Se acostumbra ver al hombre como el expoliador de la naturaleza, como el miembro destructivo de la familia de la naturaleza. También se le considera como separado de la naturaleza, que le había sido dada como su campo para la vida.
Se acostumbra ver al hombre como la criatura que ensucia su propio nido, aunque no podamos condonar muchos de sus comportamientos en ese sentido. Sin embargo, existen otros asuntos y otras preguntas que muy rara vez nos hacemos. Ignoramos el hecho de que la conciencia de los animales tiene sus propias intenciones y propósitos. Es cierto que los animales son sacrificados en las circunstancias más crueles para el consumo humano y que se les considera, simplemente, como un elemento comestible. Los búfalos ya no corren errantes libremente, como lo hacían antes. Existen miles de haciendas en las que se alimentan, y se mantienen vivos por un tiempo, animales que no existirían si no fuera por el apetito y la glotonería del hombre por la carne. Esta es la manera como se considera el asunto. A nadie se le ocurre que ciertas formas de conciencia de los animales escogen llegar a la forma física, que ciertas especies son apreciadas y protegidas por el hombre, o que la conciencia de estos animales no tiene nada que ver con este tipo de arreglo.
No podemos decir que estos animales salieron ventajosamente adelante en ese arreglo, pero sí podemos decir que la especie humana, y ciertas especies de animales, conjuntamente, hicieron un convenio que tuvo beneficios para todos. El hombre es más parte de la naturaleza de lo que se da cuenta y, en un campo de actividad más amplio, el hombre no puede tomar acciones con las cuales el resto de la naturaleza no esté de acuerdo.
Es necesario recordar aquí lo que hemos dicho sobre la comunicación celular y la inmensa red de comunicaciones que une todas las especies. Los animales se pueden comunicar con el hombre, y el hombre se puede comunicar con todas las otras especies. Este tipo de comunicación siempre ha estado vigente. El hombre no puede permitirse tener el conocimiento de estas comunicaciones, porque su cultura se basa en la idea de la posición “natural” subordinada de los animales. Cuando los hombres sacrifican animales, no se pueden permitir tratarlos como poseedores de una conciencia viviente.
Muchos animales se regocijan con su trabajo y su propósito. Gozan trabajando con el hombre. Los caballos gozan con sus contribuciones al mundo del hombre. Ellos entienden al jinete mucho más de lo que este los entiende a ellos. Muchos perros gozan siendo protectores de la familia. Existen profundos lazos emocionales entre el hombre y muchas especies animales. También existe una respuesta emocional. Los delfines, por ejemplo, responden emocionalmente al mundo del hombre. Los animales en una granja están concientes, emocionalmente, del contenido psicológico general de la vida del granjero y de cada miembro de su familia.
La conciencia está plena de satisfacción. Esto aplica para todas las conciencias. Los animales del granjero entienden que, en cierta forma, él es un partero, responsable por algunos de sus partos. El alimento viene de sus manos. El animal entiende, en sus términos, que la vida física termina con la muerte y que los elementos físicos deben regresar a la tierra, de donde provinieron.
Los animales no culpan a los seres humanos por nada. Si como especie nos encontramos realmente en comunión con los animales, tendremos una cultura totalmente diferente, una cultura que nos proporcionará una alteración de la conciencia de naturaleza muy profunda.
Hemos olvidado, muy convenientemente, lo mucho que aprendimos de los animales. Aprendimos bastante de medicina, observando el comportamiento de los animales. Aprendimos de ellos cuales plantas evitar y cuales cultivar. Aprendimos como quitarnos de encima los piojos metiéndonos en el agua. Aprendimos el comportamiento social observando los animales. Alguna vez pudimos identificarnos con los animales y ellos con nosotros, en un grado considerable. Ellos han sido nuestros maestros, aunque ellos no escogieron nuestra senda. Obviamente, no habríamos podido escoger nuestra senda como especie si no hubiera sido por los animales.
Los animales domesticados han tenido sus propias razones para escoger ese estado. A veces pensamos que los gatos deberían salir a campo abierto y que es en un ambiente silvestre en donde estarían mejor.
Los gatos, en un ambiente silvestre, en términos del tiempo, estaban explorando un cierto tipo de naturaleza. En ese tipo de naturaleza, con la población natural que el entorno debía mantener, habría muchos menos gatos de los que existen hoy. Por qué nos parece antinatural, aún ligeramente perverso, que un gato doméstico prefiera la comida enlatada para gatos, cuando parecería mejor que comiera ratones, saltamontes o insectos?
El gato doméstico está explorando un diferente tipo de naturaleza, en la cual tiene cierta relación con la conciencia humana, una relación que cambia la realidad de su particular tipo de conciencia.
Nuestros gatos están tan plenamente vivos dentro de la casa como fuera de ella. Ellos entienden perfectamente su relación con nuestra realidad humana. Ellos gozan contribuyendo a nuestra vida, tanto como cualquier animal salvaje goza formando parte de su grupo. Su conciencia se inclina en una nueva dirección, tiene cierto sentido de los conceptos, cierta apertura a un entendimiento diferente, y forma alianzas de conciencias tan naturales como todas las demás.
