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lunes, 24 de diciembre de 2007

Las Unidades de Conciencia


Nos hemos acostumbrado a responder a ciertos patrones neurales y a ignorar patrones alternativos que operan ahora, simplemente, como una actividad en el trasfondo. Esa actividad, sin embargo, sirve de soporte para un millón de fuerzas: los estímulos neurales que aceptamos como biológicamente reales. Todos esos otros estímulos escondidos son ahora bastante difíciles de identificar, pero ellos siempre están ahí, dentro de nuestra conciencia de vigilia, como charla del sueno, bien por debajo de nuestras asociaciones.
Neurológicamente, nos sintonizamos solamente con una parte de nuestra realidad corporal e ignoramos las grandiosas e innumerables comunicaciones que siempre vuelan, atrás y adelante, en el microscópico pero vital mundo celular.
En nuestros términos, los electrones son precognitivos, lo mismo que nuestra conciencia celular. La permanencia relativa de nuestro cuerpo en el tiempo depende del magnifico comportamiento del electrón, en la medida en que trabaja con probabilidades. La estabilidad de las células y su confianza en el entorno corporal depende de sus propiedades innatas de comunicación y decisión instantáneas, ya que cada célula esta en comunicación con todas las otras, y esta unida a todas las otras a través de campos de conciencia en los cuales cada entidad participa, cualquiera que sea su grado.
A un nivel, las células obedecen a las normas del tiempo, pero en otros niveles, lo desafían. Todas estas comunicaciones forman parte de la parcela humana de la realidad y todas ellas existen bajo lo que llamamos conciencia normal. Los eventos no se construyen inicialmente sobre partículas físicas, ya que ellos son el resultado de una actividad psicológica.
En el inicio del universo, solo estábamos enterados de esa actividad psicológica, que aun no se había engrosado a sí misma para llegar a la forma. La forma estaba allí, pero no se había manifestado. En lugar de pequeñas partículas, teníamos pequeñas unidades de conciencia, construyéndose gradualmente a sí mismas en grandes unidades de conciencia.
Sin embargo, una pequeña unidad de conciencia no es “menos” que una unidad grande, ya que cada unidad de conciencia contiene dentro de sí misma la herencia innata de Todo Lo Que Existe.
Pensamos de la mente consciente como si fuera, solamente, un tipo de conciencia con una intención deliberada, con el conocimiento de sí misma, con capacidad lógica y con una apreciación del simbolismo. Esto nos parece cierto por nuestro rango particular de actividad y porque solo podemos escoger eventos que estén dentro de un espectro psicológico particular.
A los bloques que construyen la materia los llamamos Unidades de Conciencia. Ellos forman la materia física, tal como existe en nuestra comprensión y experiencia. Las Unidades de Conciencia también forman otras clases de materia que no percibimos.
Las Unidades de conciencia también pueden operar como “partículas” o como “ondas”. Cualquiera que sea la manera como operan, son conscientes de su propia existencia. Cuando las Unidades de Conciencia operan como partículas, construyen una continuidad en el tiempo. Toman las características de la particularidad. Se identifican a sí mismas estableciendo limites específicos.
Las unidades de conciencia toman ciertas formas cuando operan como partículas y experimentan su realidad desde “el centro de” esas formas. Se concentran o se enfocan en sus especificaciones únicas. Se convierten en algo individual.
Cuando las Unidades de Conciencia operan como ondas, sin embargo, no establecen limites alrededor de su propio conocimiento. Operando como ondas, las Unidades de Conciencia pueden estar, realmente, en mas de un lugar al tiempo. Este material es un asunto mas bien difícil de comprender. En su forma más pura, una Unidad de Conciencia puede estar en todos los lugares al mismo tiempo. Así que no tiene sentido decir que cuando opera como onda una Unidad de Conciencia es precognitiva y clarividente, puesto que tiene la capacidad de estar en todos los lugares y en todos los tiempos simultáneamente.
Las Unidades de Conciencia son los pilares de la materia física de nuestro cuerpo, de los árboles y las rocas, de los océanos y los continentes, y de la manifestación misma del espacio, tal como lo entendemos.
Las Unidades de Conciencia pueden operar como entidades separadas, como identidades; o pueden fluir conjuntamente como una fuerza, en un vasta y armoniosa ola de actividad. En realidad, las Unidades de Conciencia operan de ambas maneras todo el tiempo. Ninguna identidad, una vez “formada”, es jamás aniquilada, ya que su existencia forma parte indeleble de la “ola total de conciencia a la cual pertenece”.
Cada unidad “particularizada”va sobre el empuje continuo establecido por los campos de conciencia, a los que pertenecen tanto las ondas como las partículas. Cada una de estas unidades de conciencia contiene dentro de sí el conocimiento inherente a todas las otras partículas, ya que, en otros niveles, las Unidades de Conciencia están operando como ondas.
Básicamente, las Unidades de Conciencia se mueven más rápido que la luz, reduciendo su velocidad para formar la materia. Estas unidades pueden considerarse como entidades o como fuerzas y pueden operar como ambas. Metafísicamente, se pueden considerar como el punto en el que Todo Lo Que Existe actúa para formar nuestro mundo, el contacto inmediato de una infinita inspiración creativa, llegando al enfoque mental, a la metamorfosis de origen divino, que lleva el mundo físico a la existencia, partiendo de la realidad mayor del hecho divino.
Científicamente, también pueden considerarse las Unidades de Conciencia como los pilares de la materia. Éticamente, las Unidades de Conciencia representan espectaculares fundamentos del mundo para el desarrollo y logro de valores, ya que cada Unidad de Conciencia se relaciona con cada una de las otras, es una parte de las otras, y cada una participa en el “gestalt” de la experiencia mortal.

domingo, 9 de diciembre de 2007

En el Inicio del Universo II

En el principio del universo no existía Dios el Padre, ni Alá, ni Zoroastro, ni Zeus, ni Buda. Existía, en cambio, un “gestalt” psicológico divino, un ser cuya realidad escapa a la definición de la palabra “ser”, puesto que es la fuente de la cual surge todo el ser. Ese ser existe en una dimensión psicológica, en un presente espacioso, en el cual todo lo que existió, existe o existirá, se mantiene en atención inmediata, equilibrado en un contexto divino, que está caracterizado por una concentración tan brillante que los más grandioso y lo más humilde, lo más grande y lo más pequeño, se mantienen por igual dentro de un enfoque multiamoroso constante.
Nuestros conceptos de principios y fines hacen muy difícil la explicación de esta situación, ya que, en nuestros términos, el inicio del universo no tiene sentido, lo que quiere decir, en esos términos, que no hubo principio.
Como lo hemos explicado, el universo siempre está llegando a la existencia y cada momento presente trae incorporado su propio pasado. Nos ponemos de acuerdo para aceptar como real solo una pequeña parte de la información disponible, de la que se compone cada momento, individual o globalmente. Aceptamos solamente aquella información que se ajusta a nuestras ideas de movimiento en el tiempo. Como resultado de esto, la evidencia arqueológica usualmente presenta un cuadro que se ajusta a nuestras ideas sobre la historia, las eras geológicas, etc.
La mente consciente ve, con un alcance espectacular pero limitado, y carece de una visión periférica total. Estamos utilizando el término “mente consciente”, tal como lo definimos, ya que le permitimos aceptar como evidencia solo aquella información física disponible para los cinco sentidos, cuando esos cinco sentidos representan apenas una visión relativamente plana de la realidad, la que se refiere a la superficie más visible.
Los sentidos físicos son extensiones de los sentidos internos, que son, de una u otra manera, una parte de cada especie física, cualquiera que sea su grado. Los sentidos internos le proporcionan a las especies un método interno de comunicación y las células poseen sentidos internos.
Los átomos perciben su propia posición, sus velocidades, movimientos, la naturaleza de su entorno, el material del que ellos forman parte. Nuestro mundo no se juntó, con átomos sin sentido formándose aquí y allá, con elementos provenientes de gases sin sentido agrupándose, ni el mundo fue creado por un Dios lejano y objetivizado, que lo creó, parte por parte, como en una línea de ensamble cósmico, con sus defectos incorporados y con mejores modelos disponibles en cada estación geológica. El universo se formó de los Dios es. El universo es la extensión natural de la creatividad y la intención divina, formado de adentro hacia fuera. Así que la conciencia existió antes que la materia y no lo contrario.
Nuestra conciencia es una porción de un “gestalt” divino. En los términos de nuestra experiencia terrenal, es un error metafísico, científico y creativo, separar la materia de la conciencia, ya que la conciencia se materializa ella misma como materia en la vida física.
Nuestra conciencia va a sobrevivir a la muerte de nuestro cuerpo, pero tomará otro tipo de forma, una forma que está compuesta por “unidades de conciencia”.Tenemos la propensión a pensar en términos de jerarquías de conciencias, con la humanidad encabezando la lista, en términos globales. La Biblia, por ejemplo, dice que el hombre tiene dominio sobre los animales, y parece que elevando el grado de la conciencia de los animales debemos, de alguna manera, degradar la nuestra. El “gestalt” divino, sin embargo, se expresa de tal manera que su “calidad” se diluye.
Limitamos la capacidad de la mente consciente rehusándonos a permitirle un mayor alcance de atención, ya que hemos estado cerrados e ignorantes a las diferentes, variadas y ricas experiencias de las otras especies. Hemos permitido que la terquedad de cierta mente literal nos proporcione definiciones que sirven para categorizar, en lugar de iluminarnos sobre otras realidades distintas a la nuestra.
En el inicio del universo existía un mundo subjetivo que se volvió objetivo. La materia no era aun permanente, puesto que la conciencia allí no era aun estable. En el inicio del universo existía un mundo del sueño, en el que la conciencia formó un sueño de la realidad física y gradualmente despertó dentro de ese mundo.
Las montañas se elevaron y cayeron. Los océanos se llenaron. El oleaje de las mareas retumbó. Las islas aparecieron. Las estaciones mismas no eran estables. Los campos magnéticos fluctuaban. Todas las especies estaban allí, en el inicio del universo. De la misma manera como el mundo del sueño se convirtió en la realidad física, se presentó la excitación y la confusión que acompaña el logro de un evento creativo masivo. Hubo mucha mayor plasticidad, movimiento, variedad, en la medida en que la conciencia experimentaba con sus propias formas. Las especies y el entorno se formaron conjuntamente de manera concertada, en una combinación gloriosa en la que cada uno cumplió con los requerimientos de su propia existencia, mientras contribuía a la satisfacción de todas las otras porciones de la realidad física.
Este tipo de evento no se ajusta a nuestros conceptos del inicio del mundo, con la conciencia surgiendo de la materia y con un Dios exteriorizado iniciando un mundo divino pero mecanicista.
Este concepto tampoco se ajusta a nuestras versiones del bien y el mal. Dios, o Todo Lo Que Existe, en el sentido más profundo, está completo, y aun incompleto. Somos conscientes de la contradicción que parece presentarse en nuestras mentes. En cierto sentido, un producto creativo contribuye a completar un artista, mientras el artista nunca va a estar completo. Todo Lo Que Existe, o Dios, en cierta forma, aprende mientras aprendemos, y hace ajustes de acuerdo con nuestro conocimiento. Es necesario ser muy cuidadosos en este punto, ya que las ilusiones de divinidad se presentan muy fácilmente, pero en un sentido básico, todos llevamos dentro de nosotros la marca innegable de Todo Lo Que Existe y la capacidad incorporada para tener una ligera visión de nuestra más grande existencia. Estamos tan cerca del inicio de nuestro mundo, como lo estaban Adán y Eva, los Romanos, los Egipcios y los Sumerios. El inicio del mundo está a solo un paso afuera del momento.

