Andrea es una mujer rubia y bonita, con un poco más de 30 años, separada, con tres niños. Acaba de perder su trabajo y tuvo, además, una semana terrible. El hombre con quien estaba saliendo empezó a evitarla, un compañero de trabajo la insultó delante de todo el mundo. Todo lo que hizo en esa semana le salió mal. Finalmente entró en una crisis emocional y se enfermó, decidió quedarse en casa y la despidieron.
Andrea me llamó para contarme lo que le había pasado. Me dijo que se sentía una persona inferior, incapaz de afrontar el más mínimo problema, que no sabía como entenderse con sus compañeros de trabajo, ni con su jefe, ni con nadie.
Estas son creencias que Andrea ha tenido por cierto tiempo sobre ella misma. De una manera inconsciente las ha manifestado a través de su cuerpo, con gestos, expresiones, tonos de voz. Todo su ser espera el rechazo. Todas las cosas que le pasaron en esos días hay que interpretarlas a la luz de su esquema mental.
Las creencias enfocan la atención y en estas circunstancias no permiten percibir sino los datos y eventos que están de acuerdo con ellas. Todo lo demás, lo que no coincide con las creencias, no lo tomamos en cuenta. Algunas personas y compañeros de trabajo saludaban a Andrea con cariño, pero ella lo ignoraba.
Tuve la oportunidad de decirle a Andrea que ella era una persona de muchas cualidades y que lo que pensaba de ella misma no era cierto, que era lo que ella creía de si misma, que era una creencia sobre su realidad y que debería examinar cuidadosamente esas creencias para cambiarlas.
Un poco después me llamó para decirme que, efectivamente, había llegado a la situación en que estaba por no haber enfrentado honestamente sus propias ideas. Se dio cuenta de que ella no era la víctima de la situación, sino quien la había originado. Que se había llenado de sentimientos de culpa y se había condenado a sí misma.
Le recomendamos a Andrea que aceptara la validez de sus sentimientos como sentimientos, sin inhibirlos, que los observara, en el convencimiento de que son sentimientos y creencias sobre su realidad, pero no la realidad misma. Si se siente inferior, no significa que es inferior, que ese sentimiento no es la manifestación de un hecho sino de una emoción.
Todo lo que le pasó a Andrea tuvo como causa sus creencias. Creía que su vida era muy difícil. Había oído decir que una mujer sin la compañía de un hombre está en circunstancias muy difíciles, más aún, si esa mujer tiene varios hijos. Creía que sería imposible encontrar pareja. Le habían dicho que los niños necesitan un padre y creía que ningún hombre se iba a relacionar con una mujer con niños. Ya con más de 30 años, le parecía que su juventud se escapaba. De acuerdo con esa creencia, sentía que ya no era atractiva.
Sus creencias llevaron a Andrea a una crisis. Si hubiera cambiado oportunamente sus creencias, su situación habría sido totalmente distinta.
Andrea me llamó para contarme lo que le había pasado. Me dijo que se sentía una persona inferior, incapaz de afrontar el más mínimo problema, que no sabía como entenderse con sus compañeros de trabajo, ni con su jefe, ni con nadie.
Estas son creencias que Andrea ha tenido por cierto tiempo sobre ella misma. De una manera inconsciente las ha manifestado a través de su cuerpo, con gestos, expresiones, tonos de voz. Todo su ser espera el rechazo. Todas las cosas que le pasaron en esos días hay que interpretarlas a la luz de su esquema mental.
Las creencias enfocan la atención y en estas circunstancias no permiten percibir sino los datos y eventos que están de acuerdo con ellas. Todo lo demás, lo que no coincide con las creencias, no lo tomamos en cuenta. Algunas personas y compañeros de trabajo saludaban a Andrea con cariño, pero ella lo ignoraba.
Tuve la oportunidad de decirle a Andrea que ella era una persona de muchas cualidades y que lo que pensaba de ella misma no era cierto, que era lo que ella creía de si misma, que era una creencia sobre su realidad y que debería examinar cuidadosamente esas creencias para cambiarlas.
Un poco después me llamó para decirme que, efectivamente, había llegado a la situación en que estaba por no haber enfrentado honestamente sus propias ideas. Se dio cuenta de que ella no era la víctima de la situación, sino quien la había originado. Que se había llenado de sentimientos de culpa y se había condenado a sí misma.
Le recomendamos a Andrea que aceptara la validez de sus sentimientos como sentimientos, sin inhibirlos, que los observara, en el convencimiento de que son sentimientos y creencias sobre su realidad, pero no la realidad misma. Si se siente inferior, no significa que es inferior, que ese sentimiento no es la manifestación de un hecho sino de una emoción.
Todo lo que le pasó a Andrea tuvo como causa sus creencias. Creía que su vida era muy difícil. Había oído decir que una mujer sin la compañía de un hombre está en circunstancias muy difíciles, más aún, si esa mujer tiene varios hijos. Creía que sería imposible encontrar pareja. Le habían dicho que los niños necesitan un padre y creía que ningún hombre se iba a relacionar con una mujer con niños. Ya con más de 30 años, le parecía que su juventud se escapaba. De acuerdo con esa creencia, sentía que ya no era atractiva.
Sus creencias llevaron a Andrea a una crisis. Si hubiera cambiado oportunamente sus creencias, su situación habría sido totalmente distinta.
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