No podemos probar, científicamente, que nuestro mundo fue creado por un dios, que lo puso en movimiento, pero que permaneció por fuera de su dominio. Ni podemos probar, científicamente, que la creación del mundo fue una ocurrencia casual o fortuita.
Tampoco será posible probar, por lo menos en términos usuales, lo que vamos a afirmar enseguida. Sin embargo, tenemos la esperanza de presentar, conjuntamente con nuestras explicaciones, ciertas insinuaciones y ciertos indicios que muestran en donde buscar evidencias subjetivas.
Vivimos nuestras vidas a través de nuestro propio conocimiento subjetivo. Trataremos de despertar dentro de la conciencia memorias de eventos con los cuales las psiques internas estuvieron íntimamente involucradas mientras el mundo se formaba, y que están ocurriendo ahora, aunque parece tratarse de eventos pasados.
Antes del inicio del universo, postularemos la existencia de una fuente omnipotente y creativa. Esperamos demostrar que esta divina subjetividad está tan presente en el mundo de nuestra experiencia, como lo estaba antes del inicio del universo.
Nos referimos a esta subjetividad original como Todo Lo Que Existe. Intentamos expresar en palabras conceptos que casi desafían los límites del intelecto, a menos que ese intelecto sea reforzado por el poder de la intuición. Así que será necesario utilizar la mente y la intuición.
Todo Lo Que Existe, antes del inicio del universo, contenía dentro de si el empuje infinito de todas las creaciones posibles. Todo Lo Que Existe poseía una creatividad de tal magnificencia, que sus más ligeras imaginaciones, sueños, pensamientos, sentimientos y estados de ánimo, alcanzaban cierta realidad, vivacidad e intensidad, que casi demandaban libertad. Libertad de qué? Libertad para hacer qué? Libertad para ser qué?
La experiencia, el universo subjetivo, la “mente” de Todo Lo Que Existe, todo era tan brillante, tan distinto, tan claro, tan preciso, que Todo Lo Que Existe casi se encontró perdido, vagando mentalmente dentro de este siempre floreciente, siempre creciente paisaje interior. Cada pensamiento, sentimiento, sueño o estado de ánimo, estaba marcado indeleblemente con todos los atributos de esta subjetividad infinita. Cada uno brillaba y se estremecía con su propia creatividad, con su propio deseo de crear, así como había sido creado. Antes del inicio del universo, existía un universo interior que no tenía ni principio ni fin. Ese mismo universo infinito interior, existe ahora.
Todo Lo Que Existe contenía dentro de si el conocimiento de todas las existencias, con sus probabilidades infinitas, y tan pronto como Todo Lo Que Existe imaginó aquellas innumerables circunstancias, ellas existieron en lo que llamaremos un hecho divino.
Todo Lo Que Existe conocía de sí mismo solamente. Estaba ensimismado con sus propias experiencias subjetivas, divinamente asombrado de que sus propios pensamientos e imaginaciones lograran su propia vitalidad y heredaran la creatividad de su creador subjetivo. Esos pensamientos e imaginaciones empezaron a tener un diálogo con su “Hacedor”.
Pensamientos de un vigor magnificente empezaron a pensar sus propios pensamientos y sus pensamientos pensaron pensamientos. Con asombro y sorpresa divinos, Todo Lo Que Existe empezó a escuchar y empezó a responder a estas “generaciones” de pensamientos y sueños, puesto que los pensamientos y los sueños también estaban relacionados entre si. No existía el tiempo, así que todo esto “estaba sucediendo” simultáneamente. El orden de los eventos está siendo simplificado. Espontáneamente, Todo Lo Que Existe pensaba nuevos pensamientos y soñaba nuevos sueños y se involucraba en nuevas imaginaciones, todo esto relacionado con aquellas ahora infinitas generaciones de pensamientos y sueños entretejidos e interrelacionados que “ya” existían.
Así que, además de esta creación espontánea, de esta “corriente” simultánea de divino despertar, Todo Lo Que Existe empezó a observar las interacciones que ocurrían dentro de su propia prole subjetiva. Escuchó, empezó responder y a contestar un pensamiento o un sueño. A propósito, empezó a causar aquellas condiciones mentales que requerían estas generaciones de proles mentales. Si había estado solo antes, ya no lo estaría más.
Todo Lo Que Existe empezó a sentir una sensación creciente de presión, en la medida en que se dio cuenta de que sus propios pensamientos y sueños, por siempre multiplicados, anhelaban disfrutar de aquellos más grandes dones de creatividad con los que habían sido dotados innatamente.