viernes, 7 de diciembre de 2007

En el Inicio del Universo

En términos de nuestras ecuaciones, la energía, la conciencia y la materia, son una sola cosa. En esos términos, la conciencia es el agente que dirige la transformación de la energía en la forma, y de la forma en energía. Todas las posibles partículas, visibles e invisibles, que descubramos o imaginemos – partículas hipotéticas - poseen conciencia. Son conciencias energizadas.
Existen algunas características inherentes a la energía misma, bastante diferentes a las que podamos asignarle, puesto que, hasta ahora, no consideramos que la energía sea consciente.
La energía es, por sobre todas las cosas, infinitamente creativa, innovadora y original. La energía es imaginativa. No estamos asignándole características humanas a la energía. En cambio, podemos decir que las características humanas son el resultado de las características de la energía – una diferencia bien importante. El espacio, de acuerdo con lo que pensamos de él, está lleno de partículas invisibles. Ellas son la porción inexpresada de la realidad física, el medio no manifestado en el cual nuestro mundo existe. En ese sentido, sin embargo, los átomos y las moléculas están manifestados, aunque no podamos verlos a simple vista. Las partículas más pequeñas que los constituyen se vuelven más y más pequeñas, para finalmente desaparecer al examen de cualquier tipo de instrumento físico. Esto sirvió para acercar la realidad manifestada a la realidad no manifestada.
En los términos de la discusión acerca del inicio de nuestro mundo, solo tendremos en cuenta, por ahora, las cualidades conocidas de átomos y moléculas. En el inicio del universo, átomos y moléculas imaginaron las innumerables formas que eran físicamente posibles y las innumerables células que podían surgir de su propia creación cooperativa. La energía es ilimitada y exuberante. En esos términos, los átomos soñaron convirtiendo las células en entes físicos y, desde este umbral de actividad física, la conciencia celular soñó con las innumerables organizaciones que podían surgir de esta aventura indescriptible.
En realidad, todo esto tuvo lugar al tiempo, pero la profundidad de la experiencia psicológica allí contenida nunca podrá ser medida, ya que involucra cierta clase de realización de valores en que está comprometida cada conciencia. Las características de esta realización de valores es quizá el elemento más importante en el ser de Todo Lo Que Existe y es una parte de la herencia de todas las especies.
En el inicio del universo hubo un tiempo, casi inimaginable, en el que la conciencia energizada, utilizando sus propias habilidades creativas y su propia imaginación, experimentó ensayando con varias formas consecutivamente. En los términos en que estábamos acostumbrados a pensar, nada era estable. La conciencia, tal como la concebimos, se convertía en materia y luego en energía pura, para volver a empezar un nuevo ciclo. La subjetividad, en gran media, era la que regía. Como un adolescente que abandona su hogar por primera vez, la conciencia individualizada también añoraba su hogar y regresaba a él con frecuencia, hasta que gradualmente adquirió la confianza suficiente para salir y formar un universo.
Como Todo Lo Que Existe contiene dentro de sí características creativas tan omnipotentes, fértiles y divinas, todas las porciones de su experiencia subjetiva alcanzaron dimensiones de realidad imposibles de describir. Los pensamientos de Todo Lo Que Existe no eran solo pensamientos como los que nosotros podríamos tener, sino eventos multidimensionales de naturaleza superlativa. Esos eventos muy pronto encontraron que debía ocurrir una transformación, si ellos iban a viajar hacia la objetividad, ya que ninguna objetividad, por sí misma, podía contener la realidad total de los eventos subjetivos que existían dentro de la subjetividad divina. Solamente en ese contexto se podía mantener su perfección relativa. Sin embargo, antes del inicio del universo, ya habían anhelado otras experiencias y el desarrollo de una naturaleza diferente. Anhelaban crear, tal como habían sido creados y Todo Lo Que Existe, con cierta perplejidad divina, se dio cuenta de que esta había sido siempre su propia intención.
Todo Lo Que Existe se dio cuenta de que esta separación también nos permitiría alcanzar un tipo diferente de arte divino, en el cual los creadores mismos creaban y sus creaciones creaban, trayendo a la realidad existencias que eran posibles precisamente porque parecía existir una diferencia entre el creador y sus creaciones. Todo Lo Que Existe, por lo tanto, está dentro de cada una de las más pequeñas porciones de la conciencia.
La más pequeña porción de la conciencia puede crear, de manera única, trayendo a la existencia versiones excéntricas de Todo Lo Que Existe que, en ciertos términos, no podría crear sin esa separación. La intención de Todo Lo Que Existe corresponde al soporte y ánimo amoroso que le brinda a la más ligera conciencia o manifestación probable.
Todo Lo Que Existe sabe que este propósito es parte de un propósito mayor. En términos del tiempo, la realización de ese propósito surgirá con otra explosión trascendental de inspiración subjetiva hacia la objetividad, o hacia alguna otra forma. En términos más profundos, sin embargo, ese propósito es conocido ahora y el universo entero sueña con él, como una vez la conciencia celular soñó con los órganos que debía formar.
Queremos reafirmar que no estamos hablando aquí de un tipo de evolución espiritual, sino de una expansión espiritual. Nos hemos limitado a la discusión sobre la conciencia en el inicio del mundo, haciendo énfasis en que la base primordial de la existencia física fue en gran parte subjetiva; y que el estado del sueño, no solamente ayudó a formar la conciencia de nuestra especie, sino que sirvió para brindarle al hombre una fuente de información acerca de su entorno físico y sirvió también como una red interna de comunicación entre todas las especies.

martes, 4 de diciembre de 2007

Antes del Inicio del Universo II

No podemos probar, científicamente, que nuestro mundo fue creado por un dios, que lo puso en movimiento, pero que permaneció por fuera de su dominio. Ni podemos probar, científicamente, que la creación del mundo fue una ocurrencia casual o fortuita.
Tampoco será posible probar, por lo menos en términos usuales, lo que vamos a afirmar enseguida. Sin embargo, tenemos la esperanza de presentar, conjuntamente con nuestras explicaciones, ciertas insinuaciones y ciertos indicios que muestran en donde buscar evidencias subjetivas.
Vivimos nuestras vidas a través de nuestro propio conocimiento subjetivo. Trataremos de despertar dentro de la conciencia memorias de eventos con los cuales las psiques internas estuvieron íntimamente involucradas mientras el mundo se formaba, y que están ocurriendo ahora, aunque parece tratarse de eventos pasados.
Antes del inicio del universo, postularemos la existencia de una fuente omnipotente y creativa. Esperamos demostrar que esta divina subjetividad está tan presente en el mundo de nuestra experiencia, como lo estaba antes del inicio del universo.
Nos referimos a esta subjetividad original como Todo Lo Que Existe. Intentamos expresar en palabras conceptos que casi desafían los límites del intelecto, a menos que ese intelecto sea reforzado por el poder de la intuición. Así que será necesario utilizar la mente y la intuición.
Todo Lo Que Existe, antes del inicio del universo, contenía dentro de si el empuje infinito de todas las creaciones posibles. Todo Lo Que Existe poseía una creatividad de tal magnificencia, que sus más ligeras imaginaciones, sueños, pensamientos, sentimientos y estados de ánimo, alcanzaban cierta realidad, vivacidad e intensidad, que casi demandaban libertad. Libertad de qué? Libertad para hacer qué? Libertad para ser qué?
La experiencia, el universo subjetivo, la “mente” de Todo Lo Que Existe, todo era tan brillante, tan distinto, tan claro, tan preciso, que Todo Lo Que Existe casi se encontró perdido, vagando mentalmente dentro de este siempre floreciente, siempre creciente paisaje interior. Cada pensamiento, sentimiento, sueño o estado de ánimo, estaba marcado indeleblemente con todos los atributos de esta subjetividad infinita. Cada uno brillaba y se estremecía con su propia creatividad, con su propio deseo de crear, así como había sido creado. Antes del inicio del universo, existía un universo interior que no tenía ni principio ni fin. Ese mismo universo infinito interior, existe ahora.
Todo Lo Que Existe contenía dentro de si el conocimiento de todas las existencias, con sus probabilidades infinitas, y tan pronto como Todo Lo Que Existe imaginó aquellas innumerables circunstancias, ellas existieron en lo que llamaremos un hecho divino.
Todo Lo Que Existe conocía de sí mismo solamente. Estaba ensimismado con sus propias experiencias subjetivas, divinamente asombrado de que sus propios pensamientos e imaginaciones lograran su propia vitalidad y heredaran la creatividad de su creador subjetivo. Esos pensamientos e imaginaciones empezaron a tener un diálogo con su “Hacedor”.
Pensamientos de un vigor magnificente empezaron a pensar sus propios pensamientos y sus pensamientos pensaron pensamientos. Con asombro y sorpresa divinos, Todo Lo Que Existe empezó a escuchar y empezó a responder a estas “generaciones” de pensamientos y sueños, puesto que los pensamientos y los sueños también estaban relacionados entre si. No existía el tiempo, así que todo esto “estaba sucediendo” simultáneamente. El orden de los eventos está siendo simplificado. Espontáneamente, Todo Lo Que Existe pensaba nuevos pensamientos y soñaba nuevos sueños y se involucraba en nuevas imaginaciones, todo esto relacionado con aquellas ahora infinitas generaciones de pensamientos y sueños entretejidos e interrelacionados que “ya” existían.
Así que, además de esta creación espontánea, de esta “corriente” simultánea de divino despertar, Todo Lo Que Existe empezó a observar las interacciones que ocurrían dentro de su propia prole subjetiva. Escuchó, empezó responder y a contestar un pensamiento o un sueño. A propósito, empezó a causar aquellas condiciones mentales que requerían estas generaciones de proles mentales. Si había estado solo antes, ya no lo estaría más.
Todo Lo Que Existe empezó a sentir una sensación creciente de presión, en la medida en que se dio cuenta de que sus propios pensamientos y sueños, por siempre multiplicados, anhelaban disfrutar de aquellos más grandes dones de creatividad con los que habían sido dotados innatamente.
Es muy difícil tratar de asignarle algo como la condición humana a Todo Lo Que Existe. Solo podemos decir que estaba poseído por “la necesidad” de crear amorosamente desde su propio ser; de transformar amorosamente su propia realidad, de tal manera que las más ligera conciencia probable pudiera llega a ser; y con la necesidad de ver que algunas, o todas las posibles orquestaciones de conciencia, tuvieran la oportunidad de emerger, de percibir y de amar.
Todo Lo Que Existe se dio cuenta entonces de un tipo de agitación creativa, en la medida en que cada uno de sus pensamientos y sueños superlativos, estados de ánimo y sentimientos, forzaban los mismos límites de sus seres buscando alguna salida hasta entonces desconocida, no descubierta e impensada.
La prole mental de que estamos hablando incluía a todas las conciencias que jamás habían aparecido, o las que aparecerían sobre la tierra: el primer ser humano, el primer insecto, cada uno con el conocimiento interior de las posibilidades de su desarrollo. Todo Lo Que Existe, con el amor a su propia prole, buscó dentro de sí la respuesta a este dilema divino. Cuando la respuesta llegó, ella involucraba saltos de inspiración divina, previamente inimaginables. Dentro de la variedad infinita de su increíble prole, Todo Lo Que Existe busco ver que condiciones se necesitaban para este magnífico sueño, este sueño de libertad de la objetividad. Se preguntó qué puerta podía abrirse para permitirle a la realidad física que emergiera de este reino interior. Cuando Todo Lo Que Existe reunió todas estas condiciones vio, en un destello, la creación mental de aquellos mundos objetivos que se necesitarían y, al imaginarlos, ellos fueron creados físicamente.
Todo Lo Que Existe no se separó de esos mundos, ya que ellos fueron creados de sus pensamientos y cada uno tenía contenido divino. Todos los mundos son creados por el contenido divino y si, por una parte, son exteriores, por la otra, también están hechos con elemento divino. Cada punto hipotético en nuestro universo está en contacto directo con Todo Lo Que Existe, en términos básicos. El conocimiento del todo está dentro de cada una de sus partes y, aun así, Todo Lo Que Existe es mucho más que sus partes.
La subjetividad divina es en realidad infinita. Nunca puede ser totalmente objetivisada. Cuando los mundos fueron así creados, el nuestro y los otros, existió realmente una explosión de proporciones inimaginables, en la que la chispa divina de inspiración explotó para convertirse en objetividad.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Antes del Inicio del Universo

El Universo se iniciará ayer. El Universo se inició mañana. Estas dos afirmaciones no tienen ningún sentido. Los tiempos están equivocados y quizá la sensación del tiempo ha sido ultrajada. Sin embargo, la afirmación: “El Universo se inició en algún pasado distante”, en términos básicos, tampoco tiene sentido.
En realidad, las primeras dos afirmaciones, aunque no tienen un sentido lógico, son una indicación de fenómenos que muestras que el tiempo mismo no es más que una construcción creativa. El tiempo y el espacio son, en cierta forma, parte del moblaje del universo.
La experiencia misma de momentos que pasan, corresponde a nuestros aposentos psicológicos, de la misma manera como los relojes están adheridos a las paredes. Siempre que la Ciencia o la Religión indagan por el origen del universo, lo hacen buscándolo en el pasado. El universo está siendo creado ahora. La creación ocurre en cada momento, en nuestros términos. La ilusión del tiempo está siendo creada ahora. Por lo tanto, no tiene mayor importancia buscar los orígenes del universo utilizando un esquema del tiempo que es, en sí mismo, por lo menos relativo en alto grado.
Nuestro ahora, o el momento presente, es una plataforma psicológica. Parece que el universo se inició con un estallido de energía da algún tipo. Los evolucionistas no pueden dar razón de su causa. Muchas personas religiosas creen que existe un dios, en una dimensión más grande de realidad, que creó el universo mientras permanecía por fuera de él, y enseguida lo puso en movimiento. Otras personas creen que, a pesar de su fuente, el universo debe quedarse sin energía. La Ciencia establecida cree que la energía no puede ser creada o destruida, sino solamente transformada. La ciencia considera que la energía y la materia son, básicamente, la misma cosa, pareciendo ser diferentes bajo diversas circunstancias.
En ciertos términos, la Ciencia y la Religión sostienen la idea de un universo creado objetivamente, “hecho” por Dios, o por la materia física, que de alguna manera no explicada, se formó después de una explosión inicial de energía, y la conciencia emergió de esa materia muerta inicial, de una manera que aun está por explicarse.
En lugar de esto, digamos que la conciencia formó la materia. Como lo hemos afirmado anteriormente, cada átomo y cada molécula tienen su propia conciencia. La conciencia, la materia y la energía son una sola cosa, pero es la conciencia la que inicia la transformación de la energía en materia. En esos términos, el “inicio” del universo fue un triunfo de la expansión de la conciencia, en la medida en que aprendió a convertirse en la forma física. El universo emergió a la realidad de la misma manera, pero en diferente grado, como una idea emerge, de lo que pensamos como la subjetividad, hacia la expresión física.
La conciencia de cada uno de nosotros existía antes de que el universo se formara, pero esa conciencia no se había manifestado. Lo más cercano y parecido al estado del ser que existía antes de que el universo se formara, es el estado del sueño. En ese estado del ser, antes del inicio del universo, la conciencia existía libre del espacio y del tiempo y consciente de inmensas probabilidades. Nuestra conciencia es parte de un proceso infinitamente original y creativo.
Nos hemos abstenido de utilizar la palabra “Dios” en este proceso creativo, por las connotaciones que ha puesto sobre ella la religión convencional. Intentaremos explicar las características de este proceso divino, al que llamaremos “Todo Lo Que Existe”.
Todo Lo Que Existe está tan integrado a sus creaciones que es casi imposible separar el “creador de las creaciones”, ya que la creación también lleva indeleble dentro de ella las características de su fuente.
Si hemos pensado que el universo sigue un modelo mecanicista, es necesario decir que cada porción de esta “maquina cósmica” se creo a sí misma, conociendo su posición en la “construcción futura” total. Es necesario decir, además, que cada porción emergió gustosa de su propia fuente en forma individual, finamente ajustada a su posición, mientras que, al mismo tiempo, esa fuente individual también era la fuente de cada una de las otras porciones individuales.
No estamos diciendo que el universo es el resultado de alguna máquina psicológica, sino que cada porción de la conciencia es una parte de Todo Lo Que Existe y que el universo se acomoda en un orden espontáneo y divino en el que cada porción de la conciencia lleva indeleble dentro de ella el conocimiento del todo.
El nacimiento del mundo representó un divino despertar psicológico. Cada conciencia que forma parte del universo físico soñó con una existencia física antes de que la tierra se formara. En términos más amplios que los nuestros, se puede decir que el universo no se ha formado aun, o que el universo ha desaparecido. Y en términos aun más amplios, el hecho es que el universo, en uno u otro estado, siempre ha existido.
Nuestra aproximación más cercana al propósito del universo se puede encontrar en aquellas emociones amorosas que tenemos hacia el desarrollo de nuestros hijos y en nuestra intención de hacer que ellos desarrollen sus capacidades a plenitud.
Nuestras aspiraciones más admirables pueden darnos un indicio sutil del gran impulso creativo que existe detrás de nuestra más pequeña actuación, ya que esa pequeña actuación es posible solamente porque nuestro cuerpo ya ha sido dotado para el mundo físico. La vida nos es dada y en cada momento se renueva. Cabalgamos sobre el empuje de la energía de la vida tan suavemente y sin esfuerzo, que algunas veces difícilmente nos enteramos. No hemos sido dotados con una cierta cantidad de energía que se va a agotar y morir, sino que somos creados nuevamente en cada momento.

martes, 27 de noviembre de 2007

La Conciencia de los Animales

Se acostumbra ver al hombre como el expoliador de la naturaleza, como el miembro destructivo de la familia de la naturaleza. También se le considera como separado de la naturaleza, que le había sido dada como su campo para la vida.
Se acostumbra ver al hombre como la criatura que ensucia su propio nido, aunque no podamos condonar muchos de sus comportamientos en ese sentido. Sin embargo, existen otros asuntos y otras preguntas que muy rara vez nos hacemos. Ignoramos el hecho de que la conciencia de los animales tiene sus propias intenciones y propósitos. Es cierto que los animales son sacrificados en las circunstancias más crueles para el consumo humano y que se les considera, simplemente, como un elemento comestible. Los búfalos ya no corren errantes libremente, como lo hacían antes. Existen miles de haciendas en las que se alimentan, y se mantienen vivos por un tiempo, animales que no existirían si no fuera por el apetito y la glotonería del hombre por la carne. Esta es la manera como se considera el asunto. A nadie se le ocurre que ciertas formas de conciencia de los animales escogen llegar a la forma física, que ciertas especies son apreciadas y protegidas por el hombre, o que la conciencia de estos animales no tiene nada que ver con este tipo de arreglo.
No podemos decir que estos animales salieron ventajosamente adelante en ese arreglo, pero sí podemos decir que la especie humana, y ciertas especies de animales, conjuntamente, hicieron un convenio que tuvo beneficios para todos. El hombre es más parte de la naturaleza de lo que se da cuenta y, en un campo de actividad más amplio, el hombre no puede tomar acciones con las cuales el resto de la naturaleza no esté de acuerdo.
Es necesario recordar aquí lo que hemos dicho sobre la comunicación celular y la inmensa red de comunicaciones que une todas las especies. Los animales se pueden comunicar con el hombre, y el hombre se puede comunicar con todas las otras especies. Este tipo de comunicación siempre ha estado vigente. El hombre no puede permitirse tener el conocimiento de estas comunicaciones, porque su cultura se basa en la idea de la posición “natural” subordinada de los animales. Cuando los hombres sacrifican animales, no se pueden permitir tratarlos como poseedores de una conciencia viviente.
Muchos animales se regocijan con su trabajo y su propósito. Gozan trabajando con el hombre. Los caballos gozan con sus contribuciones al mundo del hombre. Ellos entienden al jinete mucho más de lo que este los entiende a ellos. Muchos perros gozan siendo protectores de la familia. Existen profundos lazos emocionales entre el hombre y muchas especies animales. También existe una respuesta emocional. Los delfines, por ejemplo, responden emocionalmente al mundo del hombre. Los animales en una granja están concientes, emocionalmente, del contenido psicológico general de la vida del granjero y de cada miembro de su familia.
La conciencia está plena de satisfacción. Esto aplica para todas las conciencias. Los animales del granjero entienden que, en cierta forma, él es un partero, responsable por algunos de sus partos. El alimento viene de sus manos. El animal entiende, en sus términos, que la vida física termina con la muerte y que los elementos físicos deben regresar a la tierra, de donde provinieron.
Los animales no culpan a los seres humanos por nada. Si como especie nos encontramos realmente en comunión con los animales, tendremos una cultura totalmente diferente, una cultura que nos proporcionará una alteración de la conciencia de naturaleza muy profunda.
Hemos olvidado, muy convenientemente, lo mucho que aprendimos de los animales. Aprendimos bastante de medicina, observando el comportamiento de los animales. Aprendimos de ellos cuales plantas evitar y cuales cultivar. Aprendimos como quitarnos de encima los piojos metiéndonos en el agua. Aprendimos el comportamiento social observando los animales. Alguna vez pudimos identificarnos con los animales y ellos con nosotros, en un grado considerable. Ellos han sido nuestros maestros, aunque ellos no escogieron nuestra senda. Obviamente, no habríamos podido escoger nuestra senda como especie si no hubiera sido por los animales.
Los animales domesticados han tenido sus propias razones para escoger ese estado. A veces pensamos que los gatos deberían salir a campo abierto y que es en un ambiente silvestre en donde estarían mejor.
Los gatos, en un ambiente silvestre, en términos del tiempo, estaban explorando un cierto tipo de naturaleza. En ese tipo de naturaleza, con la población natural que el entorno debía mantener, habría muchos menos gatos de los que existen hoy. Por qué nos parece antinatural, aún ligeramente perverso, que un gato doméstico prefiera la comida enlatada para gatos, cuando parecería mejor que comiera ratones, saltamontes o insectos?
El gato doméstico está explorando un diferente tipo de naturaleza, en la cual tiene cierta relación con la conciencia humana, una relación que cambia la realidad de su particular tipo de conciencia.
Nuestros gatos están tan plenamente vivos dentro de la casa como fuera de ella. Ellos entienden perfectamente su relación con nuestra realidad humana. Ellos gozan contribuyendo a nuestra vida, tanto como cualquier animal salvaje goza formando parte de su grupo. Su conciencia se inclina en una nueva dirección, tiene cierto sentido de los conceptos, cierta apertura a un entendimiento diferente, y forma alianzas de conciencias tan naturales como todas las demás.

