La única razón por la cual el ser total no es mucho más consciente y accesible, es nuestra terca negativa a admitirlo. El patrón de camuflaje del mundo está formado por la mente, y esto lo estamos utilizando ahora en sus verdaderos términos como una parte del mundo interior. La energía es recibida por la mente a través de los sentidos internos y es transformada, con la utilización de enzimas mentales, en patrones de camuflaje.
No existe ninguna razón para que la humanidad no pueda estar consciente de esta transformación, una vez que haya admitido en la existencia al ser total que hace esto posible. Como lo hemos expresado anteriormente, el proceso de la respiración parece automático y, sin embargo, alguna parte nuestra está consciente de las más minúsculas partes de aire que inflan los pulmones.
Nosotros, o la parte de nosotros que nos agrada llamar “nosotros”, nos rehusamos a admitir como parte nuestra el “Yo” que está consciente de cada respiración, de cada movimiento que hacemos y de cada sueño que soñamos. En otras palabras, la respiración y el sueño no son automáticos, ni operan sin nuestro conocimiento. La humanidad, simplemente, se rehúsa a admitir al que respira y al que sueña.
En muchos casos se rehúsa a admitir al que se mueve. Confía en sí mismo mucho más cuando dice “voy a leer”, y enseguida lee, que cuando dice “veré”, y enseguida ve. Recuerda haber aprendido conscientemente a leer, pero no recuerda conscientemente haber aprendido a ver. Teme lo que no puede recordar conscientemente y, a lo que teme, simplemente le niega la existencia. El hecho es que ve, aunque nadie le enseño como ver. La parte de sí mismo que le enseño a ver, todavía guía sus movimientos, todavía mueve los músculos de sus ojos, todavía se torna consciente, a pesar de encontrarse durmiendo, todavía respira por él, sin recibir agradecimiento, ni reconocimiento, y todavía lleva a cabo su tarea de transformar la energía proveniente de una realidad interior en un camuflaje exterior.
La humanidad se encuentra atrapada por su propio ser dividido artificialmente. Busca dioses, o alguna otra cosa que le explique perfectamente las funciones naturales que le corresponden a él mismo. Es esto lo que de una manera muy hermosa lo absuelve, a sus propios ojos, de toda responsabilidad, pero no es así.
Es cierto, como regla general, que no estamos conscientes de nuestra propia identidad total, que como norma general no reside dentro de nuestros limites. Pero no hay razón para que debamos estar ciegos ante el ser total de nuestra personalidad presente, la cual es parte de nuestra entidad, la cual puede ser vislumbrada en nuestra realidad, en términos del ser que respira y que sueña, del que hemos hablado.
En cierta forma, es conveniente que no estemos enterados conscientemente de cada respiración que hacemos. Pero es pura estupidez ignorar al ser interior que hace la respiración y que está enterado de los mecanismos involucrados. Lo que casi logramos aquí es que un desconocido pequeño ser ejecute las funciones necesarias, y ese no es el caso. Hemos dicho que la mente es una parte del mundo interior, pero que tenemos acceso a nuestras propias mentes, las cuales ignoramos, y que este acceso nos conduciría inevitablemente a las verdades acerca del mundo físico. Operando en el interior, podríamos comprender el exterior mucho más claramente.
Cuando decimos que en realidad creamos los patrones típicos de camuflaje de nuestro propio universo físico, con la utilización de la vitalidad interior del universo, de la misma manera como formamos un patrón con nuestro aliento sobre el vidrio de una ventana, no estamos queriendo decir que necesariamente seamos los creadores del universo. Solo estamos diciendo que somos los creadores del mundo físico, tal como lo conocemos, y ahí tenemos una gran historia.
Aunque no tenemos todas las respuestas, es un hecho que la humanidad, aun con sus maneras erróneas, descubrirá que ella misma crea su propio universo físico y que los mecanismos del cuerpo físico tienen más funciones y variedades de las que conoce. Ni aun en el estado del sueño estas funciones se detienen. Continúan en una forma todavía más directa que en el estado de vigilia. El hombre crea cuando sueña, de una manera más cierta y menos distorsionada, y su mundo físico es mucho más el producto de su ser del sueño, que del ser del estado de vigilia.
