Tu lenguaje diario trata con separaciones, divisiones, y distinciones. Hasta cierto punto, tu lenguaje organiza tus sentimientos y emociones. El lenguaje de la psique, sin embargo, tiene a su disposición muchos más símbolos que pueden combinarse en muchas más formas, digamos, que las meras letras de un alfabeto.
En el lenguaje diario, los objetos tienen ciertos nombres. Obviamente, los nombres no son los objetos, sino símbolos para ellos. Incluso estos símbolos, sin embargo, te separan como perceptor del resto del mundo, el cual se vuelve objetivado. Tú mismo puedes comprender mucho más acerca de la naturaleza de la psique, por ejemplo, de lo que piensas que puedes. Para hacer esto, sin embargo, debes dejar tu lenguaje diario atrás, al menos momentáneamente, y prestar atención a tus propios sentimientos e imaginaciones. Tu lenguaje te dice que ciertas cosas son verdaderas, o que son hechos, y que ciertas cosas no lo son. Muchos de tus más vívidos y móviles sentimientos no se ajustan a los hechos de tu lenguaje, así que los ignoras.
Estas experiencias emocionales, sin embargo, con frecuencia expresan el lenguaje de la psique. No es que la comprensión de tu psique esté más allá de ti: Es que usualmente tratas de comprenderla o experimentarla en una de las maneras más difíciles – por medio de la utilización del lenguaje diario.
La imaginación pertenece al lenguaje de la psique. Por esta razón, ella con frecuencia ofrece experiencias que están en conflicto con las asunciones básicas sobre las cuales se basa el lenguaje diario. Por lo tanto, la imaginación con frecuencia es considerada sospechosa.
Podrías permanecer solitario en tu puerta, o en un campo – o incluso en una calle, rodeado por mucha gente en una gran ciudad – mirar hacia arriba, y súbitamente impresionarte por las nubes majestuosas encima, y sentirte parte de ellas. Podrías experimentar momentáneamente un gran anhelo, o sentir que tus propias emociones se llenan repentinamente con esa misma majestad en movimiento, de tal manera que por un instante tú y el cielo parecen ser uno.
El lenguaje mundano te dice, a medida que piensas con sus patrones, que tu imaginación está huyendo contigo, ya que obviamente tú eres una cosa y el cielo es otra. Tú y el cielo no se equiparan – o como el amigo Spock diría: “No es lógico.” El sentimiento rápidamente se desvanece después de aturdirte brevemente. Podrías ser refrescado espiritualmente, y sin embargo como norma no considerarías que el sentimiento sea la manifestación de una realidad legítima, o una representación de la existencia de tu psique.
Las emociones y la imaginación, sin embargo, te dan el más cercano contacto con otras partes de tu propia realidad. Ellas también liberan tu intelecto de tal manera que sus poderes no están limitados por conceptos que han sido enseñados como verdad. En cambio, tales conceptos son relativamente verdaderos – operacionalmente verdaderos. Por ejemplo, las leyes físicas con las que estás familiarizado operan donde tú estas. Ellas son verdaderas, hablando relativamente. En esos términos, tú eres una persona objetivada físicamente, mirando hacia arriba en la escena mencionada, hacia un cielo objetivado. Tú pesas tantas libras, inclinas tu cabeza en tal y tal ángulo para mirar hacia arriba el paisaje del cielo y, hablando físicamente, puedes ser categorizado.
En esos mismos términos, las nubes podrían ser medidas físicamente, y presentarse estando muy lejos por encima de ti – compuestas de, digamos, vientos de cierta velocidad, listas para verter una cantidad precisa de lluvia o lo que sea. Hablando físicamente entonces, obviamente, estás separado de las nubes, y así, en esos términos, tu experiencia momentánea de unidad con ellas parecería ser una mentira – al menos no factual, o ser “el producto de tu imaginación.”
En cambio, tal evento es una expresión directa del conocimiento de la psique. Ella siente su muy legítima identificación con la naturaleza, ejercita su movilidad, y siente el salto de su propio poder emocional. Tus emociones en tal caso serian magnificadas momentáneamente – elevadas, digamos, a un poder más alto. Hay multitudinarios de tales ejemplos que podrían darse, a medida que en cada día tu psique presenta evidencia de su propio ser más grande – evidencia que se te ha enseñado a pasar por alto, o a descartar porque no es real.
Lo que es imaginario no es verdad: Se te ha enseñado esto cuando niño. Tu imaginación, sin embargo, te conecta con un diferente tipo de verdad, o con una estructura diferente en la que la experiencia puede ser legítimamente percibida. Las más grandes verdades de la psique existen en esa dimensión.
De ella escoges los hechos físicos. Los pensamientos son reales. Solamente algunos pensamientos se tornan en acciones físicas, por supuesto. A pesar de las versiones distorsionadas de esta ultima afirmación, sin embargo, hay obviamente una diferencia inconfundible, digamos, entre el pensamiento del adulterio y su expresión física.
No puedes tratar los pensamientos y la imaginación de una manera tan literal, ni en un gran respecto deberías tratar de “guardar tus pensamientos” como si ellos fueran rebaños de animales que quisieras mantener como raza pura. Tus pensamientos forman tu realidad. Si no los temes, sin embargo, ellos crean sus propios equilibrios. La psique reside en una realidad tan diferente del mundo que usualmente reconoces, que allí el bien y el mal, tal como los concibes, también se ven como operacionalmente o relativamente verdaderos, como la diferencia entre el perceptor y el objeto percibido.