sábado, 24 de noviembre de 2007

La Conciencia y la Creación

La conciencia existió primero que las formas físicas. La conciencia existió primero que el universo físico. La conciencia existió primero que todas sus manifestaciones físicas. El impulso de ser, en cualquiera de los términos que lo podamos comprender, no tiene ni principio ni fin. Lo que tenemos en nuestras especies físicas son manifestaciones de especies internas del ser, o agrupaciones creativas que tuvieron su origen en la conciencia, como patrones materiales dentro de los cuales la conciencia fluyó. En esos términos, el mundo llegó a existir y las especies aparecieron en una estructura de actividad totalmente diferente a la que se pueda imaginar, que no puede establecerse científicamente, especialmente dentro de los límites con que la ciencia se ha protegido a sí misma.
Los patrones para la tierra y para sus criaturas eran tan reales, antes de su aparición física, como el esquema mental que podamos tener para una pintura. El universo siempre fue para nosotros innatamente objetivo, con sus planetas y criaturas. Los patrones para todas las especies siempre existieron sin una planeación anterior o posterior.
La utilización de analogías no es siempre el medio más satisfactorio. Sin embargo, a veces es lo único que puede usarse para tratar temas que están por fuera de los canales normales del conocimiento. Digamos entonces que la tierra, con todas sus especies, existía en forma completa como una pintura cósmica mental interna, totalmente dimensionada, que gradualmente llegó a la vida, toda al tiempo.
Las aves no provienen de los reptiles. Siempre han sido aves. Las aves expresaban una cierta clase de conciencia que buscaba cierta clase de forma. Físicamente, todas las especies aparecieron de la misma manera como podríamos imaginar que todos los elementos de un sueño muy complicado, súbitamente, llegan a la vida con todas las propiedades físicas. A imágenes mentales existentes, en un destello de inspiración cósmica, se les dotó súbitamente con total manifestación física.
En este sentido, la interpretación de la Biblia es correcta. La vida se dio y tuvo la libertad para desarrollarse de acuerdo con sus condiciones características. El planeta fue preparado y dotado con la vida. La conciencia construyó las formas, de tal manera que la vida existió dentro de la conciencia por toda la eternidad. No hubo un punto en el cual químicos o átomos súbitamente adquirieron vida, puesto que ellos ya tenían conciencia, que es el requerimiento de la vida.
En términos que puedan entenderse más fácilmente, todas las especies de las que hemos tenido conocimiento, aparecieron más o menos al tiempo, porque los patrones mentales habían alcanzado su punto más alto. Su vitalidad tuvo la suficiente fortaleza para formar la diferenciación y la cooperación dentro de la estructura de la materia.
Cuando parece que algunas especies han desaparecido, es necesario recordar que existen las probabilidades y que esas especies se desarrollaron con los patrones de tierras probables. No estamos tratando solamente con una línea única de desarrollo de la materia, sino con una creatividad inimaginable en la que todas las versiones de nuestro mundo físico existen, cada una convencida de su naturaleza física. Existen ramificaciones casi inexpresables, aunque en ciertos estados de trance, o con la ayuda de técnicas del ensueño, estaríamos en capacidad de darle un vistazo a ciertas complicaciones internas, como la red de comunicaciones que conectan nuestra tierra oficial con otras tierras probables. Escogemos nuestro tiempo y enfoque en la realidad física una y otra vez, y la mente mantiene una comprensión interna de los muchos desarrollos, aparentemente misteriosos, involucrados con las especies.
Aún las células son lo suficientemente libres del tiempo y el espacio para mantener una estructura íntima del ser dentro del presente, mientras están rodeadas de este más grande
conocimiento, de lo que nosotros pensamos es el pasado de la tierra. En términos más amplios, la tierra y todas sus especies son creadas en cada momento. Nos preguntamos qué le dio vida al primer huevo, o a la primera semilla, o a cualquier otra cosa, y pensamos que una respuesta a esa pregunta respondería casi todas las otras. Sin embargo, lo que le da vida al huevo o a la semilla ahora, continúa dándosela. Imaginándonos una gran teoría del Big-Bang, obtenemos una inmensa explosión de energía que, de alguna manera, se convierte en la vida, pero debe agotarse en algún momento. Si ese fuera el caso, la vida se iría debilitando con el correr del tiempo, lo que no es así. El niño es tan nuevo y tan fresco hoy como lo era hace cinco mil años, y cada primavera es tan nueva como siempre.
La pregunta apropiada es la siguiente: Qué le da vida a los químicos? Toda Energía no solo está concientizada, sino que es la fuente de todas las organizaciones de conciencia y de todas las formas físicas. Estas representan estructuras de conciencias. Hubo un día cuando el mundo del sueño, en nuestros términos, despertó súbitamente a la plena realidad, en lo que se refiere a la materialización física.
El planeta fue visitado por deseo. Hubo excursiones fantasmales allí, construcciones mentales, civilizaciones del sueño, que entonces se convirtieron en realidad. Alguna porción de la conciencia soñó la tierra, la visitó todo el tiempo, y entonces esa porción de la conciencia despertó dentro de ella y se convirtió en ella.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El Desarrollo Psíquico y los Impulsos

Mucha gente se pregunta sobre los métodos apropiados para lograr una proyección astral, como progresar psíquicamente, como lograr la comprensión espiritual. En cierta forma, nuestro Blog contiene elementos que pueden contribuir al desarrollo de tales habilidades, ya que no es una falta de “métodos” la que inhibe tales actividades, sino que el “progreso psíquico” se bloquea por aquellas creencias negativas sobre las cuales hemos tratado de llamar la atención.
Muchas personas están buscando, permanentemente, un remoto ser espiritual interior en el que puedan confiar y al que puedan acudir en la búsqueda de ayuda y soporte, pero, todo el tiempo, desconfían del ser familiar interior con el que tienen íntimo contacto. Esto sucede porque estas personas establecen divisiones en las porciones del ser que son innecesarias.
Existen muchas escuelas para el avance espiritual que nos enseñan a “liberarnos de la mezcla desordenada de impulsos y deseos”, y a hacer a un lado el ser que somos, para buscar una versión idealizada mayor. En primer lugar, el ser que somos es siempre cambiante y nunca es estático. Existe un ser interior, en los términos de esas definiciones, pero ese ser interior, que es la fuente de nuestro ser actual, se expresa por medio de nuestros impulsos. Los impulsos nos brindan el empuje espiritual y biológico hacia el mejor desarrollo ideal. Debemos confiar en el ser que somos, ahora.
Para conocernos a nosotros mismos, en términos más profundos, debemos empezar con nuestros propios sentimientos, emociones, deseos, intensiones e impulsos. El conocimiento espiritual y la sabiduría psíquica son el resultado del sentimiento de unidad del ser.
Los impulsos son inherentemente buenos, espiritual y biológicamente. Ellos surgen de la Estructura 2, surgen del ser interior, y están basados en la gran red de comunicación interna que existe en todas las especies de nuestro planeta. Los impulsos proporcionan el empuje natural hacia aquellos patrones de comportamiento que más nos convienen, de tal manera que mientras ciertos impulsos se orientan hacia la actividad física, otros, aparentemente contradictorios, se orientan hacia la contemplación tranquila, mientras el balance general se mantiene.
Algunas personas solo se dan cuenta de sus impulsos de ira, porque han inhibido sus impulsos naturales al amor, que habrían servido para moderar lo que parecen ser deseos agresivos. Para empezar a confiar en nosotros mismos, debemos empezar dando por sentado que, en cierta forma, no hemos confiado en nosotros mismos y en nuestros impulsos en el pasado, que hemos pensado que esos impulsos son peligrosos, destructivos, o malos. De esta manera, en la medida en que aprendamos a tener confianza en nosotros mismos, reconoceremos nuestros impulsos. Vemos a donde nos conducen, permitiéndoles cierta libertad. No vamos a seguir impulsos que lastiman físicamente a otras personas, o los que parecen estar en directa contradicción con nuestras creencias actuales, pero necesitamos reconocerlos. Necesitamos descubrir su fuente. Detrás de ellos, casi siempre vamos a encontrar un impulso inhibido, o muchos de ellos, que nos motivaron a movernos en alguna dirección ideal, para buscar amor o comprensión, tan idealizados en nuestra mente, que parecían imposibles de lograr.
Si examinamos este estímulo tan problemático, siempre encontraremos que él, originalmente, surgió después de un largo proceso, proceso en el cual estuvimos temerosos de dar unos pocos pasos positivos hacia algún ideal. Nuestros propios impulsos nos conducen naturalmente hacia la búsqueda de logros creativos, a la expansión de nuestra conciencia, a excursiones psíquicas, al conocimiento consciente y a la manipulación de nuestros sueños.
Ningún método servirá, si tenemos miedo de nuestros propios impulsos, o de la naturaleza de nuestro propio ser. La mayoría de nosotros comprende que Dios está dentro de nosotros, que Dios está dentro de la creación, dentro de la materia física, y que “El” no opera, simplemente, como un director cósmico por fuera de la realidad. Debemos entender que el ser espiritual también existe dentro del ser físico, de la misma manera. El ser interior no está lejos, ni está alejado de nuestros más íntimos deseos y asuntos, sino que se comunica por medio de nuestros más pequeños gestos e ideales.
Este sentimiento de división dentro del ser nos obliga a pensar que existe un ser interior lejano, espiritual, sabio e intuitivo; y otro ser físico interno inferior, desorientado, ignorante espiritualmente, que es con el que nos identificamos. Muchos de nosotros creemos que la misma naturaleza del ser físico es mala, que sus impulsos, si se les permite, van a ir en dirección opuesta al bien del mundo físico, de la sociedad y de las más profundas verdades espirituales de la realidad interior. El ser interior se convierte en algo tan idealizado y remoto que, por contraste, el ser físico solo parece más ignorante e imperfecto.
Ante tales creencias, el ideal del desarrollo psíquico, los viajes astrales, el conocimiento espiritual, y aún el ideal de una vida sana, parecen tan remotos como si fueran imposibles. Debemos entonces empezar a celebrar nuestros propios seres, a mirar nuestros impulsos como los conectores naturales entre el ser físico y el ser no físico. Cuando los niños confían en sus impulsos, aprenden a caminar. Cuando nosotros confiamos en nuestros impulsos, nos vamos a reencontrar nuevamente con nosotros mismos.

El Idealismo Práctico II

Los esquemas para un desarrollo “ideal” existen dentro de la fuente de conocimiento genético, para proporcionarle a la especie numerosas vías para el desarrollo. Esos esquemas existen en la mente como “ideales” que se expresan por medio de los impulsos y la creatividad de los miembros individuales de la especie.
Nuestros atletas, por ejemplo, con su habilidad física, muestran ciertas condiciones ideales del cuerpo. Ellos personifican gran agilidad, o fortaleza, o poder; atributos individuales e ideales físicos, que son demostrados a otros para su apreciación, y los cuales significan habilidades inherentes a la especie misma.
El atleta corre los 100 metros ahora, mucho más rápido de lo que lo hacía hace 50 años.
Esto no significa que el cuerpo haya aumentado de pronto su velocidad efectiva, sino que las creencias mentales sobre las capacidades del cuerpo han cambiado y, como resultado, la velocidad del cuerpo aumentó. El cuerpo puede romper el récord de velocidad actual. Lo realmente importante es comprender el efecto que las creencias tienen sobre las capacidades físicas del cuerpo. No obstante, no todas las personas quieren ser corredores expertos. Su creatividad y sus ideales pueden estar en campos diferentes, pero la actuación individual siempre contribuye al conocimiento de la especie.
Nuestros ideales, cualesquiera que ellos sean, surgen inicialmente de nuestra experiencia interior, lo que aplica a la especie en general. Nuestras ideas acerca de la sociedad y la cooperación surgen del conocimiento biológico y espiritual que nos fue dado al nacer. El hombre se dio cuenta de la importancia de los grupos observando la cooperación de los animales. Nuestras civilizaciones son las versiones externas, espléndidas y creativas del agrupamiento social interno de las células del cuerpo y de los procesos cooperativos de la naturaleza que nos dan la vida física. Esto no quiere decir que el intelecto sea menos, sino que usa sus habilidades para ayudarnos a formar las civilizaciones físicas, que son reflexiones de civilizaciones mentales, espirituales y biológicas internas. Siempre aprendemos de la naturaleza y siempre somos parte de ella.
Si las condiciones de nuestra sociedad no son las ideales, como individuos podemos empezar a cambiar esa situación. Lo hacemos aceptando la rectitud de nuestra propia persona. Lo hacemos descartando las ideas de nuestra impotencia y poco mérito, no importa de donde provengan. Lo hacemos empezando a observar nuestros propios impulsos, confiando en nuestra propia orientación. Lo hacemos empezando en donde estamos hoy.
No vamos a permanecer quejándonos de las condiciones desafortunadas de nuestro entorno, sino que vamos a dar los pasos necesarios para expresar nuestros ideales en la vida en la forma que sea. Si estamos muy preocupados por nuestra condición física, a pesar de lo que hemos afirmado anteriormente, debemos ir al médico porque, de otra manera, nos vamos a asustar en exceso, a causa de nuestras creencias. Si queremos cambiar el procedimiento, es necesario empezar con aquellas condiciones físicas molestas, pero inocuas, y tratar de resolverlas nosotros mismos. Intentemos descubrir por qué estamos molestos o preocupados. Cuando tengamos un ligero dolor de cabeza, un simple desarreglo estomacal, algún problema con los senos nasales, fiebre del heno, condiciones molestas pero no serias, recordemos que nuestro cuerpo tiene ciertamente la capacidad de curarse a sí mismo. Recordemos que las enfermedades tienen su origen en condiciones de naturaleza mental o psicológica. En lugar de tomar una aspirina para el dolor de cabeza, lo que debemos hacer es sentarnos, respirar suavemente, recordar que somos una parte integral del universo y tener la sensación de pertenencia con la naturaleza. Este simple ejercicio puede aliviar el dolor de cabeza en muy poco tiempo y la experiencia nos puede permitir la formación de un sentimiento de confianza en los procesos de nuestro propio cuerpo.
Analicemos la literatura que leemos, los programas de televisión que vemos. Ignoremos todo lo que se dice sobre las debilidades del cuerpo. Ignoremos lo que se dice sobre los instintos asesinos de la especie. Hagamos el esfuerzo de liberar nuestro intelecto de tales creencias inconvenientes y apostémosle a nuestras propias habilidades. Si aprendemos a confiar en nuestra integridad básica como personas, estaremos en capacidad de afirmar nuestras habilidades muy claramente, sin exagerarlas ni minimizarlas.

