Literalmente, vivimos en el cuerpo de nuestras creencias. Percibimos a través de nuestro Cuerpo de Creencias. Nuestras creencias aumentan o disminuyen nuestra visión. Ellas pueden aumentar o disminuir nuestra capacidad de oír o la capacidad de percibir de cualquiera de nuestros sentidos.
Si creemos que después de cierta edad nuestro oído empezará a fallar, así será. Empezamos a utilizar cada vez menos esta facultad, inconscientemente transferimos nuestra atención a los otros sentidos, para compensar, y utilizamos cada vez menos nuestros oídos hasta que la función misma se atrofia.
En este caso los sentidos son hábitos y simplemente olvidamos como escuchar apropiadamente, de acuerdo con nuestra creencia. Todas las manipulaciones necesarias para oír las reprimimos inconscientemente, hasta que el deterioro del oído se produce.
La misma cosa ocurre con casi todas las categorías físicas. Usualmente, más de una creencia está involucrada. Paralelamente a la creencia de que nuestra visión disminuirá, también estará la creencia, anteriormente citada, de que nuestro oído fallará, estas dos creencias reforzadas por la creencia de que con la edad seremos personas más frágiles. Son las creencias citadas las que asegurarán la materialización del estado físico.
Por otra parte, podemos creer que con la edad incrementamos nuestra sabiduría, que tendremos una mayor paz interior, que nuestra mente será más lúcida y que nuestros sentidos podrán percibir mejor la realidad externa. Si estas son nuestras creencias, nuestro aparato físico continuará en excelentes condiciones.
Es necesario entender que nuestras ideas y pensamientos son imágenes que tienen sustancia. Son realidades electromagnéticas que afectan nuestro ser físico y que automáticamente se trasladan a través del sistema nervioso a nuestro cuerpo y nuestra experiencia.
Los pensamientos, las ideas, las creencias y las emociones son realidades electromagnéticas que debemos combinar con la imaginación para crear una imagen mental de la realidad que queremos tener para nosotros.
Si creemos que después de cierta edad nuestro oído empezará a fallar, así será. Empezamos a utilizar cada vez menos esta facultad, inconscientemente transferimos nuestra atención a los otros sentidos, para compensar, y utilizamos cada vez menos nuestros oídos hasta que la función misma se atrofia.
En este caso los sentidos son hábitos y simplemente olvidamos como escuchar apropiadamente, de acuerdo con nuestra creencia. Todas las manipulaciones necesarias para oír las reprimimos inconscientemente, hasta que el deterioro del oído se produce.
La misma cosa ocurre con casi todas las categorías físicas. Usualmente, más de una creencia está involucrada. Paralelamente a la creencia de que nuestra visión disminuirá, también estará la creencia, anteriormente citada, de que nuestro oído fallará, estas dos creencias reforzadas por la creencia de que con la edad seremos personas más frágiles. Son las creencias citadas las que asegurarán la materialización del estado físico.
Por otra parte, podemos creer que con la edad incrementamos nuestra sabiduría, que tendremos una mayor paz interior, que nuestra mente será más lúcida y que nuestros sentidos podrán percibir mejor la realidad externa. Si estas son nuestras creencias, nuestro aparato físico continuará en excelentes condiciones.
Es necesario entender que nuestras ideas y pensamientos son imágenes que tienen sustancia. Son realidades electromagnéticas que afectan nuestro ser físico y que automáticamente se trasladan a través del sistema nervioso a nuestro cuerpo y nuestra experiencia.
Los pensamientos, las ideas, las creencias y las emociones son realidades electromagnéticas que debemos combinar con la imaginación para crear una imagen mental de la realidad que queremos tener para nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario