias estaba ahí como una estructura invisible. El gran florecimiento del arte fue posible por el enfoque intenso que unificó el sistema de creencias, por la tensión sentida entre un mundo subjetivo y un mundo físico y por la rareza de las imágenes que se encontraban por todas partes.
Mas tarde, cuando el hombre insistió en una mayor objetividad de cierto tipo, determinó que las imágenes de los hombres deberían lucir como hombres, como seres humanos, con sus debilidades y fortalezas. El molde heroico empezó a desaparecer. Los artistas decidieron limitarse a retratar el mundo natural, tal como lo veían con sus ojos naturales y hacer a un lado el inmenso campo de la imaginación interior. Algunos de los bocetos de Leonardo Da Vinci ya mostraban esa tendencia. Con sus innegables tendencias artísticas, Da Vinci también empezó a mostrar aquellas tendencias que conducirían al nacimiento de la ciencia moderna. En sus cuadernos de notas aparecían observaciones minuciosas sobre aspectos de la naturaleza misma. Supo combinar las fuerzas de una poderosa y original imaginación con una muy bien calculada precisión que conduciría a los bocetos detallados de las flores, los árboles, la acción del agua, fenómenos todos de la naturaleza.
El dibujo de la naturaleza florece en nuestra época de una manera totalmente diferente y, hasta cierto grado, se aparta de sus orígenes, en los muy complicados planos de los ingenieros, en la unidad de los bosquejos precisos y las matemáticas, necesarios en ciertas ciencias, y en los bosquejos requeridos para todos los inventos que ahora son una parte de nuestro mundo. En nuestro mundo, la tecnología es nuestro Arte. Es por medio de la utilización de la tecnología y la ciencia que hemos buscado entender nuestra relación con el universo.
Hasta hace poco, la Ciencia nos dio un sistema unificado de creencias que solo hasta ahora empieza a erosionarse. Los viajes espaciales han sido intentos físicos de incursionar en lo desconocido, el mismo que otros pueblos, en otros tiempos, han tratado de explorar por otros medios. La tecnología ha sido la responsable por el hecho de que tanta gente haya estado en capacidad de ver las grandes pinturas del mundo, directamente o por medio de reproducciones, y de que mucha gente se haya familiarizado con el trabajo de los grandes maestros, oportunidad que nunca existió en su época.
El hombre da lo mejor de sí cuando se ve a sí mismo en términos heroicos. La Iglesia Católica Romana le dio un cohesivo y poderoso sistema de creencias y, por muchas razones, esas creencias cambiaron, de tal manera que la división entre el hombre y Dios se hizo demasiado grande. El hombre pecador tomó el lugar del hombre como criatura de Dios. El resultado de esto, tal como lo vemos en el arte particularmente, fue que el hombre se convirtió en una figura heroica. La curiosidad que se había dirigido hacia la divinidad, cambió para convertirse en curiosidad hacia la naturaleza. El sentido investigativo del hombre lo condujo a pintar imágenes y retratos más naturales. También se orientó hacia los paisajes. Este fue un proceso inevitable y, a medida que ocurría, el hombre empezó a hacer grandes distinciones entre el mundo de la imaginación y el mundo de la naturaleza, hasta que, finalmente, se convenció de que el mundo físico era real y el mundo de la imaginación no lo era. Sus pinturas fueron cada vez mas realistas.
El arte estuvo desde entonces ligado a los fenómenos que aparecían directamente ante sus ojos. En gran medida, el arte se convirtió en el ayudante de la tecnología, con sus planos de ingeniería, diagramas matemáticos, etc. Lo que hemos llamado arte abstracto, fue un intento de revertir este proceso. Sin embargo, los pintores abstractos tampoco creían en el mundo de la imaginación, en el que existían dimensiones heroicas, lo que hizo que esta fase fuera en gran medida transitoria.
En cierta forma, las figuras estilizadas que presentaban las imágenes de Dios, los apóstoles y los santos, eran como un tipo de forma abstracta en la que el artista pintaba todas sus emociones y todas sus creencias, todas sus esperanzas e insatisfacciones. No permitía que Dios el Padre apareciera como meramente humano. Debía ser visto en dimensiones heroicas, mientras que Cristo podía presentarse con atributos tanto divinos como humanos. El punto es que las imágenes que los artistas estaban tratando de retratar, inicialmente eran imágenes mentales y emocionales, y se suponía que las imágenes debían representar también el gran drama de la interrelación divina y humana y la tensión existente entre las dos. Las pinturas mismas parecían hacer que las hordas celestiales tuvieran vida. Si nadie había visto a Cristo, habría imágenes de el.