domingo, 18 de noviembre de 2007

El Idealismo Práctico

Muchos de nosotros nos consideramos idealistas, de una u otra forma, por nosotros mismos y por otras personas. Hemos venido presentando esquemas de realidades políticas y sociales que están lejos de ser ideales. Hemos tratado de resaltar muchas creencias que debilitan nuestra integridad personal como individuos y contribuyen a crear los problemas corrientes del mundo masivo.
Muy pocas personas actúan realmente con una intención malvada. Cualquier situación desafortunada en el campo de la medicina, la ciencia, o la religión, no es el resultado de un determinado esfuerzo por sabotear la “idea”, sino que ocurre porque los hombres creen que cualquier medio se justifica en la búsqueda del ideal.
En nuestra sociedad, cuando la ciencia parece traicionarnos, es porque sus métodos no son dignos de su intención. Son tan indignos y tan apartados del propósito primordial de la ciencia, que los métodos mismos casi se convierten en una actitud anticientífica que pasa desapercibida. Lo mismo puede decirse de la medicina, cuando con su propósito meritorio de salvar la vida, sus métodos la conducen a experimentos indignos en los que la vida se destruye, con el propósito de salvar un mayor número de vidas. Superficialmente, estos métodos parecen lamentables pero necesarios, pero implicaciones más profundas superan ampliamente los beneficios temporales, ya que con tales métodos el hombre pierde de vista lo sagrada que es la vida y empieza a tratarla desdeñosamente.
Con frecuencia, condonamos estos actos tan reprensibles, cuando pensamos que ellos se comenten en la búsqueda de un bien mayor. Tenemos la tendencia a concentrarnos directamente en el mal, y a pensar en términos de los “poderes del bien y el mal”, estando convencidos de la fuerza del mal. El mal no existe en esos términos, razón por la cual tanta gente, aparentemente idealista, se puede asociar para ejecutar acciones reprensibles, mientras se dicen a sí mismas que son acciones justificadas por ser métodos para el logro de un buen fin.
Esa es la razón por la que los fanáticos se sienten justificados en sus acciones. Cuando nos permitimos esta manera de pensar, en blanco y negro, tratamos muy pobremente nuestros ideales. Toda acción que no esté de acuerdo con ese ideal, empieza a desentrañar el ideal hasta sus mismas raíces. Tal como lo hemos afirmado anteriormente, si nos sentimos indignos e impotentes para actuar, y si somos idealistas, podemos empezar a sentir que el ideal existe tan lejos en el futuro, que es necesario dar pasos que de otra manera no daríamos para lograrlo. Cuando esto ocurre, el ideal se erosiona. Si queremos ser verdaderos idealistas prácticos, es necesario que cada paso que demos en el camino sea digno de nuestra meta.
El sistema de libre empresa ha permanecido en medio de orígenes extraños. Está basado en la creencia democrática de que cada individuo tiene el derecho de propender por una vida meritoria y equitativa. Pero esto se relacionó muy estrechamente con las ideas de Darwin sobre “la supervivencia del más fuerte”, con la creencia de que cada persona debe buscar su propio bien, a expensas de otros, con la concepción equivocada de que todos los miembros de una especie están en competencia unos con otros y que cada especie está en competencia con cada una de las otras especies.
Las leyes de la oferta y la demanda son interpretaciones equivocadas que tienen como base la creencia en la naturaleza codiciosa básica del hombre. El ideal que hemos mantenido es excelente: el derecho de cada individuo a propender por una existencia equitativa, meritoria y digna. Sin embargo, los medios empleados han ayudado a erosionar ese ideal y la interpretación pública de los principios de Darwin fueron transferidos al área de la economía y a la imagen del hombre como animal político.
La Religión y la Ciencia, por igual, le negaron a las otras especies cualquier tipo de conciencia real. Cuando el hombre hablaba de lo sagrado de la vida, se refería a la vida humana solamente. Nuestra especie no está en competencia con otras especies, ni estamos en una competencia natural con nosotros mismos, ni el mundo natural es, en manera alguna, el resultado de la competencia entre las especies. Si ese fuera el caso, no tendríamos un mundo en absoluto.
Mientras creamos en la competencia, ésta se convertirá no solo en una realidad, sino en un ideal. A los niños se les enseña a competir entre ellos. El niño, de manera natural, compite consigo mismo, con el ánimo de superar sus actuaciones anteriores. La competencia ha sido promovida como un ideal en todos los niveles de actividad. Es como si debiéramos compararnos con otros para ver como lo estamos haciendo. Cuando se nos enseña que no debemos confiar en nuestras propias habilidades, es cuando más necesitamos la opinión de otros. No nos estamos refiriendo a una competencia gustosa y agradable, sino a la competencia decidida, rigurosa, desesperada, y a veces mortífera, en la que los valores de una persona se miden por el número de individuos que ha dejado tendidos a su paso. Esta situación se presenta en la economía, la política, la medicina, la ciencia, y aún en las religiones. Por eso es necesario reafirmar el hecho de que la vida es en realidad una aventura cooperativa.
Como individuos, existimos físicamente por la cooperación biológica que existe entre nuestra especie y todas las demás, y porque a niveles más profundos existen afiliaciones entre las células de todas las especies. La búsqueda y el logro satisfactorio de valores corresponden a una propensión psicológica y física del individuo, que contribuye al mejor desarrollo posible de cada conciencia y de todas las conciencias. Esta propensión opera dentro de la estructura de la materia. Hemos querido resaltar la naturaleza cooperativa de todas las unidades de conciencia dentro de nuestro mundo físico.

jueves, 15 de noviembre de 2007

La Creatividad, las Enfermedades y los Sueños

Hemos venido empleando analogías y, en esta oportunidad, vamos a comparar el paisaje del pintor con el paisaje de la experiencia física. Este paisaje puede ser oscuro, sombrío, lleno de presagios de desastre y, aún así, puede ser una obra de arte. Cada persona pinta su propio retrato en colores vivos. No es un retrato en el que se posa tranquilamente, sino uno que tiene plena capacidad para la acción. Todos los que estamos viviendo ahora, asistimos a la misma clase de la vida. Miramos alrededor para ver como les va a nuestros contemporáneos con sus propios retratos y nos encontramos con una variedad infinita de autorretratos trágicos, heroicos, cómicos. Todos estos retratos están vivos e interactuando, y en la medida que interactúan, forman los eventos planetarios, los eventos colectivos, sociales y políticos, de nuestro mundo.
Estos retratos tienen una realidad biológica. Cada persona obtiene de la misma fuente los elementos para la pintura, elementos de los cuales surge nuestra semejanza. Debe haber una gran libertad de acción creativa para tales retratos. El hecho de que cada uno interactúe con los demás, contribuye a formar la realidad psicológica y física de la especie, así que, de alguna manera, estamos involucrados en la formación de numerosísimos retratos.
Estos retratos son el resultado de una creatividad innata y milagrosa, ya que ellos son creados automáticamente. Es un arte automático. A ciertos niveles, la especie siempre está embarcada de manera creativa en versiones alternativas de sí misma. Los patrones generales van a permanecer y la integridad biológica se va a sostener.
Lo que pensamos que son enfermedades, son en realidad elementos creativos actuando en diferentes niveles y en muchos niveles a la vez. Muchos virus son vitales para la existencia física y solo bajo ciertas condiciones se vuelven virus mortales. El cuerpo más sano contiene en su interior muchos de los llamados virus mortales, en lo que podemos considerar forma inactiva, desde nuestro punto de vista, ya que no están causando ninguna enfermedad. Ellos están ayudando a mantener el balance general del cuerpo. En cierta forma, en cada cuerpo, la especie establece un “status quo” pero, aún así, experimenta de manera creativa en muchos niveles con alteraciones celulares y variaciones en los cromosomas, de manera tal que cada cuerpo es único. Hay varias clases de grados en las líneas y tipos de enfermedad.
Ciertas enfermedades sirven para fortalecer el cuerpo cuando ha estado débil, convocando todas sus defensas. Bajo ciertas condiciones, algunos estados enfermizos pueden servir para asegurar la supervivencia de la especie. No lo hacen desembarazándose de los enfermos, sino introduciendo en determinado número de individuos las condiciones necesarias para estabilizar otras lesiones dentro de la especie que necesitan revisarse, o para “vacunar de manera natural” la especie contra un peligro mayor.
A niveles microscópicos, se llevan a cabo experimentos biológicos, en un esfuerzo creativo por darle a la especie la facilidad necesaria para una actuación efectiva. Recordemos que los pensamientos producen cambios biológicos en el cuerpo.
Nuestra cultura también tiene efectos biológicos sobre la especie. Si estuviéramos pensando en los viejos términos de la evolución, estaríamos diciendo que las culturas y las civilizaciones alteran los mensajes de los cromosomas. Nuestros pensamientos afectan las células y pueden cambiar lo que hemos considerado factores hereditarios. La imaginación está directamente relacionada con las enfermedades, de la misma manera como la imaginación es importante en otras áreas de la vida. Formamos nuestro propio ser utilizando la imaginación para considerar las distintas posibilidades y, en ese sentido, nuestros pensamientos afectan el cuerpo. En cierta forma, la enfermedad es una herramienta utilizada en favor de la vida, ya que la gente le ha dado connotaciones sociales, económicas, psicológicas y religiosas. La enfermedad se convierte en otra área de actividad y de expresión.
A nivel microscópico, no existe la rigidez estructural que tenemos nosotros como personas Existe la identidad. Una célula no teme su propia muerte. Con mucha frecuencia, su identidad ha dejado la realidad física y ha regresado a ella como algo normal. La célula se regocija con la calidad de su propia vida y coopera con otras células. Ella misma se afilia con el cuerpo del cual forma parte y, en cierta forma, ella misma se presta para esa formación.
Los sueños de la especie son muy importantes para su supervivencia, no porque el sueño sea una necesidad biológica, sino porque en el sueño la especie se introduce en niveles de creatividad más profundos, de tal manera que las acciones, los inventos, las ideas, que se van a necesitar en el futuro, aparecerán en el tiempo y en el lugar apropiado. Haciendo uso de los viejos términos de la evolución, se puede decir que el progreso evolutivo del hombre también dependía de sus sueños.
La gran mayoría de las características humanas aparecen, de una u otra manera, en todas las otras especies. La naturaleza de los sueños del hombre fue la responsable, en alto grado, de lo que llamamos la evolución de nuestra especie. Aprendimos a soñar de una manera diferente que las otras criaturas.
Los sueños son los responsables del lenguaje. Soñábamos hablando lenguajes antes de su invención física. Fue la naturaleza de nuestros sueños, y su creatividad, la que hizo de nosotros lo que somos. No habríamos tenido la manera de concebir los objetos que aún no existieran. No habríamos tenido la manera de imaginarnos a nosotros mismos en situaciones nuevas. No habríamos podido tener un esquema general de las estaciones, ya que el sueño educó la memoria y alargó el lapso de la atención del hombre. El sueño reforzó las lecciones de la vida diaria y tuvo mucha importancia en el progreso del hombre.
No fue solo utilizando el intelecto que el hombre aprendió, de la experiencia diaria por muchas generaciones, que una estación seguía a la otra. Vivía muy intensamente el momento para que eso ocurriera. En una estación, el hombre soñaba con las otras. En sus sueños él se vio a sí mismo regando las semillas de los frutos, tal como había visto hacerlo al viento en la vida diaria. Sus sueños le recordaban que el invierno había llegado y que regresaría de nuevo. La gran mayoría de nuestros inventos llegaron en sueños. La naturaleza de nuestros sueños es la que nos diferencia de las otras especies.
La creatividad de la especie es también el resultado del tipo especial y particular de nuestros sueños. Nuestros sueños equivalen a un estado único de existencia, en el cual combinamos los elementos de la realidad física y la realidad no física. Es como un umbral entre dos realidades. Aprendimos a sostener nuestra intención física lo suficiente en ese umbral, para tener un breve lapso de atención en esa otra realidad y utilizarlo para obtener de ella los elementos creativos que necesitábamos.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Realización de Valores,Libre Albedrío,Niños Especiales