Se acostumbra ver al hombre como la criatura que ensucia su propio nido, aunque no podamos condonar muchos de sus comportamientos en ese sentido. Sin embargo, existen otros asuntos y otras preguntas que muy rara vez nos hacemos. Ignoramos el hecho de que la conciencia de los animales tiene sus propias intenciones y propósitos. Es cierto que los animales son sacrificados en las circunstancias más crueles para el consumo humano y que se les considera, simplemente, como un elemento comestible. Los búfalos ya no corren errantes libremente, como lo hacían antes. Existen miles de haciendas en las que se alimentan, y se mantienen vivos por un tiempo, animales que no existirían si no fuera por el apetito y la glotonería del hombre por la carne. Esta es la manera como se considera el asunto. A nadie se le ocurre que ciertas formas de conciencia de los animales escogen llegar a la forma física, que ciertas especies son apreciadas y protegidas por el hombre, o que la conciencia de estos animales no tiene nada que ver con este tipo de arreglo.
No podemos decir que estos animales salieron ventajosamente adelante en ese arreglo, pero sí podemos decir que la especie humana, y ciertas especies de animales, conjuntamente, hicieron un convenio que tuvo beneficios para todos. El hombre es más parte de la naturaleza de lo que se da cuenta y, en un campo de actividad más amplio, el hombre no puede tomar acciones con las cuales el resto de la naturaleza no esté de acuerdo.
Es necesario recordar aquí lo que hemos dicho sobre la comunicación celular y la inmensa red de comunicaciones que une todas las especies. Los animales se pueden comunicar con el hombre, y el hombre se puede comunicar con todas las otras especies. Este tipo de comunicación siempre ha estado vigente. El hombre no puede permitirse tener el conocimiento de estas comunicaciones, porque su cultura se basa en la idea de la posición “natural” subordinada de los animales. Cuando los hombres sacrifican animales, no se pueden permitir tratarlos como poseedores de una conciencia viviente.
Muchos animales se regocijan con su trabajo y su propósito. Gozan trabajando con el hombre. Los caballos gozan con sus contribuciones al mundo del hombre. Ellos entienden al jinete mucho más de lo que este los entiende a ellos. Muchos perros gozan siendo protectores de la familia. Existen profundos lazos emocionales entre el hombre y muchas especies animales. También existe una respuesta emocional. Los delfines, por ejemplo, responden emocionalmente al mundo del hombre. Los animales en una granja están concientes, emocionalmente, del contenido psicológico general de la vida del granjero y de cada miembro de su familia.
La conciencia está plena de satisfacción. Esto aplica para todas las conciencias. Los animales del granjero entienden que, en cierta forma, él es un partero, responsable por algunos de sus partos. El alimento viene de sus manos. El animal entiende, en sus términos, que la vida física termina con la muerte y que los elementos físicos deben regresar a la tierra, de donde provinieron.
Los animales no culpan a los seres humanos por nada. Si como especie nos encontramos realmente en comunión con los animales, tendremos una cultura totalmente diferente, una cultura que nos proporcionará una alteración de la conciencia de naturaleza muy profunda.
Hemos olvidado, muy convenientemente, lo mucho que aprendimos de los animales. Aprendimos bastante de medicina, observando el comportamiento de los animales. Aprendimos de ellos cuales plantas evitar y cuales cultivar. Aprendimos como quitarnos de encima los piojos metiéndonos en el agua. Aprendimos el comportamiento social observando los animales. Alguna vez pudimos identificarnos con los animales y ellos con nosotros, en un grado considerable. Ellos han sido nuestros maestros, aunque ellos no escogieron nuestra senda. Obviamente, no habríamos podido escoger nuestra senda como especie si no hubiera sido por los animales.
Los animales domesticados han tenido sus propias razones para escoger ese estado. A veces pensamos que los gatos deberían salir a campo abierto y que es en un ambiente silvestre en donde estarían mejor.
Los gatos, en un ambiente silvestre, en términos del tiempo, estaban explorando un cierto tipo de naturaleza. En ese tipo de naturaleza, con la población natural que el entorno debía mantener, habría muchos menos gatos de los que existen hoy. Por qué nos parece antinatural, aún ligeramente perverso, que un gato doméstico prefiera la comida enlatada para gatos, cuando parecería mejor que comiera ratones, saltamontes o insectos?
El gato doméstico está explorando un diferente tipo de naturaleza, en la cual tiene cierta relación con la conciencia humana, una relación que cambia la realidad de su particular tipo de conciencia.
Nuestros gatos están tan plenamente vivos dentro de la casa como fuera de ella. Ellos entienden perfectamente su relación con nuestra realidad humana. Ellos gozan contribuyendo a nuestra vida, tanto como cualquier animal salvaje goza formando parte de su grupo. Su conciencia se inclina en una nueva dirección, tiene cierto sentido de los conceptos, cierta apertura a un entendimiento diferente, y forma alianzas de conciencias tan naturales como todas las demás.
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