Es muy difícil tratar de asignarle algo como la condición humana a Todo Lo Que Existe. Solo podemos decir que estaba poseído por “la necesidad” de crear amorosamente desde su propio ser; de transformar amorosamente su propia realidad, de tal manera que las más ligera conciencia probable pudiera llega a ser; y con la necesidad de ver que algunas, o todas las posibles orquestaciones de conciencia, tuvieran la oportunidad de emerger, de percibir y de amar.
Todo Lo Que Existe se dio cuenta entonces de un tipo de agitación creativa, en la medida en que cada uno de sus pensamientos y sueños superlativos, estados de ánimo y sentimientos, forzaban los mismos límites de sus seres buscando alguna salida hasta entonces desconocida, no descubierta e impensada.
La prole mental de que estamos hablando incluía a todas las conciencias que jamás habían aparecido, o las que aparecerían sobre la tierra: el primer ser humano, el primer insecto, cada uno con el conocimiento interior de las posibilidades de su desarrollo. Todo Lo Que Existe, con el amor a su propia prole, buscó dentro de sí la respuesta a este dilema divino. Cuando la respuesta llegó, ella involucraba saltos de inspiración divina, previamente inimaginables. Dentro de la variedad infinita de su increíble prole, Todo Lo Que Existe busco ver que condiciones se necesitaban para este magnífico sueño, este sueño de libertad de la objetividad. Se preguntó qué puerta podía abrirse para permitirle a la realidad física que emergiera de este reino interior. Cuando Todo Lo Que Existe reunió todas estas condiciones vio, en un destello, la creación mental de aquellos mundos objetivos que se necesitarían y, al imaginarlos, ellos fueron creados físicamente.
Todo Lo Que Existe no se separó de esos mundos, ya que ellos fueron creados de sus pensamientos y cada uno tenía contenido divino. Todos los mundos son creados por el contenido divino y si, por una parte, son exteriores, por la otra, también están hechos con elemento divino. Cada punto hipotético en nuestro universo está en contacto directo con Todo Lo Que Existe, en términos básicos. El conocimiento del todo está dentro de cada una de sus partes y, aun así, Todo Lo Que Existe es mucho más que sus partes.
La subjetividad divina es en realidad infinita. Nunca puede ser totalmente objetivisada. Cuando los mundos fueron así creados, el nuestro y los otros, existió realmente una explosión de proporciones inimaginables, en la que la chispa divina de inspiración explotó para convertirse en objetividad.
Tampoco será posible probar, por lo menos en términos usuales, lo que vamos a afirmar enseguida. Sin embargo, tenemos la esperanza de presentar, conjuntamente con nuestras explicaciones, ciertas insinuaciones y ciertos indicios que muestran en donde buscar evidencias subjetivas.
Vivimos nuestras vidas a través de nuestro propio conocimiento subjetivo. Trataremos de despertar dentro de la conciencia memorias de eventos con los cuales las psiques internas estuvieron íntimamente involucradas mientras el mundo se formaba, y que están ocurriendo ahora, aunque parece tratarse de eventos pasados.
Antes del inicio del universo, postularemos la existencia de una fuente omnipotente y creativa. Esperamos demostrar que esta divina subjetividad está tan presente en el mundo de nuestra experiencia, como lo estaba antes del inicio del universo.
Nos referimos a esta subjetividad original como Todo Lo Que Existe. Intentamos expresar en palabras conceptos que casi desafían los límites del intelecto, a menos que ese intelecto sea reforzado por el poder de la intuición. Así que será necesario utilizar la mente y la intuición.
Todo Lo Que Existe, antes del inicio del universo, contenía dentro de si el empuje infinito de todas las creaciones posibles. Todo Lo Que Existe poseía una creatividad de tal magnificencia, que sus más ligeras imaginaciones, sueños, pensamientos, sentimientos y estados de ánimo, alcanzaban cierta realidad, vivacidad e intensidad, que casi demandaban libertad. Libertad de qué? Libertad para hacer qué? Libertad para ser qué?
La experiencia, el universo subjetivo, la “mente” de Todo Lo Que Existe, todo era tan brillante, tan distinto, tan claro, tan preciso, que Todo Lo Que Existe casi se encontró perdido, vagando mentalmente dentro de este siempre floreciente, siempre creciente paisaje interior. Cada pensamiento, sentimiento, sueño o estado de ánimo, estaba marcado indeleblemente con todos los atributos de esta subjetividad infinita. Cada uno brillaba y se estremecía con su propia creatividad, con su propio deseo de crear, así como había sido creado. Antes del inicio del universo, existía un universo interior que no tenía ni principio ni fin. Ese mismo universo infinito interior, existe ahora.