Cada especie está dotada con sentimientos emocionales y está inmersa en un sistema interior que propende por la realización de sus propios valores. Cada especie, no solo está comprometida con la supervivencia física y la multiplicación de sus miembros, sino con la intensificación y la realización de aquellas cualidades particulares que la caracterizan.
Existen ideales biológicos impresos dentro de los cromosomas y también ideales internos mucho más difíciles de definir, que existen como esquemas mentales para el desarrollo de otro tipo de habilidades. Utilizamos la palabra mental queriendo decir que cada especie posee su propia clase de vida mental interior, en contraposición a las características físicas de las plantas y de los animales con las que estamos familiarizados. Nuestra visión oficial nos aparta de la verdadera evidencia que deberíamos percibir de cooperación entre las especies. No nos referimos a una cooperación forzada, como resultado del “instinto”, que de alguna manera organiza los hábitos sociales de los animales, ya que sus hábitos son en realidad sociales y cooperativos.
La ciencia ortodoxa aún no le concede al hombre su libre voluntad y, de acuerdo con sus dogmas, cualquier sentimiento de elección consciente lo atribuye a una reflexión de la actitud cerebral en determinado momento. El hombre tiene libre albedrío, dentro de la estructura de su existencia, y todas las demás especies también lo tienen, dentro de la estructura de sus existencias.
Una gallina no puede leer un libro. No tiene la opción de leer. Una planta no tiene la opción de caminar en la calle. La gallina y la planta tienen la opción de vivir o morir, un asunto de mucha importancia en la existencia de cada entidad. Pueden tener la opción de que les guste o no les guste su entorno, y de cambiarlo, de acuerdo con sus circunstancias individuales.
Se acostumbra decir que algunas leyes científicas se pueden probar a niveles microscópicos, en donde pequeñas partículas pueden ser aceleradas, mucho más allá de sus estados naturales. Sin embargo, ignoramos que el sentimiento existe a niveles microscópicos y que pueden existir partículas psicológicas. Jamás llegaríamos a la conclusión de que todas las partículas son psicológicas y que tienen su propio empuje hacia el desarrollo y la realización de sus valores. Esa es la razón por la cual los átomos se juntan para formar la materia. Los átomos buscan su propia realización por medido de la forma. De manera cooperativa, los átomos escogen las formas que van a tomar.
Si la más simple de las partículas está dotada con el empuje y los ideales para buscar y lograr su propia realización, qué podríamos pensar en relación con el ser humano?
Tenemos la propensión a buscar sentido, amor, aventuras cooperativas. Tenemos la propensión a formar creaciones mentales y psicológicas, tales como las artes, las ciencias, las religiones, las civilizaciones. Los errores que hemos cometido y las distorsiones en que hemos incurrido, se han presentado por la necesidad de encontrarle un sentido a nuestra existencia personal y a la vida misma.
El científico que cree que la vida no tiene sentido, simplemente se ha dotado a sí mismo con lo que él piensa que es un soporte infalible contra las vicisitudes de la vida. Cuando dice que la vida no tiene sentido, no puede sentirse decepcionado, ya que se ha mimetizado en su propio capullo, que él mismo ha creado y que sí tiene sentido, puesto que le sirve de amortiguador a sus más profundos temores.
Cuando la Psicología se reafirma en “la norma”, hace que la gente se asuste de sus características y habilidades individuales, ya que la norma de la psicología no se ajusta al perfil de ningún ser humano. La psicología no alcanza las alturas y las profundidades de la experiencia humana. La gente se vuelve temerosa de su propia individualidad.
Los niños dotados no se ajustan al esquema de la psicología. Los niños dotados no corresponden a la imagen de los niños que se les vende a los padres. El hecho es que los niños dotados, simplemente, demuestran la vivacidad latente, la agilidad mental, la curiosidad y la capacidad para aprender que es inherente a la especie. Ellos no son una versión excéntrica de la humanidad, sino que sirven como una indicación de las verdaderas capacidades de la humanidad.
Nuestros cerebros no están vacíos al nacer, sino que son máquinas muy bien aceitadas, listas para entrar en actividad. El cerebro está provisto de la propensión para aprender y ya existen dentro de el los rudimentos del conocimiento, tal como lo entendemos. En esos términos, el cerebro ya piensa antes del nacimiento y no se limita a reaccionar. Cada individuo tiene sus propias habilidades, únicas en su género. Para algunas de esas habilidades, que involucran la relación con otras personas, ni siquiera tenemos las palabras para describirlas. Los padres a veces no están muy satisfechos cuando sus hijos tienen dotes poco comunes. Temen que sus hijos no se lleven bien con los otros niños. Se preocupan porque sus hijos no se ajustan a la norma, pero ningún niño se ajusta a “la norma”.
Muchos adultos, cuando sienten que tienen habilidades especiales, en uno u otro campo, deliberadamente las minimizan, porque temen quedar por fuera de “la norma”, o fuera de “la masa”, o porque temen ser atacados por sus pares. La Religión y la Ciencia les han enseñado que cualquier clase de grandeza es sospechosa. Sin embargo, cada persona viva contiene un elemento de grandeza y el deseo de desarrollar sus habilidades.
Cuando hablamos de grandeza, no nos referimos a la fama, o a las habilidades artísticas o intelectuales solamente, sino a las personas cuyas vidas tienen la capacidad para una gran satisfacción emocional. Estamos hablando de otras habilidades naturales, como la comunicación en los sueños, la utilización consciente de los sueños y la creatividad en la vida diaria. Existen dimensiones de sentimiento humano y experiencia psicológica que van a permanecer latentes, simplemente porque enfocamos nuestra atención en forma tan cerrada dentro de la idea de “la norma”. Cualquier experiencia que no tenga la aprobación oficial, debe permanecer como una experiencia extraña, excéntrica, por fuera de nuestras inquietudes, e ignorada por la ciencia.
Muchos niños que son considerados como retardados por sus maestros, son en realidad niños altamente dotados. Lo mismo puede decirse de los niños destructivos, a quienes se considera hiperactivos y se les suministran drogas. Su rebelión es bastante natural. Los niños Autistas, en muchos casos, son los que han tenido la idea de que el mundo es tan inseguro que es mejor no comunicarse con él, en absoluto, mientras sus demandas y necesidades sean atendidas. Cuando el niño autista es alimentado, vestido y cuidado, él continúa con su comportamiento y el comportamiento mismo sirve sus necesidades.
El niño autista siente que no es seguro interactuar con el mundo. Nadie va a privar a un niño de su comida, y es precisamente la comida la que puede utilizarse para manejarlo, quizá en los términos de un trato. El niño autista teme elegir, tener opciones. Algo de esto es tomado de sus padres, de manera tal que el niño expresa los temores que ellos no han reconocido. El niño autista puede ser muy inteligente.
En cierta forma, el niño autista es un ejemplo de lo que sucede cuando un individuo cree que no tiene ningún mérito, que no puede confiar en sus impulsos, que escoger entre distintas opciones tiene más problemas que ventajas y que es más seguro esconder las habilidades que utilizarlas. La vida es expresión.

