Puedes ser muy capaz de ver a través de las distorsiones del Cristianismo convencional. Puedes haber cambiado tus ideas hasta tal punto que puedes ver poca similitud entre tus ideas corrientes y aquellas del pasado. Ahora puedes creer en las teorías del Budismo, por ejemplo, o en las de otra filosofía oriental.
Las diferencias entre cualquiera de esos sistemas de pensamiento y el Cristianismo pueden ser tan evidentes que las similitudes se te escapan. Puedes seguir una de las escuelas del Budismo en la que se pone gran énfasis en la negación del cuerpo, en la disciplina de la carne y en evitar el deseo. Estos elementos son también muy característicos del Cristianismo, por supuesto, pero pueden parecer más sabrosos, exóticos, o razonables, viniendo de una fuente extraña a tu educación de la niñez. Así que puedes saltar del uno al otro, gritando emancipación y sintiéndote tú mismo bastante libre de las viejas ideas limitantes.
Las filosofías que enseñan la negación de la carne deben terminar últimamente predicando la negación del ser y construyendo desprecio por él, porque aunque el alma está acunada en músculo y hueso, está destinada a experimentar la realidad, no ha negarla.
Todos esos dogmas utilizan la culpa artificial, y la culpa natural es distorsionada para servir esos fines. En cualesquiera que sean los términos, al devoto se le dice que hay algo malo en la experiencia terrenal. Por consiguiente, tú eres considerado malo como un ser en la carne en virtud de tu misma existencia.
Esto por sí solo te causará una experiencia adversa, haciéndote rechazar las mismas bases de tu propia estructura de experiencia. Considerarás el cuerpo como una cosa, como un buen vehículo, pero no en sí mismo como la expresión natural de tu ser en forma material. Muchas de tales escuelas Orientales también enfatizan – como lo hacen muchas escuelas espiritualistas – la importancia de los “niveles inconscientes del ser”, y te enseñan a desconfiar de la mente consciente.
El concepto de nirvana y la idea del cielo son dos versiones del mismo cuadro, siendo el primero uno en el cual se pierde la individualidad en la beatitud de una conciencia indiferenciada, y el último, uno en el cual individuos todavía conscientes llevan a cabo una adoración sin sentido. Ninguna de las dos teorías contiene una comprensión de las funciones de la mente consciente, o de la evolución de la conciencia – o, para el caso, de ciertos aspectos de la física mayor. La energía nunca se pierde. La teoría del mundo en expansión aplica a la mente, lo mismo que al universo.
Sin embargo, estas filosofías te pueden conducir a una profunda desconfianza, tanto de tu cuerpo como de tu mente. Se te ha dicho que el espíritu es perfecto, y de esta manera puedes tratar de vivir a la altura de normas de perfección imposibles de lograr. El fracaso se suma al sentimiento de culpa.
Intentas entonces ahuyentar más aun las características de placer de tu propia calidad de criatura, negando la vigorosa espiritualidad de tu carne y las poderosas inclinaciones corporales actuales de tu alma. Tu mismo tratarás de deshacerte de emociones muy naturales, y así ser engañado sin su gran movimiento espiritual y físico. Por otra parte, los lideres pueden considerar muy poco tales asuntos, pero aun pueden estar profundamente convencidos de la miseria de la condición humana, enfocándose sobre los elementos “más oscuros”, viendo la destrucción del mundo cada vez mas cerca, sin examinar realmente las creencias que despiertan tales sentimientos permanentes.
Ellos pueden encontrar fácil cloquear sus lenguas ante los obvios fanáticos que claman por la venganza de Dios, y hablar del fin del mundo en azufre y cenizas. Pueden estar igualmente convencidos, sin embargo, de la falta de merito básica del hombre, y así mismo por supuesto de la propia. En la vida diaria, tales personas se concentrarán en los eventos negativos, los almacenan, y desafortunadamente causan una experiencia personal que parecerá reforzar las ideas básicas.
Aquí en un contexto diferente está la misma negación del valor y la integridad de la experiencia terrenal. En algunos de tales casos, todos los atributos humanos deseables son magnificados y proyectados al exterior en un dios o en una superconciencia, mientras todos las características menos admirables se dejan a la raza y al individuo.
El individuo por consiguiente se priva él mismo de la utilización de muchas de sus habilidades. No las considera propias, y se asombra cuando otros de su raza exhiben tales cualidades superiores.
Hasta cierto punto, tales creencias siguen ciertos ritmos en las civilizaciones y en el tiempo.
La mente es un sistema de controles y equilibrios, incluso como en el cuerpo, y con frecuencia un grupo de creencias que se pueden ver como altamente negativas, con frecuencia servirán fines benéficos contradiciendo otras creencias. Por algún tiempo la civilización Occidental hizo énfasis en una versión distorsionada del razonamiento intelectual, por ejemplo, y de esta manera el énfasis corriente acerca de otras partes del ser sirve un propósito.
Las personas vivas dentro del mundo llegan a él con sus propios problemas y desafíos, y esto tendrá mucho que ver con el tipo de creencias nacionales y mundiales que se generan y que dominan. Las creencias, por supuesto, son estructuras en las que se ponen a prueba varios tipos de experiencia. Esto también aplica a las religiones y a las situaciones políticas y sociales. Siempre hay concesiones mutuas entre el individuo y el sistema colectivo de creencias en el que él ha escogido su entorno.
