Los esquemas para un desarrollo “ideal” existen dentro de la fuente de conocimiento genético, para proporcionarle a la especie numerosas vías para el desarrollo. Esos esquemas existen en la mente como “ideales” que se expresan por medio de los impulsos y la creatividad de los miembros individuales de la especie.
Nuestros atletas, por ejemplo, con su habilidad física, muestran ciertas condiciones ideales del cuerpo. Ellos personifican gran agilidad, o fortaleza, o poder; atributos individuales e ideales físicos, que son demostrados a otros para su apreciación, y los cuales significan habilidades inherentes a la especie misma.
El atleta corre los 100 metros ahora, mucho más rápido de lo que lo hacía hace 50 años.
Esto no significa que el cuerpo haya aumentado de pronto su velocidad efectiva, sino que las creencias mentales sobre las capacidades del cuerpo han cambiado y, como resultado, la velocidad del cuerpo aumentó. El cuerpo puede romper el récord de velocidad actual. Lo realmente importante es comprender el efecto que las creencias tienen sobre las capacidades físicas del cuerpo. No obstante, no todas las personas quieren ser corredores expertos. Su creatividad y sus ideales pueden estar en campos diferentes, pero la actuación individual siempre contribuye al conocimiento de la especie.
Nuestros ideales, cualesquiera que ellos sean, surgen inicialmente de nuestra experiencia interior, lo que aplica a la especie en general. Nuestras ideas acerca de la sociedad y la cooperación surgen del conocimiento biológico y espiritual que nos fue dado al nacer. El hombre se dio cuenta de la importancia de los grupos observando la cooperación de los animales. Nuestras civilizaciones son las versiones externas, espléndidas y creativas del agrupamiento social interno de las células del cuerpo y de los procesos cooperativos de la naturaleza que nos dan la vida física. Esto no quiere decir que el intelecto sea menos, sino que usa sus habilidades para ayudarnos a formar las civilizaciones físicas, que son reflexiones de civilizaciones mentales, espirituales y biológicas internas. Siempre aprendemos de la naturaleza y siempre somos parte de ella.
Si las condiciones de nuestra sociedad no son las ideales, como individuos podemos empezar a cambiar esa situación. Lo hacemos aceptando la rectitud de nuestra propia persona. Lo hacemos descartando las ideas de nuestra impotencia y poco mérito, no importa de donde provengan. Lo hacemos empezando a observar nuestros propios impulsos, confiando en nuestra propia orientación. Lo hacemos empezando en donde estamos hoy.
No vamos a permanecer quejándonos de las condiciones desafortunadas de nuestro entorno, sino que vamos a dar los pasos necesarios para expresar nuestros ideales en la vida en la forma que sea. Si estamos muy preocupados por nuestra condición física, a pesar de lo que hemos afirmado anteriormente, debemos ir al médico porque, de otra manera, nos vamos a asustar en exceso, a causa de nuestras creencias. Si queremos cambiar el procedimiento, es necesario empezar con aquellas condiciones físicas molestas, pero inocuas, y tratar de resolverlas nosotros mismos. Intentemos descubrir por qué estamos molestos o preocupados. Cuando tengamos un ligero dolor de cabeza, un simple desarreglo estomacal, algún problema con los senos nasales, fiebre del heno, condiciones molestas pero no serias, recordemos que nuestro cuerpo tiene ciertamente la capacidad de curarse a sí mismo. Recordemos que las enfermedades tienen su origen en condiciones de naturaleza mental o psicológica. En lugar de tomar una aspirina para el dolor de cabeza, lo que debemos hacer es sentarnos, respirar suavemente, recordar que somos una parte integral del universo y tener la sensación de pertenencia con la naturaleza. Este simple ejercicio puede aliviar el dolor de cabeza en muy poco tiempo y la experiencia nos puede permitir la formación de un sentimiento de confianza en los procesos de nuestro propio cuerpo.
Analicemos la literatura que leemos, los programas de televisión que vemos. Ignoremos todo lo que se dice sobre las debilidades del cuerpo. Ignoremos lo que se dice sobre los instintos asesinos de la especie. Hagamos el esfuerzo de liberar nuestro intelecto de tales creencias inconvenientes y apostémosle a nuestras propias habilidades. Si aprendemos a confiar en nuestra integridad básica como personas, estaremos en capacidad de afirmar nuestras habilidades muy claramente, sin exagerarlas ni minimizarlas.