Esto no significa que debamos desestimar el intelecto, ya que el intelecto nunca ha sido utilizado con el propósito para el que fue desarrollado.
No existe ninguna razón para que la humanidad no pueda estar consciente de esta transformación, una vez que haya admitido en la existencia al ser total que hace esto posible. Como lo hemos expresado anteriormente, el proceso de la respiración parece automático y, sin embargo, alguna parte nuestra está consciente de las más minúsculas partes de aire que inflan los pulmones.
Nosotros, o la parte de nosotros que nos agrada llamar “nosotros”, nos rehusamos a admitir como parte nuestra el “Yo” que está consciente de cada respiración, de cada movimiento que hacemos y de cada sueño que soñamos. En otras palabras, la respiración y el sueño no son automáticos, ni operan sin nuestro conocimiento. La humanidad, simplemente, se rehúsa a admitir al que respira y al que sueña.
En muchos casos se rehúsa a admitir al que se mueve. Confía en sí mismo mucho más cuando dice “voy a leer”, y enseguida lee, que cuando dice “veré”, y enseguida ve. Recuerda haber aprendido conscientemente a leer, pero no recuerda conscientemente haber aprendido a ver. Teme lo que no puede recordar conscientemente y, a lo que teme, simplemente le niega la existencia. El hecho es que ve, aunque nadie le enseño como ver. La parte de sí mismo que le enseño a ver, todavía guía sus movimientos, todavía mueve los músculos de sus ojos, todavía se torna consciente, a pesar de encontrarse durmiendo, todavía respira por él, sin recibir agradecimiento, ni reconocimiento, y todavía lleva a cabo su tarea de transformar la energía proveniente de una realidad interior en un camuflaje exterior.
La humanidad se encuentra atrapada por su propio ser dividido artificialmente. Busca dioses, o alguna otra cosa que le explique perfectamente las funciones naturales que le corresponden a él mismo. Es esto lo que de una manera muy hermosa lo absuelve, a sus propios ojos, de toda responsabilidad, pero no es así.
Es cierto, como regla general, que no estamos conscientes de nuestra propia identidad total, que como norma general no reside dentro de nuestros limites. Pero no hay razón para que debamos estar ciegos ante el ser total de nuestra personalidad presente, la cual es parte de nuestra entidad, la cual puede ser vislumbrada en nuestra realidad, en términos del ser que respira y que sueña, del que hemos hablado.
En cierta forma, es conveniente que no estemos enterados conscientemente de cada respiración que hacemos. Pero es pura estupidez ignorar al ser interior que hace la respiración y que está enterado de los mecanismos involucrados. Lo que casi logramos aquí es que un desconocido pequeño ser ejecute las funciones necesarias, y ese no es el caso. Hemos dicho que la mente es una parte del mundo interior, pero que tenemos acceso a nuestras propias mentes, las cuales ignoramos, y que este acceso nos conduciría inevitablemente a las verdades acerca del mundo físico. Operando en el interior, podríamos comprender el exterior mucho más claramente.
Cuando decimos que en realidad creamos los patrones típicos de camuflaje de nuestro propio universo físico, con la utilización de la vitalidad interior del universo, de la misma manera como formamos un patrón con nuestro aliento sobre el vidrio de una ventana, no estamos queriendo decir que necesariamente seamos los creadores del universo. Solo estamos diciendo que somos los creadores del mundo físico, tal como lo conocemos, y ahí tenemos una gran historia.
Aunque no tenemos todas las respuestas, es un hecho que la humanidad, aun con sus maneras erróneas, descubrirá que ella misma crea su propio universo físico y que los mecanismos del cuerpo físico tienen más funciones y variedades de las que conoce. Ni aun en el estado del sueño estas funciones se detienen. Continúan en una forma todavía más directa que en el estado de vigilia. El hombre crea cuando sueña, de una manera más cierta y menos distorsionada, y su mundo físico es mucho más el producto de su ser del sueño, que del ser del estado de vigilia.
Esto no significa que debamos desestimar el intelecto, ya que el intelecto nunca ha sido utilizado con el propósito para el que fue desarrollado.
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