Hay una creencia en la enfermedad como moralmente incorrecta, y una creencia contraria como ennoblecedora, edificante y espiritualmente buena. Estos juicios de valor son extremadamente importantes, ya que ellos se reflejarán en tu propia experiencia con cualquier enfermedad o dolencia.
Las diferencias entre cualquiera de esos sistemas de pensamiento y el Cristianismo pueden ser tan evidentes que las similitudes se te escapan. Puedes seguir una de las escuelas del Budismo en la que se pone gran énfasis en la negación del cuerpo, en la disciplina de la carne y en evitar el deseo. Estos elementos son también muy característicos del Cristianismo, por supuesto, pero pueden parecer más sabrosos, exóticos, o razonables, viniendo de una fuente extraña a tu educación de la niñez. Así que puedes saltar del uno al otro, gritando emancipación y sintiéndote tú mismo bastante libre de las viejas ideas limitantes.
Las filosofías que enseñan la negación de la carne deben terminar últimamente predicando la negación del ser y construyendo desprecio por él, porque aunque el alma está acunada en músculo y hueso, está destinada a experimentar la realidad, no ha negarla.
Todos esos dogmas utilizan la culpa artificial, y la culpa natural es distorsionada para servir esos fines. En cualesquiera que sean los términos, al devoto se le dice que hay algo malo en la experiencia terrenal. Por consiguiente, tú eres considerado malo como un ser en la carne en virtud de tu misma existencia.
Esto por sí solo te causará una experiencia adversa, haciéndote rechazar las mismas bases de tu propia estructura de experiencia. Considerarás el cuerpo como una cosa, como un buen vehículo, pero no en sí mismo como la expresión natural de tu ser en forma material. Muchas de tales escuelas Orientales también enfatizan – como lo hacen muchas escuelas espiritualistas – la importancia de los “niveles inconscientes del ser”, y te enseñan a desconfiar de la mente consciente.
El concepto de nirvana y la idea del cielo son dos versiones del mismo cuadro, siendo el primero uno en el cual se pierde la individualidad en la beatitud de una conciencia indiferenciada, y el último, uno en el cual individuos todavía conscientes llevan a cabo una adoración sin sentido. Ninguna de las dos teorías contiene una comprensión de las funciones de la mente consciente, o de la evolución de la conciencia – o, para el caso, de ciertos aspectos de la física mayor. La energía nunca se pierde. La teoría del mundo en expansión aplica a la mente, lo mismo que al universo.
Sin embargo, estas filosofías te pueden conducir a una profunda desconfianza, tanto de tu cuerpo como de tu mente. Se te ha dicho que el espíritu es perfecto, y de esta manera puedes tratar de vivir a la altura de normas de perfección imposibles de lograr. El fracaso se suma al sentimiento de culpa.
Intentas entonces ahuyentar más aun las características de placer de tu propia calidad de criatura, negando la vigorosa espiritualidad de tu carne y las poderosas inclinaciones corporales actuales de tu alma. Tu mismo tratarás de deshacerte de emociones muy naturales, y así ser engañado sin su gran movimiento espiritual y físico. Por otra parte, los lideres pueden considerar muy poco tales asuntos, pero aun pueden estar profundamente convencidos de la miseria de la condición humana, enfocándose sobre los elementos “más oscuros”, viendo la destrucción del mundo cada vez mas cerca, sin examinar realmente las creencias que despiertan tales sentimientos permanentes.
Ellos pueden encontrar fácil cloquear sus lenguas ante los obvios fanáticos que claman por la venganza de Dios, y hablar del fin del mundo en azufre y cenizas. Pueden estar igualmente convencidos, sin embargo, de la falta de merito básica del hombre, y así mismo por supuesto de la propia. En la vida diaria, tales personas se concentrarán en los eventos negativos, los almacenan, y desafortunadamente causan una experiencia personal que parecerá reforzar las ideas básicas.
Aquí en un contexto diferente está la misma negación del valor y la integridad de la experiencia terrenal. En algunos de tales casos, todos los atributos humanos deseables son magnificados y proyectados al exterior en un dios o en una superconciencia, mientras todos las características menos admirables se dejan a la raza y al individuo.
El individuo por consiguiente se priva él mismo de la utilización de muchas de sus habilidades. No las considera propias, y se asombra cuando otros de su raza exhiben tales cualidades superiores.
Hasta cierto punto, tales creencias siguen ciertos ritmos en las civilizaciones y en el tiempo.
La mente es un sistema de controles y equilibrios, incluso como en el cuerpo, y con frecuencia un grupo de creencias que se pueden ver como altamente negativas, con frecuencia servirán fines benéficos contradiciendo otras creencias. Por algún tiempo la civilización Occidental hizo énfasis en una versión distorsionada del razonamiento intelectual, por ejemplo, y de esta manera el énfasis corriente acerca de otras partes del ser sirve un propósito.
Las personas vivas dentro del mundo llegan a él con sus propios problemas y desafíos, y esto tendrá mucho que ver con el tipo de creencias nacionales y mundiales que se generan y que dominan. Las creencias, por supuesto, son estructuras en las que se ponen a prueba varios tipos de experiencia. Esto también aplica a las religiones y a las situaciones políticas y sociales. Siempre hay concesiones mutuas entre el individuo y el sistema colectivo de creencias en el que él ha escogido su entorno.
Hay una creencia en la enfermedad como moralmente incorrecta, y una creencia contraria como ennoblecedora, edificante y espiritualmente buena. Estos juicios de valor son extremadamente importantes, ya que ellos se reflejarán en tu propia experiencia con cualquier enfermedad o dolencia.
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