Todo Lo Que Existe contenía dentro de si el conocimiento de todas las existencias, con sus probabilidades infinitas, y tan pronto como Todo Lo Que Existe imaginó aquellas innumerables circunstancias, ellas existieron en lo que llamaremos un hecho divino.
Todo Lo Que Existe conocía de sí mismo solamente. Estaba ensimismado con sus propias experiencias subjetivas, divinamente asombrado de que sus propios pensamientos e imaginaciones lograran su propia vitalidad y heredaran la creatividad de su creador subjetivo. Esos pensamientos e imaginaciones empezaron a tener un diálogo con su “Hacedor”.
Pensamientos de un vigor magnificente empezaron a pensar sus propios pensamientos y sus pensamientos pensaron pensamientos. Con asombro y sorpresa divinos, Todo Lo Que Existe empezó a escuchar y empezó a responder a estas “generaciones” de pensamientos y sueños, puesto que los pensamientos y los sueños también estaban relacionados entre si. No existía el tiempo, así que todo esto “estaba sucediendo” simultáneamente. El orden de los eventos está siendo simplificado. Espontáneamente, Todo Lo Que Existe pensaba nuevos pensamientos y soñaba nuevos sueños y se involucraba en nuevas imaginaciones, todo esto relacionado con aquellas ahora infinitas generaciones de pensamientos y sueños entretejidos e interrelacionados que “ya” existían.
Así que, además de esta creación espontánea, de esta “corriente” simultánea de divino despertar, Todo Lo Que Existe empezó a observar las interacciones que ocurrían dentro de su propia prole subjetiva. Escuchó, empezó responder y a contestar un pensamiento o un sueño. A propósito, empezó a causar aquellas condiciones mentales que requerían estas generaciones de proles mentales. Si había estado solo antes, ya no lo estaría más.
Todo Lo Que Existe empezó a sentir una sensación creciente de presión, en la medida en que se dio cuenta de que sus propios pensamientos y sueños, por siempre multiplicados, anhelaban disfrutar de aquellos más grandes dones de creatividad con los que habían sido dotados innatamente.
Es muy difícil tratar de asignarle algo como la condición humana a Todo Lo Que Existe. Solo podemos decir que estaba poseído por “la necesidad” de crear amorosamente desde su propio ser; de transformar amorosamente su propia realidad, de tal manera que las más ligera conciencia probable pudiera llega a ser; y con la necesidad de ver que algunas, o todas las posibles orquestaciones de conciencia, tuvieran la oportunidad de emerger, de percibir y de amar.
Todo Lo Que Existe se dio cuenta entonces de un tipo de agitación creativa, en la medida en que cada uno de sus pensamientos y sueños superlativos, estados de ánimo y sentimientos, forzaban los mismos límites de sus seres buscando alguna salida hasta entonces desconocida, no descubierta e impensada.
La prole mental de que estamos hablando incluía a todas las conciencias que jamás habían aparecido, o las que aparecerían sobre la tierra: el primer ser humano, el primer insecto, cada uno con el conocimiento interior de las posibilidades de su desarrollo. Todo Lo Que Existe, con el amor a su propia prole, buscó dentro de sí la respuesta a este dilema divino. Cuando la respuesta llegó, ella involucraba saltos de inspiración divina, previamente inimaginables. Dentro de la variedad infinita de su increíble prole, Todo Lo Que Existe busco ver que condiciones se necesitaban para este magnífico sueño, este sueño de libertad de la objetividad. Se preguntó qué puerta podía abrirse para permitirle a la realidad física que emergiera de este reino interior. Cuando Todo Lo Que Existe reunió todas estas condiciones vio, en un destello, la creación mental de aquellos mundos objetivos que se necesitarían y, al imaginarlos, ellos fueron creados físicamente.
Todo Lo Que Existe no se separó de esos mundos, ya que ellos fueron creados de sus pensamientos y cada uno tenía contenido divino. Todos los mundos son creados por el contenido divino y si, por una parte, son exteriores, por la otra, también están hechos con elemento divino. Cada punto hipotético en nuestro universo está en contacto directo con Todo Lo Que Existe, en términos básicos. El conocimiento del todo está dentro de cada una de sus partes y, aun así, Todo Lo Que Existe es mucho más que sus partes.
La subjetividad divina es en realidad infinita. Nunca puede ser totalmente objetivisada. Cuando los mundos fueron así creados, el nuestro y los otros, existió realmente una explosión de proporciones inimaginables, en la que la chispa divina de inspiración explotó para convertirse en objetividad.
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