viernes, 9 de noviembre de 2007

El Sentido de la Vida,la Paranoia y la Esquizofrenia

Cuando hemos hablado de ley natural, no nos estamos refiriendo a las leyes de la naturaleza de los científicos, tal como la ley de la gravedad, por ejemplo, que no es una ley en absoluto, sino una manifestación que aparece, desde el punto de vista de cierto nivel de conciencia, como resultado del aparato perceptivo. En ese aspecto, nuestra “percepción prejuiciada” está también incorporada en los instrumentos que utilizamos.
Nos estamos refiriendo a las leyes naturales internas, que están presentes en la totalidad de la existencia. Lo que llamamos naturaleza, se refiere a nuestra experiencia personal con la realidad. Sin embargo, otros tipos diferentes de manifestaciones son también “naturales”, fuera de ese contexto. Las leyes de la naturaleza a las que nos referimos, corresponden a todas las realidades y constituyen una base sólida para innumerables tipos de “naturalezas”.
Cada ser experimenta la vida como si su propia vida fuera el centro de la vida. Esto se aplica por igual a la pequeña araña que está en el closet y al hombre. Este principio también aplica a cada uno de los átomos. Cada manifestación de la conciencia llega a la existencia sintiéndose segura en el centro de la vida, experimentando la vida a través de si misma, consciente de la vida a través de su propia naturaleza. Llega a la existencia con un ímpetu interior hacia su realización. Llega equipada con un sentimiento de seguridad dentro del entorno en el que se va a encontrar. Se le ha dado el ímpetu para la acción y el crecimiento, y se le ha llenado con el deseo de dejar su impresión sobre su mundo.
Estamos tratando con diferentes clases de conciencias. Ellas son conciencias con su propio enfoque, cada una sintiéndose al centro de la vida. Estas otras formas de conciencias también se identifican con la fuente de la naturaleza, de la cual emergen. De una manera bastante difícil de explicar, la araña, y la mosca atrapada en su red, están conectadas y son conscientes de la conexión, no como cazadora y presa, sino como individuos que participan en procesos más profundos. Trabajan conjuntamente en la búsqueda de una especie de realización de valores, en la que ambas cumplen sus objetivos.
Existen comuniones de conciencias de las que no estamos enterados. Cuando creemos en teorías como la “supervivencia del más fuerte” y en las grandiosas fantasías de la evolución, organizamos de tal manera las percepciones del mundo que parecen sustentar esas teorías. No veremos ningún valor en la vida de un ratón sacrificado en el laboratorio y veremos batallas despiadadas en la naturaleza, sin darnos cuenta de la gran aventura cooperativa que está involucrada.
Los hombres se desquician si creen que la vida no tiene sentido. La Religión ha cometidos muy serios errores, pero al menos ha afirmado la existencia de una vida después de la muerte, una esperanza de salvación, y ha preservado, algunas veces a pesar de ella misma, la tradición del alma heroica. La Ciencia, incluida la Psicología, por lo que ha dicho, y por lo que ha olvidado decir, ha estado cerca de declarar que la vida misma no tiene sentido. Esto es una contradicción directa a un profundo conocimiento biológico, para no decir nada sobre verdades espirituales. Se niega el significado de la integridad biológica. Le niega al hombre la utilización práctica de aquellos elementos que necesita como criatura biológica: el sentimiento de que está al centro de la vida, de que puede actuar con seguridad en su entorno, que puede confiar en sí mismo, y que su propio ser y sus acciones tienen sentido.
Los impulsos proveen la guía de la vida para la acción. Si se nos enseña que no podemos confiar en los impulsos, nos estamos situando en contra de nuestra misma integridad física. Si creemos que nuestra vida no tiene sentido, haremos cualquier cosa para darle sentido, actuando como un ratón dentro de un laberinto científico, ya que nuestra directiva más importante ha sido adulterada.
Intentamos suavizar nuestras afirmaciones aquí, pero la Psicología de los últimos cien años ha contribuido a crear locuras cuando intenta reducir el gran empuje individual de la vida que existe en cada persona a una masa caótica de impulsos y químicos - una mezcla de pensamientos freudianos y darvinianos mal aplicados. Las mayores angustias del alma le fueron atribuidas a una fuente común: las tendencias primitivas “inconscientes” del hombre. El empuje personal hacia la creatividad se vio como un conglomerado caótico de químicos dentro de lo más íntimo del ser de cada persona. Al genio se le vio como un error de los cromosomas, o como el resultado afortunado del odio del hombre por su padre. El sentido de la vida se redujo a la naturaleza accidental de los genes. La Ciencia pensaba en términos de promedios y estadísticas y se suponía que cada persona encajaba dentro de esos esquemas.
Hasta cierto punto, esto también se aplica a la Religión, en el mismo período de tiempo. Las Iglesias necesitaban pecadores en abundancia, pero se apartaban de los santos, o de cualquier comportamiento extravagante que no hablara de la duplicidad del hombre. De pronto personas con características paranoicas y esquizofrénicas empezaron a aparecer en esta civilización. Las características de cada una se registraban debidamente.
Una persona que siente que la vida no tiene sentido, y que su vida en particular no tiene sentido, prefiere sentirse perseguida que ignorada. Aún el peso de la culpa es preferible a no tener sentimientos. Si el paranoico siente que es perseguido, por el gobierno, por poderes diabólicos, o por lo que sea, por lo menos siente que su vida debe ser importante porque, de otra manera, por qué otros están buscando destruirla? Si hay voces que le dicen que él debe ser destruido, por lo menos estas voces son reconfortantes, ya que lo convencen de que su vida debe tener valor.
Al mismo tiempo, la persona paranoica puede utilizar sus habilidades creativas en fantasías que confunden la mente de las personas sanas. Pero esas habilidades creativas tienen un sentido, ya que esas fantasías sirven para reafirmarle al paranoico su propio mérito. Si en términos normales estuviera sano, no podría utilizar sus habilidades creativas, ya que ellas están siempre conectadas con el sentido de la vida y, si está sano, el paranoico está convencido de que la vida no tiene sentido. Con frecuencia la persona llamada esquizofrénica está tan asustada de su propia energía, de sus impulsos y sentimientos, que estos se fragmentan, se objetivizan y se ven como provenientes del exterior, en lugar del interior.
Las ideas del bien y el mal se exageran y se aíslan. Nuevamente aquí se le permite alguna expresión a las habilidades creativas. La persona no se siente en capacidad de expresarlas de otra manera. Tales personas son temerosas de sus propias personalidades. Se les ha enseñado que la energía es errónea, que el poder es desastroso y que se le debe temer a los impulsos.
El término esquizofrenia, con base en la autoridad de la psicología, se convierte en una cobertura general en la que a la integridad del significado personal se le da una explicación masiva y generalizada. Los paranoicos son, desafortunadamente, quienes más firmemente creen en las peores idioteces de la ciencia y la religión. El paranoico y el esquizofrénico están tratando de darle sentido a un mundo que se les ha enseñado no tiene sentido, y sus tendencias aparecen en forma minimizada en el resto de la sociedad.
La creatividad es un ímpetu innato en el hombre, mucho más importante que lo que la ciencia llama la satisfacción de las necesidades básicas. En esos términos, la creatividad es la necesidad más básica de todas. Estamos hablando de una poderosa inclinación de la especie hacia la creatividad y hacia la realización de valores emocionales y espirituales. Si el hombre no lo consigue, la necesidad de suplir sus necesidades básicas de comida y abrigo no lo van a sostener. No estamos diciendo que el hombre no vive solamente por el pan. Estamos diciendo que si el hombre no le encuentra sentido a la vida, no vivirá, con pan o sin él. No tendrá la energía suficiente para buscarlo, ni confiará en sus impulsos para hacerlo.

martes, 6 de noviembre de 2007

Las Leyes Humanas y la Ley Natural

Qué es la Ley? Por qué tenemos Leyes? Están hechas las leyes para proteger la vida, para proteger la propiedad, para establecer el orden, para castigar a los transgresores? Están hechas las leyes para proteger al hombre de su propia avaricia y deshonestidad?
En resumen, están hechas las leyes para proteger al hombre de su propia “naturaleza criminal básica”? Están hechas las leyes para proteger al hombre de sí mismo, como lo han señalado Freud y Darwin? El hombre ya tenía leyes desde tiempo atrás. Están entonces hechas las leyes para proteger al hombre de su “naturaleza pecadora”? Si todos fuéramos “seres perfectos”, necesitaríamos leyes? Definen las leyes lo que es inaceptable, o son un intento de limitar los impulsos? Representan las leyes las definiciones colectivas de la sociedad sobre lo que es un comportamiento aceptable y lo que no lo es? Cual es la diferencia entre un crimen y un pecado, según lo que la mayoría de nosotros pensamos sobre esos términos? Puede el estado castigarnos por un pecado? Sin duda alguna, nos puede castigar por un crimen. Es la ley una reflexión de algo distinto, una reflexión de la búsqueda del ideal inherente al hombre y de su realización?
Cuando actúa la ley como un idealista práctico? Por qué miramos despectivamente a los políticos cuando muestran sus pies de barro? De qué manera nos concierne y nos afecta todo esto como individuos?
Cada individuo es guiado de forma innata por una buena intención, no importa lo distorsionada que esa intención llegue a estar, no importan los medios torcidos que se puedan emplear para lograrlo.
De la misma manera como el cuerpo desea crecer desde la niñez, todas las habilidades de la personalidad desean crecer y desarrollarse. Cada persona tiene sus propios ideales, y sus impulsos dirigen esos ideales de manera natural hacia vías de desarrollo específicas, para la satisfacción tanto del individuo como de su sociedad. Los impulsos aportan las especificaciones, los métodos, los significados y las definiciones. Los impulsos señalan vías definidas de expresión que le aportarán al individuo un sentimiento de realización y de poder natural que le permitirá saber que está dejando su huella sobre su entorno para mejorarlo.
La ley dice que somos inocentes hasta que se pruebe nuestra culpabilidad. A los ojos de la ley, somos inocentes hasta que se pruebe que hemos cometido un crimen. En el mundo de la religión, sin embargo, ya estamos manchados por el pecado original. En nuestras frentes, simbólicamente, está “La marca de Caín”. Pertenecemos a una especie que ha pecado contra Dios y estamos condenados automáticamente. Para ser salvados o redimidos, debemos hacer buenas obras, ser bautizados, creer en Cristo, o ejecutar algún otro tipo de acciones. Según otras religiones, debemos estar “atados a la tierra” por los “burdos deseos” de nuestra naturaleza, “atados a la rueda de la vida”, condenados a reencarnaciones sin fin, hasta que hayamos sido “purificados”. De acuerdo con la Psicología y la Ciencia, somos un conglomerado viviente de elementos y químicos, producto de un universo sin propósito, formado accidentalmente, en el que se nos ha dado una vida en la cual las inclinaciones “primitivas y animalísticas” de nuestro pasado evolucionista permanecen al acecho dentro de nosotros esperando su expresión y superando nuestro control.
Las leyes religiosas tienen que ver con el pecado, se haya cometido un crimen o no, y los conceptos religiosos generalmente dan por sentado que el individuo es culpable, hasta que se pruebe que es inocente. Si en realidad no hemos cometido un crimen, por lo menos pecamos en el corazón, razón por la cual debemos ser castigados. Un pecado puede ser cualquier cosa, desde jugar a las cartas hasta tener fantasías sexuales. Somos criaturas pecadoras.
Nacimos con el reconocimiento innato de nuestra propia bondad. Nacimos con el reconocimiento íntimo de nuestra rectitud en el universo. Nacimos con el deseo de desarrollar nuestras habilidades, de movernos y actuar en el mundo. Estas son las bases que constituyen lo que llamaremos la ley natural.
Hemos nacido amorosos, compasivos, curiosos acerca de nosotros mismos y nuestro mundo. Estos atributos también pertenecen a la ley natural. Hemos nacido sabiendo que somos unos seres únicos, conscientes de sí mismos, que buscan su propia realización y la realización de otros. Hemos nacido buscando la realización de nuestros ideales. Hemos nacido buscando agregarle valor a la calidad de la vida, sumarle características, habilidades, energías a la vida, que solo nosotros, individualmente, podemos aportarle al mundo y lograr un estado de ser únicamente nuestro.
Todas estas cualidades y atributos nos han sido dados por la ley natural. Pertenecemos a una especie cooperativa y amorosa. Nuestros malentendidos, nuestros crímenes y atrocidades, aunque reales, muy rara vez se cometen con la intención de hacer mal, sino como consecuencia de una interpretación totalmente equivocada de la naturaleza del bien, y de los medios que se pueden utilizar para su realización. La mayoría de las personas saben esto en lo más íntimo de su ser. Las sociedades, los gobiernos, los sistemas educativos, se construyen con base en una firme creencia en la poca confiabilidad de la naturaleza humana. Con frecuencia se dice que no podemos cambiar la naturaleza humana. Esta afirmación da por sentado que la naturaleza del hombre es la de un voraz, predador y asesino de corazón.
Actuamos de acuerdo con nuestras propias creencias. Nos convertimos en los seres que pensamos que somos. Las creencias individuales se convierten en las creencias de la sociedad y estas en las nuestras.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Los Impulsos

