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jueves, 14 de agosto de 2008

La Materia III

Existe una conciencia de cierto tipo, una energía consciente detrás y, hasta cierto punto, dentro de todo lo material. La energía que llega a través de nuestra realidad es individualizada. En realidad, a pesar de otras muchas teorías, toda energía contiene alguna conciencia, en forma simple, o en forma de estructura un poco más complicada. Como lo hemos indicado, los átomos y moléculas poseen una conciencia limitada y una subconciencia generalizada que contiene dentro de ella una comprensión encapsulada del universo como un todo.
Cuando la energía fluye a través de nuestro campo y aparece en él, lo hace de acuerdo con su propia naturaleza inherente. La naturaleza de la energía incluye individualización y conciencia. Si pensamos por un momento en bits de energía, o de conciencia, inicialmente sin forma definida, entrando en nuestra realidad física, y de acuerdo con la fuerza y capacidad innatas de una determinada partícula al entrar en nuestra realidad, sabrán entonces que tan pequeño o grande es el patrón físico que pueden formar utilizando su propio nivel subconsciente. Existe una firme y cierta cooperación, que es la base de nuestro universo físico. No vemos esta cooperación, ya que nuestros sentidos están mejor equipados para notar la diferencia y la divergencia y no para ver la similitud. Sin embargo, la cooperación de todas las entidades conscientes le proporcionan a los objetos físicos cualquier apariencia de permanencia que tengan.
Esta cooperación es necesaria en un nivel molecular y continúa a través de todas las fases de la existencia física. Es necesario recordar que es la cooperación consciente de la energía individualizada la que hace posible la molécula misma.
Como ya sabemos, los llamados objetos inertes también poseen conciencia, aunque de una manera más generalizada y mucho menos especifica, en la cual se les niegan las opciones. Debe ser evidente que la identidad psíquica no es más dependiente de la apariencia física, cuando consideramos que una silla retiene su forma como silla, aunque no es realmente una cosa o un objeto, y que ningún átomo o molécula se mantiene igual dentro de ella.
Cuando sostenemos que la identidad depende de la duración del cuerpo físico, estamos dando por sentado que el cuerpo físico es algo completo, de forma más o menos rígida, y que permanece dentro de cierta perspectiva. Sin embargo, sabemos que el cuerpo físico no es una cosa en esos términos y que la sustancia de la que está compuesto siempre está entrando y saliendo, llegando y partiendo, pero la identidad se mantiene.
Los limites de la identidad son arbitrarios por parte nuestra, desarrollados a través de las etapas de nuestro proceso evolutivo, no por alguna razón inherente a la identidad misma, sino solo por razones puramente prácticas en nuestro campo físico, que tienen que ver con la cantidad de materia que las distintas clases de identidades podrían manipular y controlar efectivamente. En cierta forma, se puede decir que el universo físico mismo pone un limite a la extensión de la identidad personal.
Hemos dicho que lo que concebimos como infinitos bloques o pirámides de comprensión, los que no podrían operar dentro de nuestro universo físico como el “gestalt” básico de libertad, están seriamente limitados. Esta es también una de las razones por las que las entidades totales no existen en nuestro campo, sino solamente como porciones separadas y desconectadas parcialmente.
Otros campos permiten una mayor complejidad de la organización física, la que no implica una difuminacion de la individualidad en algún todo indefinido, como por ejemplo un ahogamiento de la conciencia en alguna gigantesca y benigna superconciencia.
Podemos no estar conscientes de la naturaleza de la conciencia de cada átomo en nuestro cuerpo, o del grupo de conciencias formadas por esos átomos cuando se convierten en células, pero para ellos no es necesario que les demos reconocimiento. La conciencia existe en las células, bien sea que la reconozcamos o no.
Otra habilidad inherente a la energía es su innato reconocimiento de su propia forma potencial. Esta se ve en la innata comprensión que existe en el feto. Ni un solo átomo o molécula dentro del feto existe dentro del adulto y, sin embargo, los bits de energía que se han formado conjuntamente para formar el patrón del feto saben la capacidad y los limites de su propia naturaleza y saben por consiguiente las potencialidades y los limites del patrón que ellos han hecho. Siguen la ley del desarrollo y logro de valores, que en nuestra realidad se concibe como crecimiento. Pero el llamado crecimiento no es en sí mismo una propiedad de la materia, en el sentido de que la materia no crece, sino que la energía forma completamente los patrones siempre de nuevo, hasta donde la particular fortaleza de la energía misma lo pueda llevar, sabiendo las limitaciones y capacidades del patrón que ha formado.

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