Aquel era un tipo de arte totalmente diferente del que tenemos ahora. Era un intento de objetivizar la realidad interna, tal como era percibida a través de determinado sistema de creencias. Si el artista estaba o no de acuerdo con ciertas cosas, el sistema de creencias estaba ahí como una estructura invisible. El gran florecimiento del arte fue posible por el enfoque intenso que unificó el sistema de creencias, por la tensión sentida entre un mundo subjetivo y un mundo físico y por la rareza de las imágenes que se encontraban por todas partes.
Mas tarde, cuando el hombre insistió en una mayor objetividad de cierto tipo, determinó que las imágenes de los hombres deberían lucir como hombres, como seres humanos, con sus debilidades y fortalezas. El molde heroico empezó a desaparecer. Los artistas decidieron limitarse a retratar el mundo natural, tal como lo veían con sus ojos naturales y hacer a un lado el inmenso campo de la imaginación interior. Algunos de los bocetos de Leonardo Da Vinci ya mostraban esa tendencia. Con sus innegables tendencias artísticas, Da Vinci también empezó a mostrar aquellas tendencias que conducirían al nacimiento de la ciencia moderna. En sus cuadernos de notas aparecían observaciones minuciosas sobre aspectos de la naturaleza misma. Supo combinar las fuerzas de una poderosa y original imaginación con una muy bien calculada precisión que conduciría a los bocetos detallados de las flores, los árboles, la acción del agua, fenómenos todos de la naturaleza.
El dibujo de la naturaleza florece en nuestra época de una manera totalmente diferente y, hasta cierto grado, se aparta de sus orígenes, en los muy complicados planos de los ingenieros, en la unidad de los bosquejos precisos y las matemáticas, necesarios en ciertas ciencias, y en los bosquejos requeridos para todos los inventos que ahora son una parte de nuestro mundo. En nuestro mundo, la tecnología es nuestro Arte. Es por medio de la utilización de la tecnología y la ciencia que hemos buscado entender nuestra relación con el universo.
Hasta hace poco, la Ciencia nos dio un sistema unificado de creencias que solo hasta ahora empieza a erosionarse. Los viajes espaciales han sido intentos físicos de incursionar en lo desconocido, el mismo que otros pueblos, en otros tiempos, han tratado de explorar por otros medios. La tecnología ha sido la responsable por el hecho de que tanta gente haya estado en capacidad de ver las grandes pinturas del mundo, directamente o por medio de reproducciones, y de que mucha gente se haya familiarizado con el trabajo de los grandes maestros, oportunidad que nunca existió en su época.
El hombre da lo mejor de sí cuando se ve a sí mismo en términos heroicos. La Iglesia Católica Romana le dio un cohesivo y poderoso sistema de creencias y, por muchas razones, esas creencias cambiaron, de tal manera que la división entre el hombre y Dios se hizo demasiado grande. El hombre pecador tomó el lugar del hombre como criatura de Dios. El resultado de esto, tal como lo vemos en el arte particularmente, fue que el hombre se convirtió en una figura heroica. La curiosidad que se había dirigido hacia la divinidad, cambió para convertirse en curiosidad hacia la naturaleza. El sentido investigativo del hombre lo condujo a pintar imágenes y retratos más naturales. También se orientó hacia los paisajes. Este fue un proceso inevitable y, a medida que ocurría, el hombre empezó a hacer grandes distinciones entre el mundo de la imaginación y el mundo de la naturaleza, hasta que, finalmente, se convenció de que el mundo físico era real y el mundo de la imaginación no lo era. Sus pinturas fueron cada vez mas realistas.
El arte estuvo desde entonces ligado a los fenómenos que aparecían directamente ante sus ojos. En gran medida, el arte se convirtió en el ayudante de la tecnología, con sus planos de ingeniería, diagramas matemáticos, etc. Lo que hemos llamado arte abstracto, fue un intento de revertir este proceso. Sin embargo, los pintores abstractos tampoco creían en el mundo de la imaginación, en el que existían dimensiones heroicas, lo que hizo que esta fase fuera en gran medida transitoria.
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