Los impulsos proveen el ímpetu para el movimiento, animando al cuerpo físico y a la persona mental hacia la utilización del poder físico y mental. Los impulsos le ayudan al individuo a dejar su impresión sobre el mundo, es decir, actuando sobre él y dentro de él de manera efectiva. Los impulsos también abren oportunidades que antes podían no haber estado disponibles conscientemente. Hemos afirmado anteriormente que las células tienen precognición y que a ese nivel el cuerpo está enterado de amplia información, información no conocida, ni aprendida conscientemente. El universo, y todo lo que este contiene, está compuesto de “información”. Información concerniente al universo entero está siempre latente dentro de cada una de las partes que lo componen.
El poder motivador del universo, y de cada partícula u onda o persona dentro de él, es el magnífico empuje hacia probabilidades creativas, además de la tensión exuberante que existe entre las opciones probables y los eventos probables. Esto se aplica a hombres y moléculas y a todas aquellas más pequeñas, hipotéticas y teóricas divisiones, o unidades, con las que los científicos se asombran a sí mismos.
En términos más corrientes, con frecuencia los impulsos provienen de conocimiento inconsciente. Este conocimiento es recibido, espontáneamente y de manera automática, por la energía que compone nuestro cuerpo, para ser procesado de tal manera que la información pertinente pueda ser aplicada y podamos hacer uso de ella. Idealmente, nuestros impulsos responden a nuestros mejores intereses y a los mejores intereses de nuestro mundo. Obviamente, existe una profunda y dañina desconfianza a los impulsos en el mundo contemporáneo, desconfianza que también ha existido a través de la historia que seguimos. Los impulsos son espontáneos, y se nos ha enseñado a desconfiar de las porciones espontáneas de nuestro ser, y confiar en cambio en la razón y el intelecto que, incidentalmente, también operan espontáneamente. Cuando nos lo permitimos, somos espontáneamente razonables, pero como consecuencia de nuestras creencias, parece que la razón y la espontaneidad no son muy buenas amigas.
Psicológicamente, nuestros impulsos son tan vitales para nuestro ser como lo son los órganos físicos. Ellos son tan altruistas y desinteresados como lo son nuestros órganos. Cada impulso está diseñado y hecho a la medida de quién lo siente. Idealmente, siguiendo nuestros impulsos vamos a sentir la forma, la forma impulsiva de nuestra vida. No perderíamos el tiempo preguntándonos cual era nuestro propósito, ya que él mismo se va a hacer conocer cuando percibamos la dirección en la que nuestros impulsos naturales nos conducen y cuando sintamos que ejercemos poder sobre el mundo por medio de esas acciones. Los impulsos son portales a la acción, a la satisfacción, al ejercicio del poder mental y físico natural, a la avenida de nuestra expresión personal que alcanza el mundo físico y deja su impresión sobre él.
Muchos cultos de uno u otro tipo, y muchos fanáticos, buscan interferir con nuestros impulsos naturales para impedir su expresión. Ellos buscan sabotear nuestra creencia en la espontaneidad del ser, de tal manera que el gran poder de los impulsos se represa. El camino hacia las probabilidades se cierra, poco a poco, hasta que en realidad vivimos en un entorno mental cerrado, en el que parece que somos impotentes. Nos parece que no vamos a dejar nuestra huella en el mundo como lo queremos y que nuestros ideales siempre permanecerán inexpresados.
Existe el impulso natural para morir en el hombre y en los animales, pero en tales circunstancias ese deseo se convierte en el único impulso que el individuo se siente capaz de expresar, ya que le parece que todos los otros caminos de expresión se han cerrado.
Queremos enfatizar la importancia de la acción individual, ya que solo el individuo puede ayudar a formar organizaciones que se convertirán en vehículos físicos para la expresión efectiva de los ideales. Solo las personas que confían en la espontaneidad de sus propios seres y en la naturaleza altruista de sus impulsos, pueden ser lo suficientemente sabias conscientemente para escoger entre miles de futuros probables los eventos más prometedores. Los impulsos tienen en consideración no solo los mejores intereses de la gente, sino todos los otros intereses de las demás especies.
Hemos utilizado el término “impulsos” para una mejor comprensión de la mayoría de las personas y, en esos términos, debemos decir que las moléculas y los protones también tienen impulsos. La conciencia no solamente reacciona al estímulo sino que tiene su propio impulso hacia el crecimiento y la plena y feliz satisfacción de sus propios valores. Nos parece que los impulsos son impredecibles, contradictorios, irracionales. Que son el resultado de la mezcla errática de químicos corporales y deben ser aplastados con la misma intención mortífera con que lo hacemos con un mosquito.
Considerar los impulsos como caóticos, sin sentido y, peor aún, perjudiciales para una vida ordenada, significa en realidad una actitud muy peligrosa. Significa que esa actitud es la causa de muchos de nuestros problemas. Cada persona tiene el deseo fervoroso de actuar, de actuar en forma benéfica, altruista, para dejar su huella en el mundo. Cuando son denegados constantemente los impulsos naturales hacia la acción durante un cierto período de tiempo, cuando se desconfía de ellos, cuando el individuo se siente en conflicto con sus propios impulsos y cierra las puertas hacia todas las acciones probables, entonces esa intensidad explota en cualquier forma de escape que haya quedado abierta.
No estamos hablando de algo como la “represión”, tal como es utilizada por los psicólogos, sino de un asunto mucho más profundo, en el que se desconfía tanto del mismo ser que los impulsos naturales de cualquier clase se vuelven sospechosos. Tratamos de “vacunarnos” contra nosotros mismos, situación casi imposible. Esperamos que nuestras motivaciones sean egoístas, porque así se nos ha dicho, de tal manera que cuando nos pillamos con motivaciones muy poco amables, casi nos sentimos reconfortados porque pensamos que estamos procediendo normalmente.
Cuando nos encontramos procediendo con buenas motivaciones, de inmediato desconfiamos de ellas y pensamos que oculto bajo el aparente altruismo debe haber algunas motivaciones nefastas o egoístas que se nos escapan. Como personas, siempre estamos examinando nuestros impulsos, pero muy rara vez examinamos los frutos de nuestro intelecto.
Puede parecer que las acciones impulsivas se mueven sin control en la sociedad, en el comportamiento de los cultos, en el comportamiento de los criminales, o en el de la juventud, pero en lugar de esto, todas estas actividades demuestran el poder de los impulsos cuando se les niega su expresión natural.
Un determinado idealista cree que el mundo va hacia el desastre y que él es impotente para evitarlo. Habiendo reprimido sus impulsos por creerlos equivocados y habiendo impedido la expresión de su propio poder para afectar a otros, podría, por ejemplo, “escuchar la voz de Dios”. Esa voz le puede decir que cometa cualquier número de acciones nefastas, como asesinar a los enemigos que se atraviesan en el camino de su gran ideal, y puede parecerle a él, y a otras personas, que tiene el impulso natural de matar y un mandato interior de Dios para hacerlo.
De acuerdo con las condiciones, tal persona puede ser un miembro de un pequeño culto, o la cabeza de una nación, un criminal o un héroe nacional, que proclama actuar con la autoridad de Dios. El deseo y la motivación para actuar son tan fuertes en cada persona que no pueden ser reprimidos y, cuando lo son, pueden ser expresados de manera pervertida. El hombre debe no solo actuar, sino que debe actuar de manera constructiva y debe sentir que actúa en la búsqueda de buenos fines. Cuando el impulso natural para actuar de manera constructiva se reprime, el idealista se convierte en fanático. Cada persona, a su manera, es un idealista.
El poder es natural. Es la fuerza, el poder que hace que el músculo se mueva, que los ojos vean, que la mente piense, es el poder de las emociones. Todos estos representan el verdadero poder. La acumulación de riquezas y la fama no puede sustituir la sensación natural de poder, si este falta. El poder siempre reside en el individuo y del individuo debe fluir todo el poder político.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Cita de Einstein

"A human being is part of a whole, called by us the Universe, a part limited in time and space. He experiences himself, his thoughts and feelings, as something separated from the rest--a kind of optical delusion of his consciousness. This delusion is a kind of prison for us, restricting us to our personal desires and to affection for a few persons nearest us. Our task must be to free ourselves from this prison by widening our circles of compassion to embrace all living creatures and the whole of nature in its beauty."

~ Albert Einstein

Un ser humano es parte de un todo, llamado por nosotros el Universo, una parte limitada en el tiempo y el espacio. El se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos, como algo separado del resto – una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es un tipo de prisión para nosotros, restringiéndonos a nuestros deseos personales y al afecto a unas pocas personas cercanas a nosotros. Nuestra tarea debe ser liberarnos a nosotros mismos de esta prisión, ampliando nuestros círculos de compasión para cubrir a todas las criaturas vivientes y a la totalidad de la naturaleza en su belleza.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Una Nueva Visión del Universo

El intento mismo de describir la realidad en términos científicos, tal como se entienden corrientemente, rinde tributo indebido a un vocabulario que degrada automáticamente conceptos mayores para ajustarlos a sus propias medidas. En otras palabras, este intento presenta el problema adicional de considerar un aparente universo objetivo y describirlo de manera objetiva. El universo es una manifestación espiritual, o mental, o psicológica, y no una manifestación objetiva, según el vocabulario usualmente utilizado.
En la actualidad, la Ciencia, la Religión y la Psicología están muy lejos de la estructura conceptual que pueda explicar, o inclusive describir indirectamente, las dimensiones de este tipo de universo. Sus propiedades son psicológicas, siguiendo la lógica de la psique, y todas las propiedades físicas que conocemos son reflexiones de eventos más profundos. Cada átomo, cada molécula, cada partícula que podamos imaginar, posee una conciencia. Mientras no aceptemos esta afirmación, por lo menos como teoría básica, gran parte del asunto parecerá no tener sentido.
Esa afirmación debe ser la base para cualquier nueva teoría científica que aspire a tener resultados conducentes a la adquisición de conocimiento. Como debemos utilizar un vocabulario objetivo, siempre necesitaremos emplear analogías. Vocabulario objetivo significa utilizar un lenguaje que automáticamente establece sus propios esquemas de percepción, como lo debe hacer cualquier lenguaje.
El universo se expande como se expande una idea. Así como las frases se construyen con base en las palabras, y los parágrafos con base en las frases, y así como cada una retiene su propia lógica, continuidad y evidencia dentro de esa estructura, de la misma manera, todas las partes del universo se nos presentan con la misma cohesión, significado, continuidad y orden. Cada frase es significativa. Parece alinearse en orden por si misma, a medida que la pronunciamos. Su orden es obvio. Esa frase es significativa por la organización de las letras o, si es pronunciada, por la organización de vocales y sílabas. La frase tiene sentido, no solo por las letras, vocales o sílabas que se utilizan en ella, sino también por las letras o vocales o sílabas que excluye.
Lo mismo se aplica a nuestro universo. Tiene sentido, coherencia y orden, no solo por las realidades que son obvias para nosotros y que son visibles, sino también por aquellas realidades internas que están “inexpresadas” u ocultas. No estamos hablando de variables ocultas, en términos científicos, ni estamos diciendo que el universo es una ilusión, sino una realidad psicológica en la que la “objetividad” es el resultado de la creatividad psicológica.
No solo se trata de que nuestra visión de la realidad es relativa a nuestra posición dentro del universo, sino que el universo mismo es diferente, de acuerdo a nuestra posición dentro de él, y que hay normas espirituales y psicológicas que aplican. El universo tiene que ver con diferentes clases de ordenes, percepciones y organizaciones, cada una dependiente de las otras, pero cada una separada y aparte en su propio dominio.
En nuestra realidad, la verdadera libertad es la libertad de las ideas y la verdadera esclavitud es la esclavitud de las ideas, ya que nuestras ideas forman nuestra realidad personal y colectiva. Queremos examinar el universo desde el exterior y examinar nuestras sociedades desde el exterior. Aun pensamos que el mundo interior es, de alguna manera, simbólico, y que el mundo exterior es real. La realidad psicológica siempre es la primordial y es ella la que forma los eventos.
No es que no podamos comprender la naturaleza del universo hasta cierto grado, sino que las verdaderas respuestas se van a encontrar en la naturaleza de nuestras propias mentes, en los procesos de la creatividad individual y en estudios en los que se hagan preguntas como las siguientes: “De donde vino este pensamiento”? A donde va este pensamiento? Qué efecto tiene este pensamiento, sobre mi y sobre otros? Cómo sé soñar, si nunca nadie me ha enseñado a hacerlo? Cómo hablo, sin comprender los mecanismos involucrados? Por qué siento que tengo una realidad eterna, cuando es obvio que nací físicamente y moriré físicamente. Son estas preguntas anticientíficas?
Son las más científicas de todas las preguntas. Hasta cierto punto, el intento por parte de la ciencia de considerar este material puede atraer aquellas cualidades de una verdadera intuición científica que le ayudará a la ciencia a salvar la brecha entre su visión actual y una nueva visión del universo.