En el lenguaje diario, los objetos tienen ciertos nombres. Obviamente, los nombres no son los objetos, sino símbolos para ellos. Incluso estos símbolos, sin embargo, te separan como perceptor del resto del mundo, el cual se vuelve objetivado. Tú mismo puedes comprender mucho más acerca de la naturaleza de la psique, por ejemplo, de lo que piensas que puedes. Para hacer esto, sin embargo, debes dejar tu lenguaje diario atrás, al menos momentáneamente, y prestar atención a tus propios sentimientos e imaginaciones. Tu lenguaje te dice que ciertas cosas son verdaderas, o que son hechos, y que ciertas cosas no lo son. Muchos de tus más vívidos y móviles sentimientos no se ajustan a los hechos de tu lenguaje, así que los ignoras.
Estas experiencias emocionales, sin embargo, con frecuencia expresan el lenguaje de la psique. No es que la comprensión de tu psique esté más allá de ti: Es que usualmente tratas de comprenderla o experimentarla en una de las maneras más difíciles – por medio de la utilización del lenguaje diario.
La imaginación pertenece al lenguaje de la psique. Por esta razón, ella con frecuencia ofrece experiencias que están en conflicto con las asunciones básicas sobre las cuales se basa el lenguaje diario. Por lo tanto, la imaginación con frecuencia es considerada sospechosa.
Podrías permanecer solitario en tu puerta, o en un campo – o incluso en una calle, rodeado por mucha gente en una gran ciudad – mirar hacia arriba, y súbitamente impresionarte por las nubes majestuosas encima, y sentirte parte de ellas. Podrías experimentar momentáneamente un gran anhelo, o sentir que tus propias emociones se llenan repentinamente con esa misma majestad en movimiento, de tal manera que por un instante tú y el cielo parecen ser uno.
El lenguaje mundano te dice, a medida que piensas con sus patrones, que tu imaginación está huyendo contigo, ya que obviamente tú eres una cosa y el cielo es otra. Tú y el cielo no se equiparan – o como el amigo Spock diría: “No es lógico.” El sentimiento rápidamente se desvanece después de aturdirte brevemente. Podrías ser refrescado espiritualmente, y sin embargo como norma no considerarías que el sentimiento sea la manifestación de una realidad legítima, o una representación de la existencia de tu psique.
Las emociones y la imaginación, sin embargo, te dan el más cercano contacto con otras partes de tu propia realidad. Ellas también liberan tu intelecto de tal manera que sus poderes no están limitados por conceptos que han sido enseñados como verdad. En cambio, tales conceptos son relativamente verdaderos – operacionalmente verdaderos. Por ejemplo, las leyes físicas con las que estás familiarizado operan donde tú estas. Ellas son verdaderas, hablando relativamente. En esos términos, tú eres una persona objetivada físicamente, mirando hacia arriba en la escena mencionada, hacia un cielo objetivado. Tú pesas tantas libras, inclinas tu cabeza en tal y tal ángulo para mirar hacia arriba el paisaje del cielo y, hablando físicamente, puedes ser categorizado.
En esos mismos términos, las nubes podrían ser medidas físicamente, y presentarse estando muy lejos por encima de ti – compuestas de, digamos, vientos de cierta velocidad, listas para verter una cantidad precisa de lluvia o lo que sea. Hablando físicamente entonces, obviamente, estás separado de las nubes, y así, en esos términos, tu experiencia momentánea de unidad con ellas parecería ser una mentira – al menos no factual, o ser “el producto de tu imaginación.”
En cambio, tal evento es una expresión directa del conocimiento de la psique. Ella siente su muy legítima identificación con la naturaleza, ejercita su movilidad, y siente el salto de su propio poder emocional. Tus emociones en tal caso serian magnificadas momentáneamente – elevadas, digamos, a un poder más alto. Hay multitudinarios de tales ejemplos que podrían darse, a medida que en cada día tu psique presenta evidencia de su propio ser más grande – evidencia que se te ha enseñado a pasar por alto, o a descartar porque no es real.
Lo que es imaginario no es verdad: Se te ha enseñado esto cuando niño. Tu imaginación, sin embargo, te conecta con un diferente tipo de verdad, o con una estructura diferente en la que la experiencia puede ser legítimamente percibida. Las más grandes verdades de la psique existen en esa dimensión.
De ella escoges los hechos físicos. Los pensamientos son reales. Solamente algunos pensamientos se tornan en acciones físicas, por supuesto. A pesar de las versiones distorsionadas de esta ultima afirmación, sin embargo, hay obviamente una diferencia inconfundible, digamos, entre el pensamiento del adulterio y su expresión física.
No puedes tratar los pensamientos y la imaginación de una manera tan literal, ni en un gran respecto deberías tratar de “guardar tus pensamientos” como si ellos fueran rebaños de animales que quisieras mantener como raza pura. Tus pensamientos forman tu realidad. Si no los temes, sin embargo, ellos crean sus propios equilibrios. La psique reside en una realidad tan diferente del mundo que usualmente reconoces, que allí el bien y el mal, tal como los concibes, también se ven como operacionalmente o relativamente verdaderos, como la diferencia entre el perceptor y el objeto percibido.
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