Nuestros atletas, por ejemplo, con su habilidad física, muestran ciertas condiciones ideales del cuerpo. Ellos personifican gran agilidad, o fortaleza, o poder; atributos individuales e ideales físicos, que son demostrados a otros para su apreciación, y los cuales significan habilidades inherentes a la especie misma.
El atleta corre los 100 metros ahora, mucho más rápido de lo que lo hacía hace 50 años.
Esto no significa que el cuerpo haya aumentado de pronto su velocidad efectiva, sino que las creencias mentales sobre las capacidades del cuerpo han cambiado y, como resultado, la velocidad del cuerpo aumentó. El cuerpo puede romper el récord de velocidad actual. Lo realmente importante es comprender el efecto que las creencias tienen sobre las capacidades físicas del cuerpo. No obstante, no todas las personas quieren ser corredores expertos. Su creatividad y sus ideales pueden estar en campos diferentes, pero la actuación individual siempre contribuye al conocimiento de la especie.
Nuestros ideales, cualesquiera que ellos sean, surgen inicialmente de nuestra experiencia interior, lo que aplica a la especie en general. Nuestras ideas acerca de la sociedad y la cooperación surgen del conocimiento biológico y espiritual que nos fue dado al nacer. El hombre se dio cuenta de la importancia de los grupos observando la cooperación de los animales. Nuestras civilizaciones son las versiones externas, espléndidas y creativas del agrupamiento social interno de las células del cuerpo y de los procesos cooperativos de la naturaleza que nos dan la vida física. Esto no quiere decir que el intelecto sea menos, sino que usa sus habilidades para ayudarnos a formar las civilizaciones físicas, que son reflexiones de civilizaciones mentales, espirituales y biológicas internas. Siempre aprendemos de la naturaleza y siempre somos parte de ella.
Si las condiciones de nuestra sociedad no son las ideales, como individuos podemos empezar a cambiar esa situación. Lo hacemos aceptando la rectitud de nuestra propia persona. Lo hacemos descartando las ideas de nuestra impotencia y poco mérito, no importa de donde provengan. Lo hacemos empezando a observar nuestros propios impulsos, confiando en nuestra propia orientación. Lo hacemos empezando en donde estamos hoy.
No vamos a permanecer quejándonos de las condiciones desafortunadas de nuestro entorno, sino que vamos a dar los pasos necesarios para expresar nuestros ideales en la vida en la forma que sea. Si estamos muy preocupados por nuestra condición física, a pesar de lo que hemos afirmado anteriormente, debemos ir al médico porque, de otra manera, nos vamos a asustar en exceso, a causa de nuestras creencias. Si queremos cambiar el procedimiento, es necesario empezar con aquellas condiciones físicas molestas, pero inocuas, y tratar de resolverlas nosotros mismos. Intentemos descubrir por qué estamos molestos o preocupados. Cuando tengamos un ligero dolor de cabeza, un simple desarreglo estomacal, algún problema con los senos nasales, fiebre del heno, condiciones molestas pero no serias, recordemos que nuestro cuerpo tiene ciertamente la capacidad de curarse a sí mismo. Recordemos que las enfermedades tienen su origen en condiciones de naturaleza mental o psicológica. En lugar de tomar una aspirina para el dolor de cabeza, lo que debemos hacer es sentarnos, respirar suavemente, recordar que somos una parte integral del universo y tener la sensación de pertenencia con la naturaleza. Este simple ejercicio puede aliviar el dolor de cabeza en muy poco tiempo y la experiencia nos puede permitir la formación de un sentimiento de confianza en los procesos de nuestro propio cuerpo.
Analicemos la literatura que leemos, los programas de televisión que vemos. Ignoremos todo lo que se dice sobre las debilidades del cuerpo. Ignoremos lo que se dice sobre los instintos asesinos de la especie. Hagamos el esfuerzo de liberar nuestro intelecto de tales creencias inconvenientes y apostémosle a nuestras propias habilidades. Si aprendemos a confiar en nuestra integridad básica como personas, estaremos en capacidad de afirmar nuestras habilidades muy claramente, sin exagerarlas ni minimizarlas.
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